24 de septiembre del 2004. Ese fue el día que aterricé en Madrid con un billete de ida y unas ganas tremendas de comerme el mundo. Recién graduado de Ingeniería Industrial era un empollón motivado. con grandes sueños y cierta ventaja, y es que me había sacado la lotería del ovario, como diría Warren Buffett, el inversor más exitoso de toda la historia.
Y es que había nacido una familia que siempre me había motivado a alcanzar mis sueños. Y mi gran sueño, montar una aerolínea. Ya, cuando digo esto normalmente me cruzo con caras de este estilo que muchas veces piensan Sebastián, tú no tienes cara de haber montado una aerolínea, ¿verdad que no? Pues no, pero porque muchas veces los sueños mueren en el camino.
grandes destructores de sueños lo descubrí en Madrid en mi primer trabajo cuando trabajaba como teleoperador de equipajes perdidos en el aeropuerto y este es el síndrome de los lunes. Yo soy dominicano, país pobre donde no No hay paro, no hay seguridad social, no hay jubilación. Y recuerdo que allí tener trabajo era algo de lo que alegrarse. Y mi gran sorpresa fue llegar un lunes al trabajo y preguntarle a Pepe, ¿qué tal Pepe, cómo estás?
Y su respuesta, de lunes. Todos en España conocemos esta frase. Algunos la hemos dicho en alguna ocasión. No pasa nada, es parte de ser humano. El problema es decirla constantemente y vivir sin pena ni gloria estando 5 de cada 7 días donde no querrías estar.
siempre deseando que llegue el viernes. Y esto no lo digo yo. Hay cifras oficiales que lo avalan.
La empresa americana de investigación Gallup dice que en Europa el 10% de la población trabajadora hace algo que le interesa. encanta. 71% ni fu ni fa. 19% lo odia.
¿Y eso qué significa? Que si lo llevamos más o menos a algo concreto, es decir, a este salón, podríamos decir que esta fila... disfruta con lo que hace en el trabajo. Y los demás, en el mejor de los casos, ni fu ni fa.
Y esto es triste, porque a la larga nos lleva a tener grandes arrepentimientos que en muchas ocasiones llegan demasiado tarde. Por suerte hay al menos una solución a esta situación, pero para descubrirla tenemos que dar un salto a Japón. Porque al norte de la ciudad de Okinawa hay un pequeño pueblo al que llaman la aldea de los centenarios. Porque es el sitio con el mayor índice de longevidad del mundo. Tiene un montón de personas de más de 100 años que se levantan todos los días a trabajar y además lo hacen porque quieren, porque les apetece.
El secreto, tener una razón de ser. O lo que ellos llaman Ikigai, que es un concepto que le ha dado la... vuelta al mundo un montón de veces en nuestra búsqueda incansable por alcanzar la felicidad, a España llegó en un libro llamado Ikigai también.
Y de manera práctica los autores lo definen como el punto de encuentro entre cuatro variables. Aquello que te encanta hacer, aquello que se te da muy bien, aquello por lo que pueden pagarte y aquello que necesita el mundo. Yo descubrí mi Ikigai enseñando habilidades de comunicación, pero comencé a descubrirlo en mil... mi lucha por derribar a mis propios fantasmas. Sobre todo cuando toque fondo hará 20 años.
Como estudiante de ingeniería industrial, la asignatura más difícil que hice fue dibujo técnico. Para que te hagas una idea, mi hija Daniela, que tiene 5 años, dibuja mejor que yo. Por lo tanto, el proyecto final de dibujo técnico tenía muy mala pinta.
Y ya me podías ver a final de trimestre haciendo esto, días sudando, pasándolo fatal, hasta que yo, Iris, mismo. mi mamá me dijo, déjame ayudarte, por favor. Ella es arquitecta, por lo tanto le dije adelante y me fui a descansar. Y al cabo de hora y media, ya más tranquilo, relajado, decidí que era buen momento ir a ver el progreso, salvo que había un pequeño problema del cual ni ella ni yo nos habíamos percatado. Y ese problema es que mi mamá, como arquitecta, llevaba años diseñando por ordenador.
Cuando llegué, la vi pálida y tenía una expresión en su cara de terror que no entendía por qué hasta que lo vi. Hasta que vi el dibujo, borrones, rayones, pequeñas roturas. El trabajo de días tiraba a la basura.
Y la frustración fue tal que no se me ocurrió nada mejor que coger el dibujo y romperlo justo frente a su cara. A luego irme de casa. Aquella noche volví, me la encontré llorando y me dijo algo que nadie nunca me había dicho en la vida.
Sebastián, eres la persona más arrogante que conozco. Yo me había criado con complejos de inferioridad y lo normal era que cuando me sentía atacado, sacara las uñas, pusiera una cara chulesca, defendiéndome. Y en un entorno social se podría más o menos justificar, pero con mi mamá.
Estaba claro que había algo en la vida que no podía ser justificado. en mí que tenía que cambiar. Y eso me embarcó en un proceso doloroso, pero necesario, para luchar contra mis fantasmas. Un proceso que me llevó a entender muchas cosas sobre mí.
Tony Robbins, el coach más famoso del mundo, dice que los humanos... tenemos seis necesidades fundamentales. Certeza, variedad, conexión, relevancia, conocimiento y contribución.
Y que cada uno de nosotros tiene al menos una de estas necesidades especialmente marcada. Y la mía, la necesidad de relevancia, de sentirme especial, de sentirme importante. ¿Y cómo se satisface esa necesidad? Con reconocimiento.
Y por esa razón decidí comenzar a estudiar habilidades de comunicación. por reconocimiento, porque quería trabajo, porque quería amigos, porque quería ligar. Y en el proceso descubrí un club de oratoria y ahí vi la oportunidad fabulosa que llevaba deseando toda la vida y era que me prestaran atención.
Y durante los primeros años en el club de oratoria lo único que buscaba era brillar, que me prestaran atención. Y es que me encantaba que me escucharan, que me miraran, que me miraran, que... que me hicieran caso y me siguen cantando.
Lo que pasa es que en aquella época era algo, en cierta medida, enfermizo. Pero en el proceso ocurrió algo interesante y es que, a medida que practicaba, me evaluaban, iba desarrollando una habilidad y cuanto más hablaba, más me gustaba esto de hablar en público. Al cabo de un tiempo, comencé a enseñar de manera informal a algunas personas, luego a cobrar un poquito por ello, y unos años más tarde dejé el trabajo para hacer justamente eso.
Mi propia búsqueda interior, mi lucha contra mis propios fantasmas, me hizo descubrir algo que me comenzaba a gustar, que se me estaba comenzando a dar medianamente bien, por lo que comenzaban a pagarme tres de las cuatro patas del Ikigai. Pero faltaba una. Y la descubrí más adelante cuando entendí la conexión que tiene, o la relación profunda que tiene, enseñar con otra de las necesidades básicas de Tony Robbins, y es la conexión.
es que un año antes de la pandemia hice un curso que supuso un revulsivo importantísimo dentro de mí, sobre todo cuando Juan Carlos el profesor me dijo Sebastián, esto no va de ti haciendo una especie de referencia a mi hambre por conseguir atención esto va de los demás y ciertamente yo llevaba años hablando en público porque quería atención pero a partir de ese momento comencé a verlo con otros ojos y me di cuenta del poder incalculable que tiene enseñar en términos de conectar primero Primero para conectar contigo mismo, porque a la hora de enseñar te expones a la crítica y a comentarios muchas veces desagradables. Si ves mi canal de YouTube encontrarás muchos comentarios donde me dicen que tengo la barba mal afeitada, poco simétrica, o que el acento que tengo es muy extraño, ni es del todo español, ni es del todo latinoamericano, o directamente cuando me llaman vendehumos. Y al principio duele, y cuando digo al principio me refiero primero a mil comentarios, duele mucho y te hace replantearte muchas cosas. pero luego te das cuenta de que esto te ayuda a aceptarte, a valorar aquello que haces bien y a comenzar a mejorar allí donde consideras que hace falta y donde no, pues no pasa nada.
Pero en segundo lugar, enseñar es una grandísima herramienta para conectar con los demás. Porque cuando lideras un proceso en el cual se supone que puede cambiar la vida de las personas, ¿para qué eso ocurre? La gente tiene que confiar en ti.
Y eso muchas veces requiere que muestres tu lado humano. Ese que no lo sabe todo, pero que está dispuesto a ayudar allí donde sí sabe. Pero cuando tú, como formador, te abres, las otras personas se dan el permiso de comenzar a abrirse poco a poco. Muestran sus inseguridades, sus ganas de superarlas. Y es justo ahí cuando ocurre una especie de magia.
Ese revulsivo me hizo darme cuenta de que se iba cerrando el círculo. Porque estaba descubriendo algo que me encantaba hacer, que se me daba bien. Por lo cual me estuve haciendo un trabajo. estaban pagando y en cuarto lugar, que le cambia la vida a la gente.
Me estaba revelando mi ikigai. Atribuye a Confucio una frase que dice, entrégale un pescado a un hombre y comerá un día. Enséñale a pescar y comerá toda la vida. Esta frase es un cliché del tamaño de una casa. Pero porque es muy cierta.
Porque cuando enseñas una habilidad a otra persona, le das una oportunidad de crecer. Esto le permite comenzar a cambiar su vida. Y es impresionante cuando en una jornada formativa alguien en el público comienza a darse cuenta de que puede hacer algo que no se creía capaz de hacer.
Y en ese momento se le desfigura la cara. No sabe si reír o ponerse a llorar. Y esto yo lo vivo con euforia, con entusiasmo, con ternura incluso, porque en algunas ocasiones, sobre todo antes del COVID, cuando podíamos abrazar, me he puesto a llorar en sesiones formativas. Y es que cuando...
facilitas, cuando ayudas a que otras personas logren, en ese momento se reafirma tu propio logro. Y ahí mismo comienzan a satisfacerse otras dos de las necesidades de las que hablabas un rato. El crecimiento y la contribución.
Con todo esto, yo te pregunto, ¿qué estás haciendo con tu vida? Si al cabo de unos años miras hacia atrás, ¿te gusta lo que ves? Si la respuesta es un sí rotundo, te doy mi más sincera enhorabuena. Pero si no lo es, quiero proponerte un reto.
Sobre todo en una época de la historia donde nunca había sido más importante estar en constante reinvención. Y ahí va el reto. ¿Y si te lanzas a enseñar?
Con esto no te digo que dejes todo de la noche a la mañana, puede que algún día ocurra, puede. Tampoco te digo que te dediques al magisterio ni a enseñar habilidades de comunicación. Lo único que te digo es que cuando enseñas a otras personas algo que te encanta hacer y se te da muy bien, esto te mete en una dinámica dolorosa.
donde comienzas a conectarte con tu propio propósito. Y si en el proceso te das cuenta de que puedes ganarte la vida con ello, se abre la puerta a disfrutar inmensamente de cada día de la semana, incluso de los lunes. Y lo bonito del asunto es que para probar tienen muy poco riesgo porque, primero que nada, no hace falta ser extrovertido.
Puedes comenzar uno a uno, uno a pocos. No hace falta que seas gran comunicadora. Eso vendrá sobre la marcha.
No hace falta que seas el mayor experto en tu área. Basta con que sepas un poquito más que las otras personas. Y no hace falta que te desplaces. Con un teléfono móvil y una buena conexión a Internet basta en la gran mayoría de los casos. Se hacen falta dos cosas.
Elección. y compromiso. Primero, elección, porque todas las respuestas están dentro de ti, en tu propia búsqueda interior, en tu lucha interna y por lo tanto la decisión tiene que salir de dentro de ti. Ahora bien, si no lo tienes muy claro, yo te recomiendo que comiences buscando por todo aquello que cumpla con dos variables, aquello que te encanta hacer y aquello que se te da muy bien.
Puede ser cocina, contabilidad, pilates, punto de cruz, da igual. Por trivialidad... que te parezca allí fuera, hay gente que lo necesita. Pero en segundo lugar, compromiso, porque nada grandioso ocurre sin dedicación y esfuerzo. Y esto yo lo sufrí en carne propia, porque en aquella época en la que estaba en el club de oratoria, ya con ganas de hacer algo relacionado con esto, estaba hablando en público cada semana, inscribiéndome en cursos, leyendo libros y mientras tanto fantaseaba con ser orador motivacional, presentador de la MTV.
Hombre del tiempo. No tenía ni idea de lo que quería hacer. Hasta que un día me di cuenta que Se me iluminó una bombilla y dije, ah, ya lo sé, voy a enseñar a hablar en público.
Y el momento, Orega, fue tan intenso, me llenó de energía y al cabo de un mes no había hecho nada. Al cabo de tres meses, nada. Seis meses, nada.
No había hecho nada más que soñar por miedo. Por suerte, me crucé con Florian, un tipo con mucha garra, que también enseña habilidades de comunicación, y le dije, tío, yo quiero hacer lo que haces tú, pero no sé... ¿Cómo empezar?
Y me dijo algo que cambió el rumbo de mi vida para siempre. Pon fecha y anúnciala. Si no, no lo harás en la vida.
Claro. ¿Cómo podía pretender enseñar en cursos si no había dado mi primer curso todavía? Tardé otros seis meses en atreverme, por miedo.
Pero cuando ya no pude más, anuncié una fecha, se la dije a doce amigos. Les cobré un poquito, pero les cobré por compromiso. porque no podía darme el lujo de echarme hacia atrás y tampoco quería que ellos se echaran hacia atrás y esa decisión fue el inicio de una actividad que amo con locura que reconozco que se me da bien con la que me pagan y que ayuda a la gente.
Esa acción me hizo descubrir mi Kigai. Y tú también puedes descubrir tu Kigai enseñando eso de lo que sabes. Por esta razón, y como seguramente ya comienzas a pensar en algo que podría...
enseñar y te recuerdo la mezcla entre algo que se te da muy bien y eso que te encanta hacer, pues en este momento lo que toca es comprometerse, comprometerte. ¿Y cómo? Eligiendo a alguien a quien puedes comenzar a enseñar.
enseñar esto, aunque sea de manera tentativa, por probar. ¿Y cómo lo vamos a hacer? Te pido que saques tu móvil.
Y lo digo en serio. Saca tu móvil. Saca tu móvil porque esto cambia vidas.
Te puede cambiar la tuya. y puede cambiarla de otras personas. Y ahora piensa en esa persona a la que puedes ayudar. Y cuando lo tengas, búscala en WhatsApp y dile lo siguiente. Tengo algo que enseñarte.
Y lo digo en serio. Tengo algo que enseñarte. Y el resto caerá por su propio peso si tú quieres.
Y es que todos tenemos algo que enseñar. Tú tienes algo que enseñar y puede que en este momento no sea algo que te flipe, algo que se te dé especialmente bien o por lo que te paguen, o que le pueda cambiar la vida a la gente, pero nunca lo sabrás si no das el primer paso. Porque como decía Picasso, la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando.
Por eso yo te digo, comienza a enseñar, comparte tu sabiduría. Y puede que esto no te ayude a alcanzar tus sueños, ni que cambie de la noche a la mañana tu situación laboral, pero sí te garantizo una cosa. En el peor de los casos, habrás aprendido algo nuevo, y eso siempre mola. Pero en el mejor, habrás descubierto un nuevo sentido a la vida, porque disfrutarás intensamente del proceso, porque conectarás de manera... muy profunda con la gente.
Pero además, porque notarás dentro de ti un cambio muy visible. Y ese cambio es el siguiente. Cada domingo, cuando haya acabado el gran fin de semana, a medida que te vas metiendo en la cama y vas cerrando los ojos, escucharás como tu voz interior te dice ¡Qué bien!
Mañana es lunes.