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Perspectiva de la Edad Media y su Influencia

La Edad Media Pensamiento, cultura y temor. La época medieval se nos antoja una cultura lejana. La mentalidad que orienta los gustos y define la identidad es muy diferente, al igual que los mecanismos del poder. También son diferentes la vida cotidiana y el imaginario que alimenta la fantasía de los seres humanos.

Una época en la que la religión desempeña un papel decisivo en dar un significado a la vida y a la realidad. Pero en esta época también coexisten otras formas de conocimiento, en un amplio espectro que va de la magia a la ciencia. Las costumbres sociales y los universos simbólicos, los estratos culturales y sus valores, tradiciones y obsesiones, todo esto compone el cuadro social de la Edad Media, ligado a una realidad política, económica e institucional muy lejana a la nuestra, pero en la que podemos redescubrir el origen y la ascendencia de la Europa de hoy. A causa de la aparición y extinción de las señales, de las suposiciones y conjunciones, de los aspectos benéficos y maléficos, suceden hechos dispares y contradictorios en este mundo.

Las señales son los prelados de la iglesia o los príncipes del mundo, ya que de ellos provienen todos los acontecimientos de este mundo, guerra y paz y cualquier otra cosa. La Edad Media es la época del feudalismo, de un poder que se basa en la propiedad de la tierra y que obtiene la riqueza de la agricultura y la ganadería. El feudalismo es una consecuencia a largo plazo de la caída del Imperio Romano y representa una fase de arduo restablecimiento político. En la base del sistema feudal se encuentra el juramento de lealtad que un señor, llamado vasallo, deposita en las manos de un señor más rico y poderoso, a cambio de beneficios y protección militar. La esencia del sistema feudalismo-vasallaje se encuentra en esta relación personal que se establece entre dos individuos, entre un señor y otro señor.

Este juramento de fidelidad, esta declaración, se realiza también mediante una ceremonia que implica, por ejemplo, el inixio manum, es decir, poner las manos entre las manos del otro. Es una forma de encomendarse al otro, que puede finalizar con el beso, que es la forma más íntima de una relación personal. Yo os serviré fielmente en todo lo que sepa y pueda, con la ayuda de Dios, sin trampas ni engaños, y con el consejo y ayuda de mi oficio y persona, para que el poder que Dios os ha concedido, vos lo podáis conservar y ejercer seguro. según su voluntad, y para la salvación vuestra y de vuestros leales.

Asimismo un aspecto importante del feudalismo es su relación con la religión, el sello que la iglesia otorga para justificar este sistema. En el fondo Dios es el Señor por excelencia, es el verdadero garante del mundo feudal y está en el centro de todo. Sus representantes en la tierra, príncipes y soberanos, son los que tienen la misión de hacer que reine su paz y su justicia.

Ya desde hace tiempo, la filosofía del Evangelio gobernaba los estados. Cuando la fuerza y soberana influencia del espíritu cristiano había calado profundamente en las leyes, en las instituciones, en las costumbres de los pueblos, cuando la religión de Jesucristo, sólidamente establecida en aquel escalafón de honor, florecía a la sombra del favor de los príncipes y de la debida protección de los magistrados. La sociedad feudal se mantiene unida porque cada uno de los miembros que la componen tiene una función concreta. Los poderosos protegen a los débiles, quienes a cambio garantizan el sustento de toda la sociedad con su trabajo. Una fórmula capaz de dar cuerpo a un orden ideal que debe ser conservado y respetado.

Cuando el sacerdocio y el imperio procedían en concordia, felizmente unidos entre sí, por la amistosa reciprocidad de favores. Ordenada de esta guisa, la sociedad obtuvo frutos valiosos a más no creer. cuyo recuerdo perdura y perdurará, depositado en numerosos monumentos históricos que ningún artificio de enemigos podrá falsear o entenebrecer. ¡Prendamos gracias al nuestro Dios ahora y siempre!

Andate ahora. Gracias a ti. Te bendigo.

Y el Señor te acompaña. La idea de Dios que se puede encontrar en la Edad Media implica rasgos concretos y singulares. Se trata de un Dios que proviene de Oriente, un Dios que define el paso decisivo del politeísmo al monoteísmo, un Dios que se... puede representar visualmente, a diferencia del Yahvé judío o del Alá islámico, y por tanto, antropomorfo.

En la Alta Edad Media, la idea de Dios es la del Dios de los ejércitos. del Dios victorioso, del Dios que vence, que reina, que impera, que acompaña a los misioneros en su labor de evangelización. Es un Dios al que hay que temer, un Dios poderoso.

Un Dios que en el occidente medieval no tiene rivales. Los demás solo son falsos ídolos. Aquel que no declare que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola naturaleza o sustancia, una sola virtud y poder, una sola divinidad a la que adorar en tres hipóstasis o personas, será anatematizado y excomulgado. Uno de hecho es Dios Padre, del que proceden todas las cosas. Uno es nuestro Señor Jesucristo, mediante el cual son todas las cosas.

Uno es el Espíritu Santo, en el cual están todas las cosas. Este Dios, encarnado en Jesucristo, es al mismo tiempo el Dios Todopoderoso del Antiguo Testamento. Un Dios colérico y vengativo, pero también un Dios bueno, un Dios caritativo.

En cualquier caso es un Dios inaccesible que gobierna el mundo. Un universo rodeado de dos mundos opuestos, por un lado los ángeles y por otro los demonios. Dios, que ha creado el universo y ha subordinado las cosas terrenales a los hombres, y ha ordenado los elementos del cielo para la maduración de los frutos y la alternancia de las estaciones, y sobre ellos ha establecido la vida.

establecido una ley divina. Este Dios encomendó el cuidado de los hombres y de todo lo que está bajo la bóveda celeste a los ángeles, establecidos para tal fin. sucesivamente, sobre todo con el desarrollo de la propuesta cristiana de San Francisco de Asís y las órdenes mendicantes, la idea de Dios se transforma en la de un Dios doliente, el Dios en la cruz, el Dios que nos ama y a quien debemos amar e imitar en la figura de Cristo.

Así se definen dos modos diferentes de acercarse a Dios. Por un lado, la fe como camino de profundización racional condicionado por el clero. Por otro, el misticismo instintivo.

Conforme avanza la Edad Media, esta idea se profundiza y se convierte en la del Dios que está dentro de cada uno de nosotros, que es el Dios interior, el Dios de los místicos, el Dios que debemos redescubrir en el interior de nosotros mismos. En el fondo, esta es la idea del redescubrimiento de los valores del individuo, que más adelante caracterizarán el humanismo y el renacimiento. El concepto del tiempo es una categoría básica propia de cada época, señal inequívoca de una mentalidad y conciencia del mundo muy concretas.

El tañido de las campanas de las iglesias marca la cadencia de los días. A cada momento le corresponden determinadas plegarias y servicios religiosos. Los tiempos de la naturaleza, el tiempo cadenciado por la trayectoria del sol y los tiempos del rezo, por ejemplo en los monasterios, eran, si no idénticos, al menos muy parecidos. Las campanas de las iglesias eran las que marcaban el ritmo del día, incluso del trabajador, principalmente del agricultor.

Sólo tras el recuperado centralismo de las ciudades, después del año 1000, se impone un tiempo diferente, el tiempo del mercader, unido al ascenso y consolidación de esta nueva figura social. Un tiempo exacto y calculable, lejos del tiempo sagrado del calendario eclesiástico. Un tiempo que descubre nuevas formas de ser medido y dividido a partes iguales. En lugar del tiempo de la iglesia, tal vez no sea tan conveniente decir en lugar de, sino paralelamente al tiempo de la iglesia, empieza a consolidarse el tiempo del mercader.

Pero no sólo es el tiempo del mercader, sino también de los talleres. Es el tiempo de las actividades en las grandes ciudades, donde no sólo hay formas de actividad artesanal, sino también otras que podríamos definir como preindustriales o preempresariales. Un tiempo que se convierte en instrumento a disposición del ser humano para organizar de forma óptima su trabajo, sus actividades y su jornada.

Al coexistir inmutabilidad y cambio, la Edad Media se define como época de transición, donde la cultura, las relaciones sociales y las nuevas tecnologías se influyen mutuamente, dando lugar a una progresiva transformación. Cada época histórica posee lugares comunes que caracterizan su imaginario, reflejados en la literatura, pero también difundidos a nivel más general en el sentir común de la sociedad. La contraposición fundamental que expresa la Edad Media entre el ser humano y los animales se articula más detalladamente en la confrontación entre cultura y naturaleza, entre la civilización y lo salvaje. Y lo salvaje, lo arcano y lo misterioso medieval tienen su sede en el bosque.

Vi infinitas plantas malignas chupando la sangre de antiguas vides que se enraizaban en troncos seculares. Y todo el bosque es similar a un pantano de follaje putrefacto. Pero, de la tierra ardiente en penumbra, en la que brotan plantas retorcidas y extrañas, se extiende un admirable manto florido. Para ti, Nueva Foresta, ahora es la vida. Un lugar amenazador y protector a la vez.

Inhóspito pero poblado de seres extraños, como leñadores solitarios, hombres selváticos y vagabundos. Un lugar de aventuras donde poner a prueba el valor de cada uno. Un lugar de encuentro y de descanso.

y apariciones sobrenaturales. El bosque estaba muy habitado. La idea que tenemos del bosque medieval es la que se fue imponiendo poco a poco en las ciudades, sobre todo en la zona de Italia y más que nada a partir de 1200. Es el bosque que se refleja en las novelas, donde se producen emboscadas, donde hay malhechores.

Hasta entonces, el bosque había sido una gran reserva de recursos económicos. Estaba poblado por pastores, eremitas, hombres santos, caballeros. También estaba poblado por presencias misteriosas que sin embargo son amistosas.

Son los habitantes de las ciudades los que convierten el bosque en algo desconocido e inquietante. Como contrapunto al bosque está la ciudad. caracterizada a su vez por una ambigüedad de fondo ya que a veces representa la vanguardia del proceso civilizador y otras el centro de la maldad y la depravación a tono con la imagen que se sugiere en la Biblia La ciudad terrenal ha creado para sí falsos dioses, a quienes rendir pleitesía, a los que hacen sacrificios los hombres, mientras la ciudad celestial, que camina sobre la tierra, no crea falsos dioses, sino que es creada por el Dios verdadero, al que se ofrece así verdadero sacrificio.

A caballo entre los polos opuestos de Jerusalén y Babilonia, la ciudad puede parecer un espacio donde conviven belleza, dinamismo y riqueza, o también un bullicioso recipiente de maldad, violencia y amalgama de culturas. La ciudad puede ser la realización en la tierra de la Jerusalén celestial, cosa que seguramente gustaba a muchos. Pero para los mismos, la ciudad también puede ser un lugar en el que uno se pierde.

Además de esto, Las ciudades son grandes laboratorios de experimentación social y experimentación económica. Son laboratorios de pruebas donde se ve de todo, como por ejemplo la organización del trabajo en los grandes talleres donde se entraba con el repique de la campana y del que se salía con el repique de la campana. Hace 30 años se habría definido como un trabajo precapitalista o capitalista. Y también está la experimentación de carácter político.

Por un lado la ciudad es el lugar donde se desarrollan los nuevos valores de la pertenencia en común, del trabajo, de la ciudadanía activa. Por otro es vista con recelo por grupos sociales tradicionales, como los monjes o los caballeros, aunque con el tiempo logra atraer a los poderosos que administran los feudos rurales y se convierte en el destino preferido de las órdenes mendicantes que llevan allí su predicación. Hacia el siglo XIII, renacida ya la ciudad, no es casualidad que se desarrollen estas órdenes religiosas.

Son las nuevas órdenes mendicantes, típicamente urbanas. Al inicio, los franciscanos tienen un periodo de intercambio entre la ciudad y el campo, pero finalmente la opción es claramente urbana. Esto no es óbice para que en el transcurso de toda la Edad Media se produzcan tensiones.

Por un lado... La ciudad es vista como Babilonia, por ejemplo, como en la visión de San Bernardo, monje cisterciense. Y por otro, es vista como Jerusalén.

El caso es que existe y se perpetúa. De todas formas, hay que pensar que el cristianismo es una religión arraigada sobre todo en la ciudad. Y a esto, precisamente, debe su éxito, su suerte.

Un lugar muy singular de todo este imaginario medieval es el purgatorio, que sólo después del siglo XII se define completamente como espacio intermedio entre infierno y paraíso, tras un largo debate teológico y doctrinario. Superados los miedos de los primeros siglos de la Edad Media, relacionados con el inminente fin del mundo y el consiguiente juicio final, se crean las condiciones para el nacimiento de este nuevo espacio en el más allá, un espacio intermedio donde hay que permanecer un tiempo, dependiendo de la gravedad de los pecados cometidos en la Tierra. En el siglo XIII se consolida la idea del juicio final como un solo día de cólera.

De repente, Dios interviene y juzga. Es una doctrina que renueva todo lo que se había dicho hasta entonces, porque hasta ese momento, el juicio no era un día, sino una etapa cuya duración no conocía nadie, y que tenía una serie de ritmos. El otro mundo es la representación de la moral.

El infierno es representación del mal o de la maldad. El paraíso es la representación del bien o de la virtud. El purgatorio es el paso de uno a otro mediante el arrepentimiento y la penitencia. Por tanto, el otro mundo es la representación de los diferentes estados en los que el hombre se encuentra en esta vida.

Para el difunto es fundamental el comportamiento que ha tenido en el instante del fallecimiento. Debe expresar arrepentimiento y contrición. Pero sobre todo es muy importante la ayuda que el difunto pueda recibir de los que aún no se han ido.

Donaciones y legados testamentarios a favor de la iglesia y de la comunidad. La iglesia, debilitada en su poder sobre el tiempo terrenal cada vez más laico y en sintonía con el nuevo pulso social y económico, controla estrictamente el tiempo en el más allá, mediante las ofrendas, como el rezo, la limosna y la misa. De ello depende el tiempo de espera de los difuntos en este lugar, ultraterrenal. Incluso San Agustín había previsto una guena superior, un estrato superior del infierno del que uno se podía redimir, aunque nunca se había formalizado oficialmente.

En el preciso instante en el que la Iglesia ya no es la única que decide el ritmo de vida de las personas, establece su supremacía en otro frente. Comienza a presentarse a sí misma, cada vez más, como un órgano que determina con antelación el destino de las almas en el más allá. El nuevo tiempo en el purgatorio también refleja el creciente valor que en los últimos siglos de la Edad Media se otorga a la responsabilidad personal y por ende al individuo, a sus méritos y sus deméritos, independientemente de la función social ejercida.

Dios es el creador y a él hay que dirigir todas las cosas visibles. A pesar de ello, el hombre medieval tiene curiosidad por el mundo y se esfuerza por conocerlo y catalogarlo. Los elementos básicos que lo componen son cuatro.

Aire, agua, tierra y fuego. En el fondo el hombre es un microcosmos en estrecha relación con el macrocosmos. Nadie está separado de lo que le rodea y nada es observable de forma aislada.

Los fluidos de los que se cree que se compone el hombre son cuatro. La sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra. El cuerpo del hombre contiene sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. negra.

En esto consiste la naturaleza del cuerpo. Esta es la causa de la salud o la enfermedad. En estas condiciones se goza de perfecta salud cuando estos humores se hallan en la perfecta proporción entre ellos, ya sea en calidad o en cantidad. La salud, la enfermedad y la muerte dependen de las variaciones de relación entre estos fluidos. Hay enfermedad cuando uno de estos humores, en cantidad demasiado pequeña o demasiado grande, se aísla dentro del cuerpo en lugar de mezclarse con los demás.

Sin embargo, lo que da vida al ser humano es el alma. Creada por Dios, no tiene final y otorga la razón, que es lo que distingue al hombre de los animales. La mentalidad de cada época, aparte de estimular la creación de un imaginario, también se encarna en la concreción de la organización social. Si la mentalidad del hombre medieval atribuye valor positivo al sedentarismo, al hecho de estar radicado, a ser parte activa de la comunidad, Todos los que no satisfagan estas condiciones son contemplados con recelo.

La sociedad traza los límites de la normalidad. Más allá está todo lo que es diferente y por este motivo debe ser marginado. El renacimiento ciudadano ha conllevado por un lado el aumento de la riqueza, pero por otro lado también el aumento de la pobreza. Pobres son considerados con frecuencia los campesinos, los rústicos y evidentemente también los que sufren una enfermedad.

Luego, entre los más pobres están los leprosos. Es decir, en este caso también están incluidos los deformes y los que parecen ser los más pobres. padecen una enfermedad que tiene un significado simbólico. El leproso aquejado de lepra deberá vestir harapos y llevar la cabeza descubierta.

Deberá taparse la barba e ir gritando inmundo, inmundo. Será inmundo mientras tenga la lepra. Es inmundo, deberá estar solo, vivirá fuera del campamento. Existe también una marginación relacionada con el cuerpo y la enfermedad.

El desprecio por los lisiados, cuyas deformidades se relacionan con el demonio, también se encuentra en la rígida separación que la sociedad impone respecto a quien no goza de buena salud. Este aumento del número de pobres hace que sean considerados como un peligro social, como posibles rebeldes, vagabundos o maleantes. Y no es casualidad que los pobres se sientan en la zona de la pobreza. que a finales del siglo XIII básicamente, y más adelante en toda la época tardo medieval, aparezca la figura del pobre que se avergüenza y se convierte en predilecto de la beneficencia. El pobre que se avergüenza es el que siente su propia miseria como un pecado, que aspira a superar esta condición y que por tanto es menos inquietante a nivel social.

Mientras que el pobre que sigue siendo pobre, es un peligro que hay que marginar. La vida de los hombres y mujeres de la edad media no sólo está unida a los diferentes papeles sociales que deben desempeñar, al trabajo que deben ejercer o a los grandes hechos políticos e institucionales que transforman su día a día. Todo aquello que esté por encima o por debajo de la realidad de la práctica social representa un universo complejo que arroja nueva luz para comprender en profundidad una época muy abigarrada.

A partir del siglo IV, el cristianismo pasa a ser la religión dominante en Occidente. Así, debe encontrar un sistema propio de interpretación de los sueños y del fenómeno onírico en general. En el Antiguo Testamento, los sueños aparecen mencionados con más frecuencia que en el Nuevo, y para más señas, provienen de Dios. Pero no todos los sueños son visiones nítidas y comprensibles. Su significado puede ser también oscuro o provocar miedo.

Algunos son muy peligrosos porque no provienen de Dios, son engaños o tentaciones, o pruebas que hay que superar. La fantasía del hombre, mientras está pensando o soñando, crea innumerables tipos de cosas. Y aunque no sean corpóreas, adoptan con increíble rapidez forma corpórea. Los sueños se relacionan sobre todo con los muertos y el más allá. Son sombras, fantasmas, se relacionan con el infierno, pueden ser generados por el espíritu del ser humano o tal vez por los espíritus inmortales o por los dioses.

Cuando los sentidos del hombre están adormecidos y cansados, la figura corpórea puede aparecerse, no se sabe de qué manera, en los sentidos de otras personas. Así, los cuerpos de los hombres yacen vivos en un lugar determinado, con los sentidos mucho más fuerte y tenazmente cerrados que en el sueño. Mientras, la fantasía de los hombres es un lugar de desesperación.

La fantasía se muestra a los sentidos de otra persona, a veces transmutada en forma de algún animal. Y el hombre tiene la misma sensación que si se encontrara en un sueño. Para el cristianismo de la edad media, el sueño es motivo de curiosidad y al mismo tiempo de terror. Por un lado el sueño a menudo se relaciona con una conversión y es muy frecuente en quien sufre un martirio por lo que representa una posibilidad de entrar en contacto con Dios. Por otro lado los sueños se asocian a la magia y a lo infernal y tienen gran relevancia en muchas sectas consideradas heréticas.

El cristianismo prohíbe tajantemente las prácticas adivinatorias y las interpretaciones de los especialistas, generando de este modo confusión y desorientación en la gente en lo que respecta a la esfera de lo onírico. La iglesia aborda el fenómeno onírico con suma precaución, porque los sueños tienen varias lecturas. Pueden ser visiones celestiales, pueden indicar el camino de la redención.

Pueden ser sueños premonitorios que anuncien una victoria, el descubrimiento de una reliquia. En resumen, pueden tener un valor muy positivo. Asociado al cuerpo y por tanto al demonio, el sueño pasa a ser transmisor de tentaciones carnales y no puede ser aceptado como premonición de hechos futuros, porque el futuro pertenece únicamente a Dios.

De este modo se asiste a una represión de la actividad onírica en toda regla, con un recrudecimiento de los controles por parte de la iglesia. Pero el sueño también puede tener un valor profundamente negativo, en cuanto a que ha sido inspirado por el maligno para engañar. En esto consiste evidentemente su vanidad y el peligro que puede representar. Los estrechos lazos que se establecen entre cultura oral, cultura académica y cultura popular evidencian en la sociedad medieval la complejidad y las relaciones entre estos diferentes modelos de conocimiento.

La cultura académica que utiliza el latín es exclusiva de los eruditos, contiene citas y referencias cultas y se transmite a través de la escritura. A menudo se olvida que hasta el siglo XIV la lengua de todos los actos oficiales, pero también de las transacciones menores como la compraventa de un terreno o de un bien inmobiliario, es siempre el latín. A pesar de todo, los intercambios entre lo académico y lo popular son muy frecuentes. Entre las élites cultas y el pueblo, hay mentalidades y actitudes culturales comunes, caracterizadas por superposiciones y contaminaciones mutuas.

Todos los indicios que tenemos son indicios de contaminación. Por tanto, la cultura folclórica es principalmente una reproducción de la cultura alta adaptada a los niveles de alfabetización bajos o nulos del pueblo llano. Es la traducción baja de la cultura alta. La cultura popular está instintivamente unida al tema religioso y se nutre de sermones, predicaciones, relatos, apariciones y milagros transmitidos de generación en generación y destinados a una audiencia de hombres y mujeres de baja extracción.

Existe un gran ritual colectivo que consiste en ir a escuchar la predicación. La gente va a misa, pero a menudo también a la plaza. Se sabe que con frecuencia los púlpitos estaban instalados en la plaza. Y está el predicador. Los predicadores quieren martillear a fondo las ideas en la cabeza de quienes les escuchan.

Y para ello se valen de los frescos, las esculturas de las entradas de la catedral. Y los va señalando mientras hablan. En cualquier caso, a ambos lados y en la base de los frescos hay textos escritos.

Sabemos que el 90% de los habitantes de aquella época eran analfabetos. Para ellos el texto escrito era un texto de la Iglesia. no tenía ningún significado. Pero si esos textos acompañaban a las palabras del predicador y a las imágenes que éste mostraba, esos mismos signos escritos empezaban a tener un ...adquirir un cierto significado para aquel que escuchaba y observaba. En la Edad Media no es tanto un problema de fe, sino de hasta dónde explicar lo que sucede.

Estas predicaciones sustentadas en las imágenes y la escritura, suscitaban sentimientos tan fuertes que provocaban un fenómeno que podríamos definir como falsa memoria. ¿Cuántos peregrinos regresaban a la iglesia? Había gente que hablaban de tierras sagradas convencidos de haber visto lugares santos que en realidad no habían visto.

Contaban a los amigos del pueblo que habían estado en lugares santos que en realidad no habían visitado. ese era el recuerdo que les quedaba. Creían haberlos visto porque era el recuerdo de las imágenes que habían visto representadas en pinturas o en la iglesia de su pueblecito o en la catedral de alguna ciudad a donde habían ido en alguna ocasión.

La fantasía es un verdadero apoyo imaginativo y cognitivo. Y representa una aportación más en la transición de cultura oral a cultura escrita. Por un lado, el pobre analfabeto adquiere mayor protagonismo, participando en ciertos aspectos de la vida colectiva.

Por otro lado, introduce elementos de distorsión, en el sentido de que la imagen bien explicada es más convincente que el control personal de los lugares visitados. Y esto introduce... introduce una reflexión también sobre el presente.

Una imagen bien explicada es más eficaz, si cabe, que tocar una prueba con la mano. Otro fenómeno que impregna todas las capas sociales y niveles culturales es la magia, que aparece como auténtica encrucijada entre cultura académica y cultura popular. Esta relación que existe desde tiempos inmemoriales entre la magia y el pueblo es un vínculo estrechísimo casi como el vínculo feudal que une al señor con su vasallo La magia es la visión de la vida y del todo de los símbolos y los instrumentos para dominar y dirigir las fuerzas de la naturaleza La astrología representa la certeza de la unión entre las cosas, el dominio de los cuerpos celestes, a su vez también seres vivos, con sus almas, que dominan a los hombres y a las cosas. La magia está estrechamente ligada a la magia. la astrología, que encuentra aplicación en muchos ámbitos de la vida medieval, incluida una de las actividades más extendidas y practicadas de esta época, la guerra.

Sin quitar nada a los principios religiosos y a la participación en la fe cristiana, la religión es un objeto los astrólogos eran una parte importante de la corte y acompañaban al rey en sus guerras. Según un cronista, Guillermo I de Altavilla, Guillermo el Malo, estamos a mediados del siglo XII, no iniciaba la batalla sin haber consultado previamente a sus astrólogos. Sobre todo a partir del siglo XII, en la práctica bélica occidental se difunde el recurso de la adivinación astrológica. En esto se incluye por ejemplo la elección de la fecha y la hora para emprender una batalla.

Príncipes y señores, pero también representantes de los municipios, piden sin falta consejo a sus astrólogos antes de lanzarse a un conflicto. Y a veces sus opiniones cuentan más que las de los propios asesores militares. Así se ha pronunciado el gran de agua. La sorte ya nos ha estado adversa.

No debemos desobedir a los órdenes celestes. No toleraremos desobediencia alguna. Esta noche en este me quedo en un pino de sangre.

A causa de la aparición y extinción de las señales, de las oposiciones y conjunciones, de los aspectos benéficos y maléficos, suceden hechos dispares y contradictorios en este mundo. Las señales son los prelados de la iglesia o los príncipes del mundo, ya que de ellos provienen todos los acontecimientos de este mundo. guerra y paz y cualquier otra cosa. Como cualquier época histórica, la Edad Media también está plagada de verdaderas obsesiones que nacen de su singular mentalidad, ante todo el pecado, estrechamente unido a la religión cristiana.

El miedo a la condenación eterna frena los impulsos e instintos de hombres y mujeres, orientando su comportamiento según la rígida ética propuesta por la Iglesia. Merecerá penas aún más severas por todo aquello que haya hecho, ya que con la misma vara con la que medimos, seremos medidos nosotros también, y aquello que hagamos nos lo harán a nosotros también. Los pecadores recibirán el castigo a sus pecados de la mano de Dios.

Y no serán castigados en la medida de sus pecados, sino en una proporción aún mayor respecto a las faltas cometidas. Al que cede, no le queda más salida que la penitencia o la petición de intercesión a la Virgen María o a los santos, siempre con el temor de haber puesto en un brete la salvación de su propia alma. Aquel que reciba de la mano del Señor doble castigo por sus pecados, seguirá pagando por su culpa en el fuego del infierno, y desesperará al no encontrar ya ninguna salvación. La lucha contra el pecado no da tregua.

Las tentaciones con las que Satanás molesta a los seres humanos son múltiples y a menudo ocultas. La existencia está continuamente expuesta a las argucias de este astuto enemigo. Pertrechado con un equipaje sencillo, constituido por los diez mandamientos y los doce artículos de la fe, y puesto en guardia por los sermones de los religiosos, el hombre medieval se esfuerza por no cometer pecados mortales, formalizados por la iglesia en el siglo XIX.

siglo XII como los siete pecados capitales. Soberbia, envidia, ira, pereza, avaricia, lujuria y gula. Es un sistema de siete pecados, llamado el septenario de los pecados, de los que derivan nuestros siete pecados capitales.

Y los pecados de la carne son los más leves del septenario de los pecados medievales. El pecado de la carne sólo se puede cometer para cumplir con la legitimidad de la procreación. El onanismo se condena en el Antiguo Testamento. No se puede desperdiciar la semilla otorgada por Dios. Por tanto, si no se puede desperdiciar, no sólo se condena la masturbación, sino todo lo que se Todo uso estéril del semen.

Son frecuentes las crisis de conciencia que impulsan a los hombres de armas, nobles y ricos mercaderes a abandonar su vida anterior para abrazar la vida monástica y contemplativa. A partir del siglo XIII, con el desarrollo de las prácticas relacionadas con el examen de conciencia y con la consolidación de una moral más pendiente de las intenciones que de los actos, la penitencia pública deja el camino abierto a la confesión privada y al oído, a lo que los fieles deben someterse por lo menos una vez al año. La confesión tal y como la entendemos hoy en día, el penitente frente al confesor, no era así en la antigüedad. En aquella época la confesión se hacía públicamente.

Se declaraban los pecados propios en presencia de una asamblea. En la Edad Media la muerte es un suceso cotidiano que todos pueden contemplar de cerca. Pero después de la muerte se abre el más allá, y para quien no se haya arrepentido de sus pecados, el infierno es un destino seguro.

Cantemos por su partida de esta vida y su separación. Recemos a Dios nuestro Señor para que tenga misericordia, pero también para que exista una comunión y una reunión. Se trata de una época en la que el mundo de los muertos y el mundo de los vivos siempre están en contacto, donde lo sobrenatural está frecuentemente presente en el día a día.

De hecho, una vez muertos, no estamos en contacto. separados los unos de los otros, porque todos recorremos el mismo trayecto y volveremos a encontrarnos en el mismo lugar. Porque no los perdemos, sino sólo nos preceden.

Nunca estaremos separados, porque viviremos para Cristo y ahora estamos unidos a Cristo. Caminando a su encuentro seremos todos uno en Cristo. Otra característica fundamental de la mentalidad medieval es su fuerte simbolismo. Empezando por los números que San Agustín considera pensamientos de Dios. El 3 está relacionado especialmente con la Trinidad, el 4 con los evangelistas, los ríos del paraíso, los puntos cardinales, las estaciones del año, las virtudes.

El 7 está relacionado con los septenarios de la religión, como los dones de Dios, los pecados capitales y los sacramentos. El 10 se asocia a los mandamientos. El 12 al número de apóstoles, a los signos del zodíaco, a los meses del año. Podríamos decir que la edad media es el reino de lo simbólico. Por simbólico no nos referimos a una vaga abstracción, como podríamos pensar nosotros, erróneamente, con nuestra mentalidad ardorracionalista.

El símbolo es algo real, tiene un significado y un peso reales. Por ejemplo, el color que lleva el caballero en el torneo, el color de su gualdrapa, tiene un significado real. Lo que escribe el caballero en su escudo también tiene un importante significado real, porque ...indica su estado de ánimo en ese preciso momento. Pero también tienen un significado real......los símbolos que podemos encontrar......en la bandera de un ayuntamiento o de una ciudad.

Lo simbólico tiene un significado muy fuerte, porque a través de él se mandan mensajes y se comunican contenidos. La propia gestualidad es un símbolo de una importancia fundamental. También están las figuras geométricas. El círculo expresa perfección, no tiene ni principio ni fin, representa el cielo y simboliza el tiempo, y es la imagen perfecta de la unidad y del principio creador.

Los colores también son muy importantes desde el punto de vista de la interpretación simbólica. El negro evoca la tristeza y la voluntad. El rojo la caridad y la victoria.

El blanco la pureza y la rectitud. El amarillo la inteligencia y el sentido común. El verde la esperanza.

El azul es el color del cielo. Números, formas y colores que forman combinaciones concretas y significativas en los objetos artesanales, en los escudos heráldicos y en las representaciones iconográficas. Al morir el rey de Francia, delante de su cadáver, los señores franceses parten las astas de sus banderas y las arrojan por tierra delante del fallecido.

Pero la bandera del rey se inclina ligeramente, se ondea y se vuelve a elevar inmediatamente porque la bandera del rey simboliza el cuerpo místico del rey de Francia. El cuerpo místico del rey. no es el cuerpo real.

El cuerpo real muere, pero el cuerpo místico, lo que hoy con nuestros términos llamaríamos comúnmente el Estado, ese no muere jamás. Y la bandera del rey que se inclina y se vuelve a elevar de inmediato significa el Estado, que también admite la muerte física de su representante. Pero el Estado, la corona, no muere jamás.

En este caso, el símbolo tiene un contenido y un mensaje político formidables. La Edad Media, con respecto a la Antigüedad Tardía, define un momento de transición fundamental en su forma de concebir y practicar la sexualidad. De la gran libertad sexual del mundo latino, se pasa en la Edad Media a una rígida reglamentación que aprueba una severa condena de los placeres del cuerpo.

La carne y el espíritu se convierten en antagónicos, sobre todo a través de las ideas de San Pablo. Los placeres del cuerpo se convierten en la principal fuente de pecado. También es cierto que nuestro cuerpo es nuestra cárcel, es decir, está en este mundo. No olvidemos que ciertos deseos terrenales son un impedimento para nosotros.

Contra ellos nos toca luchar y estar en guerra. La carne experimenta una verdadera demonización. Pasa a ser lugar de depravación. El cuerpo es despojado de toda dignidad y cada vez más se considera una cárcel para el alma.

Veo en mis extremidades otra ley que se opone a la ley de mi mente. Por este motivo, tal vez, pedimos al Señor que se lleve nuestra alma de este mundo y con ello de los trabajos y de los inconvenientes de este mundo. Se reafirma una interpretación del pecado original que la asocia a la esfera sexual y a los pecados de los sentidos. En definitiva, la concupiscencia es la que transmite el pecado original.

Cada unión carnal lleva implícita la culpa y especialmente culpable es el cuerpo femenino. La virginidad es una flor que germina en la iglesia. Dignidad y adorno de la gracia espiritual, alegría de la naturaleza, obra maestra del horror y gloria, imagen de Dios que exalta la santidad.

La iglesia es la felicidad del Señor, la parte más bienaventurada del rebaño de Cristo. Se regocija la iglesia, cuya gloriosa fecundidad florece abundantemente en ella. Y cuanto más crece la legión de vírgenes, tanto mayor es la alegría de la madre. Dejando a un lado los prejuicios que en el pasado han relegado la Edad Media a un período oscurantista y regresivo, esta época nos parece realmente sorprendente, tanto en sus luces como en sus sombras.

Junto a los grandes acontecimientos políticos, las transformaciones institucionales, las fechas que marcan los pasajes históricos fundamentales, también sale a relucir el valor de lo que se mueve bajo la superficie. de las elaboraciones colectivas que cristalizan en un lento avance de nuevos modelos de pensamiento. En el largo transcurrir de los siglos se despliega la lenta evolución de las mentalidades y los modos en los que el ser humano organiza su propia existencia y su conocimiento del mundo. En estrecha relación, a veces reveladora, con los grandes hechos que definen las etapas decisivas de su historia.

...un papel decisivo en dar un significado a la vida y a la realidad. Pero en esta época también coexisten otras formas de conocimiento, en un amplio espectro que va de la magia a la ciencia. Las costumbres sociales y los universos simbólicos, los estratos culturales y sus valores, tradiciones y obsesiones, todo esto compone el cuadro social de la Edad Media, ligado a una realidad política, económica e institucional muy lejana a la nuestra, pero en la que podemos redescubrir el origen y la ascendencia de la Europa de hoy. A causa de la aparición y extinción de las señales, de las suposiciones y conjunciones, de los aspectos benéficos y maléficos, suceden hechos dispares y contradictorios en este mundo.

Las señales son los prelados de la iglesia o los príncipes del mundo. ya que de ellos provienen todos los acontecimientos de este mundo guerra y paz y cualquier otra mano es decir, poner las manos entre las manos del otro es una forma de encomendarse al otro que puede finalizar con el beso que es la forma más íntima de una relación personal Yo os serviré fielmente en todo lo que sepa y pueda, con la ayuda de Dios, sin trampas ni engaños, y con el consejo y ayuda de mi oficio y persona, para que el poder que Dios os ha concedido, vos lo podáis conservar y ejercer según su voluntad, y para la salvación vuestra y de vuestros leales. Asimismo un aspecto importante del feudalismo es su relación con la religión, el sello que la iglesia otorga para justificar este sistema.

En el fondo Dios es el señor a cosa. La Edad Media es la época del feudalismo, de un poder que se basa en la propiedad de la tierra y que obtiene la riqueza de la agricultura y la ganadería. El feudalismo es una consecuencia a largo plazo de la caída del Imperio Romano y representa una fase de arduo restablecimiento político.

En la base del sistema feudal se encuentra el juramento de lealtad que un señor, llamado vasallo, deposita en las manos de un señor, más rico y poderoso, a cambio de beneficios y protección militar. La esencia del sistema feudalismo-vasallaje se encuentra en esta relación personal que se establece entre dos individuos, entre un señor y otro señor. Este juramento de fidelidad, esta declaración, se realiza también mediante una ceremonia que implica, por ejemplo, el inixio de la fe.

La Edad Media Pensamiento, cultura y temor. La época medieval se nos antoja una cultura lejana. La mentalidad que orienta los gustos y define la identidad es muy diferente, al igual que los mecanismos del poder. También son diferentes la vida cotidiana y el imaginario que alimenta la fantasía de los seres humanos. Una época en la que la religión, desempeñada por excelencia, es el verdadero garante del mundo feudal y está en el centro de todo.

Sus representantes en la tierra, príncipes y soberanos, son los que tienen la misión de hacer que reine su paz y su justicia. Ya desde hace tiempo, la filosofía del Evangelio gobernaba los estados. Cuando la fuerza y soberana influencia del espíritu cristiano había calado profundamente en las leyes, en las instituciones, en las costumbres de los pueblos, cuando la religión de Jesucristo, sólidamente establecida en aquel escalafón de honor, florecía a la sombra del favor de los príncipes y de la debida protección de los magistrados.

La sociedad feudal se mantiene unida porque cada uno de los miembros que la componen tiene una función concreta. Los poderosos protegen a los débiles, quienes a cambio garantizan el sustento de toda la sociedad con su trabajo. Una fórmula capaz de dar cuerpo a un orden ideal que debe ser conservado y respetado.

Cuando el sacerdocio y el imperio procedían en concordia, felizmente unidos entre sí, por la amistosa reciprocidad de favores.