No creo suficientemente en la razón para creer en la idea de progreso y tampoco en ninguna filosofía de la historia pero a lo menos creo que los hombres nunca dejaron de avanzar en el proceso de adquirir conciencia de su destino no hemos superado aún nuestra condición y sin embargo cada vez la conocemos mejor sabemos que nos hallamos en una condición contradictoria pero también que tenemos que rechazar la contradicción y hacer todo lo posible para reducirla Nuestro cometido de hombres estriba en hallar aquellas fórmulas capaces de apaciguar la angustia infinita de las almas libres. Tenemos que volver a coser aquello que se ha desgarrado, hacer de nuevo concebible la justicia en un mundo tan evidentemente injusto. hacer que vuelva a adquirir significación la felicidad para los pueblos envenenados por la infelicidad del siglo. Por cierto, que se trata de un cometido sobrehumano, pero el caso es que se llaman sobrehumanas, aquellas tareas que los hombres cumplen. cumplen en muy largo tiempo.
He ahí todo. Este programa, enunciado por Albert Camus, nacido en Argelia en 1913, premio Nobel en 1958, prematuramente fallecido en 1960 del mal del siglo, un accidente de automóvil. Pocos escritores han conseguido el impacto sobre su época del autor de El extranjero o la peste.
Su ensayo El hombre rebelde, 1951, ha sido el código moral de la historia. moral de una parte considerable de los intelectuales de la generación de la Segunda Guerra Mundial. Calígula, estrenada en 1945 en el Teatro Ebertot de París, es obra de gran riqueza que cumple la declaración de principios de Camus. Revela los excesos de la pura razón. Nos ayuda a tomar conciencia de la inutilidad de todo intento de suplantar al destino.
Trata de rechazar nuestras contradicciones, pero consigue al tiempo apaciguar la angustia, pues muestra lo inútil de las rebeldías insolidarias, al tiempo que confía, ya que no en las filosofías de la historia, si en la historia. En este drama, Calígula es a la vez culpable y víctima, suplantador de Dios y criatura de Dios. Ciego y luchador.
y profundo buceador de una moral nueva. Seguimos sin saber nada. Nada.
¿Qué pasa? ¿Qué pasa? Nada desde hace tres días.
Salen los correos, regresan, mueven la cabeza para decir... Nada. No queda ni un rincón por escudriñar.
No hay que alarmarse tan pronto. Esperemos. Puede que vuelva.
Yo le vi salir de palacio. Miraba de un modo extraño. También yo le vi.
Y le pregunté qué le ocurría. Contestó. Solo una palabra. Nada. Los jóvenes son todos iguales.
¿Y los años? ¿Lo curan todo? De veras.
Hagan los dioses que la olviden. No la de olvidar. Donde una se pierde, salen diez. ¿Pero quién os dice que ha sido por una mujer? ¿Por qué si no?
Menos mal, que las penas no duran siempre. Todo se olvida. Así es la vida.
Y es natural que así sea. ¿Tenéis noticias? Ninguna. No nos impacientemos.
¿Qué suena de almorzar? Tiene razón, hay que soltar la presa y agarrar la sombra. Esto no me gusta. Todo marchaba demasiado bien.
Era un emperador perfecto. Lo que todo... necesitábamos escrupuloso e inesperado que nos pasa ya que vienen tantas quejas nada le impide volver que quería su hermana drusilla conformes que se acostará con ella era ya mucho pero causar ¿No hay un trastorno a Roma porque ella ha muerto?
Esto ya es demasiado. Con todo sigo diciendo que no me gusta esto. Y esta fuga no me dice nada bueno. Sí, cuando el río suena... En todo caso, la razón de estado no puede tolerar un incesto con aires de tragedia.
El incesto pase, siempre y cuando sea discreto. ¿Y quién os dice que se trata de Drusilla? Pues ¿de quién se trata entonces? ¿De nadie? ¿O de nada?
Todas las explicaciones son posibles. ¿Debéis aceptar la más fútil? O la más necia.
¿Alguna novedad? Ninguna. Unos campesinos creyeron verle anoche no lejos de aquí, corriendo en plena tormenta. Ya hace tres días. Yo iba con él como siempre.
Se adelantó hasta el cuerpo de Drusilla. La tocó con los dedos. Luego estuvo reflexionando.
Dio media vuelta y salió sin ninguna prisa. Desde entonces se le está buscando. A ese hombre le gusta demasiado la literatura.
Es lo propio de su falta de madurez. Pero no de su rango. Un emperador artista es una aberración.
Ya sé que hemos tenido uno o dos. Ovejas descarriadas las hay en todas partes. Pero los otros tuvieron la sensatez de no abandonar el gobierno.
Era más descansado. ¿Qué podemos hacer? Esperemos. Si no vuelve habrá que sustituirlo.
Entre nosotros, la verdad, no faltan emperadores. No. Lo que falta es genio. ¿Y si vuelve mal dispuesto con nosotros?
Pues nada. Le haremos entrar en razón. Todavía es joven. ¿Y si no se aviene a razones?
Para ese caso escribí yo hace años un discurso sobre los golpes de estado. Desde luego, si no hay otro recurso. Ahora quisiera que me dejarais volver con mis libros.
Disculpadme. Es un chiquillo y los jóvenes se apoyan todos Eso no tiene importancia Dice que le han visto correr solo en medio de la tormenta ¿Qué iría buscando? Hola calle. Hola, Helicon.
Pareces cansado. He andado mucho. Has estado fuera mucho tiempo.
Lo daba con ella. ¿Con quién? Con lo que quería.
¿Y qué es lo que querías? La luna. ¿Cómo dices? ¡Digo que quería la luna!
Ah. ¿Y para qué la querías? Pues porque es algo que no tengo.
Es verdad. ¿Y ahora todo está arreglado? No.
No pude conseguirla. Es una pena. Si, lo es.
Por eso estoy tan cansado. Oye, Licón. Dime. Estás pensando que estoy loco.
Ya sabes que yo nunca pienso. Si. En fin.
Pero no estoy loco. Es más. Nunca he sido tan razonable.
Lo que pasa es que de pronto me entró un anhelo de imposibles. Las cosas tal como son no me parecen satisfactorias. Es una opinión bastante corriente. Sí, es verdad. Pero yo antes no lo sabía.
Ahora lo sé. Tal como está hecho este mundo no se puede soportar por lo tanto necesito la luna o la felicidad o la inmortalidad Algo insensato tal vez, pero que no sea de este mundo. Es un razonamiento sólido, pero casi nunca se puede llevar al extremo.
¿Y tú qué sabes? Si nunca se logra nada, es porque nunca se ha llevado hasta el extremo. ¿Y acaso baste con ser lógico hasta el fin?
Sé también lo que estás pensando. Cuánta historia por la muerte de una mujer. Y no es eso.
Creo tener presente, en efecto, que hace unos días murió una mujer a la que amaba. Pero ¿qué es el amor? Poca cosa. Te juro que esta muerte no ha sido nada.
Es tan sólo el signo de una verdad que me hace necesaria la luna. Una verdad muy clara, muy simple. Algo tonta tal vez, pero que agobia a quien la lleva.
¿Y cuál es esta verdad? Que los hombres mueren y no son felices. Vamos Cayo, esta verdad no mata a nadie. Mira a tu alrededor. Tu verdad no les impide comer.
Entonces es que me está rodeando la mentira. ¡Y yo quiero que se viva en la verdad! Y precisamente poseo los medios para hacer que vivan en la verdad.
Porque sé lo que les falta, licón. Les hace falta saber. Y necesitan un maestro que sepa de qué habla. Cayo, no debes enfadarte por lo que voy a decirte, pero lo primero que necesitas es descansar.
Imposible, Licon. Eso ya nunca más será posible. ¿Por qué? ¿Quién me dará la luna si duermo?
Es verdad. Oye, Vicon. Oigo pasos y voces. Guarda silencio. Y olvida que acabas de verme.
Entendido. Y en adelante, si no te molesta, ¡ayúdame! Sé poco y pocas cosas me interesan.
¿En qué podré, pues, ayudarte? En lo imposible, haré lo que pueda. ¿Me has visto? No. ¿De veras no te dijo nada antes de escapar?
No soy su confidente, sino su espectador. Es más prudente. Te lo ruego, Helicon.
Mi querida Cesonia, Cayo es un idealista, todos lo sabemos. Corre tras una idea y no hay más. Cualquiera adivina dónde le llevará esa idea. Un guardia le ha visto pasar, pero Roma entera no ve más que a Calígula por todas partes. Y es cierto que Calígula solo ve su idea.
¿Qué idea? ¿Cómo quieres que yo lo sepa, Escipión? Cesonia, tenemos que salvarle.
¿Ah, sí, pues? ¿Le quieres? Sí, le quiero.
Era bueno conmigo, me daba ánimos. Algunas de sus frases me las sé de memoria. Me decía que la vida no es fácil, pero que existe en la religión, el arte, el amor.
Muchas veces le oí decir que el único modo de engañarse a sí mismo es atormentar a los demás. Quería ser un hombre justo. Era un niño. Nunca ha reconocido a otro dios que mi cuerpo. Y a él quisiera rogar hoy para que Cayo me sea devuelto.
Te buscábamos, César. Ya lo veo. ¿Qué es lo que queréis?
Estábamos intranquilos. ¿Con qué derecho? Pues ya sabes que tienes pendientes unos asuntos de hacienda. ¿La hacienda?
Pues claro, es verdad. Es importantísima. Ya ves, César. ¿Verdad, César, que la hacienda es importantísima?
No, Calígula. Es algo secundario. Lo que pasa es que tú no entiendes nada de todo esto.
La hacienda es de un interés capital. Todo es importante. La hacienda, la moralidad pública, la política exterior, el abastecimiento del ejército y las leyes agrarias.
Te digo que todo es capital. Y todo en el... mismo plano la grandeza de roma y tu artritis mo voy a arreglarlo todo para que entendan de que escuchamos pesa tú me eres fiel no es eso voy a someterte un proyecto vamos a revolucionar la economía política en dos fases pero explicaré intendente cuando se hayan marchado los patricios y ahora oye bien Primera fase. Todo patricio, todo súbdito del Estado que se halla en posesión de bienes, pocos o muchos, no importa, está en la obligación ineludible de desheredar a sus hijos y testar en el acto en favor del Estado.
Pero César... Todavía no te he dado la palabra. A medida que lo vayan exigiendo nuestras necesidades, iremos dando muerte a dichos personajes siguiendo el orden de una lista que habremos confeccionado arbitrariamente. y heredaremos.
Pero, ¿qué te ocurre? Efectivamente, el orden de dichas ejecuciones carece de importancia. O mejor dicho, es como si no la tuvieran.
Por otra parte, tan culpables son los unos como los otros. Cumplirán dichas órdenes sin tardanza Esta misma noche firmarán su testamento todos los habitantes de Roma A los de provincia se les dará el plazo de... Un mes No más Manda correos ¿Te das cuenta, César? ¡Oye, Menés!
¡Precios! Si lo que importa es el tesoro público, la hacienda pública, hay que admitir que la vida humana carece de valor. Los que piensan como tú admitirán este razonamiento y tendrán su vida en nada, ya que el dinero es todo lo que vale.
Además, he decidido ser lógico. Y como tengo el poder en las manos, veréis lo que os cuesta la lógica. He de acabar con las contradicciones y con los contradictores, empezando por ti, si es preciso.
César, no se trata de poner en duda mi buena voluntad, te lo juro. Mía, puedes creerme. La prueba está en que me vengo a asumir tu punto de vista y hacer del erario público objeto de meditación. En una palabra, agradece que juegue a tu lado y con tus propias cartas. Además, por lo sencillo mi proyecto es...
genial. Con que se ha terminado el debate. Te doy tres segundos para que te largues. Empiezo a contar.
Uno, dos... No te reconozco. Era una broma, ¿verdad? No es exactamente una broma.
Es pedagogía. No es posible, Cayo. Precisamente.
No te entiendo. Tú lo has dicho. dicho. Se trata de lo imposible, o mejor aún, de hacer posible lo que no lo es.
Esto es un juego sin límites. Es un pasatiempo de loco. No, Estipión. Es virtud, emperador. Amigos, acabo de...
Descubrir lo útil del poder, darle una posibilidad a lo imposible. Desde hoy y en todo lo por venir, no tendrá fronteras ni libertad. No sé si hay que alegrarse, Cayo. Tampoco lo sé yo, pero supongo que habrá que vivir en ello. Hago votos por tu salud.
Mi salud te lo agradece. Vete que reas, no deseo verte. Te sorprendes, cañón.
¡No te sorprendas! No me gustan los escritores y aborrezco la mentira. Si mentimos muchas veces es sin saberlo. Soy inocente.
Nunca es inocente la mentira. Y la vuestra da importancia a los seres y a las cosas. Eso es lo que no puedo perdonaros.
No obstante, algo hay que hacer por este mundo que queremos vivir en el... ¡No sigas! ¡No sigas, abogado!
Este mundo carece de importancia. Descubrirlo es conquistar la libertad. Y si os odios precisamente porque no sois libres, en todo el imperio sólo yo soy libre. Alegraos. Por fin se os ha dado un emperador que os va a enseñar lo que es la libertad.
Y que con ello empieza una prueba muy grande. Está llorando. Sí, Sonia. Pero dime, ¿qué es lo que ha cambiado?
Si era verdad que amabas a Drusilla, al mismo tiempo me amabas a mí y a otras muchas. No se explica que su muerte te arrojara al campo durante tres días y tres noches, ni que hayas vuelto con esa cara hostil. Loca.
¿Quién ha nombrado a Drusilla? ¿No se te ocurre pensar que un hombre pueda llorar por algo que no sea el amor? Te pido perdón, Cayo. Solo trato de entender.
Si los hombres lloran... es porque las cosas no son lo que debieran. ¡Quita, Sonia! Pero... quédate ahí cerca.
Haré lo que tú quieras. A mi edad ya se sabe que la vida no es buena. Pero si en esta tierra existe ya el mal, ¿para qué aumentarlo con otros males?
No puedes entenderlo. ¿Qué importa? Pero yo siento que se levantan en mí seres sin nombre.
¿Qué haré contra ellos? Cesonia... No sabía que se puede estar desesperado, pero ignoraba lo que esa palabra significa.
Creía que era una dolencia del alma, pero no, es el cuerpo el que sufre. Me duele la piel, me duele el pecho, me duelen los miembros. Tengo la cabeza vacía y el estómago revuelto. Y lo más horrible de todo es este sabor en la boca.
Ni muerte, ni fiebre, ni sangre, sino todo a la vez. Basta con que mueva la lengua para que todo se vuelva negro, para que me den asco todos los seres. Qué amargo es hacerse hombre.
Hay que dormir, dormir mucho, abandonarse y no pensar más. Yo velaré tu sueño. Cuando despiertes... El mundo habrá recobrado para ti su sabor antiguo.
Entonces, emplea tu poder en amar mejor lo que aún puede ser amado. También a lo posible hay que darle una oportunidad. Pero sería preciso el sueño. Sería preciso abandonarse.
Y eso ya no puede ser. Es lo que se cree cuando se llega al límite de la fatiga pero amanece un día en que nos sentimos de nuevo con una mano firme Pero hay que tener en qué ponerla. ¿Para qué me sirve una mano firme? ¿De qué me sirve tan extraño poder si no puedo hacer que las cosas cambien? Si no puedo hacer que el sol se ponga por el este, que disminuya el sufrimiento y que los hombres dejan de morir.
No, Cesonia, ¿qué importa que duerma o esté despierto si no puedo actuar en el orden de este mundo? Pero esto es querer igualarse con los dioses. No conozco locura mayor.
Tú también me crees loco. ¡Pero crees un dios! Para que yo pretende igualarme a él. Lo que deseo en estos momentos con toda mi alma está por encima de los dioses. En el mundo del que voy a encargarme, lo imposible es rey.
No lograrás que el cielo deje de ser cielo Que un rostro hermoso se vuelva feo O un corazón humano insensible Yo quiero que el cielo se junte con el mar Que lo feo y lo hermoso se confundan Que brote la risa del sufrimiento Existe lo bueno y lo malo Lo justo y lo injusto Te juro que nada de eso cambiará Mi voluntad es que cambie Yo haré a este siglo don de la igualdad y cuando todo esté nivelado lo imposible por fin en el mundo la luna en mis manos quizá entonces yo sea otro y el mundo también quizá entonces dejan de morir los hombres y sean felices No conseguirás negar el amor. ¿El amor? ¡El amor! ¡He aprendido que el amor no es nada! Tiene razón el intendente, lo has oído, ¿verdad?
El tesoro público, ese es el principio de todo. Ah, Cesonia, ahora voy a vivir. Vivir, Cesonia, es lo contrario de amar.
Yo te lo digo. Y te invito a un festín sin tasa, a un proceso general, al mayor de los espectáculos. Necesito gente, que haya espectadores, víctimas y culpables.
Necesito culpables y todos lo son. Que me traigan los condenados a muerte. Jueces, testigos, todos condenados de antemano.
Que solo yo le crean lo que nunca han visto en un único momento. ¡Hombre libre de este imperio! ¡Y persona, tú me ayudarás!
¡Jura que me ayudarás! ¡No tengo por qué jurar lo opuesto que te quiero! ¡No harás tanto temando!
¡Sí, Calígula, pero cálmate! ¡Serás cruel! ¡No lo seré! ¡Ría implacable! ¡Implacable!
¡También sufrirás! ¡Sí, Calígula, estoy volviendo! Todos, os mando que os acerquéis. Un emperador exige que os acerquéis. Y ahora, confesonia, acércate.
Mira. ¿Lo ves? Sepultados todos los rostros, ni la sombra de un recuerdo. ¿Y sabes tú lo que queda? ¡Acércate más!
¡Mira! ¡Acercaos todos! ¡Mirad!
¡Calígula! ¡Calígula! nuestra dignidad a mí me llama mujercilla me ridiculiza cada noche mientras se pasea por el campo quiere que corramos alrededor de su litera y nos dice que correr es bueno para la salud eso no tiene excusa no se puede perdonar a ti patricio te ha confiscado tus bienes ha matado a tu padre egipción ha raptado a tu mujer Ha puesto a trabajar en su prostíbulo. Ha matado a tu hijo, Lépido. Pero es que vamos a tolerarlo.
Matando a mi padre......decidió por mí. Nuestros sitios del circo se los ha dado al pueblo......forzándonos a luchar con la plebe para aplastarnos más fácilmente. ¡Es un cobarde! ¡Un cínico! ¡Es un impotente!
¡Un histrión! ¡Vayamos a palazar! ¡A palazar! ¡A la hora de la muerte!
¡Basta! No es nada fácil hacer lo que pretendéis, amigos. El miedo que tenéis no puede serviros de valor, ni de entereza.
Aún no es tiempo. Si no eres de los nuestros, vete, pero no digas nada. Eso es lo malo, que soy de los vuestros. Pero no por los mismos motivos.
Ni siquiera conocéis bien a vuestro enemigo. Le conocemos como al más loco tirano. Te equivocas. Demasiado sabemos lo que es un emperador loco.
Este no lo es bastante. Y lo que en él detesto es que sabe lo que quiere. Lo que quiere es matarnos a todos. No, eso es solo secundario.
Todo su poder lo emplea en servir a una pasión más alta y más mortífera. Estamos amenazados en lo más profundo de nuestro ser. Pero no abrazaré la cabeza de un hombre que no se ha ido. la causa de vuestras mezquinas humillaciones.
Hemos de luchar contra una gran idea, cuyo triunfo representaría el fin del mundo. Luego hay que luchar. Sí, hay que luchar contra la tiranía.
Pendo contra la maldad desinteresada. Se necesita La astucia. Hay que aguardar a que la lógica se haya convertido en locura. No, no serviré ninguno de vuestros intereses. Mi único deseo es recobrar la paz de un mundo que sea de nuevo coherente.
No es la ambición lo que me lleva a obrar, sino un miedo razonable. Miedo a ese lirismo inhumano para el cual mi vida no tiene ningún valor. Creo que te he entendido. Pero, ¿ves?
esenciales que piensas como nosotros, que se están tambaleando las bases de nuestra sociedad. Se trata de un problema moral. La familia desquiciada, el respeto al trabajo ya no existe, la patria entera sumida en la blasfemia reclama nuestro auxilio.
¡Los negaremos a darle oídos! ¿Permitiréis que nos obligue a correr tras su litera? ¿Dejaréis que se nos llame querida?
¡Que nos quiten las mujeres! ¿Y el dinero? ¡No!
Has hecho bien en apacivarnos, Quereas. Hoy todavía el pueblo estaría contra nosotros. Es pronto para actuar. Dejémosle que continúe. Ayudémosle a que siga su camino.
Organicemos su locura. Día vendrá en que se encuentre solo......en un imperio de muertos......y parientes de muertos. Caballeros, me espera una ejecución. Pero antes he decidido tomar algo en tu casa, creas.
Ya he dado órdenes para que nos traigan víveres. Mucio, me he tomado la libertad de invitar a tu esposa. Flavio puede dar gracias a que me entre tan de repente el apetito.
Flavio es el caballero que va a morir. ¿No me preguntáis por qué va a morir? Veo que os estáis volviendo inteligentes.
Por fin habéis comprendido que no es preciso hacer algo para morir. Soldados, estoy satisfecho de vosotros. Vea, suentémonos.
Como se presenten, sin etiquetas. Hay que reconocer que este Flavio está de suerte. Y me consta que no va a saber agradecer esta breve prórroga. Unas horas ganadas a la muerte son inestimables.
Pareces de mal humor. ¿No será por la muerte de tu hijo? ¿Qué dices, Cayo? Al contrario.
Cómo me gusta que las caras desmientan las amarguras del corazón. Tu cara está triste, pero tu corazón... al contrario. ¿No es así, Lépido?
Al contrario. No, Lépido, a nadie quiero tanto como a ti. Vamos a reírnos los dos, ¿quieres?
Y cuéntame algún chiste de los buenos. Callo. No, está bien, está bien, lo contaré yo.
Pero vas a reírte, ¿verdad? Sobre todo... ...de todo por tu otro hijo. Por otra parte no estás de mal humor, ¿eh?
Al... al... al...
¡Vamos, le pido! Al contrario. Así me gusta.
Y ahora escúchame bien. Érase un pobre emperador a quien nadie quería. El que amaba tanto al épido, mandó que matasen a su hijo menor para sacarse aquel amor del corazón. Tiene gracia, ¿verdad?
¿Tú no te ríes? Nadie se ríe. Pues bien, oídme. Quiero que todos se rían.
Tú, Lépido, y los demás, en pie y a reír. Quiero, ¿me oís? ¡Quiero ver a Reif!
...acaba todo. La honradez, la honorabilidad, el qué dirán, la cordura de los pueblos... Nada significa ya nada. Todo lo barra el miedo.
El miedo, Cesonia. Ese sentimiento maravilloso, puro, sin mezcla, desinteresado. Uno de los pocos que sacan su nobleza del vientre. Hablemos de otra cosa. Sentaos.
¿Qué te pasa, creas? ¿Por qué estás tan callado? Estoy dispuesto a hablar, Cayo, en cuanto me lo permitas.
Perfectamente. Entonces cállate. Lo que sí me gustaría es oír a nuestro amigo Mucio.
A tus órdenes, César. Pues bien, háblanos de tu mujer. Pero antes... Mándamela aquí, a mi derecha. ¡Cállate!
Vamos Mucio, estamos esperando Te la quiero mucho. Claro, mucho, pero eso es tan vulgar. A propósito, cuando yo entré estabais conspirando, ¿no es así? Claro que en algo hay que pasar el rato.
Claro, ¿cómo puede...? No tiene ninguna importancia, preciosa, son cosas de la edad. De verdad que no tiene la menor importancia. De todos modos, sois incapaces del menor acto de valentía.
¿Ah? Ahora recuerdo que he de resolver unos asuntos de gobierno. Pero antes......satisfagamos las imperiosas necesidades que nos impone la naturaleza. ¡Mucio! Mucio, de buena gana tomaría otra vez de este excelente vino.
Y ahora dime, quereas, ¿por qué os peleabais hace un momento? Todo empezó por una discusión sobre si la poesía debe o no ser mortífera. Ah, muy interesante, pero demasiado difícil para un cerebro de mujer. Lo que me admira más en vosotros es que vuestra pasión por el arte pueda llevaros hasta los golpes.
Es verdad. Pero he oído decir a Calígula que no hay pasión profunda sin algo de crueldad. Ah, su opinión no es del todo errónea.
¿Verdad, Patricio? Cayo es un psicólogo agudo. Ha hablado con elocuencia de la valentía. Tendría que hacer un resumen de sus ideas.
Sería algo inapreciable. Sin contar con que así tendría algo que hacer, porque está claro que lo que necesita es distraerse. Pues estáis de enhorabuena. Ya ha pensado en ello. Y ahora mismo está escribiendo un gran tratado.
Mira qué bien, como decía, mételo. Ya tiene una ocupación. Exacto, preciosa.
Pero me temo que el título no os siente bien. ¿Cuál es el título? La espada.
Lucio, te devuelvo a tu mujer. Intendente, mandarás que se cierren los graneros públicos. Acabo de firmar el decreto. En el despacho lo encontrarás.
Pero... Mañana se pasa hambre. Pero el pueblo va a alborotarse. He dicho que mañana se pasa hambre.
Todos sabemos lo que es. Una... Calamidad pública.
Mañana toca calamidad pública. Y durará hasta que se me antoje. Al fin y al cabo no abundan los medios para demostrar que soy libre. La libertad es siempre a costa de alguien. Es lamentable, pero normal.
Aplicad este pensamiento a los celos y lo veréis. Hay que verlo. Creo que es tener celos. Sufrir por vanidad y por imaginación.
Ver a la mujer... Comamos, amigos. ¿Sabéis que el icono y yo trabajamos de lo lindo? ¿Estamos preparando un tratadito sobre la ejecución?
Habrá que oíros. Eso, si os preguntamos lo que opináis. No, seamos generosos, Olicón.
Descubramos nuestros secretillos. Vaya, Olicón. Sección tercera, párrafo primero. La ejecución alivia y libera, es universal, fortificante y justa, tanto en sus aplicaciones como en sus intenciones. Todo el que muere es culpable, todo culpable lo es, por ser súbdito de Calígula.
Es así que todos somos súbditos de Calígula, luego todos somos culpables. de lo que se desprende que todos morimos. Es cuestión de tiempo y paciencia. ¿Qué os parece? ¡Qué acierto lo de la paciencia!
Sirve deciros la verdad, es lo que más me admiran vosotros. Y ahora, caballeros, podéis retiraros. ¡Creas, ya no los necesita!
Que se queden Cesonia, Lépido y Mereya. Quiero que discutamos junto la organización de mi prostíbulo, que me está dando muchos quebraderos de cabeza. A tus órdenes Calle, ¿qué pasa?
¿Es malo el personal? No, pero los ingresos son insuficientes. Habrá que subir los precios.
Mira Mereya, será mejor que te calles. A tu edad ya no interesan esas cosas. Y además no te he preguntado nada. Entonces, ¿por qué me has dicho que me quedara? Porque luego voy a necesitar una opinión......desapasionada.
Si se me permite hablar con pasión, diré que no hay que cambiar los precios. Naturalmente. Lo que hay que hacer es aumentar la afluencia.
Le he explicado mi plan a Cesonia para que os ponga el corriente. Yo he bebido demasiado... Y empiezo a dormirme. Es muy sencillo.
Calíbula ha inventado una nueva condecoración, la Orden del Héroe Cívico, y se concederá a los ciudadanos que más hayan visitado el prostíbulo de Calíbula. ¿Luminoso? Ya lo creo.
La recompensa se concederá cada mes, previo recuento de los billetes de entrada. El ciudadano que al cabo de 12 meses no haya obtenido la condecoración será desterrado o ejecutado. ¿Por qué dices o ejecutado?
Porque según Calígula eso no tiene importancia. Lo esencial es que él pueda escoger. Bravo. El erario está a flote.
¿Qué estás bebiendo, Marella? Es para el asma, Cayo. No, es un antídoto. No, te aseguro que no, Cayo. Ay, te burlas de mí.
Todas las noches tengo sofocos. Hace ya mucho tiempo... que me estoy tratando así que tienes miedo a que te envenenen no es el asma no llamemos a las cosas por su nombre temes que yo te envenene sospechas de mí me espías todos los dioses callo son Sospechas de mí.
En cierto modo no te fías de mí. Contesta. Si tomas un antídoto, es porque me atribuyes la intención de envenenarte. Digo no.
Y desde el momento que crees que pienso envenenarte, tú haces lo posible para oponerte a mi voluntad. Son dos crímenes y una alternativa a la que no escaparás. O yo no quería envenenarte y tus sospechas contra mí, tu emperador, son injustas, o quería.
Y tú, gusano, te opones a mi proyecto. ¿Eh, Mireia? ¿Qué opinas de mi lógica? Que es... que es rigurosa, pero no hace al caso...
Y tercer crimen, me tomas por un necio. Siéntate y entérate bien. ¡Sentaos todos! De esos tres crímenes, solo uno te honra. El segundo, porque desde el momento que crees que pienso envenenarte, el que te opongas implica que te rebelas.
Ahí en ti un cabecilla, un revolucionario. No, no, no, si eso me gusta. Mireia, yo te quiero mucho Por eso haré que se te condene solo por el segundo crimen, no por los otros Morirás con hombría por haberte revelado No, no, no me des las gracias, si es natural Toma, bebe de ese veneno.
Vamos. Vamos. ¿Qué es? ¿Un antídoto? No, Calígula.
Es un medicamento para el asma. No importa. Más pronto, más tarde. ¡Dale mismo!
¿Qué quieres? Acércate. ¿Mató a tu padre?
Sí. ¿Le odias? Sí.
¿Quieres matarle? Sí. ¿Entonces por qué me lo dices?
Porque no temo a nadie. Matarle o que me maten son dos maneras de acabar. Además, tú no vas a traicionarme.
Tienes razón. Yo no voy a traicionarte. Pero tengo algo que decirte. Quisiera decirlo a lo mejor que hay en ti.
Lo mejor que hay en mí es mi odio. Dímelo. Todavía no.
Antes piensa en el rostro congestionado de tu padre al que arrancaban la lengua. Piensa en aquella boca llena de sangre. En aquel aullar de bestia atormentada.
Ahora piensa en Calígula. Escúchame ahora. Intenta comprenderle. Hace tiempo que no te veo.
¿Qué haces? ¿Sigues escribiendo? ¿Podrías enseñarme tus últimas obras? He escrito poesías, César.
¿Sobre qué? No sé. Sobre la naturaleza, creo.
Hermoso tema. Y amplio. ¿Qué te ha hecho la naturaleza?
Me consuela de no ser César. ¿Crees que a mí podría consolarme de serlo? Heridas más graves ha curado.
¿Heridas? Lo dices con saña. ¿Es por la muerte de tu padre? Si supieras lo justa que es la palabra. No hay como el odio para hacer inteligentes a los hombres.
He contestado a tu pregunta sobre la naturaleza. Recita tu poema. No, César, te lo suplico.
¿Por qué? No lo traigo conmigo. ¿No lo recuerdas?
No. Dime al menos de qué trata. Háblame un acuerdo.
De la tierra. ¿Con el pie? Eso es, más o menos.
También de la línea de las colinas romanas. De esa tregua fugitiva y terrible que les da el ocaso. De los gritos de vencejos en el cielo verde. Sí. Ese instante sutil en que el cielo cubierto aún de oro zozobra bruscamente y nos muestra en un instante la otra faz, ebria de astros relucientes.
De ese olor a humo, a árbol y a agua que sube de la tierra hacia la noche. El chirriar de las cigarras. El hundimiento repentino del calor, los perros, los carros rezagados, los gritos aldeanos y los caminos anegados en sombras entre olivos y lentiscos. Sí, sí, es todo eso.
Pero ¿cómo lo sabes? Lo ignoro, tal vez, porque amamos las mismas verdades. ¿Qué puedo hacer?
Si todo en mí cobra el semblante del amor. Es la virtud de las almas grandes, Escipión. Si al menos consiguiera penetrar tu transparencia. Pero conozco demasiado mi pasión por la vida. La naturaleza sería incapaz de colmarla.
Tú no puedes comprender esto. Eres puro en lo bueno, como yo lo soy en lo perverso. Sí, puedo comprenderte.
No. Ese algo mío, ese lago de silencio, ese herbazal podrido. Debe ser hermoso tu poema, pero si quieres que te diga...
No, a todo esto le falta... Un poco de sangre. ¡Monstruo! ¡Monstruo repugnante!
Otra vez te has burlado de mí. ¿No es eso? Has estado haciendo comedia.
Y ahora estás satisfecho. No te equivocas del todo. Estaba haciendo comedia.
¡Qué corazón tan pestilente y sangriento! de ser el tuyo. ¿Cómo han de atormentarte tanto mal y tanto odio?
Ya basta. ¡Las lástima y te aborrece! ¡Balta! ¡Tu soledad es el incumbe!
La soledad. ¿Sabes tú acaso lo que es la soledad? ¡La de los poetas y los impotentes! ¡La soledad!
¿Cuál? ¿Ignoras que nunca se está solo? ¿Y que donde sea, nos sigue siempre la misma carga de pasado y de futuro?
Los seres a los que hemos dado muerte nos acompañan siempre. Y si solo fueran estos, pero están también todos los demás. Unos porque les quisimos, otros porque nos quisieron. Y al hacer lo que hicimos y no debimos hacer, y el deseo, y lo amargo, y lo dulce, y las rameras, y toda la corte celestial. ¿Qué es estar solo?
Si el lugar de esta soledad corrompida de presencias pudiera gozar de la... La verdadera del silencio y el temblor de un árbol La soledad ¡No, Escipión! Está poblada de un rechinar de dientes y es sólo un eco de ruidos y clamores perdidos Y por las noches, junto a las mujeres que acaricio, lejos por fin de la carneaita, cuando creo alcanzar algo de mi yo entre la vida y la muerte, mi soledad entera se llena con el tufo agrio del placer en los sobacos de la mujer que prolonga a mi lado su agonía.
La vida de todo hombre. Hay alguna dulzura que le ayuda a proseguir. Hacia ella se vuelven todos cuando se sienten demasiado quebrantados. Lo sé, Escipión.
No habrá en la tuya nada parecido. La inminencia de las lágrimas. Un refugio silencioso. No hay, Estipión. ¿Y qué es?
¡El desprecio! Venga señores, venga, una vez más los dioses han bajado a la tierra, callo cero. y Dios, conocido por el nombre de Calígula, les ha prestado su forma humana.
¡Acudid, rudos mortales! Otro prodigio se va a efectuar ante vuestros ojos por especial favor al reinado de Calígula. Adoren y ofrezcan su óvulo.
Los misterios celestes se ponen hoy al alcance de todas las bolsas. Hoy soy Venus. Comienza la adoración, arrodillaos y recitad conmigo la oración consagrada a Calígula Vénus, diosa de los dolores y la danza.
Dios de los colores y la banda, hija de las olas, muéstranos la indiferencia que reaviva el deseo. Enseñanos la verdad de este mundo que es el no tenerla. Enseñanos la verdad de este mundo que es el no tenerla.
Y concédenos la fuerza necesaria para que vivamos según esta difícil verdad. Y concedemos la fuerza necesaria para que vivamos según esta difícil verdad sin par. Descanso. Córmanos con tus dones. nosotros tus manos llenas de flores y sangre concedido hijos míos vuestros ruegos serán atendidos y luego lo Chuchucho, ven acá amiguito.
Bueno es adorar, pero es mejor enriquecer. Así está bien, gracias. Si los dioses no tuviesen más tesoros que el amor de los mortales, serían tan pobres como el pobre Calígula. Y ahora caballeros podéis retiraros y difundir por toda la ciudad el prodigio que habéis tenido la suerte de presenciar.
Habéis visto a Venus. Lo que se dice... con vuestros ojos carnales y venus os ha hablado idos ya aguardad salid por el pasillo de la derecha en el de la izquierda he hecho colocar un pelotón de soldados con orden de asesinaros ¿Otra vez jugando al anarquista, Estipión?
¡Calla! ¡Has cometido un sacrilegio! ¿Qué querrá decir con eso?
Este muchacho le encantan las frases nobles. ¡Concilles el cielo después de ensangrentar la tierra! Cuidado, jovencito. Hay quien muere hoy día en Roma por hablar con menos elocuencia. He decidido decir la verdad a Callo.
Lo que le faltaba a tu reinado, Calígula. Una gran figura moral. Luego, ¿crees en los dioses, Escipión?
No. ¿Entonces no te entiendo? ¿A qué viene ese afán de denunciar un sacrilegio? El que no crea en algo no me obliga a profanarlo. Y a quitar a los demás el derecho de creer en algo.
creer en ello. Ahora resulta que eres modesto. Amigo Estipión, me alegro por ti y además te envidio, porque es tal vez el único sentimiento que no experimentaré jamás.
No, no es a mí a quien envidias, sino a los mismos dioses. Si me lo permites, será este el gran secreto de mi reinado. Hoy lo único que se me puede echar en cara es haber dado un paso más hacia el poder y la libertad. A un hombre amante de la libertad le irrita un poco esa...
Esa rivalidad con los dioses. Hoy he dado fin a esa irritación. Les he demostrado a esos estúpidos de dioses que un hombre, si se empeña, puede ejercer su ridículo oficio sin necesidad de aprendizaje. Ese es el sacrilegio, Cayo. No, Estipión.
Eso es lucidez. Sencillamente me he dado cuenta que para imitar a los dioses una sola cosa basta. Ser tan cruel como ellos. Basta con hacerse tirano. ¿Qué es?
Es un tirano. Un ofuscado. No estoy seguro. ¿Es tirano el hombre que sacrifica a su pueblo, a sus ideas o a su ambición? Yo no tengo ideas.
En cuanto a honores o a poder, ¿a qué más puedo aspirar? Si ejerzo el mando es por... ¿Compensación? ¿Por compensación a qué? A la estupidez y a la crueldad de los dioses.
No se compensa la crueldad con la crueldad. El poder no es una solución. Y para suprimir la hostilidad del mundo solo conozco un medio.
¿Cuál es? La pobreza. Algún día tendré que probarla. De momento mueren muchos hombres a tu alrededor. Poquísimos, te lo aseguro.
¿Sabes cuántas guerras he rechazado? No. Tres.
¿Y sabes por qué las he rechazado? Porque te tienes sin cuidado la grandeza de Roma. Porque respeto la vida humana. ¿Te aburras de mí, Cayo? No.
Por lo menos la respeto más que cualquier ideal de conquista. Aunque es cierto que no la respeto más que mi propia vida. Y si matarme es fácil, es porque no me resultaría difícil morir.
lo pienso, más me convenzo de que no soy un tirano. ¿Qué importas si nos cuestas tan caro como si lo fueras? Si supieras contar, ¿sabrías que la menor guerra emprendida por un tirano razonable os costaría mil veces más que los caprichos de mi fantasía?
Pero al menos sería razonable. Lo importante es entender. No se entiende al destino. Por eso me he hecho destino.
He tomado la figura estúpida e incomprensible de los dioses. Eso es lo que han aprendido a adorar hace un momento tus compañeros. Ahí está el sacrilegio, Carlos.
No, Estipión. Eso es......dramaturgia. El error de todos los hombres consiste en no creerlo bastante en el teatro.
Si no... Ya sabrían que cualquier hombre puede representar las tragedias celestes y convertirse en Dios. Basta con endurecerse el corazón.
Tal vez. Pero si esto es verdad... Creo que has hecho lo necesario para que un día se levanten en torno tuyo legiones de dioses humanos implacables a su vez que aneguen en sangre tu momentánea divinidad Puede que sin saberlo estés en lo cierto He hecho lo preciso para que así sea ¡Juanete! Has hablado ya demasiado.
¿Tengo que pintarme las uñas de los pies? ¡Es urgente! Helicón...
¿Qué? ¿Adelanta ese trabajo? ¿Qué trabajo? ¡Pero hombre!
¡La luna! Es cuestión de paciencia. Pero quiero hablarte. No es posible que tenga paciencia. Lo que no tengo es mucho tiempo.
He de anunciarte cosas graves. En realidad ya la he poseído. ¿A quién? A la Luna. Ah, claro.
¿Sabes que están conspirando contra tu vida? Y hasta te diré que la he poseído completamente. Completamente. Solo dos o tres veces, es cierto.
Pero a fin de cuentas ha sido mía. Hace mucho tiempo que quería hablarte. Fue el verano pasado. Hacía tanto tiempo que la miraba y la acariciaba por las columnas de palacio que al fin se dio por enterada. Dejemos ese juego, Cayo.
Aunque no quieras escucharme, mi deber es hablar. Peor para ti si no me oyes. No vale nada este esmalte, ¿eh? Fue una hermosa noche de agosto. Al principio hizo algunos remilgos.
Yo ya estaba en la cama. Cuando asomó por el horizonte, era como un cuajo de sangre. Luego empezó a subir, cada vez más ligera, con creciente rapidez.
Cuanto más alta, más clara se hacía. Llegó a ser como un lago de blancura en medio de aquella noche estrujada de estrellas. Entonces entró en el arrobo, suave, ingrávida, desnuda. Pasó el umbral de mi puerta y lenta y segura fue llegando hasta mi cama. Luego se deslizó a mi lado.
y me inundó de sonrisas y fulgores este esmalte no vale nada ya ves que no es jactancia si te digo que ha sido mía quieres oírme y enterarte de lo que te amenazo ¡Sólo quiero la luna, licón! sé de antemano lo que ha de matarme pero todavía no he agotado lo que me puede hacer vivir por eso quiero la luna y no volverás por aquí si no es para traérmela Entonces cumpliré con mi obligación y diré lo que tengo que decir. Hay una conjuración tramada contra ti.
¡Quereas estar al frente! He descubierto esta tablilla que te pondrá al corriente de la situación. Ahí la dejo.
¿A dónde vas, silicone? Voy... por la luna Pasa. ¿Qué hay de nuevo, monina? ¿Qué?
¿Vienes a ver a Venus? No, no es esto, Cayo. Dispensa, Cayo, he venido...
Bueno, ya sabes lo mucho que te quiero... Y además que lo único que pido es que me dejen vivir tranquilo, los años que... Vamos, adelante, adelante, sigue, sigue, eh.
Pues es una cosa muy grave, eso es. No es nada grave. ¿El qué, Cayo?
Pero de qué estamos hablando, cariño. Pues de... de una conjuración contra ti.
Lo que te decía, no es nada grave. Quieren matarte, Callo. ¿Sabes por qué no puedo creerte?
¿Y por todos los dioses? No, no, no, no jures. Sobre todo no jures.
Mira, si fuera verdad lo que me estás diciendo, tendría que suponer que estás traicionando a tus amigos. Lo que pasa es que, Callo, como te quiero tanto... Y eso no puedo ni suponerlo. Me horroriza la traición.
Y a un traidor no podría por menos de matarlo. sé muy bien lo que vales y estoy convencido de que no querrás morir, ni tampoco querrás hacer traición. Desde luego, Cayo, desde luego.
Ya ves como tenía razón al no querer creerte. Tú no eres un cobarde. Oh, no. Ni tampoco un traidor. Claro que no.
Por lo tanto, lo de la conjuración era una broma. Una broma, una pura broma. Es evidente que nadie quiere matarme. Evidentísimo, nadie quiere matarte.
Entonces lárgate, preciosa. He de estar solo para gozar de este instante supremo. ¡Tráeme a creas! Espera.
Con miramientos. Cada vez me rodea menos gente. Es curioso.
Demasiadas muertes. Demasiadas muertes. Así se queda uno solo.
Aun cuando me trajeran la luna, no podría volverme atrás. Aunque los muertos volvieran a estremecerse bajo la caricia del sol, no por eso quedarían sepultados los crímenes. Hay que seguir la lógica calígula.
Hay que seguirla. El poder hasta el fin. Abandonarse hasta el fin. No, no se vuelve atrás. Hay que proseguir hasta que todo se haya consumado.
¿Me has mandado llamar, Cayo? Si creas. ¿Tienes algo que decirme? No creas.
¿Estás seguro de que es necesaria mi presencia? Completamente seguro, creas. No. Tienes que disculparme, estoy distraído y te recibo muy mal.
Siempre, Clay, charlaremos como dos buenos amigos. Necesito hablar un rato con alguien que sea inteligente. Creas, ¿te parece que dos hombres que tienen igual grandeza de alma? El mismo orgullo.
¿Pueden hablarse al menos por una vez en la vida con el corazón en la mano? Como si estuvieran desnudos el uno frente al otro, despojados de sus prejuicios, de sus intereses particulares y de la mentira en que viven. Me parece posible, Cayo, pero te creo incapaz de hacerlo. Tienes razón. Solo quería saber si pensábamos lo mismo.
Por lo tanto, pongámonos nuestras caretas y utilicemos nuestras mentiras. Hablemos como se pelea, cubiertos, hasta la guarnición de la espada. ¿Por qué no me quieres, creas?
Porque nada hay en ti que sea amable. Además, porque te entiendo demasiado y a nadie le gusta ver en los demás el rostro que trata de esconder en sí. ¿Por qué me odias?
Te equivocas en esto, Cayo. Te considero nocivo, cruel, egoísta y vanidoso. Pero no puedo odiarte, porque no te creo feliz.
Tampoco puedo despreciarte porque sé que no eres cobarde. ¿Entonces? ¿Por qué me quieres matar? Ya te lo he dicho, te considero nocivo.
Me gusta la seguridad, me es necesaria. Casi todos los hombres son como yo. No queremos vivir en un mundo inseguro, prefiero tener que aguantarme.
La seguridad y la lógica no hacen buenas ligas. Cierto, lo que digo no es lógico. Pero sí saludable. ¿Sigue? No tengo nada que añadir.
No quiero penetrar en tu lógica, solo sé que eres un estorbo y es natural que desaparezcas. Todo esto es muy claro y muy legítimo. Para la mayor parte de los hombres sería incluso evidente.
Pero no para ti. Tú eres inteligente. La inteligencia se niega o se paga.
Yo pago. Pero tú no quieres regarla ni tampoco quieres pagar. Porque yo quiero vivir y ser dichoso.
Yo soy como todos. A veces tengo la tentación de desear la muerte de los seres queridos o de codiciar mujeres que las leyes de la familia o de la amistad me impiden poseer. Para ser lógico, tendría que matar o poseer. Y si a todos nos diera por hacer eso, no podríamos vivir ni ser dichosos.
Pues es preciso que creas en alguna idea superior. Creo que hay acciones más nobles que otras. Para mí son todas equivalentes.
Lo sé, Carlos. Y por eso no te odio. Pero eres un estorbo.
Y es preciso que desaparezcas. Bueno, me parece justo. Pero ¿a qué decírmelo arriesgando con ello tu vida?
Porque otros ocuparán mi sentido. Y porque no me gusta mentir. ¿Creas? Ni me callo. ¿Te parece que dos hombres que tienen igual grandeza de alma, el mismo orgullo, pueden hablarse al menos por una vez en la vida con el corazón en la mano?
Me parece que es lo que acabamos de hacerlo. Sí, creas. ¿Y eso que no me creías capaz de hacerlo?
Sí, me he equivocado, Cayo. Lo reconozco y te doy las gracias. Ahora, espero tu sentencia. ¿Mi sentencia? ¡Ah!
¿Te refieres a...? ¿Conoces esto, creas? Sabía que estaba en tu casa. ¡Sí, creas!
Y tu franqueza ha sido simulada. Nuestros dos hombres no se han hablado con el corazón en la mano. Pero no tiene la menor importancia.
Ahora vamos a dejar ese juego de la sinceridad y vamos a volver a vivir como antes. Es preciso aún que intentes comprender lo que quiero decirte. Que padezcas mis ofensas y mis humores.
Oye, creas, esta tablilla es la única prueba, ¿verdad? Me marcho, Cayo. Estoy harto de este juego de títeres. Lo conozco demasiado y no quiero verlo más.
¡Quédate aún! Es la única prueba, ¿verdad? No creo que te hagan falta pruebas para ordenar la muerte de un hombre.
¡No, es cierto, es cierto! Pero por una vez quiero contradecirme. No molesto a nadie. Y es tan agradable contradecirse de vez en cuando. Es como un descanso.
Y necesito descansar, creas. No te entiendo, ni me gustan tantas complicaciones. Claro, creas. Tú eres un hombre sano.
Tú no deseas nada extraordinario. Sólo vivir y ser dichoso. Nada más.
Creo que será mejor dejarlo. Todavía no. Un poco de paciencia, hazme el favor.
Aquí está la prueba, mira. Quiero figurarme que no puedo condenaros sin ella. Esa es mi idea. Y mi descanso...
Pues bien, fíjate en lo que se convierte en las pruebas. ¡En manos de un emperador! ...conspirador, se derriten y a medida que desaparece esta prueba, un alba de inocencia amanece en tu rostro.
¡Qué admirable pureza en tu frente creas! ¡Qué hermosura! ¡Qué hermosura tan grande la de un inocente!
Admira mi poder. Ni los mismos dioses pueden disculpar la inocencia sin castigar antes, mientras que a tu emperador una llama le basta para absolverte. y alentarte.
Prosigue, creas. Lleva hasta el fin tu espléndido razonamiento. Tu emperador aguarda el descanso.
Este es su modo de vivir y ser dichoso. ¿Qué quieres de mí? No fuiste ayer a nuestra reunión. Estipión, tengo más años que tú y no suelo pedir ayuda, pero te necesito. Este asesinato exige fiadores que sean responsables.
Entre tanta vanidad herida y tanto miedo vil, sólo tú y yo tenemos motivos nobles. Te comprendo, pero no me es posible. Si le matase, mi corazón al menos estaría con él.
Pero hay momentos en que es preciso elegir. Mató a tu padre. Ya lo sé.
Pero además de mi dolor, experimento el suyo. Entonces es que le das la razón. ¡Cállate, Greas! Para mí ya nadie, nadie, tendrá nunca más razón. Sabes que le odio aún más por lo que ha hecho contigo.
Andaba buscándote, querías. Calígula quiere reunir aquí a unos cuantos amigos. Tienes que esperarle. Tú puedes marcharte, jovencito. No te necesitan.
creas que hay estipión trata de entender no estipión Pero vamos a ver, ¿para qué se nos trae a estas horas de la noche aquí? Nos van a matar, hemos tardado demasiado, se ha descubierto todo. ¿Sí? Nos torturarán. Recuerdo que Calígula dio 81.000 sestercios a un esclavo ladrón, porque ni torturándole lograron...
aunque confesara su delito. ¿Y eso qué prueba? Nuestras vidas están en peligro.
Eso prueba que sabe apreciar el valor. Deberíais tenerlo en cuenta. Yo no quiero morir.
Hay que reconocer que a pesar de todo, este hombre ejerce una influencia indiscutible. Obliga a pensar. Lo que obliga a pensar es la inseguridad. Por eso le persigue tanto odio. ¡Es una locura!
¡Yo no quiero morir! ¡Yo no quiero! Calígula me manda deciros que os había convocado aquí para tratar asuntos de Estado.
Pero hoy os invita a que comulguéis con él en una emoción artística. Por otra parte, ha añadido, al que no comulgue con esta emoción, se le cortará la cabeza. Siento insistir, pero he de preguntaros si la danza os ha parecido hermosa.
Ha sido hermosa. Hermosa cesónea. Hermosísima cesónea. ¿Qué opinas?
¿Querías? Calígula es un gran artista. Muy bien. Así se lo diré. Ya está todo preparado.
Esta noche seremos un centenar. El avance ha sido hermoso. Lo ha sido, lo ha sido.
Depende de cómo se mire. Dicen que Calígula está muy enfermo. Su enfermedad solo es mortal para nosotros.
Calígula padece del estómago. Ha vomitado sangre. Dios es todopoderoso. Si se cura...
prometo ingresar 200.000 sestercios en las arcas del estado. Júpiter, llévate mi vida a cambio de la suya. Atento tu ofrenda y te doy las gracias.
Mañana pasará mi tesorero por tu casa. No puedes saber lo emocionado que estoy. Así pues, tú me quieres.
César, no hay nada que yo no diera al instante por ti. No, esto es demasiado. No he merecido tanto amor.
Te digo que es excesivo. Llévaloslo. Ve, amigo.
Y no olvides que Calígula te ha dado el corazón. Pero, ¿a dónde me llevan? Pues a la muerte, ¿eh? No. Has dado tu vida por la mía.
Ya me siento mucho mejor. Eres dichoso, Mucio, pudiendo dar tu vida por la de otro cuando ese otro se llama Calígula. Otra vez estoy como... como nuevo para todos los festines.
No, no. Muy pronto los caminos estarán cubiertos de mimosa junto al mar. Las mujeres llevarán vestidos de telas ligeras. Habrá un gran cielo fresco, Octavio, abierto de par en par.
Las sonrisas de la vida. La vida, amigo. Si la hubieras amado lo suficiente, no te la habrías jugado con tanta imprudencia.
Y cuando se pierde siempre hay que pagar un... ¡Fuera! ¡No, no, no!
¡No quiero! ¡No quiero! ¡Esto es una broma!
¡No quiero! ¡No quiero morir! ¡No quiero!
¡No! ¡No! ¡No! A propósito, acabo de tener un hermoso pensamiento que quiero compartir con vosotros.
Hasta ahora mi reinado ha sido demasiado feliz. Ni peste universal, ni religión cruel, ni un solo golpe de estado. En una palabra, nada que os permita pasar a la posteridad.
Comprenderéis que es por esto. En parte, por lo que trato de compensar la prudencia del destino. No sé si me habéis entendido.
¿Qué quiero decir? Yo soy el sustituto de la peste. Pero silencio, ahí llega Creas.
Ahora te toca a ti, Cesoria. Calígula ha muerto. No dices nada, Quereas. Eres una gran desgracia, Sonia.
Has ganado, Quereas. Muy. ¿Fallo?
¡No te olvides de lo que te he dicho! ¿Sabéis que hoy es un día consagrado al arte? ¿Por el calendario?
Por Calígula. Ha convocado algunos poetas. Tendrán que improvisar una composición sobre un tema dado. Desea que aquellos de vosotros que sean poetas tomen parte en el concurso.
En especial ha designado al joven Escipión y a ti, Senecto. Pero si no estamos preparados. Naturalmente habrá premios y también... También castigos.
¿Está todo dispuesto? Sí, todo. Que entren los poetas.
¿Y los otros? Escipión y Senecto. Tema, la muerte. tiempo un minuto que quien compone el tribunal no es bastante participarás tú también en el concurso inútil mi composición sobre ese tema está terminada desde hace mucho tiempo donde puede uno procurarse a mi manera la recito todos los días qué pasa tengo algo en la cara que te molesta Perdona. No, nada de humildad, sobre todo nada de humildad.
Lo difícil que es aguantarte a ti solo falta que no salgas con tu humildad. Continúo. Es la única obra que he compuesto, pero es la prueba de que no existe ni un solo artista en Roma, ¿me oyes?
Ni uno solo, cuyo pensamiento esté de acuerdo con su obra. Es solo cuestión de poder. Efectivamente, los demás a falta de poder crean.
Yo puedo prescindir de la obra. ¡Yo vivo! ¿Qué esperáis vosotros? ¿Estáis preparados? Sí, sí.
Pues oídme bien. Vais a salir de la fila. Cuando yo toque el pito, empezará a leer el primero. Pero en cuanto me oiga, tendrá que interrumpirse y ceder el sitio al segundo.
Y así sucesivamente. Naturalmente será vencedor aquel cuya lectura no haya sido interrumpida. Preparaos. La organización es necesaria en todo. Hasta en el arte.
Muerte, cuando más allá de las ondas negras, las tres parcas en su ancho, yo te llamo, oh muerte. Cuando niño... ¡Basta!
¿Pero qué tendrá que ver la infancia de un imbécil con el tema? ¿Me quieres decir dónde está la relación? Pero callo si no he terminado... ¡Reconditoración!
¿No traes tablillas? No me hacen falta. Adelante.
Correr tras la dicha. Purificación del hombre, cielo en que chorrea el sol, incomparables fiestas, bravías, mi delirio desesperado. ¡Mosidas, por favor! ¡No hace falta que se presente nadie más!
Eres demasiado joven para sacar las conclusiones definitivas de la muerte. También lo era para quedarme huérfano. ¡Vosotros en fila!
Un falso poeta es un castigo demasiado cruel para mi gusto. Hasta ahora pensaba guardaros como mis aliados. Creí que formaríais el último cuadro de mis defensores.
Pero era ilusorio. Y desde hoy os voy a considerar mis enemigos. Los poetas me son adversos.
Puede decirse que es el final. ¡Salid informados! Vais a desfilar lamiendo las tablillas para borrar las huellas de vuestra infamia. ¡Atentos!
¡En marcha! ¡Fuera todos, todos! ¡Fuera todos!
¡Tú también fuera! No puedes dejarme en paz. Vamos, todo esto es inútil.
Sé que has tomado una decisión. ¡Déjame! Sí. Voy a dejarte porque creo que te he entendido. Para ninguno de los dos que tanto nos parecemos habrá ya salida.
Me voy muy lejos a indagar las causas de todo esto. Adiós, querido Cayo. No.
Cuando todo haya terminado, no olvides que te he querido. ¿Qué te han dicho? No podrías entenderlo. ¿Qué estás pensando?
En él, y también en ti, pero es lo mismo. ¿Pero qué te ocurre? Se ha marchado Estipión, he terminado con la amistad, y tú, me pregunto por qué sigues tú aquí.
Porque yo te gusto. No, no es eso. Creo que lo entenderías si te mandase matar, ¿eh? Podría ser una solución.
¿Por qué no lo haces? Pero, aunque solo fuera por un minuto, no podrías abandonarte y vivir libremente. Hace muchos años que me ejercito en vivir libremente. No hablamos de la misma libertad.
Entiéndeme bien. Puede ser tan bello vivir y amar con el corazón puro. Cada cual consigue la pureza como puede. Yo, corriendo tras lo esencial, Pero nada de todo esto sería obstáculo para que te mandase a matar.
¡Sería la culminación de mi carrera! Ven. Échate junto a mí. Apoya la cabeza en mis rodillas. Así estás bien.
Todo está callado. Todo está callado. No oyes ese ruido de hierros.
No distingues los mil rumores minúsculos que delatan al odio en acecho. Nadie se atrevería. Sí. La necedad... La necedad no mata.
Hace prudente. La necedad es homicida, Casonia. Lo es cuando se estima agraviada.
No me asesinarán los padres o los hijos de mis víctimas. Eso se han comprendido. Tienen en la boca el mismo sabor que yo.
Pero los otros, de los que me he burlado, o a quienes he ridiculizado... Frente a su vanidad estoy sin defensa. Nosotros te defenderemos. Somos aún muchos los que te amamos. Sois cada día menos.
He hecho lo necesario para que así sea. No, no te matarán. Antes de que te toquen, algo bajará del cielo y los consumirá. ¿Del cielo?
Pobre mujer. El cielo no existe. ¿A qué viene tanto amor de repente? Eso no figura en nuestro pacto. No bastaba con verte matar a los otros, sin que fuera preciso saber además que vas a morir.
No basta con que te acoja cruel y destrozado y que respire tu olor a crimen cuando te echas sobre mi cuerpo. Día tras día veo cómo va desapareciendo en ti lo que aún tiene rostro humano. Pero las inquietudes que me causas me han endurecido de tal forma el espíritu que ya no me importa que no me quieras. Lo único que quiero es que te cures.
Toda una vida por delante. Puedes pedir algo más......que toda una vida. ¿Todavía estás tú aquí?
No quieres que me marche, ¿verdad? No lo sé. Pero si sé por qué estás aquí, por tantas noches de placer agudo y sin alegría, y por todo lo que sabes de mí.
No tengo muchos años, pero en este instante en que mi vida se me aparece sin embargo tan larga y tan cargada de despojos, tan cumplida en una palabra, tú eres mi único testigo. Y no puedo luchar contra una especie de vergüenza. Por la mujer vieja que pronto vas a ser. Dime que no quieres que me vaya.
No lo sé. Solo tengo conciencia, y eso es lo más horrible, de que esa ternura y esa vergüenza son el único sentimiento puro que me ha dado hasta ahora la vida. ¿No sería mejor que desapareciera el último testigo? Eso carece de importancia. Lo que me has dicho me hace feliz.
Pero, ¿por qué no quieres compartir esta felicidad conmigo? ¿Quién te ha dicho que yo no soy feliz? La felicidad es generosa, pero vive de destrucciones.
Entonces es que existen dos clases de felicidad. Y yo he elegido la de los criminales. Porque soy feliz. Hubo un tiempo en que pensé que había llegado al límite del dolor. Pero no, se puede ir más lejos todavía.
En los confines de aquella región se encuentra una felicidad estéril y magnífica. Mírame Me río al pensar que durante años Roma entera evitó pronunciar el nombre de Drusilla Durante años Roma vivió en el error El amor no me basta Lo comprendí entonces y lo comprendo ahora. Admirarte, porque amar a un ser es querer envejecer a su lado. Yo no soy capaz de amar así.
Ver envejecer a Dulcilla era mucho peor que verla muerta. La gente cree que un hombre sufre porque el ser a quien ama muere en un día. Pero su verdadero dolor es mucho más grave. Es el descubrimiento de que tampoco la pena dura.
Ni siquiera el dolor tiene sentido. Ya ves que no tengo excusa. Ni la sombra de un amor, ni la amargura de la melancolía. Estoy sincoartada.
Pero hoy me siento más libre aún que años atrás, porque me he librado del recuerdo y de la ilusión. ¡Sé que nada es permanente! Saber esto...
Solo dos o tres en toda la historia lo hemos sabido de veras. Solo dos o tres hemos llevado a cabo esta loca felicidad. Cezonia. Has presenciado una tragedia muy curiosa hasta su desenlace.
Ya es tiempo de que caiga el telón para ti. Esta libertad espantosa es la felicidad. No te quepa la menor duda. Sin ella yo habría sido un hombre satisfecho. Gracias a ella he conseguido la divina clarividencia del solitario.
¡Vivo y mal! ¡Ejercito! Ejerzo el poder delirante del destructor.
Comparado con él, el del creador es un remedio simiesco. Es esto ser feliz, esta redención irresistible, este desprecio universal, la sangre, el odio en torno mío. la alegría sin tasa del asesino impune, esta lógica implacable que estruja vidas humanas, que te está estrujando, Cesonia, hasta conseguir la soledad eterna que deseo. No, sin ternura, hay que acabar pronto el tiempo apremia, el tiempo apremia, Cesonia amada.
Tú también eras culpable, pero matar no es la solución. Matar no es la solución. Calígula, tú también eres culpable. Por lo tanto, ¿qué más da un poco más o un poco menos? Pero ¿quién será capaz de condenarme en este mundo sin juez, en que nadie es inocente?
Ya lo estás viendo, no ha venido el icón. La luna no será para mí. Qué amargo es tener razón y tener que proseguir hasta el fin.
Ruido de armas. La inocencia prepara su triunfo. Tengo miedo, tengo miedo. No importa, tampoco el miedo dura. Después volveré a encontrar aquel gran vacío que calma el corazón.
Todo parece tan complicado y sin embargo todo es tan sencillo. Si me hubieran dado la luna, si bastara con el amor. Pero ¿dónde calmar esta sed?
¡Qué corazón! ¡Que Dios! Tendrá para mí la profundidad de un lago, ni en este mundo ni en el otro nada está hecho a mi medida.
Y yo sé, y tú lo sabes también, que habría bastado con que lo imposible fuera. He tendido mis manos, ¡tiendo mis manos! Y aquí lo encuentro delante es a ti, siempre a ti, y estoy cargado de odio hacia ti, Calígula. No he seguido el camino que debía y no he llegado a nada. Mi libertad no es la buena.
Seremos culpables para siempre. Para siempre. Para siempre.
Esta noche pesa. A la historia Calígula, a la historia