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Crisis Migratoria y Conflictos en Melilla

Vista panorámica de la ciudad de Melilla, frontera de la Unión Europea con Marruecos. Está anocheciendo y suena la oración del muecín. Luis Tosar, Anna Castillo, Álvaro Cervantes, Miquel Fernández. Jesús Carroza, la carretera de entrada pasa ante la triple valla que rodea la ciudad.

Mustafa Umarú, Adam Nuru, Zeidilla Disú. Las farolas iluminan la valla de postes metálicos y alambres que un guardia civil revisa con su linterna. De la valla cuelgan rollos de alambre de espinos salpicados de concertina y en los postes hay cámaras de vigilancia, una de las cuales enfoca al monte cercano.

Con visión térmica, la cámara capta filas de personas aproximándose. Las personas están llegando al pie de la valla. La masa humana inunda la valla y trepa por ella como una ola. Como si se tratara de un solo cuerpo orgánico, la masa supera la triple valla. Son subsaharianos que quedan enganchados en los rollos de concertina.

El hombre resulta herido, los guardias civiles colocan una escalera. Tratan de ayudarle. Hombre, soy refugiado político, mira mis papeles. ¡Sube!

Sube otro guardia civil. Desde el interior de la valla se aproxima otro grupo de migrantes que ya estaban dentro. Mientras los guardias civiles sujetan un cable a la valla. Está toda la consentina enredada.

Intenta cortarla por ahí. Quédate aquí. Un guardia civil se acerca al coche patrulla y habla a la radio.

Romeo 20 para COS. Aquí COS, Romeo 20. Solicito apoyo en el F-26. Están llegando migrantes del CETI para apoyar a los que intentan cruzar. ¡Déjame!

Un asaltante golpeó a un guardia civil que cae. Otro guardia civil le sustituye en la valla y pugna por no caer. Los asaltantes se meten en la parte alta para conseguir que la valla caiga. El asaltante violento cae desde lo alto. Pero un guardia civil también cae.

Ambos quedan inertes y todos permanecen paralizados a ambos lados. Los guardias civiles acuden junto a los caídos. El guardia civil se incorpora, pero el migrante no reacciona. No respira.

Le hace la respiración artificial. Los demás migrantes miran conmovidos y gritan al unísono. ¡Posa! ¡Posa!

¡Posa! ¡Posa! ¡Posa!

¡Posa! ¡Posa! ¡Posa!

¡Posa! Estoy bien. Lleva el cos, lleva el cos Continúa haciéndole la respiración artificial Los migrantes siguen sacudiendo la valla Oscuro Vista panorámica de un lago entre montes cubiertos de frondosa vegetación. Reserva natural de Duya, Camerún. Panorámica a vuelo de pájaros sobre los montes.

Hasta una zona pantanosa en la que chapotea una manada de elefantes. La cruzan en fila siguiendo a la zona de la montaña. La más corpulenta que es la matriarca. Tras ella va una cría. Un nativo avanza sobre una canoa mientras un todoterreno cruza el pantano.

Lo conduce Kabila, un guardabús que es nativo. A su lado va Gonzalo. Gonzalo, se está moviendo más rápido.

Kabila, sí. Gonzalo, no, no, más a la izquierda. Kabila, no podemos por ahí. Gonzalo, ¿por? Kabila, es una zona sagrada, la rodearemos.

Gonzalo, es por aquí. Kabila, tenemos que rodearla. Gonzalo, ¿y cuánto se tarda? Kabila, media hora. Gonzalo, van a matarlo.

Kabila, no podemos cruzar la zona sagrada. Una jovencita de 12 años avanza por la selva en bici llevando atrás a Adu de 6 años. Adu, cuidado, baches.

Adu, me toca a mí. Ali, ya es tarde, mamá nos reñirá Adu, lo prometiste, Ali Suenan disparos Se detienen y quedan tensos Ali deja la bici y se esconden entre las plantas Se oye una motosierra. Ali ve a un nativo con metralleta y pide silencio al niño. Ven un descampado. Otro nativo corta los colmillos de un elefante muerto.

Cargan un colmillo y terminan de cortar el otro usando un hacha. El nativo de la metralleta descubre la bici de Ali. El que carga el colmillo mira hacia la maleza y los chicos se pegan al suelo. El hombre mira alrededor comprobando si alguien les ha visto. El de la metralleta trae la bici.

Debemos irnos. He encontrado una bicicleta. ¿Lugareños? He visto esta bici antes.

¿Dónde? En Buma. Montan en motos y se marchan.

¡A la fiesta! Al y Yadú se alejan asustados. Gonzalo y los guardabúsques han encontrado al elefante muerto e inspeccionan el lugar.

Kabila, han huido. Las motos son demasiado rápidas. Kabila, deberíamos darles la carne a los lugareños. Gonzalo, esto no es una carnicería. Después queman el cuerpo del elefante.

Pregunta por la bicicleta. Gonzalo, ¿quién es el dueño? ¿Los furtivos?

Guarda, no lo sé. Gonzalo, vale, ponla en el jeep. Kabila, probablemente sea de unos niños. Gonzalo, lo averiguaremos de todas formas.

Plano aéreo de Buma, Camerún. Hay casas y barracones construidos en el río sobre palacitos. En una de las casas están Al y Yadú con la madre.

Madre, ¿se lo vais a decir a Kat? ¿Cómo hago para ir a Abebe? Les pone comida.

Madre, es todo por tu culpa. Ali, no es mi culpa, no quería parar allí. Madre, Adou tiene seis años. Haz lo que le dices, eres la mayor.

Ali, pero tú me pediste que le enseñara a montar en bici. Madre, en el pueblo, no por esos caminos. La madre se aleja. Adou. Era Kimba.

La madre le mira alarmada. Madre, ¿qué? Adu, el elefante que mataron. Era Kimba.

En el salón de casa, Miguel enseña a Javi y a Mateo la grabación del asalto a la valla de Melilla. Seguramente lo grabó uno de los inmigrantes del CETI. ¿Solo sabe eso? Llevo un par de días colgado, no sé. Los de Ayuda al Refugiado han puesto una denuncia, eso sí.

Su puta madre. Bueno, lo hacen para que el juez pida acceso a las cámaras de la valla. ¿Y qué es lo que se ve en las cámaras de la valla? Pues nada, ¿qué coño se va a ver?

No se distingue nada. Pues que intentaba bajarlo y punto, ya está. Nos va a llamar un juez.

Vamos a ver, lo primero que vamos a hacer es hablar con el comandante. Pero no pasa nada. Porque lo que pasó es lo que pone en el informe. Que murió a consecuencia de una caída y punto.

¿Y seguro que no hay más imágenes? Imágenes. ¿Tú dándole con la defensa?

¿Qué defensa, Mateo? Una canoa se acerca a la casa de Hadou. En ella va Messie Neko, hombre mayor con túnica amarilla y casquete blanco.

Un sirviente le sostiene una sombrilla mientras otro sirviente rema. Llegan a la casa a cuya puerta unas mujeres muelen grano rítmicamente usando morteros y Adú juega con otros niños. El hombre le llama. Neko, Adu, ven aquí.

Ven. Adu se le acerca extrañado. Neko bajó de la canoa.

Indica un banco de madera. El hombre camina hasta el banco apoyándose en un bastón. Se sienta con el niño fumando un grueso puro.

Adu parece desconfiado. Neko, siéntate. Muy despacito, Adu se acerca al banco y se sienta. Neko, sabes que soy amigo de tu papá, ¿verdad? Adu, no, señor Neko.

Neko, me preocupo por tu familia. ¿Quién consiguió los tanques de agua para tu madre? Adu, usted, señor Neko. Neko, tengo un amigo en Mengeme que busca una buena bicicleta para llevar las yucas al mercado.

He pensado en vuestra bicicleta, la de Kato. Mi amigo pagará un buen precio. Adú, no. Neko, no, ¿qué? ¿Ha pasado algo?

Adú, la he perdido. Neko, ¿qué ha pasado, Adú? Me lo puedes contar.

Gonzalo se ducha al aire libre en la terraza del cuartelillo. Oye el teléfono. Corta la ducha y atiende la llamada.

¿Sí? Dime. ¿Qué? No, iré yo a Yaoundé a buscarla. Sí, al aeropuerto.

No, no, no, ni taxi ni hostias, que me espere. ¿Se ha puesto las vacunas? Las vacunas...

¿Pero lo has preguntado? Ya sé que no tiene 12 años, pero como si los tuviera... Vale... Vale, vale...

Venga, adiós... Baja a un patio donde los guardas bailotean. Se detienen al verlo.

Gonzalo, ¿una fiesta? Kabila, es su cumpleaños. Gonzalo, felicidades.

Menos mal, creía que celebrabais la muerte del elefante. Kabila, no hagas eso. Gonzalo, ¿el qué? Hemos perdido a cuatro elefantes en dos meses, así que dime.

Kabila, que te diga qué. Gonzalo, ¿por qué se os ve tan felices? Bebiendo alcohol, bailando, riendo... El día que perdemos al animal más importante de este parque.

Kabila, tú no eres mi jefe. Gonzalo, yo recaudo dinero para este parque. Kabila, pero no eres mi jefe. Gonzalo, vale, al menos mostrad algún tipo de pena.

Kabila, si te portaras mejor con los lugareños, quizá nos ayudarían con los furtivos. Gonzalo, un elefante muerto es un cadáver, no un pedazo de carne. Kabila, quizás en España, pero aquí no. Gonzalo, ¿para quién trabajas, Kabila? ¿Para los lugareños, para los furtivos, para tu gobierno?

¿Para mí? Porque no lo sé. Kabila, vete a la mierda.

Gonzalo, ¿a la mierda? Yo pago tu sueldo. Kabila. ¿Sabes cuál es tu problema, Gonzalo? Que crees que los elefantes te pertenecen, que eres su salvador, su ángel, pero no lo eres.

Eres un cabrón egoísta que llora por los animales, solo por los animales. Kabila acerca su rostro. Eso te convierte en un hombre triste, un hombre muy triste. Ahora lárgate porque esto es una fiesta y no eres bienvenido.

Un guarda le agarra, pero él le pega. Lo agarran y uno de ellos le apunta con un rifle. Todos le miran tensos.

Kabila, dejad que se vaya. Déjale, déjale. El del rifle deja de apuntarle.

Gonzalo pasa entre ellos y se aleja. En su casa de Melilla, Mateo está en la cama. Abre el pasaporte del migrante que se cayó y murió.

Lo guarda y saca otros documentos del mismo. Encuentra una foto de periódico donde el migrante está frente a una fila de antidisturbios. Lueve sobre el pueblo de Hadou, que duerme en la cama con su hermana Ali. Se abre la puerta y entra un hombre con metralleta y otro con linterna.

El que va armado entra en el dormitorio y recibe un golpe. Ha sido la madre, el otro la agarra. Madre, ¡corred, corred!

Los dos hermanos se tiran al río. La madre lucha con el hombre. Hombre, zorra, te mataré.

Patean a la mujer. Adú y Ali están en el agua. Ali, vámonos, vámonos.

Ambos niños se alejan a Nado. Al día siguiente, Gonzalo baja con su bolsa para irse. Llega Kabila. Kabila, tenemos que hablar.

Gonzalo, voy a Yaoundé a recoger a mi hija y a enseñar la bici a la policía. Kabila, no podemos seguir así, tenemos que hablar. Gonzalo, volveré en dos semanas. Kabila, no te olvides de mi hija.

No te queremos aquí. No podemos trabajar contigo. Ni yo ni los otros guardas. Gonzalo, no depende de ti.

Kabila, sí que depende. He hablado con la Oficina de Protección de la Naturaleza en Yaoundé. Tu permiso será revocado.

Gonzalo, ¿mi permiso? Kabila, sí, es lo mejor. Gonzalo, ¿has estado fumando hierba? Kabila, va en serio.

Gonzalo carga la bici en la camioneta. Kabila, aquí no le caes bien a nadie, Gonzalo. Gonzalo, vale, te veo en dos semanas. Kabila, no seas estúpido.

Gonzalo le muestra una peineta y arranca. Ali y Adú caminan por el pantano. Adú, ¿mamá estará bien? Ali, no quiero hablar de eso.

Adú, ¿por qué? Ali, pensar en mamá no ayuda ahora. Adú, ¿qué vamos a hacer? Ali, ir a casa de la tía Leque.

Ella llamará a papá. Y nos llevará a España. Ali hace autostop.

Pasa Gonzalo y no para. Ve a los niños por el retrovisor. Queda pensativo, sube el volumen de la música.

Gonzalo conduce por Yaoundé, Camerún. Es una ciudad abigarrada. cruzan un puente sobre el río hay gran tráfico de motocicletas y furgones una joven de pelo castaño y mirada triste acompaña a Gonzalo en el coche Gonzalo conduce por una calle llena de peatones cargados con bolsas Me contó mamá que te han matado a otro elefante. Que si usaras drones podrías controlarlos mucho mejor. Tú sabes lo que cuesta un drone.

Y la cantidad que necesitarían. ¿Tú eres rico? Yo rico. Pero si tu abuelo era conde. No, el abuelo se casó con la viuda de un conde.

Y yo no tengo nada que ver con eso. No, lo que tienes es un pisazo de la hostia en Madrid, otro en Londres, un chalete en Marruecos... Dos exmujeres, una hija que no para de meterse en problemas...

Tienes 36.000 seguidores en Twitter, papá. Tú pides un euro. ¿Y cuándo te preocupan los elefantes?

No, papá, me preocupas tú. Bueno, pues si te preocupo yo, procura no darme dolores de cabeza en el tiempo que vas a estar aquí. Escucha, que yo no pedí venir. Sabes, yo estaba muy a gusto en Madrid. Había conseguido un curro.

¿Qué curro? Un curro en el parque de atracciones. ¿En el parque de atracciones? ¿Quieres que yo te dé un consejo? Por favor, aprovecha este viaje para cambiar.

La joven hace un gesto de Artura. Ali y Adu atraviesan un puente de hierro. Adu camina cansado muy por detrás de su hermana. Se detiene.

Ali, tengo sed. Ali, cinco minutos para descansar. Ali corre hacia el niño que se ha desmayado. Lo levanta. Lo lleva a la orilla del río y le refresca la cara.

El niño reacciona y ella le abraza y le besa. levanta la cabeza llorosa adu si hubiera muerto qué harías ¿Qué es que yo voy a hacer? Yo tengo que coger la fe. Ali mira triste al frente.

Continuar. Continuar. En la ciudad, Gonzalo va con la bici mientras habla con una mujer.

Con cuatro o cinco agentes podríamos ir pueblo a pueblo buscando a los dueños de la bici. ¿Y qué te crees que van a hacer? ¿Denunciar a los furtivos?

Vamos a intentarlo. ¿Por qué no vas con los guardias del parque? Porque no me fío de ellos. Y ellos tampoco de ti, ¿no?

¿Y tú a quién crees? No te van a renovar el permiso. Pero han dicho que el gobierno... No puedes tratar a la gente como si fuera una mierda. Pues que hagan bien su trabajo.

Hacen lo que pueden. No. No, Kabila es un idiota.

No es el único que se ha quejado. Y además tú no eres su jefe, eres asesor. Se lo digo a todas las ONGs que vienen a este país.

Hay que tener mano izquierda. Aquí están hartos de que vengan los blancos a decirles cómo tienen que hacer las cosas. Alicia, me están matando elefantes dentro de la reserva.

Y a Diane Fossey le mataban gorilas. ¿Quieres acabar como ella? O sea que no me vas a ayudar. Vete a España y descansa un poco. No quiero ir a España.

Puedo darte un contacto en la reserva de Samburu, en Kenia. Samburu es un foo. No puedo hacer más.

Eres la ONU, puedes hacer lo que te dé la gana. Si te quedas te van a matar. No voy a cargar con eso.

Alicia se aleja. Adú duerme a la sombra de un árbol. Despierta.

Ali se le acerca corriendo. Adú, date presa. Adú, ¿qué?

Ali, un camión se ha parado. Vamos. Corren hacia allí.

Un grupo de personas empujan el camión. Ellos ayudan. Lo sacan del barrizal. A tu, a tu.

Ella sube al niño al cajón de carga. Luego suben todos y parten. Gonzalo llega con la bici a una instalación para turistas.

Ve a su hija junto a la piscina charlando con un chico nativo. Gonzalo se acerca a ellos. Hola Hola El chico se marcha Bye Nada, me estaba contando este chico Que lo único que ha visto de elefantes Por aquí es la mierda que van dejando por el camino ¿Qué estás fumando? Tabaco ¿Tabaco?

¿Huele? Oye, esto no es España, eh. Aquí por un porro te encierran 15 años. ¡Va, que es tabaco! Te lo juro.

¿Y la bici? Encontré en la selva. Pues me encanta. Me la puedo quedar. ¿Para qué?

Yo qué sé, de souvenir de África. Haz una donación de 50... euros a la reserva de ducha y es tuya.

50 pavos. Es lo que cuesta un gramo de coca en Madrid, ¿no? No tienes ni puta idea, papá.

Pero escucha, si estás enfadado, tómate un diazepam. ¿Te parezco cabreo? No sé. Anda, vamos. Mira la vieja bici.

Muy bonita. En la comisaría de Melilla, el guardia civil Mateo espera ante un despacho. Sale su compañero Miguel, le mira sin decir nada y se va.

Mateo entra. Su jefe extrae un papel de la impresora. Son prácticamente iguales.

¿Perdone? Las declaraciones, la suya y la del cabo. Fue lo que pasó. Los asaltos a la valla son siempre jodidos. Sí, mi comandante.

Y mucha tensión, mucha presión. Y en la academia te enseña muchas cosas, pero no a bajar a unos tíos de una valla. No, mi comandante.

Anoche les lanzaron cal viva a cuatro agentes. Lo sé, mi comandante. ¿A vosotros también?

No, mi comandante. ¿Cómo es tu nombre? Mateo, mi comandante. Aquí hay mucha gente a la que le encantaría dejarnos en evidencia. Que no entiende qué hacemos aquí.

Gente que busca detalles, errores para atacarnos. ¿Entiendes por dónde voy? Solo éramos tres, mi comandante, hicimos lo que pudimos. No te estoy preguntando eso.

No hubo ningún error, comandante. Al y Yadú han llegado a la ciudad y caminan por un parque lleno de suciedad. Ella lleva unos pantalones cortos y camiseta de tirantes, y él solo unos pantalones cortos. Las gaviotas sobrevuelan el ancho río que aquí parece un estuario. Cantidad de gente ha acampado bajo un gran puente de hormigón, llenándolo de ropas colgadas y basura.

Los dos hermanos se han vestido mejor y están junto a una mujer con un bebé a la espalda. Un hombre se acerca a ellos y le quita a Ali una mochila. Hombre, no pueden ir tan cargados, el camión va lleno. Si todos llevan mochilas, no caben.

Mujer, su padre me ha dicho... Hombre, su padre está en España y aquí nos ocupamos nosotros. Una mochila para los dos es suficiente.

El hombre se va. Mujer, recordad que os dejarán llamar una vez por semana. No pierdas el número de tu padre y cuida de tu hermano.

Abraza al pequeño y luego a la chica. Un coche avisa de que les está esperando. Ali y Yadu montan en el coche.

Los hermanos miran a la mujer mientras se alejan, y ella hace un gesto de dolor. El coche sale de la calle principal, entra en un barrio popular. Queda bloqueado por un furgón de la policía que está deteniendo a gente ante un cuerpo tendido en el suelo. Conductor, mierda, mierda.

Adú, ¿qué hace la policía? Ali, ¿qué pasa? La policía disparó al aire. El coche da marcha atrás para tomar otro camino.

El conductor baja y habla por el móvil. Conductor, ¿a París? Mierda.

Cambio de planes. Ali, ¿qué? Conductor, os vais a París en avión.

Ali, ¿cómo vamos a ir en avión? Conductor, tenéis suerte. Detiene el coche en la valla del aeropuerto y los niños miran cómo despega un avión. El conductor les explica lo que tienen que hacer.

Conductor, tenéis que trepar rápido por las ruedas. Ali, ¿las ruedas? Conductor, están llenas de cables a los que agarrarse. En cuanto lleguéis arriba, buscad el conducto que lleva a la zona de los perros.

Adu, ¿qué perros? Conductor, los europeos viajan en avión con sus perros, pero los llevan abajo. Ali, ¿y es seguro?

Conductor, súper seguro. El conductor abre el maletero y saca ropa. Conductor, tenéis que abrigaros bien, porque ahí arriba hace mucho frío. ¿Es esto o nada? Ali, mi padre pagó, conductor, para llevaros a Marruecos, y os vamos a llevar a París.

Os estamos haciendo un favor. ¿No queréis ir? Pues quedaos aquí, yo no puedo hacer más.

El conductor cierra el maletero. Coged uno grande, sale todas las noches. Es el que va a París.

El conductor monta en el coche y se aleja. Los niños miran a los aviones que aterrizan. Ali, ¿qué pasa? Adu, no quiero subir ahí.

Ali, ¿por qué? Es solo ruido. Adu, no, no es solo ruido.

Ali, ¿y qué quieres hacer? Adu. No lo sé.

Ali baja de la valla. Adu, ¿qué haces? Ali, irme. ¿Qué vas a hacer?

¿Volver a la aldea? Adu, no. De noche, un avión espera en la pista.

Los niños se acercan a él. Cuando no hay nadie corren hacia el tren de aterrizaje. Se acuclillan junto a las ruedas. Ali levanta a Adu y le introduce por la abertura del tren de aterrizaje.

Luego ella trepa también a la plataforma. Un técnico se aproxima por la pista, introduce una linterna e inspecciona la plataforma. Los hermanos se esconden.

Los técnicos se alejan y el avión se pone en marcha. ¡Ahhh! Vega, la plataforma Vigra. Las ruedas se retraen y se meten en su espacio de cierre.

La plataforma vibra. Apenas queda espacio entre la pared y las ruedas, los niños se sientan en el suelo. Año tirita.

Adú, Ali, tengo frío. Ali, pongámonos la ropa, rápido. Saca la ropa de una mochila.

Ali, aquí tienes, cógela. Se pone en un jersey, una sudadera y un gorro de lana. No se me quita el frío.

Ali, tranquilo, Ado. Tranquilo, Ado. Ella le frota las manos. Ali, sentémonos juntos.

Así nos damos calor. Salud, salud, adiós. Ella lo acurruca en su regazo y lo cubre con una fina manta. Adú, ¿cuánto dura el viaje?

Ali, poco. Gonzalo duerme en el hotel. El reloj marca las 3 y 19 minutos de la madrugada.

Despierta y sale. Hay una fiesta en el jardín del hotel. Gonzalo va a la habitación de su hija y encuentra la cama vacía. Amanece sobre el avión donde viajan los niños.

En el espacio del tren de aterrizaje, Adú despierta y mira a su hermana que yace a su lado. Ali no responde. Ali, despierta.

Y cae pesadamente hacia un lateral. Las ruedas se despliegan para aterrizar. Y el cuerpo de Alio rueda cayendo por la abertura. Adu la ve caer. Alio atraviesa las nubes.

La mirada de Adu queda perdida en el abismo. Las ruedas de aterrizaje contactan con la pista y el humo de la goma golpea el rostro del niño. El avión aterrizó en el aeropuerto de Dakar, Senegal. El camión de...

Los técnicos se acercan al aparato. Adu se arroja al suelo. El conductor del camión le ve y se acerca a él. Oye, ¿qué haces ahí? Es una zona prohibida.

Adu se desmaya. El hombre avisa a sus compañeros que se acercan corriendo. Mientras, Gonzalo está en el hotel afeitándose.

Gonzalo entra en la habitación de su hija que está desnudándose y ve un colmillo que adorna la mesita. ¿Pero tú estás tonta o qué? ¿Qué pasa?

¿Qué coño haces ahí? Papá, es falso. Ese plástico me lo han regalado en la fiesta.

¿Qué fiesta? Pues una fiesta que había aquí en el hotel. Hay que integrarse, ¿no? ¿Te has metido algo?

¿Qué dices? Tienes los ojos rojos. Porque no he dormido.

Sandra, ¿tú tienes idea de dónde estás? ¿De por qué te han regalado eso? Sí, papá.

Y también sé que soy mayor de edad. Si de verdad lo fueras, no tendría que andar todo el día detrás de ti. ¿Pero detrás de mí desde cuándo? ¿Desde hace tres meses?

¿Seis meses? Desde que se te fue la olla. Ah, porque antes todo estaba bien, ¿no?

Escucha, conmigo no vas a hacer lo mismo que hacías con tu madre. ¿Pero tú qué sabes lo que he hecho yo con mi madre si tú no estabas? Gonzalo aparta la mirada y se va.

En Melilla un coche lleva a Mateo a su casa. Baja, el coche parte y llega Paloma, rubia de mediana edad. Mateo.

Hola, soy Paloma, abogada de CEA. Perdona, pero no sé... Es por el caso de Tatu. ¿Podemos hablar? Un momento, por favor.

Es que ese tema ya ha hecho lo que tenía. Solo son cinco minutos. Es muy importante.

Suben a casa. ¡Qué vista tan bonita! El piso era de mi abuelo. ¿Eres de aquí?

¿De Melilla? No. Yo nací en Madrid, pero soy de familia militar y siempre andaba de aquí. Yo también.

¿Sí? Y tengo muchos amigos en la Guardia Civil. Mira, Mateo, no estoy aquí para arruinar la carrera de nadie. Sé que tenéis unas presiones tremendas. El dijo cinco minutos, ¿no?

Hemos localizado a los inmigrantes que estaban con Tatu en la valla. Dicen que vosotros le golpeasteis en la cabeza con una porra. ¿No le han contado que Tatu le pegó una patada en la cabeza a mi cabo que casi le mata?

¿Estás justificando que tu cabo tenía razones para hacer lo que hizo? No estoy justificando nada. Es un hecho.

Tatu está muerto. Eso también es un hecho. ¿Sabe que nos están empezando a lanzar calviva?

¿Sangre? ¿Eces? A veces somos tres para detener a cien. Por supuesto que lo sé.

Muchos compañeros tuyos han venido a mí para que lo filtre la prensa y lo he hecho. A nadie le importa. El titular se lo lleva Tatu. Te equivocas. El titular no es Tatu.

El titular es que quien tiene que defender la ley termina matando a un inmigrante. Nosotros no hemos matado a nadie. ¿Seguro, Mateo?

Mateo va a la salida y le abre la puerta. Vamos a traer a los compañeros de Tatu para que declaren. Ella ha dicho la verdad. Ella va a irse, pero se detiene. Mateo, solo hazte una pregunta.

¿Quieres que vuelva a pasar? Se va. Mateo se apoya en la puerta, tenso. En una comisaría de Dakar, unos turistas entregan y recogen documentos.

Luego se van. Adu permanece tumbado en un banco de madera del vestíbulo. Entra un funcionario. Adu se incorpora y queda sentado en el banco.

Un joven que está en el banco de enfrente le mira. Adu repara en él, que hace aparecer una pelotita en su boca. El joven parece asombrado, la coge y la mira. Adu se interesa.

El joven cierra la mano, se toca el pecho y vomita otra pelotita. Se pone contento al verla y coloca las dos pelotitas entre sus dedos. Vomita una tercera y la coloca entre los dedos también.

Adú mira interesado y sonríe. El joven le devuelve la sonrisa. Adú, ¿cómo haces eso de las bolas?

Joven, magia. Adú, ¿magia? Joven, sí.

Joven, ¿cómo te llamas? El joven se señala y dice su nombre. Azhar, ¿y tú? Adú.

Masar hace planear su mano como un avión. Masar, ilegal. ¿Y tú? Adú, ilegal.

Masar, yo, ilegal. Pasaporte falso a Bruselas. ¿Y tú? Adú queda triste. Se levanta y señala un cartel en la pared con la foto de un avión.

Ado, yo vine ahí, en la rueda. Masar, ¿dentro? ¿Solo? Se lo repite en francés.

Adú, no, con mi hermana, Alika. Adú queda triste. El joven parece comprender y mira a Adú alarmado.

Un furgón policial enrejado atraviesa la ciudad sucia y destartalada. Dentro van Adu y Masar. Masar Tose. Se detienen ante un edificio y el conductor baja. Unos guardias que llevan presos a dos chicos discuten con el de control de entrada.

Masar y Adu miran a través de los barrotes. Masar se acerca a la puerta del furgón y toquetea una chapa. La vieja chapa salta.

Bajo la chapa está el picaporte de la puerta. Masar habla a Adu. ¿Puedes correr?

Vamos. Masar abre la puerta. Adu coge su bolsa y salen.

Se ocultan tras un coche abandonado. Los policías siguen discutiendo. Unos niños gritan tras unas rejas. Masar les pide callar. Masar se aleja corriendo con Adú.

Corren entre unas ruinas y saltan una valla donde han escrito Libertad para Casamans. Masar ayuda al niño y llegan a otra calle por la que se alejan corriendo. Gonzalo y Sandra suben unas escaleras mugrientas llenas de gente, sobre todo mujeres y niños.

Llegan a un balcón corrido que da a los tejados de hojalata de unas chabolas. El balcón sirve de pasillo a las habitaciones del hospital y está lleno de gente tumbada en el suelo esperando ser atendida. La cara de Gonzalo esboza un rictus de entrepena y asco. Sandra le sigue con aspecto de turista juvenil europea. Se quita las gafas de sol para ver a los niños que lloran.

Se introducen en los pasillos interiores y saludan a una doctora amiga. Carmen. ¿Qué tal? ¿Cómo estás?

Bien. Te presento a mi hija, Sandra. Hola. Encantada.

Tu padre habla mucho de ti. ¿Ah, sí? Sí. Cosas buenas. ¿Verdad, Carmen?

Bueno, yo tengo cosas que hacer. Vuelvo en dos horas. ¿No tomas un café?

No, a la vuelta. Tú hazle caso a Carmen, ¿eh? Es la tía más lista que conozco. Él se va. ¿En qué brazo me vas a pinchar?

¿Derecho o izquierdo? No, primero vamos a hablar un poco. Vale. ¿Te apetece un café? ¿No hay que estar en ayunas?

No, no hace falta. Toman café. Así que vas a pasar una temporada con tu padre. Hasta verano. ¿Qué tal?

¿El qué? África muy padre. Oye, que no sé qué te habrá contado, pero...

Yo no tengo ningún problema con las drogas. No. No.

Tuve un incidente, pero se arregló. Pero casi terminas en la cárcel. ¿Eso te ha dicho? A ver, he consumido porros y cristal, pero eso no crea adicción. Bueno, tú eres médico, lo sabes, ¿no?

Y de cocaína nada. ¿Vosotros folláis? ¿Qué?

Que si folláis, para saber, para hacerme una idea en qué momento habláis de mí. Tuvimos una historia, sí, pero de eso ya hace tiempo. Joder, ¿no sabía que mi padre llevaba tanto tiempo viniendo a Camerún?

Tú no sabes mucho de tu padre, ¿verdad? O sea que tú debes ser la siguiente a... eh... Brigitte, ¿no? Sandra se levanta de la mesa.

Es que se le da genial, se le da de puta madre eso de llevarse bien con sus ex. Con mi madre también se lleva de puta madre, ¿eh? Y eso que la dejó cuando yo tenía como seis años. Que yo al principio no lo entendía, decía, joder, ¿qué capacidad tiene este señor de cagarla y de llevarse bien con ellas?

Y es que él se lleva muy bien con ellas y con los elefantes. Tu padre es un buen hombre, Sandra. Mi padre es un cínico.

No. ¿Cuánto dinero da para esta clínica? ¿Y qué tiene que ver eso con el cinismo? Bueno, tú sabes que lleva 15 años sin pisar España porque tiene problemas con Hacienda.

Ojalá. Todos los evasores se gastaron su dinero en causas humanitarias, ¿no? ¿Sabes lo que es?

Es muy buen comprador. Los tiene a todas compradas. Ya.

A todas menos a ti. ¿Sí? ¿Por qué tú eres muy lista?

No, porque no me lo creo. Le veo el truco. Un sanitario. Nos hemos dejado preparados para la noche.

Perfecto. Vamos al pinchefo. Ayer me metí un par de rayas, ¿vale? No es lo único que he consumido desde que estoy aquí. Masari y Adú hacen autostop en la carretera que va a Dakar La carretera es de tierra rojiza.

Pasan camiones pero no paran. Masar ve un aparcamiento de camiones y corren hacia allí. Conversa con los camioneros pero no aceptan.

Vuelve junto a Adu. Masar, ¿quieren dinero? Dinero. Adu, yo no tengo. Masar, lo sé, pero si queremos llegar a Marruecos, necesitamos dinero.

Adu se toca la barriga. Tengo hambre. De noche los camioneros hacen hogueras o duermen en pequeños tenderetes.

Masar se acerca y mira. espera que el último conductor suba a su cabina Comprueba que nadie le ve y se acerca. Sube a la misma cabina y cierra la puerta.

Adu duerme junto a la enorme rueda de uno de los camiones. El rezo del muecín le despierta. Masar, Masar Busca al joven Lo ve bajando de la cabina Adu le sonríe Masar le ve y le sonríe también Se le acerca Masar, tenemos dinero. Adu, ¿cómo lo has hecho? Masar, magia.

Lo agarra de la mano y echan a correr. Desayunan en un kiosco de madera. Los camiones comienzan a partir.

Ellos comen hambrientos con las manos, beben de unos cuencos. Después viajan en un microbus de línea abarrotado de gente, maletas y bolsas. Entran en Nuakchot, Mauritania, donde la gente ora en la mezquita, las mujeres van tapadas y todos portan turbante. Mazhar sale corriendo de una tienda con una bolsa en la mano.

¡Hombre! ¡Ladrón! Un hombre le persigue. Mazhar cae.

Le pega. Adu le defiende. El hombre abofetea a Adu y se lleva la bolsa robada.

Masar se incorpora con el labio ensangrentado. Adule habla. Masar, ¿estás bien?

Masar, magia. Masar saca de su bolsillo unas cápsulas de mermelada y se las da. Chocan la mano.

Se acercan al mar y se refugian en una cueva de un acantilado. Adú come la mermelada, Masar moja su dedo y se lo chupa, Adú le sonríe. En Melilla los guardias civiles ven la tele en el bar.

Habla Mateo. Miguel ¿Y qué es lo que pasó? Intentamos bajarlo de la valla para que no se hiriera más y no accedió.

Si empezamos con las contradicciones, mal. Javi Pedimos apoyo por radio y no nos lo dieron. Como nos pongamos a repartir mierda, ahí sí que nos van a crujir. Entonces. ¿Entonces qué?

Entonces nada. Aquí no ha pasado nada y punto. Van a traer testigos.

Bueno, que traigan a quien quieran. Y que digan lo que quieran, es su palabra contra la nuestra. Y el vídeo? El vídeo solo demuestra que intentamos reanimarlo, punto a pelota.

¿Sabéis qué es lo que nos va a joder de verdad? El miedo, la paranoia, la duda. Y los jueces son muy listos y van a ir a provocar. Pero si estamos firmes, aquí no hay caso. ¡Gracias!

Masar y Adú están en calzoncillos en una playa de piedras. Adú mira la espalda quemada de Masar. Adú, tu espalda.

Masar, del sol. Adú, del sol. Masar, salí de Somalia hace ya un año, caminando. Se tumban sobre las piedras. Adú, no te vas a morir, ¿verdad?

Masar, no, no me voy a morir. Adú, ¿lo prometes? Masar, lo prometo.

Miran las nubes moviéndose sobre ellos. Un avión cruza el cielo. Adú mira fijamente al cielo.

Sandra viaja en avión y mira por la ventanilla. A su lado viaja Gonzalo, que mira su tablet. ¿Sabes que los delitos fiscales prescriben a los 10 años?

Sí. Lo digo porque igual podríamos ir a España en vez de a Marruecos. Yo no tengo ningún problema en España. Tampoco en Cameruña hemos tenido que salir pitando.

No, no hemos tenido que salir pitando. He tenido un conflicto con la dirección de la reserva y he preferido apartarme. ¿Un conflicto? Ya. Pues mi carácter.

Que tú has heredado. Y que te va a traer muchos problemas. Por eso te quiero ayudar. De momento todo lo que has hecho ha sido venderme una bici por 50 pavos. Fue una donación.

Ya, lo que tú digas. Pues llevamos a convivir un tiempo, así que intentemos... No sé. Entendernos.

Entendernos. Como si fuéramos amigos. Como si fuéramos amigos.

Vale. La vieja bici de Ali viaja sobre la vaca de un todoterreno. El todoterreno se detiene ante el portón de una casa ajardinada. En él viajan Sandra y Gonzalo.

Un sirviente les abre y entran en la casa. Es una mansión estilo marroquí. Una señora conchilada les recibe. Un sirviente y la señora descargan y meten las maletas. Joder.

Casoplón, ¿no? No está mal. En una pared hay fotos de un elefante y de Gonzalo junto a un guardabosques con rifle. Ese de ahí es Jerome Neto. Lo mataron en Gorongoro, en Tanzania.

Al furtivo que lo hizo le habían pagado 25 dólares por unos colmillos. Tu habitación era la primera subiendo las escaleras, ahora te subes a mirar las maletas. Vale.

Ah, espera. Le da una cajita. Es un test para drogas.

Contiene tiras de orina, como los de la diabetes. Un test. Me lo recomendó Carmen, así no te tiene que pinchar.

Pero no íbamos a ser amigos. Bueno, eso es lo que hacen los amigos, preocuparse. Ella esboza una leve sonrisa.

¿La hora de mañana es? Basar pide dinero haciendo malabares en un semáforo. Mientras Adu y otros niños limpian el parabrisas de los coches.

Ado se queda sin agua y va con un barreño hasta un depósito de plástico sobre una plataforma alta. Se coloca el barreño en la cabeza y recoge el agua que se escapa del depósito. Un conductor de taxi observa a Adu.

Acerca su coche y lo detiene junto al niño. Conductor, ¿quieres dinero? Adú, estoy lavando, allí. Adú señala el semáforo. Conductor, chocolate, comida, para ti.

Adú, ¿para mí? Adú se le acerca y el hombre abre la puerta. Conductor, deja eso.

Vamos, sube. Adú deja el barreño y mira hacia Masar, que está con sus malabares. Conductor, vamos, sube.

Adú, ¿la magia? Conductor, sí, magia. Conductor, vamos, vamos, vamos. Adú mira otra vez a Masar, que continúa con sus malabares. Adú monta y el hombre le da chocolate.

Luego arranca y se aleja. Masar mira hacia el depósito y no ve a Adu. El conductor ha parado el taxi en un callejón estrecho y habla con Adu.

Conductor, ¿está bueno? ¿Quieres jugar? Vamos a jugar. El hombre le acaricia el pecho y la barbilla. Adu abre la puerta, pero esta choca contra la pared.

No puede salir y el hombre tira de él. Masar mira preocupado y Adu grita dentro del taxi. Masar le ve y corre hacia el taxi.

Lo abre y patea al conductor. El hombre sale y pelean. Masar coge una piedra y le golpea.

El hombre queda inconsciente. Masar se levanta y saca a Adu, que antes de salir recoge el dinero. Masar lo agarra y se aleja con el niño. De noche han encendido un fuego en la cueva del acantilado de la playa.

Adu canta y baila. Adu se tira al suelo, feliz. Masar le mira serio. Masar, no vuelvas a hacerlo. Adú, pero tú lo haces.

Masar, es diferente. Adú, ¿por qué? Masar, eres un niño. Adú, yo también quería hacer magia.

En Somalia me hacían bailar, me maquillaban como a una chica. ¿Adu, por qué? ¿Por qué? Masar, por placer.

¿Adu, qué es placer? Come. Más. Masar le mira abatido y le alarga una salchicha. Al día siguiente avanzan por un desierto de arena amarillenta salpicada de oscuros picos rocosos.

Van en el techo de una camioneta, vestidos al estilo mauritano con turbantes y túnicas. Los laterales de la camioneta están atestados de sacos y fardos. Adu dormita apoyado en basar que tose levemente.

En la valla de Melilla la Guardia Civil organiza las colas de personas cargadas con fardos. Hay al menos cinco vallas que separan varias colas de personas, algunas con fardos gigantescos y otras sin ellos. Por otro pasillo llegan caminando migrantes sin equipaje que entran y muestran sus documentos a un guardia civil. Junto a él se encuentra Paloma, la abogada.

Por otro lado está la entrada de personas que llegan en vehículos, algunos cargando enormes fardos. Javi, uno de los guardias civiles, ve a Paloma montar a los migrantes en un coche y partir con ellos. Javi queda preocupado. Mientras Mateo está en su casa mirando noticias en internet sobre revueltas en el Congo. Más de 42 muertos en una manifestación.

Vibra su móvil. En una discoteca, Sandra se besa con dos chicos a la vez. Gonzalo tira de ella.

Eh, eh, eh, eh, ¿qué estás haciendo? Golpea a uno de los chicos. Mira, mira. ¡No me toques!

¡No me toques! Sandra. Déjame en paz.

Sandra, escúchame. Este sitio está lleno de traficantes. ¡Me da igual! ¿Y tú de qué vas? ¿De guiri tonta?

¿De guiri tonta por qué? Si yo lo único que estaba haciendo era bailar. A lo que menos se viene aquí es a bailar. ¿Y a ti qué más te da si yo estoy bailando, fumando o follando?

¿Pero tú qué te crees? ¿Que para ser un buen padre lo único que tienes que hacer es pagarme un abogado y hacerme mear en una tirita? Venga, sube al coche, nos vamos a casa.

Esa no es mi casa. Ella se va con la bici. Él arranca el coche y va tras ella.

A la mañana siguiente, Gonzalo desayuna viendo en su tablet imágenes de cazadores furtivos de elefantes. Entra Sandra y se sirve un té. Buenos días. Buenos días.

Tengo que ir a Nador en una semana para una entrevista. ¿Una entrevista? Sí, igual me voy a Mozambique a trabajar en un parque natural.

Te dejaré en Melilla para que cojas un avión a Madrid. He llamado a tu madre esta mañana y se lo he dicho. ¿Ah, sí?

¿Ya está? ¿Así de fácil? Tú tienes razón.

Eres mayor de edad. Lo nuestro no se arregla con un abogado y más tiritas. No, a ver, yo no...

lo que quería decir... Sé perfectamente lo que querías decir, Sandra. Y lo más probable es que tengas razón.

Pero yo no puedo hacer más. O peor, no sé hacer más. Eso es triste. Triste.

Que no sepas hacer más. Lo he intentado, Sandra, de verdad. Lo he intentado, que nos aceptemos, que nos entendamos como un amigo.

Ya, pero es que tú no eres mi amigo. Tú eres mi padre. Mateo se termina de vestir su uniforme de guardia civil. Se mira en el espejo del baño y luego llega al Palacio de Justicia de Melilla donde la recibe la abogada de los guardias civiles.

Suben a la sala a cuya puerta esperan los otros guardias civiles del grupo. Mateo mira hacia atrás y ve a Paloma junto al grupo de migrantes testigos de la acusación. Paloma cruza su mirada con él. Imágenes de la valla, desierta a esta hora de la mañana.

El plano se abre hacia Marruecos y muestra al fondo el monte Gurubú, en cuyos bosques acampa una masa de migrantes esperando su oportunidad. En ese momento llega Masar trayendo a Adu de la mano. Masar mira alrededor. Un campo de tiendas de campaña hechas con plásticos que el viento ha roto en jirones.

Algunos han encendido pequeñas hogueras y se calientan con ellas. De noche Masar y Adu se han metido en una de las tiendas ya abandonada. Masar tose.

Descarga una tormenta. La lluvia golpea plástico, ropas tendidas y cacharros. Unos migrantes vuelven vapuleados de la valla.

Masar y Adú los miran. Adú, ¿cuándo nos tocará a nosotros? ¿Qué pasa aquí? Masar, para saltar la valla hay que esperar.

No tenemos dinero. Al día siguiente, una sanitaria atiende a Masar. Sanitaria, súbete la camiseta.

Le ausculta. ¿Desde cuándo tienes esas ampollas? Masar, desde hace meses. Sanitaria, abre la boca, por favor.

La sanitaria le baja la lengua con el depresor. Le mira con una linterna. Sanitaria, ¿y las llagas? Masar, hace unos días. Sanitaria, tienes que ir al hospital.

Masar, me pondré bien. Sanitaria, no, tienes que ir. Tu sistema inmunológico está demasiado débil.

Masar, no tengo papeles. Sanitaria, eso da igual. Es una emergencia. Tienen que hacerte análisis. Él se encoge de hombros.

Masar, no. Masar se levanta y se aleja. La joven sanitaria de la Cruz Roja queda conmovida. Recoge su bolsa y se va.

Por la noche Masar está triste, tumbado en su tienda. Cierra los ojos. Adule mira y pasa su manita sobre Masar, como acariciándole.

Fuera, las ascuas de la hoguera se están apagando. Amanece y la brisa mece los pinos. Adú despierta, Masar no está.

Corre por el campamento. Masar se ha sentado en una roca desde la que se divisa la ciudad de Melilla. Las lágrimas caen por su rostro. Adú, ¿cómo estás? Masar, hay que irse ya.

Adú, no podemos saltar la valla. Masar, no la saltaremos. Sandra está en la terraza de la casa tumbada sobre almohadones. Oye la puerta del todoterreno y se asoma.

Gonzalo está cargando el coche. Papá, ¿qué haces? ¿Por qué cargas el equipaje? Salimos de madrugada. Pero las cosas de aseo las tengo ahí.

Las he dejado sobre la cama. Ah, vale. Gonzalo carga el colmillo de elefante de Sandra y se le cae la tapa.

Parece que vio algo dentro. Espera que... El sirviente se aleje y saca del colmillo una tela en cuyo interior hay una pastilla de hachís.

En el juzgado, el juez golpea con su mazo y Miguel sonríe aliviado. Los guardias civiles se abrazan. Paloma los mira, abatida.

Mateo se gira hacia ella y ve cómo conforta a los testigos migrantes. Sandra recorre la costa empujando la bici. Mira melancólica al mar.

Masar y Adú bajan la montaña portando dos neumáticos. Gonzalo fuma pensativo en la terraza. Masar y Adú están ante el agua.

Adú abre una tableta de chocolate, mira a Masar y este asiente. Adú sonríe y come un trozo. Masar come otro mirando hacia la costa melillense, delimitada por una vallita que llega al mar. Deben cruzar una bahía y al otro lado estarán en Melilla. El sol se está ocultando tras la montaña.

Masar ata con cuerda los neumáticos. Masar, vamos. Se meten en el agua, cada uno con un neumático en la cintura y ambos unidos con la cuerda. Adú, está helada.

Avanzan hacia el otro lado de la bahía. Anocheció y las luces de la ciudad ya están encendidas. En el bar, Javi y Miguel llenan copas de vino con sus amigos.

¿Te lo dije o no te lo dije? Dime la frase. No hay caso. No hay caso, Javi. ¿Qué es Mateo?

¿Te lo dije o no te lo dije? No hay caso, cojones. Eh, eh, eh, que conste que lo que ha pasado es una puta desgracia.

Sí, también os digo que nosotros lo hemos pasado muy mal. Venga, cojones, por la justicia. ¡Por la justicia! Javi Miguel Uba, una justicia que, por cierto, parece que no convence a los mandos.

No, es que me envían para Málaga. No, como si yo fuese sospechoso de algo, ¿no? La puta prensa, Miguel. La puta prensa, sí, la puta prensa.

Pero mira, ¿sabes qué? Que les den por el culo. Yo estoy feliz. y contento porque mis compañeros javi mateos sigan el servicio mateo sale a la calle y se enciende un pitillo Miguel sale después.

¿Tienes un petillo? Le da uno liado a mano. Hay alguno hecho.

Gracias. ¿No tomas nada? Hice mi turno a las diez.

Fue preso político. ¿Qué? Tatu.

Fue preso político en el Congo. Lo condenaron por protestar contra un censo que organizó el gobierno. ¿Y dónde leíste eso? Internet.

Periódicos, blogs... Lo estoy informando y todo eso, ¿no? ¿Tú sabes cuál es el problema en África, Mateo?

Que todos se van. Maestros, políticos, enfermeros... Y si todos se van, ¿quién cojones arregla aquello?

Mira, mi abuelo, que era muy rojo, siempre decía que si Francio hubiese levantado una valla en los Pirineos, Franco no hubiera muerto en la cama. ¿A que no? Son cosas distintas. No, amigo mío, no son cosas distintas. Cuando los africanos ven a Sabaya, ellos creen que les dicen no sois bienvenidos, esto es un territorio prohibido para vosotros.

¿Entonces lo que significa eso de verdad? ¿Lo que dice Sabaya de verdad? Arreglad vuestros problemas. Arreglad vuestros problemas. Miguel vuelve al bar.

Masar y Adú siguen cruzando la bahía. Adú, ¿giramos aquí? Mazhar, no, más lejos o nos verán.

Adú, me duelen las piernas, tengo frío. Mazhar, no te pares, sigue nadando. Mazhar, vamos, estamos cerca, un último esfuerzo.

La cuerda se ha desatado. Adú, Mazhar. ¡Mazhar! Masar, Adú, Adú, aquí.

Masar, estoy aquí. Adu, ¿dónde estás? ¿Dónde estás?

Estoy aquí. Por favor. ¡Masar!

¡Vaya! ¡Vaya! ¡Masar!

¡Vaya! ¡Vaya! ¡Vaya! Adú llega a unos metros de la costa donde hay un remanso.

Masarlo ha perdido y se desespera. Adú tiembla dentro de su neumático. Masar intenta ver en la oscuridad. Hadou es empujado por las olas y queda inconsciente sobre su neumático.

Una boya parpadea a unos metros. Es una lancha de la Guardia Civil en la que está Mateo. Unas manos agarran al niño y lo izan a bordo de la lancha. Sí, sí. ¡Vale, ven!

Voy, voy. Lo arropan con manta isotérmica. Ya está, muy bien, campeón. This is your friend. ¿Estás bien?

¿Estás bien? ¿Estás bien? ¿Estás bien? ¡Voy a ver! ¡Voy a ver!

¡Voy a ver! ¡Voy a ver! Masar lo abraza.

Adú ríe. Amanece cuando llegan al puerto de Melilla. Atracan en el muelle de la Guardia Civil.

Bajan envueltos en sus mantas isotérmicas. Las recibe la policía. Buenos días, buenos días.

Ado y Masar, ¿no? Bien, vamos. Mateo les despide.

¡Buenos días! Los montan en el coche patrulla. Mateo les mira con dulzura.

El todoterreno llega a la valla de Melilla. Sobre la vaca viaja la bici de Ali. Sandra sale del coche y mira la cola de gente que espera pasar. Saca su bolsa y su maleta. Gonzalo ha bajado la bici y se la acerca.

Bueno, pues hasta aquí llego yo. Pues tampoco te vendría mal pasar una temporadita en España. Si tú me lo pides. Pero me lo tienes que pedir. Ella le abraza largamente.

Si necesitas algo de mí, lo que sea, llámame. Vale. Sandra va a la cola de entrada. ¡Sandra! Ella se detiene.

Llámame. Sí. Ella continúa hasta la cola. Gonzalo vuelve al coche. Un policía se acerca a Sandra.

¿Me acompaña, por favor? Sí. Sí. Gracias.

El policía la ayuda con la bici. La introduce en una oficina con una guardia civil. ¿Quieres algo?

Puede dejar las maletas con lo que sea, por favor. La guardia civil se pone guantes de látex. ¿De dónde viene?

De cerca, de Tetuán. La bici la compro allí. No, en Camerún. Me la regalaron en Camerún. ¿Camerún?

Sí, pasé ya un tiempo. ¿Sola? No, no, con mi padre. Revisa la bolsa de Sandra.

Sandra parece tensa. La Guardia Civil saca una chaqueta y la palpa. Después saca el colmillo de elefante. Es falso. Lo compré en un mercadillo de Yaoundé, que allí los venden muchísimo.

Ya. Comprueba que está hueco. Le quita la tapa.

Se me habrá caído de la mochila, no sé. Aparece la tela que sacó Gonzalo. ¡José!

Entra el compañero y le muestra lo que encontró dentro del colmillo. Sandra baja la cabeza. La Guardia Civil abre la tela. Solo hay un pañuelo doblado.

Sandra parece extrañada. La Guardia Civil despliega el pañuelo. No hay nada.

Lo muestra a Sandra Inquisitiva. Con ojos humedecidos, Sandra responde. Es de mi padre. Que...

Que tiene un aneje de elefantes. El todoterreno vuelve a la casa de Marruecos. La carretera costera serpentea sobre montes que bordean el mar. Conecta el Manos Libres. ¿Sí?

¿Papá? Está todo bien. A Sandra le cuesta hablar. A Sandra está todo bien. La emoción le impide hablar.

Sí. Sí. ¿Seguro?

Seguro. Alegro, hijo. Sandra rompe a llorar.

El coche patrulla lleva a Duy a Masar que miran encantados todo lo que aparece tras las ventanillas. El coche patrulla pasa ante Sandra y Masar la mira por un momento. El coche se detiene ante la entrada a Melilla.

Él es Mazhar. Sal del coche. ¿Qué pasa? ¿Qué es que se pasa?

¿Por qué hay mucha red? No me estás oyendo. Te estoy diciendo que bajes del coche.

We're going to the center, the menores. El policía agarra a Mazhar. ¿Por qué te quedas aquí? ¡Mazhar! ¡Mazhar!

¡Masal! ¡Masal! ¡Masal!

¡Masal! ¡Masal! ¡Masal! ¡Masal!

¡Masal! ¡Masal! ¡Masal!

Se lo llevan entre dos policías. Se zaza y grita hacia Adur. ¡Masal!

¡Masal! ¡Masal! ¡La!

¡A la! Finalmente se llevan a amasar a rastras. Ado duerme en el centro de menores.

Despierta y mira alrededor. Está en un cuarto con varias camas litera. Se levanta y baja de la litera.

Camina por el pasillo entre las camas. Sale del edificio y llega al control de entrada. Varios chicos entran y salen del centro.

Uno limpia los cristales de un coche, otro esnifa el aire de una bolsa. En la pared de un muro hay una frase contra el racismo. Hay venta ambulante por todas partes y gente europea y africana entremezclada. Coche patrulla recorre la valla y un helicóptero la sobrevuela.

Un titular aparece en pantalla. En 2018 más de 70 millones de personas abandonaron su hogar en busca de un mundo mejor. La mitad de ellos eran niños. La imagen de la valla ocupa toda la pantalla.