Doy la bienvenida a Miguel Anxo Bastos, profesor de Ciencias Políticas. Va a hablar de las críticas al pacto capitalista. Bien, buenas tardes. Me invitaron aquí muy amablemente a venir y dije, ¿de qué puedo hablar yo? Vamos a hablar de valores viejos.
Como decían los galleguistas antiguos, decían, ideas de ayer que valen para hoy. Los viejos valores del trabajo y del ahorro. Y cómo se están discutiendo el día de hoy.
A ver. El capitalismo a día de hoy no tiene rival. Eso puede ser bueno o es malo, pero no tiene rival en el sentido de que desde la caída del muro no hay una alternativa. Yo me dedico a leer los tratados, me dedico a leer los libros, a ver qué hacen yo los pensadores de izquierda, a ver qué están pensando, qué modelos tienen.
A día de hoy no hay nada, no hay ninguna alternativa al capitalismo. Formulada como tal, de forma completa. Hasta los años 90 podíamos decir que había un sistema que los enemigos o los rivales del capitalismo podían mostrar. Tenemos esto, tenemos lo otro, aquí se funciona así, así funciona... allá y se discutía si era mejor o peor un sistema u otro.
A día de hoy no lo hay. Cuando yo veo al Partido Comunista de China proclamando las virtudes del libre comercio, como fue el otro día, cuando veo a la vicepresidenta de la República, cuando veo a la vicepresidenta presidente del gobierno, diciendo también, alabando a las ventajas del libre cambio, digo, aquí no hay alternativa. Lo que hay son alternativas parciales, puede haber algún tipo de cambio en un sistema, podemos establecer modelos, por ejemplo, de decrecimiento, podemos establecer el parecón, como hizo Michel Albert, podemos establecer esquemas de socialismo de mercado, lo que sea, pero digamos que no hay una alternativa. De hecho, la lucha de bloques a nivel mundial ya no es una lucha económica, es una lucha, pues, los rusos por un lado, los chinos por el otro, los occidentales por el otro, pero no hay una alternativa. alternativa económica.
Ninguna de ellas se formula como una alternativa total. Entonces, digo, ¿qué pasa aquí? ¿A qué se dedican ahora, entonces?
Ya no se ataca el sistema capitalista, sino que se empiezan a atacar los valores que fundan el sistema, lo cual es mucho más astuto. Lo que pasa es que, de momento, no ofrecen una alternativa distinta. Dicen, vamos a acabar con el capitalismo, pero queremos construir esto.
No dicen lo que quieren construir. Porque si uno lee, por ejemplo, los pensadores decrecentistas, que para mí son los más interesantes de las nuevas ideas que hay, ve que hasta incluso para llegar al decrecimiento hay que usar métodos capitalistas. No se pueden usar métodos de planificación central para planificar el decrecimiento.
Tienen que usar métodos capitalistas, reducir el consumo, la vida simple, la lentitud, como el famoso libro de Carlos Noré. Queremos un mundo distinto, pero no ofrece una alternativa distinta, sino que es un capitalismo como más reducido. reducido también, como menos gastador o con menos consumidor de recursos, pero no es una alternativa distinta.
Entonces, ¿a qué se dedican entonces? Dije yo, hay que estar con esta gente que está haciendo. Y veo que se está dando una batalla cultural, una guerra cultural, y ahí la ganaron, ahí la ganaron, y por culpa nuestra. Ahí la ganaron.
Otros profesores en este foro hablarán de guerras culturales, sobre otros temas, sobre los valores, las identidades de género, el feminismo, el medio ambiente, las identidades sexuales, etc. Y ahí hay guerra cultural. Pero lo que les voy a decir yo, no hay guerra cultural. Ya ganaron ellos la batalla. La ganaron por incomparecencia.
Por incomparecencia nuestra. Porque también nos volvimos vagos. Vagos a la hora de defender nuestras ideas y nuestros principios. ¿Y en qué consiste esa lucha cultural que yo entiendo que ya prácticamente perdimos? Una lucha que ataca, repito, los valores que sustentan el capitalismo, los valores que hacen próspero el capitalismo, los valores que lo hicieron triunfar y lo sustituyen por valores distintos que...
que a medio plazo acabarán literalmente haciendo implosionar al capitalismo precisamente por esto, por falta de una coraza intelectual, de una coraza de valores que lo sustente. Y me refiero a dos cosas, al trabajo duro y al ahorro. Y no es un argumento para aplaudir, es un argumento para reflexionar. ¿Y por qué lo digo?
Veamos el caso del trabajo, por ejemplo. El trabajo históricamente fue una virtud. Siempre se veía como buena.
que la gente era trabajadora. Ustedes ven los teóricos ya yendo tan atrás como el mercantilismo, se veía el trabajo como una cosa muy buena, como una virtud que había que aprender, que era bueno que los jóvenes aprendieran de jóvenes los valores del trabajo. del esfuerzo, del sacrificio, etc. Aquellos libros del padre Guzmán, los bienes del honesto trabajo, un libro del siglo XVII. Si lo leen allí, ve cómo ya criticaba el vicio de la gente, que pasaban toda la tarde de fiesta, que había que trabajar, etc.
Ustedes ven los libros, yo voy a presentar un caso español, pero ven los libros del siglo XIX o XVIII, Benjamin Franklin, por ejemplo. En español se tradujo como el libro del hombre de bien, el almanaque del Puch Richard. Se tradujo fundamentalmente.
Se enseña la frugalidad, se enseña el trabajo, se enseña a las personas a esforzarse, a mejorar, a trabajar, etc. Y era un valor que había que enseñar y que los niños y las niñas tenían que aprender de sus padres. Y tenían que ver cómo trabajaban y era bueno que cogieran hábitos de trabajo, de disciplina, de responsabilidad. Es un valor... que ya se olvida también.
Ahora las culpas son todas. Lo ven en la política. No, la culpa es del señor que está en la conserjería. Un jefe de antes. No, fui yo.
El jefe soy yo. Ya me entenderé yo con los subordinados. Pero la culpa es mía. no se le echen al superordinador, fue mía.
Y esa responsabilidad se pierde. Si no las hago yo, no las hace nadie. Y tengo yo que cumplir que las cosas se hagan bien.
Y soy yo el responsable de hacerlo. Y eso se está perdiendo también. Los evaluadores enseñaban antes.
Con el ejemplo... En la educación, en la vida religiosa, etc. Se enseñaban una serie de principios que funcionaban así, de ser trabajador, etc. Y era una virtud.
Por ejemplo, leemos al viejo Samuel Smiles. Cuidado, hubo un tiempo que en España se traducían los libros de Samuel Smiles. Por ejemplo, vida y trabajo, ahorro, el carácter, todos los libros que están en el... Ahora se traducen de nuevo, pero como manuales de autoayuda, los diluyen.
No, él estaba diciendo que no es una cosa de autoayuda, es una cosa de educar a la sociedad. El viejo Samuel Smiles fue un reformista que quería mejorar los hábitos y los valores de los trabajadores. No de los ricos, los ricos muchas veces son valores ya, por lo que sea, porque son intuitivos o porque los hacían, ya los tienen.
Se trata de educar a la clase trabajadora. Y lo consiguió. Bancos de peniques, después hablaremos de ellos, ¿no?
Pero los libros de Smiles se traducían, se traducían en España. Y de hecho aún los encuentran, si van a cualquier librería de viajes los encuentran. Porque hubo un tiempo en España en que esos libros tenían tirada masiva.
Hoy no. Mire cuántos liberales tenemos aquí en esta sala. Cuánto público hay. Liberales libertarios. ¿Y dónde está su obra?
Estamos a racanear, a descansar, al dolce farniente, a disfrutar del carpe diem. No hay que salvar España, hay que salvarnos a nosotros, que es distinto. Empezar por ahí.
Y si se salvan ustedes, no tengan duda que España se salva. España son los españoles, no es un ser que es distinto de usted. Vale, entonces yo veía que esos libros antes se vendían, ¿por qué no se venden esos libros? Yo estuve revisando la biografía, yo no valgo para mucha cosa, no valgo para nada, soy bastante... inútil y torpón.
Pero para buscar libros raros, sí. Para buscar cosas raras y libros y teorías extrañas, eso siempre se me dio bien. Más o menos sé cómo se hace.
Y ahí no soy tan... Entonces, esas ideas estuve rebuscando. Y mira que yo cuando me pongo a buscar, rebusco. No hay nada.
Nada. Nada sobre el trabajo desde entonces. Aquellos libros de Smite o el del viejo...
Orison Martin, ¿no? Le traen como una vida optimista, lo traducen ahora como una vida optimista. Antes era un libro para enseñarles las virtudes de la vida del trabajo a la juventud.
Ese era como el título original del libro, ahora le llaman una vida optimista. Entonces, se quiere eludir la palabra trabajo de cualquier tipo de discurso. Entonces, ¿qué pasó aquí?
Vemos que en una época se producen muchos libros, que se educa a la gente. Si hay aquellas novelas en España, en cambio, tan pocas no llegaron. Horacio Alguer, por ejemplo.
Los libros que educaron a muchos norteamericanos aquí no se tradujeron, no sé por qué, pero los libros de Horacio Valque eran libros de niños que en circunstancias muy difíciles o de jóvenes eran capaces de salir adelante. ¿Y cómo salían adelante? Trabajando.
...bajando, y eso era el modelo que se le planteaban a los niños. Este niño tuvo una infancia difícil, ahora está en una situación delicada, ¿cómo sale? Y ves que el niño va, se esfuerza, aprende el niño ya, bueno, no es un niño, obviamente, pero son... que se esfuerza, que sale para adelante, y al final acaba saliendo para adelante. Eran modelos para los jóvenes, de cómo una persona puede superar la adversidad trabajando y llevando para adelante.
Entonces, esa es la... Aquí en España había el Padre Francis Finn, que lo tradujeron más porque el Padre Francis Finn era católico, también pone modelos semejantes. Pero ahora que lo estuve buscando no hay nada de él, ni de los autores que eran como él.
Quedan libros que tuvieron mucho éxito en mucho tiempo, pero que contribuyeron a formar el carácter de muchas generaciones de americanos o de personas del mundo glosajón. Este tipo de libros aquí no los tuvimos. Pero aún así el valor del trabajo, por lo menos estaba bien visto. Pero ¿qué pasa cuando empieza a degradarse esto?
¿Cuándo empieza a atacarse el trabajo? Yo creo que empieza básicamente con las ideas socialistas. Pero cuidado, el marxismo en principio no estaba en contra del trabajo, estaba en contra del trabajo capitalista, que es muy distinto.
Pero en principio veía que el trabajo había que hacerlo en condiciones socialistas. Si estuviéramos en manos de una empresa socialista o hubiera una economía socialista, esos problemas se acabarían. Pero cuidado, ya empieza con los elementos de ataque. Primero, la explotación, la purvalía. No, es plusvalor.
Son palabras que todos ustedes aceptan, sin cuestionarlas. Vamos a ver, ¿hay plusvalor en el trabajo? Yo creo que no. Honradamente, no sé si usted quiere explicarlo, pero yo creo que honradamente que no. Pero bueno, si usted va a trabajar, lo van a explotar.
Porque el patrón le quita una parte de su trabajo vivo y se lo apropia con puro valor. Ya empezamos mal, pasamos de que el trabajo era armónico, esto es, si yo trabajo en una empresa, y trabajo bien y duro, a mí, al patrón le va bien, pero a mí también. Es una situación armónica, y si a la empresa le va bien...
A mí también me va bien, porque es más probable que pueda conservar el puesto de trabajo, es más probable que pueda ganar algún tipo de ascenso, es más probable que no me despidan, es más probable que me suban el sueldo. Desde luego, si la empresa va mal, mal vamos. O sea, yo tengo un interés compartido con esto. Y se transforma en una visión dialéctica del mundo.
El patrón me roba, el patrón me explota. Yo empecé, ya empezamos mal. Dos, de la explotación. ¿Quién va a trabajar para que le roben? ¿Quién va de buen gusto a trabajar, a mejorar, a esforzarse o a formarse para que le roben?
Entonces ya vas de mala gana al trabajo, ¿no? ¿Quién va, como lo escuché a un señor argentino, a laburar para el rico? Yo no quiero laburar para el rico. Lo escuché en una entrevista, me hizo gracia la frase.
Yo no quiero laburar para el rico. Ah, damos, bien. Entonces yo no trabajo, porque es para que hacer lo más rico al rico, ¿no? Para que me robe el rico.
No. Si empezamos así, ¿quién va a trabajar de buena gana? Entonces la explotación, repito, con el sistema marxista, decía que en una sociedad socialista no se aboliría el trabajo, porque si de otra forma, de entrada ya degrada el trabajo aquí. Dos, es alienante. Aliena.
No, no controlamos el producto final, no es el trabajo, no controlamos los procesos de producción. ¿Qué sistema económico los controla? Estás heterodominado, ¿no?
Estás dominado por los demás, haces lo que hacen otros, pierdes... Vamos a ver, como si el trabajo preindustrial o el trabajo en el ámbito socialista fuera un trabajo especialmente no alineante. hacen lo mismo.
En un sistema preindustrial estabas dominado por el tiempo, en el sentido de que el día te condicionaba la jornada, el clima te condicionaba la jornada, dependías en vez de un patrón malo y explotador, dependías de que no lloviera. Por ejemplo, menuda no alienación y el producto final lo controlabas tú. O tenías que venderlo o producirlo, etc. Entonces, no acabo de ver dónde está lo alienante del trabajo.
Pero bueno, es un concepto que se usa mucho. Nadie me... Que me lo defina muy bien, que consiste en eso de la alienación, pero supuestamente tú vas a trabajar alienado.
O sea, estás subordinado a una especie de ideas, a una especie de valores, a una cosa así como muy mística. Repito que no encontré bien quién me definía el concepto. Y yo que leí unos cuantos libros al respecto. No lo entiendo bien, pero...
Estás alienado. Entonces no trabajas tampoco así. Estás embrutecido.
porque el trabajo capitalista supuestamente embrutece los libros de estos de estos todos marxistas que hablan todo del trabajo está embrutecido el ser humano ya no trabaja naturalmente trabaja siguiendo el ritmo de la máquina trabaja de acuerdo con la máquina y está todo embrutecido y supuestamente los trabajos capitalistas son mucho más simples que los trabajos de antes se vuelve como una especie como aquellas películas de Charlie Chaplin etcétera, donde un cobre es como un granaje en una máquina, estás allí trabajando al ritmo de una cadena, etcétera Sí. Pero primero, el trabajo capitalista de embolteador no tiene nada. No tiene nada. El trabajo capitalista es un trabajo de cualquier trabajador, de cualquier trabajador. Es un trabajo sumamente sofisticado.
Quería meterlos yo cualquiera de ustedes en una cadena, a ver si son capaces de manejar las máquinas modernas sin instrucción, o a ver si son capaces de colocar las piezas debidamente en un auto, o son capaces de montar un computador, son capaces de montar un teléfono móvil. A ver si es tan fácil. No es tan fácil. y la mayor parte de los trabajos a día de hoy requieren una gran calificación. El viejo Matthew Crawford sacó un libro muy bueno, se llama Con la mente y con las manos.
Aquí no tuvo mucho éxito, en España tampoco. Ese libro aquí en España no sé por qué no tuvo éxito ninguno, en Estados Unidos tuvo más. Explica, la enorme inteligencia que se requiere para hacer cualquier trabajo en una sociedad moderna, cualquier trabajo.
O Mike Rose en su libro también... sobre el trabajo, diciendo, a ver, pone una camarera, una peluquera, pone trabajo, no, no, no, eso nada. Una camarera requiere una inteligencia enorme, discriminar a las personas, ver lo que quiere el cliente, acordarse de todo, tener donde gente.
saber mezclar las cosas, incluso algunas pequeñas dosis de gestión, de saber gestionar una peluquera, un electricista. Todos son trabajos que requieren de gran inteligencia mental y de gran inteligencia manual. Todos. A día de hoy, todos. Pero no, embrutece.
Embrutece. Denigran el trabajo. Pero claro, si no se embrutecen, si no roban, si no se alinean, ¿no? y los trabajos el precariado de mierda, como decía el libro de David Graeber. No todos trabajos, todos son así.
Este libro no es mal libro. A diferencia del título, es un libro bastante inteligente. En el sentido de que critica los trabajos que hacen daño a las demás personas. Pero la palabra se hizo fortuna.
Vamos a trabajar un trabajo de mierda, vamos a trabajar un trabajo alienante, a que nos roben y a que nos exploten. ¿Quién va de buena gana a trabajar? Así. Si están diciéndonos todo eso, que nos están robando tanto y nos están todo el día atacando, ¿no?
¿Quién va de buena gana a trabajar? Y si vas a trabajar... Pero eso es lo que leo todos los días en la prensa, lo leo todos los días en los medios de comunicación, lo leo en todo tipo de cosas, ¿no?
Si nos dicen eso, lo normal es que o no vayamos, o vayamos de mala gana, o intentemos, hagamos absentismo, hagamos todo tipo de cosas. ¿Cuántos libros encuentran ustedes que defiendan el trabajo? ¿O aceptan ese esquema? Todos aceptamos ese esquema.
Y ese es uno de los principales problemas que tenemos, que no hay una respuesta intelectual. Efectivamente, hacemos guerra y batallas culturales en muchos temas, pero en este, no. Y no solo eso, que las últimas etapas ya no son contra el trabajo capitalista, son contra el trabajo en sí.
Desde el yerno de Marx por la Farge, en el Derecho a la Pereza, que hablamos mucho, tuvo mucha fortuna, pues es un libro que defiende el derecho a la pereza, la vagancia, no hacer nada, muy bien, tenemos derecho a no hacer nada, muy bien. El trabajo es una cosa... cosa así, critica a los pueblos trabajadores, dice que hay pueblos malditos en la tierra que les gusta trabajar, los chinos, los pomeranios, los escoceses, los aubernos y los gallegos. Cuidado, no está diciendo que trabajen mal, dice que les gusta trabajar, y de eso doy fe, por lo menos a los gallegos de antes les gustaba.
No digo que sean más trabajadores o que produzcan mejor que los demás, ni que sea un pueblo más laborioso, sino que les gusta. Y eso lo vi yo de pequeño y lo vi yo, no solo en mi familia, lo vi yo en la gente que me rodeaba, los mayores. El problema es que Galicia es españoliza.
Es una broma, no me tomen a mal. No me lo tomen a mal. Dijo que pierden los valores que vienen de fuera y no solo de... no vienen de España.
España también, gracias a Dios, siempre esos valores también existían antes, ¿no? Esos valores ya existían antes. Pero veo que se pierden. Repito que las críticas modernas ya son críticas.
Bob Black, el anarquista famoso también. El manifiesto crisis contra el trabajo. No, el último libro de Kathy Wicks.
el problema del trabajo, que es una recompilación de toda la literatura contra el trabajo, diciendo que hay que acabar con el trabajo. No con el trabajo capitalista, sino con el trabajo. Entonces tenemos que buscar fórmulas para no tener que trabajar.
Fórmulas para no tener que trabajar. Es decir, la renta básica. Que si la herencia universal... Que tenemos un montón de fórmulas, que tenemos derecho a vivir... Entonces, si vean, gracias a Dios, no son sostenibles, porque si no, estoy seguro que ya las hubieran puesto.
Porque no hace falta trabajar, ya alguien nos mantendrá, no sé dónde va a salir ese alguien, dónde va a salir esas rentas, pero alguien nos pagará y podemos dedicarnos a vivir, a disfrutar, a realizarnos. Y por supuesto, pero se ve, y esto en qué se concreta después. Bueno, por ejemplo, ahora vemos reducción de la jornada laboral. La jornada laboral ha llevado, pues, bastantes decenios reduciéndose, ¿no?
Gracias al incremento de productividad, los bienes de capital, las máquinas, todas las formas de organización, etc., se ha reducido la jornada y la jornada más o menos se ha reducido, tanto en el costo de la jornada como en el número de vacaciones. En principio no, sin gran problema. ¿Cuál es el problema ahora?
El problema es que la reducción de la jornada hecha por decreto. Se hace, pero no diciendo vamos a incrementar la productividad, vamos a mejorar la organización, etc. Se hace...
Diciendo que el trabajo como que es malo, que vivir solo se vive fuera del trabajo, el trabajo no se vive, entonces queremos más tiempo para vivir. Entonces, se acompaña la reducción de la jornada, que es una política discutible, que se puede discutir, etcétera, pero con un ataque simultáneo al tiempo de trabajo, como el tiempo de trabajo es un tiempo de dominación, un tiempo de esclavitud, un tiempo horrible, y que fuera se está viviendo. O sea, si estoy trabajando y produciendo, no sé qué sea, un medicamento, estoy produciendo...
Un teléfono que te puse en automóvil, eso está muy mal. Si estoy en una rave party de estas que hay ahora, que duran una semana entera bailando de esas músicas que hay ahora, y viviendo, y fumando, y a lo mejor de esas porquerías que toma la gente moderna. ¿No?
Eso está muy bien. Eso está muy bien. Si estamos todos días de parranda, eso está muy bien. Es más, recuerdo que llevaban siete días, era ilegal y la policía no podía entrar. No sé si se fijan, todos los años pasa algo semejante.
Y la policía no puede entrar. Ahora, como tengo unos trabajadores que quieren, o unos jóvenes que quieren trabajar una hora más, o que quieren aprender una hora más, ya le mandan a la inspección, ya le mandan todo. ¿Y por qué? Eso es lo que critico yo, yo no critico que la gente lo pase bien en sus fiestas, en sus rabis o sus cosas. Yo soy el que haga lo que quiera.
El problema es por qué se castiga haciendo libremente lo que quiere, decide trabajar, producir, aprender, formarse, estar una hora más en el puesto de trabajo. Voy a aprender, que estas horas son oro, estas horas de aprendizaje son oro. Cuando son jóvenes, sobre todo, cuando están aprendiendo el oficio, cuando están haciendo relaciones, cuando están aprendiendo lo que es su oficio.
Eso no, no, es una explotación, hay que quitarle registros. Registros horarios implacables. Pero vamos a ver. Pero es lo que estoy diciendo yo, porque es una derrota que ya, es una batalla que ya perdimos.
Porque yo veo a la derecha, la derecha primero no planta cara en este punto, no planta cara, en otros temas puede que sí, en este tema no, planta cara, ninguna derecha, ni izquierda, ni nada, no hay gente que plante cara en este tema, no, el trabajo es bueno, no pasa nada porque la gente trabaje, vale, no pasa nada. Pero no, en vez de 37 horas, hombre, 39, un poco así. y después las flexibilizamos un poco.
Ya estás entrando en el marco, ya estás aceptando el marco, estás aceptando lo que están diciendo ellos, solo que un poquito menos. Y eso sí por necesidades industriales, no por el valor en sí. Vemos la diferencia con el pasado.
En el pasado se consideraba que era bueno, era productivo, y era bueno incluso moralmente para la persona estar aprendiendo, estar haciendo su trabajo. Y esto es la consecuencia, repito, puedo decir que la batalla está perdida, salvo que empecemos ahora así, pero yo no la veo ganada, no veo... Yo repito que estuve buscando, no hay un solo libro que defienda el trabajo a día de hoy, que lo defienda en valor positivo, diciendo, no, tiene estas virtudes, tiene estas consecuencias, se aprende, se socializa, se incrementa la autoestima, se hacen cosas útiles, ¿no? Al final, claro, está trabajando, se entiende que está trabajando, produciendo algo para los demás, está cumpliendo también con un deber social, está atendiendo a esos enfermos, está produciendo alimento, está produciendo transporte, está produciendo un montón de cosas para los demás, está haciendo algo útil. ¿Qué tiene de mal?
Pues eso yo lo veo perdido. Lo veo perdido porque aceptamos el marco. Si preguntamos por ahí, no, el trabajo, no, al reducirlo, es una cosa horrible y tal, una cosa así, no. Y es cultural, porque por ejemplo, yo veo muy difícil que desde el ministerio la vicepresidenta fuera a Singapur, fuera a Corea, fuera a Shenzhen o a Taiwán a vender esta idea.
No creo que allí tuviera mucho éxito, no creo que llevara muchos votos allí con esto. La cuestión, lo que me preocupa a mí honradamente es por qué los lleva aquí, porque yo sé que esta política es popular. Yo sé que a esa gente le gusta esto, le gusta a la gente y le gusta. Es lo que me preocupa a mí, por eso yo lo veo una batalla perdida, una batalla cultural perdida.
Y no digamos con el ahorro, que es la otra. Ahí tenemos otra virtud. La cigarra y la hormiga, todos los cuentos que se nos contaban de ahorrar y precaver y todas estas cosas para el futuro, que era bueno ahorrar, que era bueno ser frugal, que era bueno ser moderado, que era bueno reservar para el futuro, pensar, etc. cultivar el futuro, tener...
unos hábitos de disciplina, de frugalidad, etc. De no endeudarse, de no vivir por encima de las posibilidades de cada uno, sino al revés, vivir. Si tenemos mil, vivir con 950. Siempre por debajo de lo que cada uno tiene.
Reducir el crédito o el gasto futuro solo a bienes productivos, a bienes que se paguen a sí mismos. Puedo pedir un crédito para comprar una furgoneta, puedo comprar un crédito para comprar una máquina de coser, el famoso installment de la casa Singer que financiaba máquinas de coser para muchas personas que empezaban a trabajar y financiaban la máquina con crédito, pero la máquina se pagaba a sí misma. Si quiere usted tener una fiesta, un banquete o una cosa, ahorre primero y páguese después, no al revés.
Era una virtud muy extendida, el thrift. Los libros de Smiles, que también son de ahorro, que eran libros de defensa del ahorro como virtud moral. Porque a día de hoy, ¿qué encontramos? Encontramos muchos libros sobre el ahorro.
Pero son libros de cómo ahorrar, no por qué ahorrar. El de Borja Pascual, Ahorra o más, o el de Sofía Macías, que me gusta mucho, El pequeño cerdo capitalista, se llama así. Me gusta mucho ese libro.
O La duquesa frugal, de Sharon Rosenberg, que no está traducido. Pero son libros que enseñan que antes no sabían. Las amas de casa antes tenían libros de ahorro, de la cocina con sobras. ¿Quién sabe lo que es eso?
¿No? De aprovechar la comida de un día para otro, de todos los tipos de recetas de cocina que se podían hacer, de cómo remendar unas coderas o unas rodilleras, o cosas por el estilo de cómo reparar las cosas, esas cosas que se llaman ahorrar. Pero repito, los libros que hay a día de hoy, que son muy buenos, repito, hay bastantes, pero son sobre cómo ahorrar. No por qué ahorrar.
Porque desde hoy el problema es que el ahorro ya no se ve como algo bueno. Y cuidado, aquí el enemigo ya es más potente intelectualmente. Porque ya la crítica al ahorro viene incluso desde, no solo desde Estados Unidos, viene de economistas prestigiosos, por ejemplo.
El keynesianismo hizo mucho daño al respeto. Y los social-liberales también. Pensando en Hobson, por ejemplo.
Porque ellos ya empiezan, no que lo bueno es gastar, que la economía es gasto y que hay que estimular la demanda, hay que cebar la bomba, como decía Keynes. No es decir la bomba económica, hay que crear dinero y gastar y el déficit es bueno. Piense que antes, incluso en el siglo XIX...
El gobierno español, cuando dice que el español no es ahorrador o despilfarrador, cuando dice que si nos dejaran el euro nosotros, eso es falso. El español cuando se puso, se puso en... era muy serio. ¿Quién conoce a don José Echegaray? Fue ministro de Hacienda, don Raimundo Fernández Villaverde, era ministro de Hacienda en el siglo XIX.
Don José Echegaray además fue premio Nobel de Literatura y creo que debe ser el premio Nobel de Literatura menos conocido, el que menos estudió en las escuelas. Porque don José Echegaray nos hablaba del santo temor al déficit. Temor al déficit. El gobierno español no puede estar en deuda nunca.
y aquello se cumplía rajatabla y la peseta, a pesar de no estar basada en el oro, competía con el oro en cualquier sitio del mundo. ¿Dónde están aquellos españoles? ¿Dónde están?
Pues era así, y competía, y era ortodoxia estricta, el propio gobierno daba ejemplo. Si España no tiene dinero, pues no puede gastar en tal cosa, punto, ya está, no hay, ya es lo que hay, punto, no hay plata, como diría Millet, no hay plata, punto, y hay que ajustarse a lo que hay. Ahora no, llegó Keynes, no, no, tira para adelante, emite deuda, hace inflación, haz billetes, está bien, no, delix, todo tipo de cosas, no, vamos a hacer todo tipo de... Y es bueno, además, porque lo que hace la economía, este tipo de economía, es santificar el déficit, es decir, que el déficit es bueno, que es sagrado, que es bueno, que hace mucho bien a la economía, que la estimula.
Estimula, contracíclica y compensatoriamente. Como enseñaban en los libros de test. ¡Qué bien! Gasta y gasta. Venga, estimula más dinero.
Hay que inyectar la defensa, pero la defensa, pues hay que hacer defensa, pues habrá que quitar de otra parte. No, no estimula, euro, bonus. Luego que faltaba, bien, vamos para todo a crear deuda y déficit, ¿no? Bien, y es bueno, lo hacen las autoridades.
Entonces, la gente, ¿qué lección saca de ello? Si el gobernante gasta y es bueno, ¿por qué no lo voy a hacer yo? Si el gobernante vive a crédito y tira para adelante, ¿no le importa nada?
¿Por qué no lo voy a hacer yo? Si los gobernantes son así, ¿por qué no lo voy a hacer yo? Y además está respaldado por la ciencia, por la ciencia económica, que nos santifica el gasto. ¿Cómo quieren que el ahorro no sea así?
Después están los bancos centrales, los bancos centrales que cuando aparecen inundan con dinero barato. Los bancos comerciales empiezan a colocar el dinero barato y empiezan a hacer créditos al consumo. Al consumo.
La casa Ford, cuando apareció, decía, usted quiere un auto. Y este era el mecanismo. Quiere un auto Ford, muy bien, empieza a ahorrar 100 euros o 100 dólares cada mes, durante X años, y lo que ahorra más los intereses, acabo de... cuatro años, cinco o lo que sea, le damos el coche. Pero lo empieza a ahorrar hoy y le damos el coche dentro de cuatro años.
La persona que quería un coche, un bien de consumo o lo que fuera, sabía que tenía que ahorrar y había planes para comprar cosas. Había planes, quiere comprar un bien de capital. hay un plan de ahorro para que usted compre el bien.
Pero no lo tiene ya. No, compre ahora y pague mañana. Viva la Virgen. Y eso no desmoraliza, no cambia la cultura. Pero eso fueron los bancos centrales, las políticas de inflación.
La inflación es el enemigo número uno del ahorro. ¿Para qué va a ahorrar usted si se lo va a comer la inflación? Eso es lo que hace, por un lado, la economía, la teoría económica Por otro lado, los gobiernos, cuidado, después nosotros también.
Porque el enemigo número uno del capitalismo, número uno, es el consumismo. Miren lo que estoy diciendo. El consumismo. Me parezco un clérigo viejo, pero los clérigos viejos tenían mucha razón cuando hablaban.
El consumismo. Porque la gente confunde. Y eso es otra analogía.
Primero se le da el ahorro y después se le da un sustituto falso. No, hay que vivir la vida. Hay que tener el carpe diem. Hay que pasarlo bien.
Vivamos, comamos y bebamos que mañana moriremos. Que bien lo tenemos que pasar a día de hoy. Esa es la idea de pasar el tiempo.
Es el consumismo. Y si no tienes, pide un crédito. Y después pide otro crédito. Un crédito revolving.
Pidamos todo ese tipo de cosas. Muy bien. Y así... Pero esperamos, claro, entre el deterioro cultural, entre la crítica también literaria, cinematográfica de los medios de comunicación que defiende vivir la vida y pasarlo bien, porque claro, pues el ahorro se deprime, la gente deja de ahorrar, se pierden los valores que sustentan el capitalismo.
Solo están conservados algunos países del mundo, sobre todo en el sureste asiático. Entonces en esos sitios se conservan los valores. ¿Y por qué cree que crecen?
Porque son muy guapos, porque son muy listos, porque tienen estas costumbres muy arraigadas. de la frugalidad, lo que decía Harrison, Lawrence Harrison, en Quién prospera, que es muy interesante, porque esos pueblos francos tienen la disciplina y el trabajo del confuciano y la frugalidad del taoísta. Entonces, lo conjugan todo y ahí tienen. Eso lo teníamos nosotros también. No sé de quién copiamos estas cosas.
No lo sé, pero hasta aquí llegaron. Y repito que no hay nada intrínseco en el pueblo español que lo tenga por qué tener. repito que eran pueblos ejemplar.
Ustedes ven en los libros de Economía del siglo XIX, es un pueblo ejemplar, esta imagen de vividor y así. ...cierta. Y ven a sus abuelos y no era cierto eso que dicen.
Si no nos volvimos nosotros así, ¿por qué? Es como ustedes dicen, y otra batalla perdida. Porque si ustedes luchan, por ejemplo, contra estas derivas postmodernas, estas guerras culturales, aún hay debate.
Pero ustedes dicen estas cosas, se ríen de ustedes. Se ríen de ustedes, tampoco encontré ningún libro que lo defienda a día de hoy, el ahorro. Pero no que como ahorrar, sino por qué es bueno ahorrar, qué virtudes tiene la autodisciplina, el autocontrol, la persona ahorradora normalmente lleva una vida ordenada, honesta y ordenada, honesta y ordenada, honesta y aburrida.
Claro que la vida de ahorro es aburrida, claro que requiere de cierta honestidad en el trato, pero claro, parece que eso tampoco está de moda. Entonces, con esto, ya para concluir, ya me he hecho para afuera. Creo que el fallo en este aspecto, repito que es una guerra cultural no dada, no se da este combate, yo no lo veo en ninguna parte, ni en los medios de comunicación, ni en los libros, ni en los chats, ni en Instagram, ni en TikTok, no lo veo en las redes de este tipo de debates. por lo menos debatirlo un poco y ver cuáles son las consecuencias de todo esto porque yo creo que planteamos mal el tema planteamos a la defensiva digamos que los críticos atacan los principios fundamentales que rigen el capitalismo el ahorro y el trabajo, aparte de muchos otros y también las pequeñas virtudes la puntualidad la pulcritud El orden, todas las virtudes pequeñas que se decían así, la cortesía. Esto es para una conferencia entera.
Las virtudes son las que engrasan las vidas sociales, son las que nos permiten estar a cómodos en un trabajo, que nos respeten y sentirnos bien hablados, y esas cosas se pierden también en el camino. Pero claro, eso lleva a que la civilización capitalista que está fundada en eso vaya degradando. Entonces, ¿cuál es la consecuencia?
Que tampoco planteamos el problema en positivo. Planteamos en negativo, siempre resistiendo, no, repito, no, no, no vamos a ahorrar tanto. El ahorro hay que gastar, hay que consumir, hay que estimular la economía.
No, es decir, el ahorro es bueno. Es bueno, es buena virtud. Es bueno socialmente y engendra sociedades más correctas, yo creo que mucho más humanas, mucho más llevaderas. El trabajo es bueno, no es una maldición divina.
Por tanto, tiene virtudes también. Aparte de lo productivos que somos, hacemos amigos. ¿Cuántos de ustedes conocieron a sus parejas o a sus amigos en sus lugares de trabajo o de estudio? Muchos. O sea, tan malo no debe ser.
Es un sitio en el que interactúan, que hacen cosas buenas, que conocen gente, que hacen redes, etcétera, muchas cenas y así son de amigos de trabajo. ¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo eso?
Eso es lo que quiero yo enfatizar. En vez de ver lo negativo, ¿por qué no vemos un poco las virtudes viejas que nos hicieron prósperos en forma positiva? ¿Por qué no empezamos a ver...? Por lo menos recuperar, repito que no hay libros modernos, pero por lo menos recuperar, quitarle el polvo a los viejos, de estos valores, de estos principios, de sacar un poco para adelante lo mejor que tenemos.
Fue un placer hablar, ya me he echado fuera el trasto. Muchas gracias.