La historia de los pueblos indígenas en el continente americano no es simplemente un relato antiguo, aunque sí se remonta a miles de años en el pasado, sigue siendo parte de la actualidad, especialmente colombiana. La cultura indígena está presente en gran parte del territorio nacional y sus pueblos aún mantienen costumbres, tradiciones y lenguas que los acompañan desde lo que podríamos denominar en términos de humanidad. El principio de los tiempos. Son pueblos que han sobrevivido a conquistas, migraciones y el cambio continuo de un mundo que hoy se ve muy diferente a aquel con el que se toparon los conquistadores españoles al hacer tierra en América.
Los pueblos indígenas de Colombia sobrevivieron con una sorprendente combinación entre adaptabilidad y defensa de su identidad. En este siglo XXI que parece... Plantear un desarrollo tecnológico sin techo y un cambio constante en el modo de vivir, un 3.34% de la población de Colombia pertenece a pueblos originarios. En el país se mantienen vivas 65 lenguas amerindias que se agrupan en 12 familias lingüísticas y una gran diversidad de dialectos.
También afrontan serias necesidades. Denuncian que no se respetan sus derechos más básicos y sufren de manera directa las consecuencias del conflicto armado. Hoy hablaremos de algunas de estas culturas, las del pasado y las del presente. Bienvenidos a mi canal, mi nombre es Adriana Chilito, gracias por estar aquí.
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Comenzamos. Cuaiquer, Cofán, Guambiano, Camenzá, Paes, Tikuna, Tinigua, Yagua y Yaruro. Las lenguas indígenas que todavía se hablan en distintas zonas del país son en algunos casos muy conocidas por las poblaciones que conviven con estas etnias. En otros casos, son idiomas que solo han escuchado sus hablantes, quienes hace mucho tiempo han decidido emprender una vida más bien aislada.
Sea cual sea el caso, los pueblos indígenas han tenido que adaptarse a cada época en el contexto de un país que, ciertamente, ha atravesado periodos signados por los enfrentamientos y la violencia. Han debido hallar su lugar en un mapa de por sí fragmentado y conflictivo. Encontrar el equilibrio entre mantener las costumbres ancestrales y emprender un proceso de inclusión e intercambio con quienes los rodean. No existe una receta que se aplique a todos los pueblos y en el video de hoy repasaremos la historia de algunos de los principales pueblos indígenas que marcaron profundamente la historia y la identidad colombiana.
El principal punto de inflexión en lo que refiere a las comunidades indígenas estuvo marcado naturalmente por la conquista española. Cuando los primeros exploradores europeos comenzaron a recorrer lo que es ahora el territorio colombiano, Era el año 1499. En sus primeros ingresos a estas tierras, hallaron muchos pueblos dispersos y un abanico amplísimo de lenguas y costumbres. Los conquistadores tenían por objetivo fundar ciudades y gobernarlas bajo el mando de la corona española, con la idea, en paralelo, de convertir a los nativos al cristianismo.
La colonización como tal comenzó aquí. A partir de 1509, en los primeros pueblos fundados en la región del Golfo de Urabá, ya en 1525 sería el turno de la fundación más importante, la de una ciudad que se convertiría Sería no solo la más grande de la época, sino también la más antigua e influyente en tiempos de la colonia. Nos referimos a la ciudad de Santa Marta. Así se fue trazando el mapa de las distintas ciudades y circuitos de circulación para caballos y también para carruajes. El 6 de agosto de 1538 fue el turno de la fundación de Santa Fe de Bogotá.
que seguía la arquitectura urbana clásica de una típica ciudad colonial con su plaza mayor y alrededor de ella la iglesia y el cabildo. Hasta aquí podemos hacer un relato que recuerda bastante a lo que nos han contado en la escuela, o nos contaban. Una historia de conquista e instalación de un sistema colonial que cambió drásticamente el modo en que se vivía y se gestionaban las poblaciones americanas.
Ahora bien, ¿Qué hubo antes de todo ello? Y principalmente, ¿qué ocurrió con esos pueblos y de qué modo han llegado hasta nuestros días? Un largo informe confeccionado por la Universidad de Delaware de Estados Unidos destaca que al momento del desembarco español en el continente, el territorio de la actual Colombia estaba habitado por tres grandes familias lingüísticas indígenas de notable organización y desarrollo cultural.
Ellas eran la cultura chipcha, ubicada en los altiplanos y zonas frías del centro del país y en la Sierra Nevada de Santa Marta, la Caribe, localizada en el litoral del Océano Atlántico, y la Arawak, en las regiones de los ríos Amazonas, Putumayo y Caquetá. Ese puede ser un buen punto de inicio para conocerlas. La familia Chipcha, por ejemplo, se destacaba por tratarse de una cultura asentada de forma tan dispersa que no generó un único pueblo.
Era una de las culturas indígenas más numerosas en cuanto a habitantes y con mayor grado de desarrollo intelectual. Tuvo un avanzado conocimiento en las matemáticas, empleó un calendario que le permitió manejar la agricultura y celebrar las fiestas religiosas y utilizó la escritura jeroglífica. Los dos grupos principales que la integraban eran los muiscas y los tairona, pueblos con una impronta muy influyente en el territorio. Aunque...
Muchos de los elementos de estas culturas no sobrevivieron hasta nuestros días y los registros escritos fueron escasos o difíciles de descifrar. En bitácoras de exploradores europeos podemos hallar algunas pistas que hablan de su desarrollo, sus características y sus creencias. De acuerdo con el estudio Los Pueblos Indígenas de Colombia en el Umbral del Nuevo Milenio, realizado por Arango y Sánchez, Se puede trazar un mapa aproximado de estos pueblos. En la península de La Guajira, un complejo cultural, Arawak, dominaba el territorio. En la Sierra Nevada de Santa Marta, la Confederación de los Tairona agrupaba distintos pueblos de habla chipcha y sobre el litoral atlántico se asentaban numerosas comunidades caribe.
Al occidente, dominando el atrato, estaban los Tule, sobre el Darien los Cueva. Y sobre los ríos Sinú y San Jorge, una densa población senú. En la costa pacífica, los pueblos chocó estaban distribuidos a lo largo de todo el territorio, mientras que en el noroeste andino se encontraban pueblos probablemente caribe, como los Pozo, Carrapa, Nutibara y Arma. La cantidad de habitantes que había previo a la llegada de los españoles es incierta y quizás nunca se sepa con claridad. Según datos del DANE, el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, un número aproximado podría rondar los 100 millones.
Muchos menos quedaron después del avance español, con enfermedades traídas de Europa y una colonización que incluyó matanzas, hambrunas y desplazamientos. Volviendo al caso puntual de los Tairona y los Muiscas, existen evidencias que hablan de sociedades organizadas en clanes que integraban a su vez tribus bajo el mando de jefes o caciques. A su vez, la unión de estas tribus se organizaba bajo el mando de un sipa o saque, un rol que incluía funciones políticas y religiosas.
En otros informes hemos abordado algunos mitos y leyendas tanto muiscas como taironas, así como el legado que dejaron en forma de construcciones u objetos que por esos tiempos eran de uso común de los pobladores. Los muiscas vivían especialmente en las regiones de altiplanos y otras zonas frías o templadas del centro del país, por ejemplo, Cundinamarca, Boyacá y Santander. Ocupaban en total una extensión aproximada de 30.000 kilómetros cuadrados. Ciertamente eran un pueblo de grandes proporciones. Su sustento se daba principalmente por la actividad agrícola, mientras que la caza y la pesca eran tareas secundarias para su supervivencia.
Pero también estaban presentes. La alimentación que consumían era básicamente vegetariana, justamente debido a que trabajaban mucho la tierra y sus plantaciones. De sus otras actividades, se han hallado objetos que daban cuenta de que eran hábiles ceramistas y extraordinarios orfebres. Muchos se especializaban puntualmente en la elaboración de adornos personales y representaciones de dioses, animales sagrados y seres de la mitología aborigen.
A nivel cultural, los muiscas tenían una impronta religiosa muy profunda que acompañaba su vida diaria y también las historias que daban cierta dosis de magia a su cotidianidad. Como ocurre en muchas de estas culturas, Todo el panteón de divinidades estaba fuertemente influenciado por las fuerzas de la naturaleza. Aquellos fenómenos que, aunque inexplicables desde un punto de vista científico de la época, los rodeaban y hallaban en el relato sobrenatural un sentido profundo. El sol era denominado Sue, Chia era la luna, Chiminagua vendría a ser la fuerza suprema, Bachué, la madre de la humanidad, y Bochica, el rey civilizador.
A todos ellos rendían culto y no es difícil pensar en los paralelismos que pueden hacerse con otras religiones ancestrales, tanto de pueblos precolombinos de la región como incluso de las poblaciones antiguas de Europa. Las grandes creencias en este punto parecían hermanar a los hombres y darles un pasado con bastantes puntos de contacto. En el caso de los Tairona, Su nivel de desarrollo sorprendió a los españoles una vez que llegaron a la Sierra Nevada de Santa Marta.
Sus poblados eran verdaderas ciudades complejas que incluían terrazas, acueductos, puentes y caminos que unían las distintas viviendas construidas. Pero el contacto de estos pueblos con la conquista española marcaría su final. Un informe publicado por el Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos en 2008 señala que el periodo de colonización de tierras, de evangelización y civilización a través de formas de gobierno como la encomienda y la mita, implicaron por una parte la pérdida paulatina de las costumbres ancestrales, fenómeno evidente en las comunidades indígenas del altiplano kundiboyacense, donde los muiscas tenían una fuerte presencia, y por otra parte, la muerte de nativos que no sobrevivieron a las ya concebidas enfermedades traídas por los europeos y a las condiciones de trabajo a las que fueron sometidos. Incluso, la historia reconoce que fue de tal magnitud la pérdida de vidas indígenas en esa época, que los españoles trajeron desde el África a esclavos para subsanar la escasez de mano de obra y servidumbre.
Como si de una condena se tratase, las expediciones españolas en el continente se hubieran hecho en el mismo tiempo. se hicieron cada vez más frecuentes y feroces. Se trazó la llamada de ruta de los conquistadores que comenzó en el Darién en el año 1503. Atravesó la costa atlántica donde fundaron Santa Marta, pasaron por las riberas del río Magdalena, colonizaron las tierras antioqueñas y fundaron Santa Fe de Bogotá y Popayán en el departamento del Cauca.
Los pueblos que quedaron contenidos en ese recorrido poco pudieron hacer. Muchos de ellos buscaron resistir a la conquista, pero la asimetría de poder y armamento era notoria. Por eso muchos indígenas optaron por una estrategia distinta a la lucha. Se internaron en la selva, al abrigo de la naturaleza, y aprendieron a vivir en condiciones difíciles, pero que los salvaron de la muerte segura o la pérdida de sus costumbres. Gracias a esta decisión, las etnias que se refugiaron en lugares como la Sierra Nevada de Santa Marta, las selvas del Amazonas, Guainía o Baupés, lograron mantener algunas de sus costumbres, las cuales, cinco siglos después, se mantienen.
El Caribe y la Frontera Las otras dos grandes familias de pueblos indígenas que vivían en el territorio previamente de la conquista europea eran la familia Caribe, Una serie de pueblos predominantemente nómadas, asentados en el litoral del Océano Atlántico, a quienes se describe habitualmente como un pueblo guerrero y comerciante. Fueron justamente esas poblaciones, relatan los documentos de la época, los que opusieron una resistencia más fuerte a la conquista y a la imposición de creencias europeas. En la actualidad, señala el portal web Opinión Caribe, según datos proporcionados por las Naciones Unidas, hay actualmente 10 pueblos indígenas que viven a lo largo de los 142.000 km2 que componen la región cercana al Atlántico.
Y detallan que allí está la península de la Guajira, una región semidesértica en la que vive el pueblo Wayú. uno de los más numerosos del país. Desde la costa se levanta el gigantesco macizo montañoso de cerca de 17.000 kilómetros, conocido como la Sierra Nevada de Santa Marta, en la que viven los pueblos Cágaba, Cogui, Icu o Arhuaco, Huigua y Cancuamo, que son reconocidos por sus especiales filosofías ancestrales del cuidado de la tierra.
Además, allí se cuentan otros pueblos como Arhuaco, Chimila, En Veracatío, Cancuamo, Cogui, Mocaná, Zenú, Tule, Huayú y Huigua. En los museos arqueológicos de Barranquilla, los objetos que creaban estas poblaciones se preservan para que sean testimonio de aquellos pueblos. Juan Guillermo Martín, coordinador del Laboratorio de Arqueología de la Universidad del Norte, explica que ellos elaboraban objetos de arcilla o barro de manera autodidacta. a partir de la experimentación y sin que hubiera llegado alguien a decirles cómo hacerlo. El arqueólogo habla sobre los falsos estereotipos que se instalaron en torno a estos pueblos, especialmente sobre los supuestos conflictos permanentes que mantenían entre ellos.
Esa idea de que estaban con flechas esperando escondidos atacar al que pasara tampoco era cierta. Es una imagen que se inventaron los conquistadores europeos en muchos casos. para facilitar la toma a sangre y fuego de los territorios que estaban invadiendo.
Muchas de las mencionadas culturas indígenas no tuvieron descendientes que sobrevivieran hasta nuestros días para transmitir o explicar cómo era su sistema de creencias o sus formas de vida. Sí se han hallado rastros de ritos funerarios, ofrendas. y diversas pistas que hacen suponer que muchas de estas culturas creían en la vida después de la muerte y tenían un sistema complejo de rituales alrededor de la muerte. Otra población importante en el territorio era la familia Arawak, conocidos también como Guajiros, y ocupaban la zona donde luego se trazaría la frontera entre Venezuela y Colombia. Al ser una sociedad preexistente a la demarcación de esos límites, su identidad cultural abarca a ambas naciones actuales.
Un 97% de su población habla la lengua tradicional Huayunaiki y hay pocas referencias sobre esta cultura en la época prehispánica, es decir, previo al desembarco de los conquistadores. Fueron un pueblo resistente y resiliente a la conquista, férreos defensores de sus costumbres e identidad cultural. No solo eso, debieron resistir el avance de los gobiernos de la ya constituida Colombia.
Cuando esta nación y Venezuela lograron su independencia de la corona española, fue que los Guayú fueron conquistados. A partir de 1830, el gobierno venezolano comenzó las primeras incursiones para someter y reducir a los aborígenes, lo que originó que huyeran más hacia el norte, hasta que finalmente en 1893 quedaron reducidos y subyugados, dando como resultado que los dos países suramericanos se repartieran el territorio. En la actualidad, la realidad de los pueblos indígenas de Colombia está repartida entre la integración y el olvido.
El objetivo de mantener vivas las culturas milenarias choca con el desafío de sobrevivir ante las constantes necesidades sin los derechos básicos resueltos. Atravesados por el conflicto armado, los desplazamientos forzados, el hambre, y el escaso acceso a servicios mínimos, las comunidades deben afrontar serias dificultades a diario. Las riquezas naturales que abundan en la mayoría de los territorios donde están establecidos desde hace siglos, no solo atrajo el interés de los conquistadores del siglo XV, sino de numerosos grupos armados de la actualidad que llegan hasta las zonas atraídos por el valor que pueden extraerle a esos recursos. Muchos de estos territorios han sido tomados por asalto y sus pobladores nuevamente sometidos a un régimen brutal. Quienes pudieron quedar al margen de esa violencia parecen vivir en el más absoluto olvido para las autoridades nacionales.
nacionales. En un informe elaborado por UNICEF, en el que se hace un análisis de la situación actual indígena, el organismo exhorta que se cumplan los derechos humanos básicos de las comunidades, especialmente el acceso a una vivienda digna, educación, alimentos, salud, hasta agua potable. Los indígenas como minoría constituyen un segmento relativo pobre de la sociedad colombiana. El grado de vulnerabilidad de los niños indígenas en todos los órdenes se multiplica por razón de etnicidad. Y cierra este informe indicando que el derecho a la diferencia entre los pueblos sólo se puede plantear de modo adecuado desde el postulado de la igualdad.
Tenemos todo en nuestro país para que un pequeño puñado de colombianos, indígenas, ancianos, hombres, mujeres, jóvenes y niños, tengan una oportunidad de vida buena. Jaime Enrique Arias, secretario general del pueblo Cancuamo, resaltó a los pueblos indígenas como un ejemplo de resiliencia, de reivindicación de derechos. Afirma desde la voz misma de esas comunidades, nosotros somos pueblos de paz, de armonía, de armonización, de diálogo, y eso lo necesita la sociedad colombiana. Hizo un llamado a que se identifique a los responsables materiales e intelectuales intelectuales, quienes tienen intereses económicos y políticos detrás del proceso de victimización de los pueblos indígenas, sobre todo en el marco del conflicto armado interno. Necesitamos que esta verdad reivindique la dignidad de las víctimas.
Necesitamos que esta verdad esté ligada con la memoria histórica, con recordar a aquellos que se fueron con la bandera en la mano, que se fueron luchando, que se fueron defendiendo nuestro territorio, nuestros procesos organizativos. Mientras tanto, la palabra que parece sintetizar la historia de estos pueblos, hoy sigue vigente. Resistencia. Mi lupita es colombiana y está aquí porque les quiero agradecer a todos por llegar hasta el final de este video. Si les gusta este tipo de contenido, se pueden suscribir a mi canal y activar la campanita de notificaciones.
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