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Conferencia sobre la Vida en la Tierra

Música Escúchame bien, por favor. Tú eres como yo, un Homo Sapiens, un hombre que piensa. La vida, ese milagro en el universo, llegó hace casi 4.000 millones de años y nosotros, los hombres, hace tan solo 200.000.

Y sin embargo, hemos logrado desbaratar este equilibrio tan esencial para la vida. Escucha bien esta historia extraordinaria que es la tuya y luego decide qué es lo que quieres hacer. He aquí las huellas de nuestros orígenes.

Al comienzo nuestro planeta sólo era un caos de fuego, formado en la comitiva de su estrella, el Sol. Una nube de polvo aglutinado, como tantas otras en el universo. Sin embargo, aquí se produjo un milagro. La vida.

Actualmente esa vida, nuestra vida, solo es un eslabón de una cadena que une a innumerables seres vivientes que se suceden desde hace casi 4.000 millones de años. Incluso hoy, los volcanes continúan esculpiendo nuestros paisajes, dejándonos ver cómo era nuestra tierra en su nacimiento. Un magma de roca surgiendo de las profundidades que se coagula, se agrieta, se hincha o se extiende en finas capas antes de extinguirse durante un tiempo. Estos humos que emiten las entrañas de la tierra.

Son vestigios de la atmósfera de sus orígenes. Una atmósfera desprovista de oxígeno. Una atmósfera densa, colmada de carbón, cargada de vapor de agua. Un horno.

Pero la Tierra iba a conocer un futuro excepcional. El que le dio el agua. A distancia apropiada del Sol, ni demasiado lejos, ni demasiado cerca, la Tierra ha podido conservar el agua en forma líquida. El vapor de agua se condensó y volvió a caer en forma de diluvios. Y así nacieron los ríos.

Los ríos modelan la superficie de la Tierra. En ella trazan sus cursos, surcan los valles y se vierten en los lugares más bajos del globo para formar los océanos. Los ríos arrancan minerales a las rocas y poco a poco el agua dulce de los océanos se carga de sal. El agua es un líquido vital.

Ella irriga estas extensiones estériles. Los caminos que traza son como las venas del cuerpo, las ramas de un árbol, vasos de savia que aportará la tierra. Casi 4.000 millones de años después, aún subsisten en algún sitio de la Tierra auténticas obras de arte dejadas por la ceniza de los volcanes mezclada con agua de los glaciares de Islandia. Aquí están grabadas materia y agua. Agua y materia, lo blando y lo duro unidos.

Una alianza común a toda parcela de vida en nuestro planeta. Los minerales y los metales son más antiguos aún que la Tierra. Son polvo de estrellas, de ellos saca la tierra sus colores.

El rojo del hierro, el negro del carbono, el azul del cobre, el amarillo del azufre. ¿De dónde venimos? ¿Dónde surgió la primera chispa de vida?

Como un milagro temporal, las formas de vida primitiva siguen existiendo en los manantiales calientes del globo. Ellas son las que les dan sus colores. Las llamamos archibacterias. Todas se alimentan del calor de la tierra salvo una, la cianobacteria o alga verde-azul. Ella sola tiene la capacidad de girarse hacia la luz del sol para captar su energía.

Es uno de los más grandes antepasados de todas las especies de plantas de ayer y de hoy. Esta pequeña bacteria y sus miles de millones de descendientes cambiarán el destino de nuestro planeta, transformarán su atmósfera. Pero ¿dónde está el carbono que envenenaba el cielo? Sigue aquí, pero está aprisionado por las rocas que cubren la Tierra.

En ninguna parte es más legible su historia que en las paredes del Gran Cañón del Colorado. Ellas nos muestran casi 2.000 millones de años de la historia terrestre. En otros tiempos era un océano lleno de minúsculos organismos que fabricaban su caparazón, extrayendo el carbono disuelto de la atmósfera. Tras su muerte, esos caparazones caían acumulándose en el lecho oceánico.

Estos estratos de roca son las conchas de trillones de esos organismos microscópicos. Gracias a ellos, el carbono abandonó la atmósfera y otra vida podía dar comienzo. Fue lo viviente lo que modificó la atmósfera.

Lo vegetal se alimenta de la energía solar. Ella le permite romper la molécula de agua y tomar su oxígeno. Y el oxígeno llena el aire.

El ciclo del agua en la Tierra es un eterno volver a empezar. Saltos, vapores de agua, nubes, lluvias, manantiales, arroyos, ríos, mares, océanos, glaciares. El ciclo no se rompe jamás. Siempre hay la misma cantidad de agua en la Tierra.

Es la misma que beben todas las especies que se han sucedido. ¿Qué materia increíble es el agua? Una de las más inestables de todas. Adopta la forma líquida del agua corriente, la gaseosa del vapor de agua, o la sólida del hielo.

En Siberia, la superficie helada de los lagos en invierno lleva las huellas de las fuerzas que el agua despliega al congelarse. El hielo, más ligero que el agua, flota en vez de alcanzar el fondo y forma un manto protector contra el frío bajo el cual la vida puede continuar. El motor de la vida es el vínculo.

Todo está enlazado. Nada es autosuficiente. Agua y aire son inseparables. Unidos de por vida y para nuestra vida en la Tierra.

Así, las nubes que se forman sobre los océanos aportan la lluvia a los continentes que aportan el agua de sus ríos a los océanos. Todo es compartir. Esa lejana mancha verde que asoma entre las nubes es la fuente de oxígeno del aire.

El 70% de este gas indispensable para nuestros pulmones proviene de las algas que colorean la superficie de los océanos. Nuestra tierra se apoya en un equilibrio en el que cada ser tiene su lugar y que sólo existe por la presencia del otro. Un equilibrio sutil, frágil, que puede romperse por nada. Así, los corales nacen de un matrimonio, el de un alga y un caparazón. La gran barrera de coral, frente a la costa de Australia, se extiende más de 350.000 kilómetros cuadrados y alberga a más de 1.500 escenarios.

...especies de peces, 4.000 de moluscos y unas 400 de corales. El equilibrio de todos los océanos depende de esos corales. Nuestra tierra sólo calcula el tiempo en miles de millones de años.

Han hecho falta más de 4.000 millones de años para crear un árbol. En la cadena de especies, el árbol es un pináculo, una escultura viviente y perfecta. El árbol es un desafío a la gravedad. Es el único elemento natural en perpetuo movimiento hacia el cielo que crece sin prisa hacia la luz de la que se nutre su follaje.

El árbol ha heredado de aquella minúscula cianobacteria el poder de capturar la energía luminosa. La acumula y se alimenta de ella para transformarla en madera y hojas. Las hojas se descomponen a continuación en una mezcla de agua, mineral, vegetal y materia viviente. Y así, poco a poco, se forman los suelos imprescindibles para la vida.

Los suelos son la fábrica de la biodiversidad. Es un universo de una actividad incesante donde los microorganismos se alimentan, cavan, airean y transforman. Ellos fabrican el humus, ese manto fértil al que toda la vida de los continentes está ligada.

¿Qué sabemos de la vida en la Tierra? ¿Cuántas especies conocemos? ¿Una décima parte de ellas? ¿Tal vez una centésima?

¿Qué sabemos de los vínculos que las unen? La Tierra es un milagro. La vida sigue siendo un misterio.

Las familias de animales se formaron unidas por costumbres y ritos perpetuados constantemente. Algunas se han adaptado a la naturaleza de su pasto, y su pasto a ellas. Ambas partes sacan provecho. El animal para su hambre, el árbol para sus nuevos brotes.

En la gran aventura de la Tierra, cada especie tiene su papel. Cada especie tiene su lugar. Ninguna es inútil o dañina. Todas se equilibran.

Y aquí es donde tú, sí, tú, Homo Sapiens, hombre que piensa, apareces en esta historia. Te beneficias de un legado fabuloso de más de 4.000 millones de años que la Tierra te da. Solo tienes 200.000 años, pero vas a cambiar la faz del planeta. A pesar de tu fragilidad, conquistarás todos los ecosistemas. Tomarás posesión de territorios enteros, lo que ninguna especie había hecho antes de llegar tú.

Tras más de 180.000 años de nomadismo, gracias a un clima más clemente, el hombre se asienta. Ya no depende sólo de la caza para sobrevivir. Ha elegido para establecerse las comarcas húmedas, donde abunda la pesca. Allí donde se mezclan la tierra, los seres vivientes y el agua. El genio del hombre le sugiere construir canoas.

Un invento que amplía sus horizontes y hace de él un navegante. Aún hoy, la mayor parte de la humanidad no ha abandonado las costas de los continentes o las orillas de ríos y lagos. Las primeras urbes aparecieron hace menos de 6.000 años.

Será un salto considerable en la historia de la humanidad. ¿Por qué surgen? Porque los hombres pueden defenderse mejor.

Se vuelven sociables, se reúnen, comparten conocimientos y oficios, armonizan sus similitudes y diferencias, en pocas palabras, se civilizan. Pero la energía de la que el hombre disponía entonces sólo era la que le proporcionaba la fuerza de sus brazos o la que le ofrecía la naturaleza. Fue la historia de la humanidad durante milenios.

Aún lo es para una persona de cada cuatro, es decir, para más de 1.500 millones de seres humanos, más que toda la población de los países ricos reunidos. No tomar de la tierra más que lo justo y necesario. El equilibrio entre el hombre y el planeta permaneció mucho tiempo igualado.

Durante mucho tiempo, la economía pareció un pacto natural y equitativo. Pero la esperanza de vida es corta y la labor muy pesada. Los avatares de la naturaleza pesan sobre la vida cotidiana.

La educación es un privilegio escaso. Los hijos son la única riqueza, dado que el hombre necesita más manos para asegurar su subsistencia. La tierra da alimento al hombre, lo viste, satisface sus necesidades cotidianas.

Todo proviene de ella. La ciudad es la que cambia la naturaleza misma del hombre, así como su destino. El agricultor se convierte en artesano, comerciante o vendedor ambulante. Lo que la tierra daba al campesino, el ciudadano lo compra, o lo vende, o lo intercambia. Los bienes cambian de mano junto con las ideas.

La genialidad del hombre consiste en haber intuido siempre su debilidad. Quiere superar los límites de su territorio, pero conoce sus propios límites. La energía física, la fuerza que la naturaleza no le ha dado, la buscará en los animales que domestica para que le sirvan. Pero, ¿cómo se puede conquistar el mundo con el estómago vacío? La invención de la agricultura cambiará el futuro de ese animal salvaje que era el hombre en busca de alimento.

La agricultura transforma la historia de la humanidad. Es la primera gran revolución realizada por el hombre. Aparecida hace apenas 8 o 10.000 años, cambia su relación con la naturaleza.

La agricultura puso fin a las incertidumbres de la caza y las cosechas. Aporta los primeros excedentes alimentarios y hará nacer ciudades y civilizaciones. Por ella, el hombre someterá la energía de especies animales y vegetales de la que por fin sacará beneficios. El recuerdo de miles de años de cosechas silvestres se borra. Hace de los cereales su germen de vida y aprende a combinarlos con regiones y climas.

Aprende a hacerlos crecer y a multiplicar sus variedades. Como todas las especies de la tierra, la principal preocupación del hombre es su alimentación cotidiana y la de su familia. Cuando el suelo es menos generoso y el agua más escasa, el genio del hombre hace prodigiosos esfuerzos para trazar, en unas pocas hectáreas áridas, las huellas de su encarnizada labor. Los hombres han modelado espacios con la paciencia y la abnegación que la tierra exige, como un sacrificio reiniciado incesantemente.

La agricultura sigue siendo la primera ocupación del mundo. La mitad de la humanidad cultiva aún la tierra. Más de las tres cuartas partes lo hace a mano. La agricultura es como una tradición que se transmite de generación en generación, con sudor, trabajo y esfuerzo, porque para la humanidad es el requisito para su supervivencia. Esta energía que el hombre cultiva con la fuerza de sus brazos, la hará brotar un día de las profundidades de la tierra.

Estas llamas todavía provienen de plantas, una bolsa de sol, energía pura. La energía del sol captada durante millones de años por millones de vegetales hace más de 100 millones de años. Es carbón, es gas y es, sobre todo, petróleo.

Es esta bolsa de sol la que nos liberó de trabajar la tierra. El petróleo se inauguró la era del hombre que se emancipó del tiempo. Con el petróleo, algunos de nosotros hemos conocido una comodidad de la que la humanidad no se había beneficiado nunca.

Y en 50 años, modificamos la Tierra más rápidamente que todos los hombres que nos precedieron. Todo se acelera. En el transcurso de los últimos 60 años, la población del globo se ha casi triplicado y más de 2.000 millones de hombres han llegado a las ciudades. Todo se acelera.

Esta ciudad, Shenzhen, en China, con sus centenares de rascacielos y sus millones de habitantes, todavía era una aldea de pescadores hace apenas 40 años. Todo se acelera. En Shanghái se han erigido 3.000 torres y rascacielos en 20 años y cientos más se construyen continuamente.

Actualmente, de 7.000 millones de individuos, más de la mitad viven ciudades. Nueva York, la primera megalópolis del mundo, es el símbolo de la explotación de todas las energías que la Tierra proporciona al genio de los hombres. La mano de obra de millones de emigrados, la energía del carbón, la potencia decuplicada del petróleo.

La electricidad permitió inventar los ascensores que permitieron inventar los rascacielos. Nueva York es por sí sola la decimosexta potencia económica del planeta. Estados Unidos fue el primero en descubrir, explotar y utilizar la potencia nueva y prodigiosa del oro negro. Con él, este pueblo de granjeros se convirtió en un pueblo de industriales de la tierra. Las máquinas sustituyen a los hombres.

Un litro de petróleo proporciona tanta energía como 100 pares de manos durante 24 horas. Pero en todo el mundo, sólo el 3% de los campesinos posee un tractor. Sin embargo, su producción domina el planeta.

En Estados Unidos solo quedan 3 millones de granjeros. Ellos solos producen cereales para alimentar a 2.000 millones de personas. Pero en este, como en todos los países industrializados, se transforman prioritariamente en alimento para ganado y biocombustible. La energía de la bolsa de sol aleja el fantasma de las sequías que acosaba los cultivos.

Ningún manantial escapa a una agricultura que extrae el 70% del agua que consume toda la humanidad. En la naturaleza todo está vinculado. La extensión de las superficies cultivadas y los monocultivos han atraído una fauna todavía mayor de parásitos. Los pesticidas, otro regalo de la petroquímica, los extermina. Adiós a las malas cosechas y a la amenaza del hambre.

La agricultura produce tanto que desde ahora hay que gestionar los excedentes. La mayor parte de estos productos tóxicos se dispersa en el aire, la tierra, las plantas, los animales, los ríos y los océanos. Penetra en el corazón de células parecidas a esa célula madre compartida por todas las formas de vida.

¿Son dañinos para la especie humana a la que han librado del hambre? Estos agricultores, protegidos por sus monos amarillos, seguramente lo saben. Esta nueva agricultura ha abolido la dependencia de suelos y estaciones.

Las especies adaptadas a regiones y a climas ceden paso a variedades más productivas, más fáciles de transportar. Así es como en un siglo han desaparecido las tres cuartas partes de las variedades que el hombre había seleccionado durante milenios. Extendiéndose hasta el horizonte, fertilizante abajo, plástico arriba, los invernaderos de Almería, España, son la huerta de Europa. Una ciudad de hortalizas perfectamente calibradas espera cada día cientos de camiones que las llevarán a los supermercados.

Cuanto más se desarrolla un país, más habitantes consumen carne. ¿Cómo satisfacer una demanda creciente en todo el mundo sin recurrir a criaderos de ganado estilo campos de concentración? Todo se acelera, incluso la crianza de ganado lejos de cualquier pasto. Fabricar carne cada vez más deprisa que el animal se ha convertido en una rutina diaria.

En la inmensidad de estos corrales pisoteados por millones de animales, no crece una verizna de hierba. Una noria de camiones proveniente de todas las latitudes del país proporciona toneladas de cereales, soja y granulados hiperconcentrados que se transformarán en toneladas de carne. Resultado, se necesitan 100 litros de agua para producir un kilo de patatas, 4.000 para un kilo de arroz, 13.000 para un kilo de whey, eso sin contar el petróleo para su producción y transporte. Nuestra agricultura se ha hecho petrolera. Ella nos ha permitido alimentar el doble de seres humanos del planeta.

Pero también ha reemplazado la diversidad por la estandarización. Ha permitido ofrecer a muchos de nosotros una comodidad que no soñábamos. Pero hace nuestro estilo de vida totalmente dependiente del petróleo. Este es el nuevo compás que marca nuestros tiempos.

El reloj de nuestro mundo late ahora al ritmo de estas máquinas infatigables, posadas sobre la bolsa de sol. Su ritmo regular nos tranquiliza. El menor hipo nos sume en el desasosiego. El planeta entero escucha este murmullo que mece nuestras esperanzas y nuestras ilusiones.

Ellas proliferan con nuestras necesidades, nuestros deseos, siempre insaciables, y nuestros despilfarros. Sabemos que el final de este petróleo barato está anunciado, pero no lo queremos creer. Para muchos de nosotros, el sueño americano está encarnado en el hombre de una ciudad emblemática, Los Ángeles.

En esta ciudad que se extiende más de 100 kilómetros, el número de coches es casi igual al número de habitantes. Aquí cada noche se representa un fantástico espectáculo de energía. Los días no parecen sino el pálido reflejo de estas noches que hacen de la ciudad un cielo estrellado. Todo se acelera.

Las distancias ya no se cuentan en millas, sino en minutos. El automóvil rediseña los nuevos suburbios donde cada casa es un castillo, a una buena distancia de la asfixia de los centros, donde pulcras hileras de casas rodean un candelabro de calles sin salida. Este modelo de país afortunado se ha convertido en un sueño universal propagado por todos los televisores del mundo. Incluso aquí, en Pekín, se clona, se replica, se reproduce en estas casas estandarizadas que han borrado las pagodas del mapa. El automóvil se ha convertido en símbolo de las sociedades del bienestar y del progreso.

Si este modelo fuera seguido por todos, el planeta ya no contaría con 900 millones de vehículos como hoy, sino con más de 5.000 millones. Todo se acelera. Cuanto más se desarrolla el mundo, más crece la sed de energía.

Por todas partes las máquinas excavan, cargan y arrancan a la Tierra trozos de estrellas sepultados en las profundidades desde su creación. El mineral. En el curso de los próximos 20 años, la cantidad de minerales extraída del suelo será superior a la de toda la historia de la humanidad. Como un privilegio del poder, el 80% de esa riqueza subterránea es consumida por el 20% de la población del mundo. Antes de acabar el siglo, esta explotación desmedida habrá agotado la casi totalidad de las reservas del planeta.

Todo se acelera. Los astilleros navales fabrican en cadena buques petroleros, portacontenedores y metaneros para responder a la demanda de una producción industrial globalizada. La mayor parte de los bienes de consumo recorren miles de kilómetros entre los países que los producen y los que los consumen. Desde 1950, los intercambios internacionales se han multiplicado por 20. El 90% de esos intercambios transita por vía marítima. Cada año se transportan 500 millones de contenedores, llegando a los grandes centros de consumo del mundo, como Dubái.

Una de las grandes obras en construcción del mundo. Un país donde lo imposible se hace posible, como el crear islas artificiales en el mar. M Dubai cuenta con pocos recursos naturales, pero con el dinero del petróleo puede hacer llegar millones de toneladas de materiales del mundo entero y hombres para construir auténticos bosques de rascacielos, cada uno más alto que el anterior, o incluso...

una pista de esquí en pleno desierto. Dubái no tiene tierras de cultivo, pero puede importar alimentos. Dubái no tiene agua, pero puede permitirse gastar inmensas cantidades de energía en desalinizar agua de mar y construir los rostros de la tierra. rascacielos más altos del mundo dubai tiene un sol infinito pero ignora los paneles solares es la ciudad del cada vez más donde los sueños más disparatados se hacen realidad dubai es como la culminación del sueño occidental con su monumento de 800 metros a la modernidad absoluta que el mundo entero contempla con asombro Una desmesura es posible. Dubái parece haber hecho su elección.

Es como el nuevo faro de todo el dinero del mundo. No hay nada que parezca más alejado de la naturaleza que Dubái. Y sin embargo, nada depende más de la naturaleza que Dubái.

Esta ciudad no ha hecho sino seguir el modelo de los países ricos. No hemos tomado conciencia de que vamos camino de agotar lo que la naturaleza nos brinda. ¿Qué sabemos de este mundo marino, del que sólo vemos la superficie y que ocupa las tres cuartas partes del planeta?

Las profundidades oceánicas siguen siendo un secreto. Ellas ocultan miles de especies cuya existencia desconocemos. Desde 1950, las capturas de peces han pasado de los 18 a los 100 millones de toneladas por año. Es decir, se han más que quintuplicado. Miles de buques factoría están vaciando los océanos.

A este ritmo, tres cuartas partes de las zonas de pesca estarán agotadas, en declive o al borde de estarlo. La mayoría de los peces grandes ha desaparecido por no darles tiempo para reproducirse. Estamos destruyendo el ciclo de una vida que nos fue regalada.

En las costas, las señales de este agotamiento se multiplican. Primera señal, las colonias de mamíferos marinos se reducen. Vulnerables a la urbanización de las costas y la contaminación, están expuestas a una nueva amenaza, el hambre.

En desigual competición con la pesca industrial, no encuentran peces suficientes. ...para alimentar a sus crías. Segunda señal. Las aves marinas deben recorrer distancias cada vez más largas para buscar su alimento. Al ritmo actual de capturas, el conjunto de los recursos pesqueros amenaza con agotarse.

En Dakar, la pesca tradicional disfrutó de años de abundancia. Actualmente, los bancos de peces escasean. El pescado es el alimento básico de uno de cada cinco seres humanos del planeta. Podemos imaginar lo inimaginable.

Canoas abandonadas. Un mar sin... ¡Suscríbete! Los recursos son escasos.

Lo hemos olvidado. En las regiones desérticas del mundo habitan 500 millones de seres humanos, más que toda la población de Europa reunida. Ellos saben el valor del agua. También saben utilizarla con mesura.

Aquí dependen de pozos alimentados de agua fósil, un agua que se fue acumulando bajo la tierra cuando en estos desiertos la lluvia caía todavía. Agua de 25.000 años. En los desiertos es esta misma agua fósil la que ha permitido extender los cultivos para alimentar mejor a las poblaciones locales.

La forma circular de estos campos la trazan los carruseles de irrigación. Pero el precio a pagar es alto. Esta agua fósil no se renueva, o apenas lo hace.

En Arabia Saudí, el sueño de una agricultura industrial en el desierto se ha esfumado. Estos puntos claros que parecen parte de una labor de retales, son parcelas abandonadas. Los carruseles de irrigación siguen estando allí.

La energía para bombear agua también. Pero el fósil se agota. Israel ha hecho del desierto un país agrícola.

Aunque estas extensiones de invernaderos se irriguen gota a gota, las necesidades de agua no paran de aumentar junto con las exportaciones. El antaño poderoso río Jordán ahora no es más que un hilo de agua. Su agua se ha ido en parte junto con las cestitas de hortalizas o frutas hacia los supermercados de todo el mundo. El sino del Jordán no es único. En todo el planeta, uno de cada diez grandes ríos ya no alcanza el mar durante varios meses al año.

El mar muerto debe su nombre a su nivel extremadamente alto de sal, que hace imposible cualquier clase de vida. Privado del agua del Jordán, su nivel desciende más de un metro por año. Su salinidad aumenta.

La evaporación debida al calor forma en él estas bellas islas de sal, las evaporitas. Sí, bellas, tal vez, pero estériles. En India, Udaipur, en Rajasthan, es un milagro acuático. La ciudad se hizo posible gracias a un sistema de diques y canales que creó un lago artificial.

Para sus constructores, el agua era un bien tan valioso que le dedicaron un palacio. India corre el riesgo de ser el país más afectado por la falta de agua en el transcurso de este siglo. La irrigación masiva ha permitido alimentar a una población creciente y en 50 años se excavaron 21 millones de pozos.

La victoria sobre el hambre tiene sin embargo su lado negativo. En numerosas regiones del país hay que profundizar cada vez más para encontrar agua. En el oeste de la India, un tercio de los pozos ha sido abandonado.

Los acuíferos subterráneos se están secando. Estos enormes embalses recogerán el agua del monzón para volver a llenar los acuíferos. Durante la estación seca, las mujeres de las aldeas los excavan manualmente.

A miles de kilómetros de distancia, consumimos diariamente de 800 a 1000 litros de agua por persona. Las Vegas fue creada en pleno desierto. En ella viven millones de personas.

Y miles más llegan a ella cada día. Los habitantes de Las Vegas se encuentran entre los mayores consumidores de agua del mundo. Palm Springs es otra ciudad en el desierto, con su vegetación de país húmedo y sus impecables campos de golf.

¿Cuánto tiempo podrá prosperar este espejismo? La tierra no puede soportar ya este ritmo desenfrenado. El río Colorado que abastece estas ciudades es uno de esos que ya no alcanzan el mar. Más alarmante aún, su caudal disminuye en su origen.

El nivel de agua de los pantanos dispuestos a lo largo de su curso se hunde. El pantano Powell ha tardado 17 años en llenarse. Su nivel se ha reducido a la mitad. La escasez de agua podría afectar a más de un millón de personas. más de 2.000 millones de personas en todo el mundo antes de 2025. Sin embargo, el agua sigue siendo abundante en las regiones vírgenes del planeta.

Los humedales. Estas zonas húmedas son esenciales para la vida en la Tierra. Cubren el 6% del planeta.

Las marismas son esponjas que regulan el flujo del agua. La absorben en la estación húmeda y la restituyen en la estación seca. Las aguas descienden de las cimas de las montañas, llevando con ellas semillas de las regiones por las que atraviesan.

Este proceso da nacimiento a un paisaje único, con una diversidad de especies de una riqueza incomparable. Bajo estas tranquilas aguas se oculta una auténtica fábrica donde esa riqueza y esa diversidad, íntimamente ligadas, filtran pacientemente el agua y digieren toda la contaminación. Las marismas son un ecosistema indispensable para la regeneración del agua y su purificación.

Estas zonas húmedas las hemos considerado siempre como extensiones insalubres, inhóspitas para el ser humano. En nuestra carrera por conquistar más tierra, las hemos acaparado para apacentar nuestro ganado, para la agricultura o para construirnos casas. En el siglo pasado, hemos desecado la mitad de las marismas del mundo.

No conocíamos ni su riqueza ni su papel. Todo está vivo. Todo está conectado.

El agua, el aire, la tierra, los árboles... Toda la magia del mundo se muestra ante nuestros ojos. Los árboles respiran y reenvían el agua del suelo en forma de ligeras brumas a la atmósfera. Forman un manto que atenúa la violencia de las lluvias y protege el suelo de la erosión.

Los bosques proporcionan la humedad necesaria a todas las formas de vida. Son la madre de las lluvias. Los bosques almacenan carbón, del que contienen más que toda la atmósfera de la Tierra.

Son una de las piedras angulares del equilibrio climático del que todos dependemos. Sus árboles albergan las tres cuartas partes de la biodiversidad del planeta, es decir, de todo lo que habita la Tierra. Cada año se descubren nuevas especies que no teníamos idea de que existieran.

Insectos, aves, mamíferos... El Señor es el Señor de la vida. Estos bosques proporcionan los remedios que nos curan. Las substancias que segregan estas plantas pueden ser reconocidas por nuestro cuerpo. Nuestras células hablan el mismo idioma.

Somos de la misma familia. Los manglares son bosques que avanzan sobre el mar. Al igual que los corales, son una guardería marina.

Sus raíces se enmarañan y constituyen un refugio para peces y moluscos que acuden allí a reproducirse. Los manglares protegen las costas de los huracanes, de los maremotos y de la erosión continuada del mar. Pueblos enteros dependen de ellos. Sin embargo, han sido reducidos a la mitad durante el siglo XX. Uno de los motivos de esta catástrofe en marcha son los criaderos de gambas instalados en las ricas aguas de los manglares.

Unos ventiladores airean estos estanques llenos de antibióticos para evitar la asfixia de las gambas, no la de los manglares. Desde los años 60, la deforestación se acelera incesante. Cada año, 13 millones de hectáreas de selva tropical desaparecen convertidas en humo y maderos. Esa superficie equivale a una cuarta parte de Francia. La selva tropical más grande del planeta, la amazónica, ha perdido ya un 20% de su superficie.

La selva deja paso a la cría de ganado y a los cultivos de soja. El 95% de esa soja servirá para alimentar el ganado y las aves de corral de Europa o Asia. He aquí como una selva se transforma en carne. Cuando se incendian, los bosques y el suelo liberan inmensas cantidades de carbono.

Liberan el 20% de los gases con efecto invernadero del planeta. La deforestación es una de las principales causas del cambio climático. Miles de especies desaparecen para siempre.

Con ellas se parte un eslabón de la larga cadena de la evolución. La comprensión de la materia viva de la que nacieron se pierde para siempre. Borneo, la cuarta isla más grande del mundo, estaba cubierta hace apenas 20 años de una inmensa selva primaria.

Al ritmo actual de deforestación, habrá desaparecido por completo antes de 10 años. La materia viva es el vínculo entre el agua, el aire, la tierra y el sol. En Borneo, es ese vínculo el que se rompe en la que fue una de las más grandes reservas de la biodiversidad del planeta. El motivo de este desastre fue la decisión de Borneo de producir aceite de palma, el primero de todos los aceites más consumidos del mundo.

Una gran parte de este aceite satisface no sólo nuestra creciente demanda de productos alimentarios, sino también la de productos cosméticos, detergentes y cada vez más de agrocarburantes. La diversidad de la selva ha cedido paso a una sola especie, la palmera de aceite. El monocultivo es fácil, productivo y rápido. Para la población local es una fuente de empleo, es una industria agrícola.

Otro ejemplo de deforestación masiva es el eucalipto. El eucalipto sirve para fabricar pasta de papel. Las plantaciones se extienden a medida que el consumo de papel aumenta. Se ha multiplicado por 5 en 50 años. Los monocultivos de árboles ganan terreno en todo el mundo.

Pero un monocultivo no es una selva. Alberga muy poca diversidad. Una selva no sustituye a otra selva. Al pie de estos eucaliptos no crece nada, porque sus hojas forman un lecho tóxico para la mayor parte de las demás plantas. Su crecimiento es muy veloz, pero agota las reservas de agua.

Soja. Aceite de palma, eucalipto. La deforestación destruye lo esencial para producir lo superfluo.

Pero en otras partes se deforesta para sobrevivir. Más de 2.000 millones de personas en todo el planeta dependen aún del carbón de leña, casi una tercera parte de la población mundial. En Haití, uno de los países más pobres del mundo, el carbón de leña es uno de los principales productos de consumo. Antaño Haití era la perla de las Antillas. Hoy su población no podría subsistir sin la ayuda extranjera.

En las colinas de Haití solo queda un 2% de bosque. Desnuda, la tierra ya no absorbe el agua de lluvia. Sin vegetación, sin raíces que la refuercen, nada puede contenerla. El agua de las lluvias baja a chorros por las colinas hasta el mar y la erosión empobrece el suelo que se vuelve cada vez menos cultivable.

En ciertas regiones de Madagascar, los estragos por la erosión son espectaculares. Colinas enteras están marcadas por profundos cortes de cientos de metros de ancho. El suelo es un producto de la materia viva, delgado y quebradizo. Con la erosión, la fina capa de humus que había tardado miles de años en formarse, ha desaparecido. He aquí una teoría sobre la historia de los pascuenses, los habitantes de la isla de Pascua.

Ella tal vez nos lleve a reflexionar. Aquí, en la isla más aislada del mundo, los pascuenses explotaron sus recursos hasta agotarlos. Su civilización no sobrevivió.

En estas tierras había las palmeras más altas del mundo. Han desaparecido. Los pascuenses cortaron hasta la última y a continuación tuvieron que sufrir la erosión generalizada de su suelo. Los pascuenses ya no podían pescar.

No quedaban más árboles para construir canoas. Fue una de las más brillantes civilizaciones del Pacífico, de agricultores hábiles, escultores y navegantes excepcionales, pero les atenazó la superpoblación y el agotamiento de los recursos. Padecieron tensiones sociales, revueltas y hambrunas.

Muchos de ellos no sobrevivieron a este cataclismo. El auténtico misterio de la isla de Pascua no es saber cómo llegaron esas extrañas estatuas a la isla, ya lo sabemos, es comprender por qué los pascuenses no reaccionaron a tiempo. Es una teoría entre muchas, pero es la que nos interesa. Desde 1950, la población mundial se ha casi triplicado. Y desde 1950, hemos modificado la Tierra, nuestra isla, más que durante nuestros 200.000 años de historia.

Nigeria es el primer país exportador de petróleo del continente africano. Sin embargo, el 70% de su población vive bajo el umbral de la pobreza. La riqueza está ahí, pero los habitantes no tienen acceso a ella.

Es una verdad mundial. La mitad de los pobres del planeta vive en países ricos en recursos. Nuestro modelo de desarrollo no ha cumplido sus promesas. En 50 años, la brecha entre ricos y pobres se ha hecho más ancha que nunca.

Actualmente, la mitad de la riqueza del mundo está en manos del 2% de su población. pueden mantenerse semejantes disparidades. Esas disparidades son las que provocan movimientos de población de los que aún no hemos tomado conciencia realmente.

En 1960, la ciudad de Lagos contaba con menos de 700.000 habitantes. En 2025 tendrá 16 millones. Lagos es una de las megalópolis que crece más rápidamente en el mundo.

Sus nuevos ciudadanos son principalmente campesinos obligados a huir del campo por dificultades económicas, demográficas o la desaparición de los recursos. Este crecimiento urbano es totalmente nuevo porque está motivado por la pobreza y no por la riqueza. Cada semana en el mundo, más de un millón de habitantes se añade a la población de las ciudades. Actualmente, uno de cada seis seres humanos vive en un entorno precario, insalubre, superpoblado, sin acceso a instalaciones sanitarias necesarias para la vida diaria, agua, aseos o electricidad.

El hambre se extiende una vez más. Actualmente afecta a casi mil millones de personas. En los grandes basureros del mundo, los más pobres buscan su supervivencia mientras nosotros continuamos cavando en busca de recursos que creemos indispensables.

Buscamos cada vez más lejos, en territorios hasta ahora vírgenes y en yacimientos cada vez más difíciles de explotar. No cambiamos nuestro modelo. ¿Hay riesgo de que nos falte petróleo? Aún podemos extraer el petróleo mezclado con arenas asfálticas de Canadá.

Los camiones más grandes del mundo trasladan la arena por miles de toneladas. La removemos, la calentamos, la decantamos, gastamos millones de metros cúbicos de agua para separar el asfalto de la arena. El gasto de energía es colosal, la contaminación catastrófica. Nada parece más urgente que vaciar las bolsas de sol.

Nuestros petroleros son cada vez más grandes. Nuestra demanda de energía aumenta sin cesar. Queremos alimentar nuestro crecimiento como un horno sin fondo que exige cada vez más combustible. Todo es el carbono. En pocas décadas hemos vuelto a lanzar una gran parte de ese carbono que hacía de nuestra atmósfera una caldera y que la naturaleza fue capturando durante millones de años permitiendo que se desarrollara la vida.

Y la atmósfera se calienta. La imagen de este barco en este lugar era imposible hasta hace muy pocos años. Transporte, industria, deforestación, agricultura...

Nuestras actividades lanzan cantidades gigantescas de dióxido de carbono. Sin darnos cuenta en lo más mínimo, molécula por molécula, hemos alterado el equilibrio climático de la Tierra. Todas las miradas se vuelven hacia los polos. En ninguna otra parte es más visible que el tan anunciado cambio climático se lleva a cabo. Y va deprisa, muy deprisa.

El paso del noroeste que conecta a través del polo América, Europa y Asia se está abriendo. El hielo de la banquisa ártica se funde. Por causa del recalentamiento, la banquisa ha perdido el 40% de su espesor en 40 años.

Su superficie en verano se estrecha de año en año. Podría desaparecer antes de 2030. Algunos predicen que en 2015. Muy pronto, en verano, esas aguas quedarán libres de hielo varios meses al año. Los rayos del sol, que la superficie helada reflejaba hacia el cielo, ahora penetran en las sombrías aguas calentándola.

El recalentamiento se acelera. En estos hielos se leen los archivos de nuestro clima. La concentración de dióxido de carbono nunca había sido tan elevada durante varios años. ...centenares de miles de años.

El hombre jamás conoció una atmósfera parecida. La explotación desmesurada de los recursos amenaza la vida de las especies. El cambio climático acelera esa amenaza.

Antes de 2050, la cuarta parte de todas las especies del planeta podrían verse amenazadas de extinción. En este universo de hielo, el equilibrio de la naturaleza ya está alterado. Música A lo largo de Groenlandia, los icebergs son cada vez más numerosos. En torno al polo norte, la banquisa ha perdido el 30% de su superficie en 30 años.

Con el recalentamiento acelerado de Groenlandia, el agua dulce de todo un continente se une al agua salada de los océanos. En sus hielos, Groenlandia retiene el 20% del agua dulce del planeta. Si se funden, provocarían una elevación del nivel de los mares de casi 7 metros. Sin embargo, aquí no se instaló ninguna industria.

El casquete glaciar de Groenlandia padece las emisiones de los gases de efecto invernadero lanzados en otros lugares del planeta. Nuestro ecosistema no conoce fronteras. Dondequiera que estemos, nuestros actos repercuten en el conjunto de la Tierra. La atmósfera de nuestro planeta es una e indivisible.

Es nuestro bien común. En la superficie de Groenlandia, los lagos eclosionan en el paisaje. El casquete glaciar ha comenzado a fundirse a un ritmo que, hace menos de 10 años, ni los científicos más pesimistas se imaginaban.

Los bedieres. Estos ríos glaciares se multiplican, se unen y excavan la superficie. Se creía que sus aguas se congelaban en las profundidades del casquete.

Al contrario, fluyen hasta debajo del hielo a la altura de las aguas. arrastrando el casquete que se desliza más rápidamente hacia el mar, donde se parten icebergs. El agua dulce de los hielos de Groenlandia se añade poco a poco al agua salada de los océanos, amenazando las tierras bajas del planeta. El nivel de los mares se eleva. La expansión de las aguas bajo el efecto del calor ha provocado, sólo en el curso del siglo XX, una elevación de 20 centímetros.

Todo se vuelve inestable. Los corales, por ejemplo, son sumamente sensibles al menor cambio de temperatura del agua. El 30% de ellos ya ha desaparecido y son un eslabón esencial en la cadena continua de las especies.

En la atmósfera, los grandes vientos ven modificarse su trayectoria. El ciclo de las lluvias está alterado. La geografía de los climas cambia. Los habitantes de las Islas Bajas, como aquí, en las Maldivas, son los primeros amenazados.

Su inquietud aumenta. Algunos buscan ya nuevas tierras de acogida. ¿Qué harán las grandes ciudades del planeta, como Tokio, la ciudad más poblada del mundo, si la elevación del nivel de los mares continúa acelerándose?

Cada año, las predicciones de los científicos son más alarmantes. Las llanuras costeras albergan las ciudades más pobladas del mundo. y se acercan a más del 70% de la población mundial.

11 de las 15 ciudades más grandes del mundo están en costas o en estuarios de ríos. Con la subida de los mares, la sal invadiría las capas freáticas privando a los habitantes de agua potable. Los fenómenos migratorios serán inevitables.

La mera incertidumbre les dará amplitud. En África, el Kirimanjaro ha cambiado de cara. El 80% de sus glaciares ha desaparecido. En verano los ríos ya no fluyen. Las poblaciones locales están afectadas por la falta de agua.

Incluso en las cimas más altas del mundo, en el corazón del Himalaya, las nieves eternas y los glaciares retroceden. Sin embargo, estos glaciares representan un papel esencial en el ciclo del agua. Ellos conservan el agua de las estaciones lluviosas en forma de hielo para restituirla con la fusión de las nieves en verano.

Los glaciares del Himalaya son el origen de los grandes ríos de Asia. El Indo, el Ganges, el Mekong, el Yangtze, todos nacen allí. Dos mil millones de personas dependen de ellos para tener agua potable y de irrigación para sus cultivos, como aquí, en Bangladesh. Bangladesh, situada en el delta del Ganges y el Brahmaputra, está directamente afectada por los fenómenos que se producen en el Himalaya y en el nivel de los mares. Es uno de los países más poblados y más pobres del mundo.

Ya padece el cambio climático. Un tercio de su superficie... podría desaparecer bajo los efectos de las inundaciones y los huracanes cada vez más violentos. Cuando las poblaciones se ven sometidas a estos fenómenos que las arruinan, acaban por partir.

Los países ricos no serán perdonados. Las sequías se suceden por todo el planeta. En Australia, la mitad de las tierras de cultivo ya está afectada. Ese equilibrio climático que ha permitido nuestro desarrollo desde hace 12.000 años, lo estamos poniendo en peligro.

A las puertas de las grandes ciudades los incendios se multiplican y a la vez acentúan el recalentamiento. Los árboles al quemarse liberan carbono en masa. El sistema que rige nuestro clima está totalmente trastornado. Los elementos de los que depende están trastornados.

Nuestro planeta ha comenzado a consumirse. El reloj del cambio climático está aquí, en estos grandiosos paisajes. Estamos en Siberia, donde como en otros lugares del globo, hace tanto frío que el suelo está permanentemente helado. Ese suelo se llama Permayelo.

Bajo su superficie se esconde una auténtica bomba climática, el metano. El metano es un gas de efecto invernadero 20 veces más potente que el dióxido de carbono. Si este permayelo se fundiese, la liberación del metano provocaría una aceleración del efecto invernadero, cuyas consecuencias nadie puede predecir, y que nos conduciría a un planeta desconocido. La humanidad no cuenta con más de 10 años para invertir la tendencia y evitar cruzar la frontera hacia esa tierra desconocida que ya no sería la nuestra.

Hemos engendrado fenómenos que nos superan. El agua, el aire, la materia, las formas de vida, están íntimamente vinculadas desde nuestro corazón. ...nuestros orígenes, pero desde hace poco tiempo hemos roto esos vínculos.

No cerremos los ojos, es preciso creer lo que sabemos. Todo lo que acabamos de ver es nuestro reflejo. Hemos hecho la Tierra a nuestra imagen.

Nos queda poco tiempo para cambiar. Este siglo, ¿cómo podrá soportar el peso de 9.000 millones de seres humanos si no aceptamos rendir cuentas de una vez por todas? de todo aquello de lo que somos los únicos responsables. El 20% de la población mundial consume el 80% de los recursos del planeta.

Los gastos militares mundiales son 12 veces mayores que la ayuda a los países en vías de desarrollo. 5.000 personas mueren cada día por beber agua contaminada. 1.000 millones de seres humanos no tienen acceso al agua potable.

Mil millones de personas padecen hambre. Más del 50% de los cereales comercializados en el mundo se destina a la alimentación animal y a la fabricación de biocombustibles. El 40% de las tierras cultivables está degradado.

Cada año desaparecen 13 millones de hectáreas de bosque. Un mamífero de cada cuatro, un ave de cada ocho, un anfibio de cada tres, están en peligro de extinción. Las especies se extinguen a un ritmo mil veces superior al natural.

Las tres cuartas partes de los recursos pesqueros están agotadas, en declive o al borde de estarlo. La temperatura media de los últimos 15 años ha sido la más elevada que se ha registrado jamás. La banquisa ha perdido el 40% de su espesor en 40 años.

Antes de 2050 podría haber 200 millones de refugiados climáticos. El precio de nuestros actos es elevado. Hay quienes pagan ese precio sin haber participado. He visto campos de refugiados grandes como ciudades tirados en el desierto.

¿Cuántos hombres, mujeres y niños dejaremos mañana en la cuneta? ¿Es necesario siempre construir muros para romper las cadenas de solidaridad humana, separar pueblos y proteger la felicidad de unos a costa de la miseria de otros? Es demasiado tarde para... Ser pesimista.

Sé que un hombre, incluso solo, puede derribar todos los muros. Es demasiado tarde para ser pesimista. En el mundo, cuatro de cada cinco niños van a la escuela.

La enseñanza jamás había llegado a tantos seres humanos. Todos, desde el más rico al más pobre, pueden contribuir. Lesoto, uno de los países más pobres del planeta, es proporcionalmente el que más invierte en la educación de sus habitantes. Qatar, uno de los más ricos, ha abierto sus puertas a las mejores universidades del mundo. La cultura, la educación, la investigación, la innovación, son recursos inagotables.

Ante la miseria y el sufrimiento, millones de... ONGs demuestran que la solidaridad de los pueblos es más fuerte que el egoísmo de las naciones. En Bangladesh, un hombre ha tenido la idea de crear un banco impensable, solo presta dinero a los pobres. En apenas 30 años el banco ha cambiado la vida de 150 millones de personas en todo el mundo. La Antártida es un continente con recursos inmensos de los que nadie se podrá ya apropiar.

Una reserva dedicada a la paz y a la ciencia. Un tratado firmado por 49 estados lo ha convertido en patrimonio de toda la humanidad. Los gobiernos protegen casi el 2% de sus aguas territoriales. Es poco, pero es dos veces más que hace 10 años.

Los primeros parques naturales tienen poco más de un siglo, cubren más del 30% de los continentes. Crean espacios donde la actividad humana va en sintonía con la preservación de las especies, el suelo y el paisaje. Esta armonía entre el hombre y la tierra puede convertirse en la regla y no en la excepción. En Estados Unidos, Nueva York ha comprendido los beneficios de la naturaleza. Estos bosques y lagos proveen de agua potable a toda la ciudad.

En Corea del Sur, los bosques habían sido devastados en la última guerra. Gracias a un programa nacional de reforestación, vuelven a cubrir el 65% de la superficie del país. Más del 75% del papel es reciclado. Costa Rica ha elegido entre gastos militares y la preservación de su territorio. El país ya no tiene ejército.

Ha preferido dedicar sus recursos a la educación, el ecoturismo y la protección de su selva primaria. Gabón es uno de los mayores productores de madera del mundo. Ha impuesto la tala selectiva, no más de un árbol por hectárea.

El bosque es uno de sus más importantes recursos económicos, pero tiene tiempo de regenerarse. Hay etiquetas que garantizan la explotación nacional de los bosques. Deben convertirse en norma obligatoria.

El comercio justo es una oportunidad para todos, productores y consumidores. Cuando el comercio es equitativo, beneficiando tanto al vendedor como al comprador, todos pueden hacer prosperar su trabajo y vivir de él dignamente. ¿Qué justicia y qué equidad puede haber entre aquellos que tienen como única herramienta sus manos y lo que cosechan a máquina con subsidios del Estado? Seamos consumidores responsables, pensemos en lo que compramos. Es demasiado tarde para ser pesimista.

He visto una agricultura a escala humana. Podría alimentar a todo el planeta si la producción de carne no quitase la comida de la boca a los seres humanos. He visto pescadores responsables de sus capturas y preocupados por la prosperidad de los mares.

He visto casas que producen su propia energía. 5.000 personas viven en el primer ecobarrio del mundo, en Friburgo, Alemania. Otras ciudades se han unido al proyecto.

Bombay es la número 1.000. Los gobiernos de Nueva Zelanda, Islandia, Austria, Suecia y otras naciones han decidido que el desarrollo de energías renovables sea una prioridad. Sé que el 80% de la energía que consumimos proviene de fuentes de energía fósil.

Solo en China, cada semana se construyen dos nuevas centrales de carbón. Pero también he visto en Dinamarca un prototipo de central de carbón que expulsa el carbono bajo tierra y no al aire. ¿Será tal vez una solución para el futuro? Todavía no se sabe. En Islandia, he visto una central eléctrica que se alimenta con el calor de la tierra, la geotermia.

He visto una serpiente marina posada sobre el oleaje para... ...aprovechar la energía de las olas y producir electricidad. He visto centrales eólicas frente a la costa de Dinamarca que producen el 20% de la electricidad del país.

Estados Unidos, China, India, Alemania y España son los principales inversores en energías renovables. Ya han creado más de 2 millones y medio de empleos. ¿En qué lugar del mundo no sopla el viento?

He visto extensiones desérticas resplandecientes de sol. Si en la tierra todo está vinculado, la tierra está vinculada al sol, su principal fuente de energía. Lo que han hecho las plantas capturando su energía, ¿por qué no puede hacerlo el hombre?

En una hora, el Sol da a la Tierra la energía que toda la humanidad consume en un año. Mientras la Tierra exista, la energía del Sol será inagotable. Basta con dejar de hurgar en la Tierra y levantar la mirada hacia el cielo. Basta con aprender a domesticar y a cultivar el Sol.

Todas estas experiencias son sólo ejemplos, pero demuestran el despertar de las conciencias. Ellas marcan el rumbo de una nueva aventura humana basada en la mesura, la inteligencia y el compartir. Es el momento de ir al encuentro unos de otros, porque lo importante no es lo que hemos perdido, sino lo que aún nos queda.

Nos queda la mitad de los bosques del mundo, miles de ríos, lagos y glaciares, y miles de especies aún florecientes. Sabemos perfectamente que actualmente existen soluciones. Todos tenemos el poder de cambiar.

Entonces, ¿a qué esperamos? De nosotros depende escribir la continuación de nuestra historia. Juntos. África del Sur, Alaska, Arabia Saudí, Antártida, Argentina, Pratico.

Australia, Bangladesh, Botswana, Brasil, Canadá, Haití. Dinamarca, China, Corea del Sur, Emiratos Árabes Unidos, Costa Rica, España, Francia. Gabón, Grecia, Finlandia, Isla Mauricio, República Dominicana, India, Indonesia. Islandia, Israel, Japón, Jordania, Kazajistán, Kenia, Madagascar.

Maldivas, Marruecos, Mali, Mauritania, Gibraltar, Nepal, Nigeria. Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos, Qatar, Rusia, Chad, Siberia. Suazilandia, Senegal, Tailandia, Tanzania, Ucrania, Estados Unidos, Burkina Faso. Gracias a los 88.000 colaboradores del grupo PPR que han apoyado el proyecto HOME.