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Perdón y Sanación en Conflictos Familiares

El perdón como sanación de los conflictos familiares. Este es el tema. El perdón como sanación de los conflictos familiares. Se dice que un matrimonio feliz es la unión de dos buenos perdonadores.

Eso es muy bello. Eso es muy maravilloso, pero no es previsible que alguien rencoroso se prodigue en el perdón familiar fácilmente si al mismo tiempo no sana sus heridas, porque hay heridas interiores que nos dificultan perdonar. Yo vengo de España y soy nacido en el País Vasco, en una zona de España donde hay un idioma muy antiguo, que es el idioma vasco, ¿no?

Y ahí hay un refrán en el idioma vasco... que he traducido al castellano, aunque no rima en castellano, obviamente, porque rima en el lenguaje vasco, el refrán dice, en casa eres lobo y en la calle eres paloma, dice el refrán. A ver, ojo con ese refrán, que se refiere a que hay personas que en la vida social No son lo que parecen.

En casa son distintas. Su peor versión la tienen guardada para casa, ¿sabes? En casa, en la calle, parecen simpáticos, son cordiales. Todo el mundo diría que buena persona, que afable, pero su mujer te dice, ya le enseñaré un poco lo que pasa. Este es como el increíble Hulk ese que se transforma en casa, que dice, pero este es que...

¿Sí? Esas cosas pasan, vaya que si pasan. Es decir, que contra todo pronóstico a veces puede resultar más difícil perdonar en el seno de la familia que en la vida social. ¿Por qué? Pues porque en la vida social hay muchas cosas que no se pueden perdonar.

caretas, utilizamos una careta, pero en el hogar no puedes utilizar caretas, allí te conocen demasiado como para que utilices caretas, o sea, allí las cosas aparecen muy a lo crudo. a lo crudo. Y entonces es una gran paradoja. Y esto nos pasa a los esposos.

Le pasa también a los hijos. Le pasa a los hijos. Que un chaval igual es simpático y cordial con sus amigos y luego llega en casa y la peor versión que tiene la saca.

en casa y luego él sufre porque estoy maltratando a mis padres y luego el chaval... Esas cosas son increíbles, pero ocurren. Ocurren en el seno del matrimonio, ocurren en la relación paterno-filial. Obviamente, el tema determinante es nuestras heridas interiores. Que si no estamos bien, si no hemos alcanzado el equilibrio y la madurez que todos tenemos que ir alcanzando.

pues sale un tubo de escape por donde y por dónde suele salir el tubo de escape pues por donde más confianza hay que también hay otro refrán en españa que dice donde hay confianza da asco dicen que es como diciendo tienes mucha confianza y allí sacas de sacas cualquier cosa porque claro como tienes tanta confianza en casa sacas lo peor para los que más te quieren curioso el refrán es donde hay confianza de asco en condición oye abusas de pues bien entonces yo creo que tenemos que profundizar en esas heridas no profundizar en esas heridas para poder para poder Quizás mejor con este, ¿sí? O yo creo que es mejor el otro, ¿eh? El otro es mejor, sí, sí. Vamos a ver. Vamos, por lo tanto, a profundizar en esas heridas para poder, en un momento determinado, que seamos capaces de llevar ese perdón a la sanación de los conflictos familiares.

Y un punto de partida interesante puede ser, ¿sabéis cuál? El Padre Nuestro. Esa oración que rezamos a veces es Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, que rezamos de carrerilla.

Pero claro, que no somos conscientes exactamente de todo lo que estamos diciendo. Y lo que decimos cuando de repente se dice perdónanos como nosotros perdonamos, que es tremendo lo que decimos, ¿no? Perdónanos como nosotros perdonamos. Quiero hablar de cuatro claves, partiendo del Padre nuestro, cuatro claves sobre el perdón.

Ahora las refiero no solamente al seno de la familia, sino de forma genérica, de forma general. En primer lugar, la primera clave. Es importante... Que nos admiremos, que seamos devotos de la misericordia de Dios.

Considerar, reflexionar, orar, contemplar sobre cómo Dios nos ha perdonado. reflexionar muchas parábolas en el Evangelio que hablan de eso. Por ejemplo, la parábola del siervo sin entrañas, que está en el capítulo 18 de San Mateo.

Aquel siervo que debía diez años de edad, 10.000 talentos, que es una deuda increíble, ¿no? 10.000 talentos impagable, impagable. Y en un primer momento ordenan que lo vendiese como esclavo a él y a toda su familia. junto con todo lo que tenían para pagar la deuda, pide misericordia, pide misericordia y la obtiene.

Pero claro, el escándalo es que ese hombre no es capaz, después de perdonarle cien denarios a alguien que se los debía, y a ti te acaban de perdonar diez mil talentos y no has sido capaz de perdonar cien denarios, dicen los que son conocedores de la historia bíblica. que más o menos la diferencia entre los 10.000 talentos y los centenarios, la diferencia es de 600.000 a 1. O sea, te han perdonado 600.000 y tú no perdonas 1. Es una parábola sin duda que lo que quiere subrayar es que, mira, para poder crecer en la sanación de nuestros rencores, de nuestras heridas, para poder crecer en capacidad de perdón, lo primero que hay que hacer es ser unos enamorados. Enamorados de la misericordia de Dios. O sea, estar enamorado de la misericordia de Dios. Es decir, pero qué misericordioso es Dios.

Pero qué paciencia ha tenido conmigo. La falta de conciencia de la gravedad de nuestro pecado, la falta de conciencia de cuánto nos ha perdonado hoy, es una de las causas por la que luego nos cueste a nosotros perdonar. Qué importante es considerar la forma tan dramática con la que Dios nos redimió, con la que... Él, al redimirnos de esa manera, pues obviamente nos dejó patente que nuestro pecado era gravísimo, porque si para que nuestro pecado fuese perdonado Jesús llegó adelante la redención y entregó su vida dramáticamente en la cruz, ¿cuál grave no sería nuestro pecado para que eso fuese así? Esa es la primera clave.

La segunda clave, también creo que es importante entenderla. A ver, la voluntad y los sentimientos se implican, están implicados, pero no se identifican. A ver si me explico con lo que quiero decir aquí. Quiere decir que a veces nos ocurre que uno quiere perdonar, de hecho dice Señor yo perdono, yo perdono, pero...

Sus sentimientos, sus afectos no se tranquilizan, se revuelven. Cada vez que vea a esa persona a la que le ha dicho yo la perdono, se me revuelven un poco las tripas. Se cruza delante mío y se me revuelve un poco.

A ver, yo le he perdonado, ¿por qué se me revuelve mi interior? Yo quisiera que, no sé, que yo estuviese ya interiormente completamente pacificado, ¿no? No he dicho que le perdono. No, entonces si le perdono, ¿por qué se me sigue revolviendo un poco? A ver, es importante que entendamos...

entendamos que la voluntad no es exactamente lo mismo que los sentimientos y las emociones. No es exactamente lo mismo. A veces uno puede hacer un perdón sincero, que eso no quita, para que su memoria y sus emociones le traigan recuerdos que le turben, me turban.

Pero eso no pone en duda que mi perdón ha sido sincero. Sencillamente hay que tener paciencia con la sanación de las emociones. Hay que tener paciencia porque las emociones están heridas y tardarán un tiempo en dejar de sangrar. Esto es importante que lo entendamos porque no es lo mismo la voluntad que los sentimientos.

Y lo importante es la voluntad, lo importante es querer perdonar, querer perdonar. Cuando uno quiere perdonar, ya ha perdonado. A veces te dice alguna persona, yo es que quiero perdonar, pero es que sigo perdonando.

Sigo teniendo sentimientos contradictorios. A ver, si usted quiere sinceramente perdonar, ya ha perdonado, aunque los sentimientos se le revuelvan interiormente. Tenga paciencia con ellos, no les haga mucho caso.

Venga y tire para adelante. Ya se pacificarán. Lo cual no quiere decir que no haya que procurar que nuestro perdón sea sincero.

Lo que no vale es decir, perdono pero no olvido. A ver, el que dice perdono pero no olvido, a ver, eso no es perdono. Eso es otra cosa distinta. lo anterior que he dicho. Si yo digo perdono, pero no olvido, no he perdonado.

Otra cosa distinta es, perdono, pero desgraciadamente mi memoria y mis sentimientos se revuelven. Bueno, vale, ten paciencia con ello, pero eso ya está más allá de tu voluntad. Forma parte de tu sensibilidad, que tendrá que ser pacificada.

Ten paciencia con ello. Nuestra psicología es compleja y tiene como muchas capas, es como la cebolla, le quitas capas y hay más capas abajo, y hay más capas abajo. Entonces, a ver, para nosotros lo más importante es la capa de la voluntad, luego abajo hay más capas que...

Que dice uno, pues yo no sé si soy capaz de llegar tan abajo, pero yo le ofrezco a Dios mi voluntad, mi querer perdonar. Y ahora os voy a compartir un punto del catecismo que es una joya. Joya, joya, una perla preciosa para ayudarnos a perdonar. Es el punto 2843. Dice cómo hacer ese tránsito, ¿no? Cómo hacer ese tránsito de que a mí me han herido, estoy ofendido, y a ver cómo hago ese tránsito hacia la sanación.

Dice el punto. No está en nuestra mano no sentir la ofensa y olvidarla. Es un poco lo que acabo de explicar yo.

Eso no está en tu mano. Ya quisiera yo dejar de sentir las cosas, pero es que eso no está en mi mano. Pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión. O qué importante esto que ha dicho aquí.

O sea, que yo cuando perdono cambio la herida en compasión. O sea, que yo procuro, en vez de tener rabia, odio a esta persona, tener compasión por ella. Este me ha hecho un daño.

Ahora yo puedo, esa persona que me ha hecho un daño, puedo tener hacia ella odio o compasión hacia ella. Tengo compasión. Porque qué pobre persona.

Me ha hecho un daño y la verdad es que el pobre es él, ¿sabes? Cambio mi rabia en compasión. Y cambio la ofensa en intercesión. Pido por ella, pido por esta persona, Señor te pido por ella.

Transforma su corazón, hazle ver la luz. Cuando uno hace esto, cuando uno llega a orar por la persona que le ha ofendido, Ya está perdonando. Si Dios me da el don de orar por alguien que me ha ofendido, eso ya es un perdón sincero, ¿sabes? Porque estás cambiando la ofensa en intercesión y estás cambiando la herida en compasión.

Por eso, ¿no? Es un matiz muy importante este, ¿no? Que nos enseña a educar. En tercer lugar, será muy importante educar la susceptibilidad.

A veces hay personas muy susceptibles, que son muy fáciles de ofender. Ojo con ello, claro, eso es un problema. Cuando una persona es muy sensible y muy susceptible, se ofende muy fácilmente, entonces tiene mucho trabajo para perdonar. Y entonces habrá que trabajar no solo como perdona, igual hay que trabajar a ver si conseguimos que no se ofenda tanto.

Claro, es normal, ¿no? A veces, creo que estamos en una cultura un tanto narcisista, una cultura narcisista, en la que todo se centra un poco en nuestro yo, yo y yo. Entonces, en esta cultura narcisista hay una tendencia a sentirnos fácilmente ofendidos por todo.

Somos débiles, somos frágiles, somos flojos, somos flojos. Y entonces uno se siente fácilmente ofendido. Es un poco de cristal, somos como de cristal, ¿no?

Nos rompemos muy fácilmente. Y eso es bueno ser consciente de ello, porque a veces yo estoy viendo ofensas donde en realidad igual no ha habido mala intención. Mala intención.

Educar nuestra susceptibilidad. Para tener capacidad de perdonar, Hay que aprender a amar con libertad, sin poseer a las personas. Porque si amamos a las personas de una manera muy posesiva, cualquier cosa que hagan que a mí no me guste me ofende muchísimo. Pero las personas hay que amarlas sin poseerlas tanto.

Yo las amo, en fin, explico, él es libre, no me voy a sentir ofendido porque cualquier cosa que ha hecho que no me ha gustado. Yo lo que no voy a pretender es que cuando yo amo a una persona, hacerla a mi imagen y semejanza. Y si no es lo que yo estoy esperando que tiene que ser, ya me siento mal, ya me he ofendido. Hay que amar con mayor libertad, con mayor libertad, para no sentirnos ofendidos tan fácilmente.

Por lo tanto, el perdón maduro es aquel que no solo perdona las ofensas, sino el que no se deja ofender fácilmente. A ver, perdono todo lo que me hagan antes de que me lo hagan. ¿Me explico?

¿Qué quiere decir eso? Perdono lo que me hagan antes de que me lo hagan. Pues porque ya sabemos que las personas fallan.

A ver, o no sabíamos eso. A ver, entonces si lo sabíamos, ¿por qué nos escandalizamos? Claro, si el único que no falla es Jesús, ¿no?

Entonces, cuando falla alguien, ¿por qué me ofendo tanto si ya sabía que eso era así? Si era algo anunciado completamente. Entonces, yo creo que ese no escandalizarse de la debilidad de los demás es un signo de madurez. A ver, que las personas son frágiles. Que lo único que no nos falla es Jesús, ¿no?

Esto es muy importante en esta vida. ¿Por qué sufres tanto? ¿Por qué sufres tanto?

Coges, pones unas expectativas en las personas que luego te fallan, te sientes decepcionado. tienes rencores con ellas y tienes un problema en cómo perdono. A ver, pues que igual no hay que poner esas expectativas, que yo amo a la gente pero sin pretender poseerla, sin pretender hacerla mi imagen y semejanza. La amo respetándola como es.

Y entonces no me ofendo tanto, ¿no? No me ofendo tanto. Y en cuarto lugar, la cuarta clave, así estamos hablando de consejos genéricos sobre el perdón. Bueno, pues el Evangelio proclama un principio superfuerte, superfuerte que es el del perdón a los enemigos. Dice Mateo 5, 43. Se os ha dicho...

Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo, pero yo os digo, amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen. Vaya expresión, ¿eh? Chesterton, con su habitual sentido del humor, yo soy así muy, vamos, chestertoniano, me gusta mucho citarle, ¿no?

Chesterton, que tiene un sentido del humor muy grande, decía, Jesús nos dijo en el Evangelio que hay... Hay que amar al prójimo y perdonar al enemigo. Posiblemente porque el prójimo suele ser el enemigo.

O sea, que son los dos, no son el mismo. Son el mismo. O sea, que es que el enemigo lo tienes al lado.

Amar al prójimo y perdonar al enemigo es que suele ser el mismo. Puede estar en el matrimonio, puede estar, claro. Suele ser así.

Pero es un tema muy serio. ¿Por qué el Evangelio es tan maximalista? Porque esto es poner el listón alto, alto, ¿eh?

Decir, a ver, amaza a los enemigos. Madre mía. Es poner el listón diciendo, hasta ahí podemos llegar.

Se puede llegar a saltar hasta ahí, ¿no? Qué pérdida necesito yo para pegar ese salto, ¿no? Dice San Juan Crisóstomo, el perdón, amor al enemigo es lo que más nos asemeja a Dios. Lo que más nos asemeja a Dios, porque Dios nos ama a nosotros siendo pecadores, o sea, siendo enemigos.

Yo soy enemigo de Dios. Cuando peco, ofendo a Dios. Soy su enemigo.

Y Dios me ama. Luego, si yo amo al enemigo, nunca seré más semejante a Dios. Ese ideal tan fuerte es muy sanador.

Tenemos que fijarnos en los mártires, en el testimonio de los mártires. Ustedes también en la historia especialmente de México, la historia de la cristiada. Hay unos testimonios de martirio impresionantes y de perdón en el martirio. En España también hemos tenido unos testimonios de perdón en medio del martirio increíble.

Y voy a hablar de un sacerdote nuestro, de mi diócesis. Un sacerdote de Midiósis que se llamaba Luis Staña Mellado está en proceso de canonización. Fue martirizado en noviembre de 1936 en aquella persecución religiosa que aconteció en España.

A este sacerdote le cogieron y, sencillamente porque era sacerdote, le llevaron a las tapias del cementerio para fusilarle. Le dijeron si quería su última voluntad y él dijo que sí, que quería rezar. Se arrodilló y empezó a rezar el Padre nuestro.

Y cuando llegó a la expresión, perdónanos como nosotros perdonamos, Él se paró en ese momento, hizo su acto de perdón, se puso encima una tela y ahí entonces dijo, ya no tengo que seguir rezando, ya es suficiente. con lo que he dicho, perdónanos como nosotros perdonamos. Ahí se paró el padre nuestro y le dispararon un tiro en la cabeza, conservamos ese paño con el agujero de la bala y manchado de sangre, lo conservamos en la diócesis.

Pero a mí me impactó... ¿Hasta qué punto él se tomó en serio el rezo del Padre nuestro? Dijo, a ver, yo voy a, en este momento, ¿qué tengo que hacer?

Pedirle a Dios que me perdone como yo perdono a estos que me van a matar. Madre mía, un testimonio como ese, un testimonio como ese, pues te encoge el alma, ¿no? El testimonio de los mártires nos lleva a entender que con el perdón no se juega. Que el perdón es cosa seria. Que no es una cuestión así un poco supererogatoria, no, que no, no, no, no, el perdón es esencial.

Por eso creo que es importante ponernos en presencia de Dios y decretar, si me permitís la expresión, una especie de amnistía general en mi vida, ¿no? Nadie me debe nada. A ver, yo he perdonado y se ha acabado.

Que alguien pueda decir eso en verdad en su vida es sanador. A ver, que nadie me debe nada, ya está, yo he perdonado, lo he perdonado todo, ¿no? Decir eso con el corazón ensanchado es sanador en nuestra vida. Hay un pasaje del Catecismo de Trento, que explicando esta petición del Padre Nuestro, dice de una manera muy bella, dice, si quieres que Dios tenga misericordia de ti, regálale tus amistades. ¡Joder, qué expresión tú!

Eso está escrito en el siglo XVI, en el concilio de Trento allí. Si quieres que Dios tenga misericordia de ti, regálale tus enemistades a la venganza de Dios. Señor, te entrego a estos. Cuida de ellos. Cuida de ellos.

Te pido que les bendigas. Te pido que les transformes. Te pido que les ilumines. Regálale tus enemistades.

Vaya expresión. Por eso creo que cuando estamos hablando, quiero recordar un poco el título de nuestra reflexión, estamos hablando del perdón como sanación de los conflictos familiares. donde vamos a entrar un poco ahora más específicamente. Pero antes de entrar específicamente en los conflictos familiares, obviamente es que tenemos que hacer esta reflexión. Yo estoy llamado, tomándome el Evangelio en serio, a tener esa disposición perdonadora.

Porque rezo el Padre nuestro, porque soy hijo de esa revelación que transmitió Jesucristo, que nos pidió amar a nuestros enemigos. Por lo tanto, doy un paso más en mi reflexión y me adentro en ocho claves para practicar el perdón sanador en la familia, ya en el seno de la familia. La primera.

La humildad, obviamente, como camino. La humildad como camino. El orgullo es la tumba de muchos matrimonios.

El orgullo es la tumba de muchos matrimonios, ¿no? El orgullo que nos impide reconocer la verdad. Que estás colando un mosquito y te estás tragando un camello. Y tu orgullo es que te impide verlo.

A ver, lo ve todo el mundo menos tú. Pero es que tu orgullo... la canción esa, antes muerta que sencilla. A ver, por Dios, es que el orgullo nos hace ciegos.

El orgullo nos hace ciegos. Entonces es clave es clave la La humildad que nos permite vivir en verdad. Y esta es mi realidad.

Entonces, dejarnos acompañar, que puede ser clave, en el fondo, esa humildad es conocimiento de uno mismo. Sería el segundo punto, que está muy ligado al primero. Conocimiento de uno mismo.

Santa Teresa dice, ¿qué es la humildad? Vivir en verdad. Tener la capacidad de ver la verdad en mi vida.

Y entonces, digamos, en la tradición cristiana siempre se ha dicho que... A la luz de Jesucristo nos conocemos nosotros interiormente. Yo en Cristo me conozco a mí mismo, veo la verdad de mi vida, la verdad de mi vida. Desconocimiento propio genera soberbia.

Entonces necesito conocerme a la luz de Dios y conocer también la misericordia de Dios. Porque el desconocimiento, he dicho antes que el desconocimiento de uno mismo genera soberbia y el desconocimiento de Dios genera desesperanza. Porque no conozco a Dios, no conozco su misericordia y me desespero. O sea que el primer camino es el de la humildad y el del autoconocimiento. Será muy importante dejarnos acompañar para poder conocernos a nosotros mismos, dejarnos acompañar.

El sacramento de la confesión es un gran acompañante. Cuando uno se confiesa en verdad es una manera muy... Yo creo que muchas veces en el examen de conciencia, en el sacramento de la confesión, ya acontecen muchos milagros antes de irte a confesar, porque es ver la verdad de tu vida. Eso es algo tan importante.

Si no fuese porque yo hago un examen de conciencia, es cómo me veo yo delante de Dios, cómo me ve Dios. Eso es tan importante, es que sin ese examen de conciencia yo voy ciego, voy ciego. ¿Qué opina Dios de mí? ¿Cómo me...? ve Dios.

Por lo tanto, ese dejarnos acompañar para caminar en humildad es muy importante, importantísimo, para no ir ciegos. Por lo tanto, he dicho, ¿no? Primer punto, la humildad. Segundo punto, el conocimiento de uno mismo.

Tercer punto, la convicción de que Dios nos ha entrelazado. No solo nos ha juntado, nos ha entrelazado para ayudarnos mutuamente en el camino de la santidad. ¿Qué sería de nosotros sin el matrimonio, sin la familia como estímulo hacia la santidad?

¿Qué gran ayuda es la familia, el matrimonio, para el olvido de uno mismo? Para olvidarte de ti mismo, porque Jesús dijo, el que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo. ¿Y eso cómo se hace? La familia, tú, ahí tienes materia para olvidarte de ti mismo que no veas. Claro, claro.

Es así. ¿Y un cura cómo lo hace? La parroquia. La parroquia tienes materia.

Puedes olvidarte de ti mismo que no veas tú. Cada uno tiene que ver cuál es el escenario que Dios ha pensado para él, para su santidad. Y el escenario que ha pensado para nosotros es el de la familia, del matrimonio. Mi cónyuge tiene las virtudes y los defectos que yo necesito para ser santo.

A ver. ¿Eso es un acto de fe? Eso es un acto de fe. El Señor lo ha pensado.

Y este cónyuge mío tiene exactamente las virtudes que yo necesito y los defectos que también yo necesito, porque de hecho, de hecho, ¿acaso no dicen las obras de misericordia? ¿Sufrir con paciencia los defectos del prójimo y corregir al que yerra? ¿Cómo se hacen las dos cosas?

A ver, ¿cómo se hace eso? ¿Cómo se conjuga corregir y sobrellevar con paciencia? Dice, ¿eh?

Corregir al que yerra, sufrir con paciencia los defectos del prójimo. ¿Y eso? ¿Cómo se conjuga? ¿Cómo se puede soplar y sorber al mismo tiempo?

Bueno, pues es que Dios tiene un designio, ¿no? Y el designio es, mira, tú tienes en tu matrimonio, tienes el cónyuge, el adecuado, el compañero de vida adecuado para tu santificación. Y no le des más vueltas, ¿no?

Mi cónyuge tiene las virtudes y los defectos que yo necesito. Dios nos entrelazó, nos entrelazó. Qué distintos somos, qué distintos somos. Pero en esa diversidad hay una complementariedad y vamos viendo cómo la obra de Dios va aconteciendo en nosotros. frente a la tentación de que yo corro por libre, porque a veces ocurre eso, que uno dice yo corro mucho más y voy por libre.

Yo corro a una velocidad mucho más rápida si no voy con mi marido al lado o con mi mujer al lado. Ya, pero es que esa no es tu vocación. Tu vocación es caminar con el otro. Y además, hay un refrán por ahí que dice, si corres solo... Vas mucho más rápido.

Pero si corres acompañado, llegas mucho más lejos. Que son dos cosas distintas. Puedes correr mucho más, pero acompañado llegas mucho más lejos. Que es otra cosa distinta. Cuarto punto.

El Evangelio nos educa para integrar la firmeza en los ideales con la paciencia en la práctica. ¿Cómo conjugar esto? Ser, tener ideales firmes, no...

negociar los ideales, no negociar, no rebajarlos, pero tener paciencia en la práctica. ¿Cómo se hace eso? Pero el Evangelio está lleno, el Evangelio está lleno de expresiones que conjugan estas dos cosas. Y los ideales no cedemos, pero sin embargo, en la práctica tenemos paciencia con las personas para que vayan creciendo poco a poco.

Pero eso no quiere decir que el ideal lo hayamos devaluado. Yo recuerdo que siendo un jovencito, soy de una ciudad que se llama San Sebastián en España, y siendo un adolescente formé parte de las conferencias de San Vicente de Paul, que eran unas conferencias de la escuela de la escuela de la escuela. asociación que hacíamos distintas obras de caridad y una de ellas también era ir a la prisión y con los presos hacíamos algunas iniciativas. Y siempre me acordaré que en la entrada de la prisión había una frase de San Agustín que decía, odia el delito y ama al delincuente. Siempre me llamó la atención esa frase.

Ahora ya, como España es muy laica, han quitado la frase de San Agustín. No sé qué daño les haría esa frase, pero ya la han quitado. Antes estaba ahí escrita en la piedra de la prisión.

Odia el delito y ama al delincuente. El Evangelio está lleno de expresiones en las que por una parte se subraya la fidelidad, la exigencia y por otra parte la paciencia. Por ejemplo, dice Jesús, el que no está conmigo está contra mí. contra nosotros están a favor nuestro. Oye, qué curioso.

Dice, corta la higuera porque no da frutos. Y luego dice, déjala un año más a ver si da frutos. Qué curioso.

Y dice, la caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Pero también dice, como no eres frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. O sea, que en la Sagrada Escritura está llena de expresiones en las que se conjugan. Gracias. La exigencia y la paciencia.

La exigencia y la paciencia. Y entonces, pues Dios nos tiene que dar esa gracia en el seno del matrimonio. Yo, mis ideales, mis ideales, los ideales de santidad no se negocian. tiempo sabemos que dios es infinitamente paciente no lo voy a ser yo no lo voy a ser yo lo malo suele ser no pues confundir la paciencia con la indiferencia ya me es igual no eso no es paciencia eso es otra cosa o lo malo suele ser que yo confunda mis correcciones Con mis enfados, que eso es otra cosa.

Las correcciones no las puedo confundir con mis enfados. Yo tengo que saber distinguir lo que es mi amor propio herido de mi deseo de bien para el otro. tengo que confundir una cosa con la otra. Si yo corrijo desde un amor propio herido, porque estoy enervado, eso ha nacido mal con toda seguridad. Luego, este cuarto punto es muy importante.

El Evangelio nos educa a tener un equilibrio entre los ideales y la paciencia. En quinto lugar. Aplicarnos a la familia, aplicar a la familia el Salmo 129. ¿Qué dice el Salmo 129? Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?

Dice el Salmo, ¿no? Que es un Salmo que, a ver, es que, madre mía. Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?

Si Dios llevase cuenta de todos nuestros delitos, madre mía, ¿dónde? ¿Sabes qué? Pues eso mismo aplicamos a la familia. Si en la familia vamos a llevar cuenta de todos los delitos del otro, si yo voy a llevar cuenta, voy a apuntar en mi libreta, en el debe, en el debe apunto todo lo que el otro ha ido haciendo, madre mía, ¿así a dónde voy yo? Eso es tremendo.

¿No? Cuando uno apunta en el debe los errores del otro, pues entonces utiliza las heridas del pasado como munición. Las utilizo como munición cuando viene bien.

Entonces recurro a mi libreta y la saco y digo, ahora aquí tengo munición acumulada. Y comienza una bronca y saco las cosas y me voy a las tapias del paraíso allí. Y desde allí comienza, ya te dije yo antes de casarnos, madre mía, tú. A ver, si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Que dice, eso no puede ser, eso no puede ser.

O sea, no podemos llevar cuentas del pasado. O sea, no las podemos llevar. Vida nueva, vida nueva. Eso es básico para la salud del matrimonio. El pasado lo arrojo a la misericordia, el futuro lo confío a la providencia y solo me quedo con el momento presente para vivirlo en intensidad de amor y ya está.

Sexto punto. Ponerse en la situación del otro, ponerse en el lugar del otro. Conocer los condicionamientos de mi cónyuge y de los hijos. Eso que dice el Evangelio, ama, trata a los demás como te gustaría que te tratasen a ti, es importantísimo.

Solamente con eso ya cambiaría el mundo. Si eso lo llevásemos a efecto, el mundo sería distinto. Sería distinto, ¿no?

Con lo cual es importante verme cómo me pongo en la situación del otro, para ponerme en su lugar, ¿no? Porque descubrimos que muchas veces los defectos de las personas que nos hacen sufrir tienen una historia detrás, ¿sabes? Esos defectos de tu esposa, de tu marido, que te hacen sufrir, tienen una historia detrás. Y los que a veces ejercen como verdugos han sido víctimas.

Y cuando uno ha sido maltratado, fácilmente tiende tendencia a ser maltratador. Reproduces lo que odias, odias lo que te hicieron a ti, pero tú vas y lo reproduces, que es una increíble verdad que ocurra. Pues ocurre eso, ocurre eso. Y nos tenemos que dar cuenta de esto en el seno del matrimonio.

que tenemos que ser conscientes de la historia del otro, de la historia del otro, que tiene sus condicionamientos. En su familia pasaron determinadas cosas. que se generan malos hábitos y esos malos hábitos pues de vez en cuando vuelven a aparecer como un río subterráneo que de vez en cuando aparece, aflora arriba, ¿no? Y luego se vuelve a meter y luego vuelve a aflorar. Esas cosas ocurren y tenemos que ser conscientes de eso, ponerme la situación del otro.

Porque ahí es donde el demonio nos diría, ¿ves qué malo es? ¿Ves qué malo es? En realidad, el Señor quiere que descubramos otra cosa. ¿Ves hasta qué punto Él es víctima?

¿Está reproduciendo el daño que ha recibido? Esa distinción es importantísima, importantísima. Salir de mi situación y ser capaz de ponerme en la del otro.

Séptimo punto. Un paso heroico, sanador de muchas heridas, ¿no? Que es como, digamos, pues, una sanación por elevación. ¿Por elevación cuál es? Pues, amar a la familia de mi esposo como a la mía propia.

Eso. sí que es algo inequívoco. Eso sí que es algo inequívoco. Cuando alguien dice yo amo la familia de mi esposo como a la mía propia y a mi suegra la ayudo y la sirvo como si fuese mi madre.

A ver, eso es definitivo. Eso es definitivo en la sanación de las heridas, porque obviamente eso no nace de la carne y de la sangre. Eso no nace de la carne y de la sangre.

Eso nace del Espíritu. Eso nace del don del Espíritu Santo. Entonces aquí hay algo muy clave, que si yo...

hay heridas familiares. Si yo resulta que mi esposa tiene problemas con su familia y yo lo que hago es echar un poquito más de leña al fuego... fuego, voy mal. Yo lo que tendré que intentar es que ojalá mi esposa sane las heridas que tiene con su familia y yo lo que tengo que hacer es facilitar todo lo posible o viceversa con respecto al esposo. Cuando mostramos el amor a la familia del esposo, sin duda alguna es uno de los momentos en los que el perdón entre nosotros supera la lógica humana, la lógica de la carne y de la sangre.

Pero claro, yo sé que esto supone tomarse en serio el que uno mortifique sus filias y fobias. Porque cuando uno dice, no, es que me cae mal, me cae bien. A ver, me cae, me cae, eso, ¿entiendes? Eso, no sé, ¿eh?

Es que eso de que me cae mal, me cae bien, le aguanto, no le aguanto, ¿eh? A mi cuñada y al otro y a mi suegra, a mi suegro, a mi... A ver, eso, eso de... de que me cae bien, me cae mal, tiene mucho de primer impulso, tiene mucho de primer impulso que sin duda alguna debe de ser mortificado. En nuestra vida tenemos que ser capaces de mortificar muchas sensaciones que tenemos.

Sensaciones que son muy carnales y que no son de Dios. Si a alguien me cae bien, se lo consiento todo. Si a alguien me cae mal, no le paso ni una. A ver, pero ¿qué objetividad tiene eso?

¿Qué objetividad tiene? Que al final, más que actuar racionalmente, actúo visceralmente. ocurre, si es la niña de mis ojos, se lo consiento todo, vamos, pero como se me haya cruzado, si se me ha cruzado no la aguanto ni una, cualquier cosa que diga, obviamente nuestras emociones también tienen que ser mortificadas para que seamos capaces de ese perdón y para que seamos capaces de decir la familia de mi esposo es mi familia y la familia de mi esposa es mi familia, son mis padres, ¿Eh?

Octavo punto. Estábamos en ocho, ahora estamos en el último, tranquilos. Octavo punto. Dice, discernir, no dejarse llevar de los impulsos. A ver, creo que esto es clave.

Tenemos que desenmascarar, o sea, para discernir bien en la vida. Para decidir correctamente, uno tiene que decir, a ver, ¿qué me llevan a tomar estas decisiones? ¿Estoy enfadado?

¿Me quiero vengar? No. ¿O yo quiero buscar el bien? Es decir, tengo que... Tengo que ver exactamente si las razones que me llevan a tomar una decisión son justas o no son justas. Y tengo también que hacer un cálculo de decir, previsiblemente, de esta decisión, qué consecuencias se van a seguir.

O sea, tengo que decidir tomar decisiones discerniendo, no dejándome arrastrar por los impulsos. Esto es clave. Discernir es llevar las riendas de mi vida.

de mi voluntad, sopesar los pros y los contras, no actuar en caliente, tener la capacidad de decir delante de Dios razones en pro, razones en contra, qué me lleva a tomar esta decisión, qué me lleva a tomar la contraria, si tengo malos sentimientos lo más seguro es que la decisión va a ser equivocada, o sea, discernir, no dejarnos llevar de impulsos, eso es la manera de que nuestra... nuestras familias, no sean ni permisivas, ni autoritarias, ni desestructuradas, sino que sean equilibradas. Porque en el fondo hay cuatro tipos de familias.

Las permisivas, que son aquellas que con tal de que no haya que pasar ningún mal momento ni corregir a nadie, pues permitimos todo. Para que no tengamos que pasar ningún mal momento, que cada uno haga lo que le dé la gana. Familia permisiva.

Por ahí vamos fatal. Familia autoritaria, que es el lado contrario. aquella en la que todos son broncas, todos son broncas, pero claro, al final todos son broncas y ya nos hemos olvidado de si nos queremos. Ya, o sea, familia permisiva más que familia permisiva.

mal, familia autoritaria mal, porque así no se transmiten valores familia desestructurada es en la que ni una cosa ni la otra, mira, o sea, es decir ni se transmiten valores ni se tiene cariño entre ellos sino que se ha desestructurado la familia ni familia permisiva, ni familia autoritaria ni desestructurada sino familia equilibrada y para eso hay que discernir equilibradamente en el seno de la familia por lo tanto decía El perdón como sanación de los conflictos familiares. En el fondo es amar con madurez, tener la gracia de abordar los problemas de la familia con equilibrio, viendo el plan de Dios, viendo el designio de Dios, teniendo paciencia de cómo vamos creciendo en el seno de la familia, cómo poco a poco vamos creciendo. Posiblemente uno dice, mira, hace... 10, 15 años hubiese sido imposible de que estuviésemos pues rezando juntos o haciendo juntos este retiro y ha pasado un tiempo y estamos aquí y hemos ido creciendo y hemos ido madurando porque nos hemos ido perdonando y entonces por eso quizás hoy podemos estar en este retiro en este encuentro porque ha habido perseverancia, ha habido paciencia hemos ido creciendo juntos y hemos ido dejando como un poco de la vida cómo Dios ha ido actuando y madurando en nuestra vida.

Por eso le pido a la Sagrada Familia de Nazaret, le pido a la Sagrada Familia de Nazaret, que se complete esa sanación de nuestras heridas. Hoy ofreceremos la Santa Misa por la sanación de las heridas familiares, que no es una intención menor. Yo ofreceré con esa intención la Santa Misa. Señor, danos la gracia de sanar las heridas que hay en ese país.

seno de la familia. Algunas son muy visibles y otras están solapadas. Parece que nadie habla de ellas, pero afectan mucho al presente.

Y tenemos que pedirles la gracia de esa sanación. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.