Ciudadanía es un status civitatis que interesa por igual al ius publicum y al ius privatum, en el sentido de que sólo la civis puede participar en las relaciones que nacen de uno y otro. Ciudadano romano con ciudadanía plena, civis optimo iure, es el que se hallaba facultado para participar en toda suerte de derechos. Joaquín Pez ¿Qué es la testamentifactio?
La capacidad en orden a la sucesión hereditaria, sea como disponente, sea como beneficiario o como testigo ius activus, o derecho de actuar en juicio civil, para que de esta manera podamos saber lo que puede ser. La justicia en cualquier... ¡Juan Santa Cruz! ¿Qué es el ius publicus?
Una vergüenza. ¿Una vergüenza? ¿Eh? ¿Qué ha dicho?
Que es una vergüenza que un hombre como Castelar haya sido expulsado de su cátedra por motivos... ¡Cancelar! ¡Cancelar!
¡Cancelar! ¡Cancelar! ¡Cancelar!
¡Calma! ¡Calma! Yo les prometo que estudiaré su petición. ¡El patrimonio real es del país!
¡Viva! ¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!
¡Viva! ¡Viva la República! ¡Viva! ¡Silencio!
Juanito... ¡Suscríbete! ¿Qué ocurre?
¿Qué ocurre, Plácido? ¿A qué vienen esas prisas? Juanito, le he visto.
¿Qué le pasa a Juanito? Dígalo de una vez. Preso, le he visto. Le llevaban preso.
No, preso, preso. Mi hijo. No te preocupes, mujer.
Tienes que hablar con González Bravo. Entérate. Dios mío.
No te preocupes, esto lo arreglo yo enseguida. No. Juan Santa Cruz Juan Santa Cruz ¡A la libertad!
¡A la libertad! ¡A la libertad! Ius suffragi, o derecho al voto en las asambleas.
Ius honorum, o derecho de acceso a los cargos magistraturales. Ius conubi, o conubium, o derecho a casarse y derecho de servir en las legiones. Ius actionis, o facultad de poder acudir a los tribunales de justicia. La provocatio ad populum, o derecho de apelar a los comicios de centuriones.
Sui juris, o personas que no están sometidas al pater familias. Y también vi a José I, al duque de Angulema, a Lord Wellington, a María Cristina y a Fernando VII, a todos desde un balcón. ¿Y a Odón Eli Espartero? Sí, señor. Como les estoy viendo a ustedes, abrazándose.
Y también les vi otras veces, solos, y al cura Merino. ¿Cuándo lo ajusticiaban? Usted lo dice, en el patíbulo.
Voy a ver. La historia del siglo tengo en estos ojos, don Baldomero. La historia del siglo. Juan, hijo.
¿Qué pasa, mamá? Es la hora de comer. ¿No vas a venir? Cuando termine de estudiar.
Cuando termine de estudiar. Vaya que tu amigo el sordo nos ha jugado buena. ¿Por qué, señora? ¿Sabes lo que me mandó?
No. Un pedazo enorme de babilla y un trozo de contrafalda lleno de pilitrafas y tendones. Jesús, qué vergüenza, ya no se le compra nada, se acabó el sordo, ¡ala! ¡Nunca más!
La culpa es tuya, Plácido. Siempre tus protegidos acaban así. Pero no vamos al mercado. Después.
Pues está hoy el mercado que para qué. Que perdices, señora. Divinidades, verdaderas divinidades.
No, no, no más perdiz. Hoy hemos dejado... de ver si Pantaleón tiene buenos cabritos. También quisiera una buena lengua de vaca cargada.
Veremos si hay ternera fina. La hay tan fina, señora, que talmente parece merluza. Pues luego vas a ir y le dices que me manden solomillo y chuletas riñonadas. Y las miras bien. No vayas a descolgarte con las agujas cortas del otro día.
Quisiera pagar la cuenta de mi hijo Juan Santa Cruz. Mire, mire en el libro. Estoy tan orgullosa de este hijo mío.
Que temo que me castigue Dios. Que he cambiado. Si sigue así, llegará sabio.
O más, por algo nos tardó en venir tanto tiempo. Lo esperábamos año tras año, como los judíos al Mesías. Aquí está, Juanito Santa Cruz.
Le recuerdo muy bien, se llevó docenas de libros. Ah, se me olvidaba, para abrir el salmón, porque la langosta que tienen hoy es una peste, ya lo verás. Además quería decirle que le den todos los libros que pida, todos. Yo pasaré a pagar cada semana. Bien, señora.
Hasta mañana. Adiós. Buenas tardes. Adiós.
¿Qué quiere? Supongo que vender estos libros. Échelos un vistazo y dígame cuánto me da por el lote.
Pero... ¿Quiere venderlos? Sí, dígame cuánto me da.
De acuerdo. Ahora se lo digo. Tomás, yo tan creída. ¿Pero a dónde va todas las noches? Cálmate, mujer.
Le ha tenido que ocurrir algo. Tonterías, ¿qué le va a ocurrir? Ya verás cómo estupiñá termina encontrándole.
¿Qué? Nada, señora. He recorrido todo Madrid.
Estoy muerto. He estado en todas partes y nada. ¡Oh!
No, es tarde ya. Adiós. ¡Arre, caballo! Paldomero, ya sabes lo que tienes que decirle. Ábrele, Plácido, ¿eh?
Ábrele. ¿De dónde vienes a estas horas? De una despedida, Plácido.
¿A quién habéis despedido? Nos han despedido a nosotros, a Villalonga y a mí. ¿Os vais?
Sí, nos vamos. ¿A dónde? A París.
¿A París? Sí. Jesús, vas a matar a esa pobre a disgustos. Bueno, yo me voy, que es muy tarde.
Es una ocasión única, mamá. Aprovecho que Villalonga va en viaje oficial a comprar maquinaria. El tren sale a las seis.
Deseame buen viaje. Pero, ¿de qué hablas? Me voy mañana a París. ¿París? Sí, mamá.
Buenas noches. Adiós, papá. ¿A dónde vas?
A dormir. ¿Oíste lo que dijo? Sí.
Yo que me quejaba de que llegaba tarde. París. Es como quejarse de que caen cuatro gotas y zas.
El diluvio entero encima de una. Habla con él. Todo lo que hace es normal a su edad.
Déjale. Juan, tienes dos carreras y relaciones. ¿A qué esperas para trabajar y situarte? ¿A qué esperas? Mira a Joaquín y Tópez.
Escucha, mamá. He llegado a la conclusión de que más sabe el que vive sin querer saber que el que quiere saber sin vivir. O sea, aprendiendo los libros y las facultades.
es. Mamá, vivir es relacionarse, gozar y padecer, amar, aborrecer, desear y también viajar y conocer la vida por ti mismo, no porque alguien te la cuente. Ya veremos mañana. Estás tan enfadada que no me atrevo a pedirte... ¿Qué querías decirme?
Déjalo, es una tontería. ¿Qué era? Siempre he sido un desastre haciendo maletas.
¿Tú me la harás? Ya veré. Mañana trae más velas. Ahora voy a encargar cuatro misas más. ¿Cuatro misas?
Una por cada día que mi Juanito pasa en París. Debo conjurar los peligros que ocurre. Tanta lagarta como dicen que hay. No sé si lo que hacemos será suficiente.
Cuatro misas. Cuatro misas. Señora.
Sí. El café está servido. Y el señor ha preguntado...
Ah, sí, voy, voy. No lo pienses más. El chico es de buena índole, de casta honrada.
Tiene la formalidad en la masa de la sangre. Por eso no veo con malos ojos que se despavile, que conozca el mundo, que adquiera soltura de modales. No se trata de modales, sino de que me lo coman esas bribonas. Mira, mujer, para que los jóvenes adquieran energía contra el vicio es preciso que lo conozcan, que lo caten. Sí, hija, que lo caten.
No hay peor situación para un hombre que pasarse la mitad de la vida rabiando por probarlo y no poder conseguirlo ya por timidez o por esclavitud. Vamos, no pienses más en ello. Déjale que se divierta y que la corra.
Sigues dando vueltas a lo mismo. ¿Eh? ¿En qué piensas? Nada, nada. Son otros tiempos, mujer.
Cambiaron las costumbres. Y todo va encajando en un orden diferente. Mis padres no me permitieron más que la compañía de otros muchachos de mi edad. Así que, cuando me dijeron de casarme contigo, yo no había visto a una mujer más que por el forro.
Corrió un frío por el espinazo. Todavía me acuerdo del miedo que te tenía. ¿Crees que aquello era mejor? Pero salió bien, ¿o no? Claro que sí.
Pero hay tantos casos en que esa manera de hacer familia sale maldita mente. Nos casaron como se casa a dos gatos, recuérdalo. Casaron como a dos gatos, es verdad.
Por aquí iremos a la tienda de su cuñada Isabel. ¿A lo peor? La vi ayer en la novena.
Llevaba todo su muestrario a cuesta. Siete hijos, ella y las dos criadas. ¡Qué rebaño, Dios!
Le llevaba a todos por delante como los paveros en Navidad. ¿Encargaste las dos arrobas de aceite? Hace unos días, pero para lo que... lo que les dura, claro que la pobre sienta a la mesa entre pitos y flautas 18 bocas. Y qué bocas.
La vi poner tres velas a San Antonio. Para mí que en vez de rezarle le reñía. Flácido, por Dios. Que esa iglesia la tiraron hace diez años. Para mí sigue estando.
¿Qué es lo que quería de su cuñada? Ya lo sabrás. Tiene que verla los domingos.
Va la pobre con sus hijas que parece una manifestación. Buenos días. Hola.
Me parece que la que usted busca no está aquí. Ay, tía Barbarita, qué alegría. Qué sorpresa. ¿Y las otras?
Están arriba, con mamá. No corra, que me ahogo. Ah, tú aquí, dichosos los ojos. Niñas, tía Barbarita. Hola, niñas.
Hola, tía. Hola. ¿Qué hay, nena? Hola. Hola tía.
Déjanos solas y cierra la puerta. Sí señora. Tú y yo tenemos que hablar.
¿De qué tía? De muchas cosas. Primeramente, te acompañaré a visitar a mi modista. ¿Listo?
Señor Villalobos ¿Qué tal? Tengo ahí el coche ¿Cómo has venido en este estado? ¡Mmm! Hijo, déjame verte.
¿Pensabas encontrarme rechupado y anémico, eh? Te he dado una buena sorpresa. Reconócelo, mamá. Vamos, vamos.
Son las cuatro. Nosotros ya hemos comido. ¡Ah! ¡Qué buen aspecto tienes! Mamá es incapaz de reconocerlo.
Os he traído regalos. Esto es para ti. ¿Qué es?
El mejor perfume de París. Y esto para ti. Deja eso ahora.
Vamos, lávate. Date prisa. Tú ven, déjale vestirse. Jacinta, déjame que te vea. Has cambiado.
Deja eso ahora y siéntate a comer. Claro que sí. Pero no te vayas. Déjame verte. Ponte más atrás.
Un poco más y la luz. Eres guapa. Gracias por el regalo, Juan.
¿Qué regalo? El piso del señor Estupiñá, por favor. Por ahí.
Perdón, ¿vive aquí el señor Estupiña? Don Plácido, en los más últimos de arriba. ¿Qué está comiendo? No lo ve usted, un huevo.
¿Crudo? No sé cómo puede comer esas babas crudas. Mejor que cocidas. ¿Quiere? No, no, gracias.
¡Qué alegría! No te lo olvides. He contado 120 escalones.
Vengo sin rasuello. La próxima vez sube desde el ramo de Azucenas, la zapatería de la Plaza Mayor. Se ahorran 30. ¿Cómo te encuentras?
tu madre me ha mandado un médico. Ya ves, la primera vez en la vida que estoy enfermo. Dice que dentro de un par de semanas podré salir. Imagínate cómo voy a pasar yo un par de semanas sin ver la bendita calle.
Música Música Ahí viene la señora. ¿Rafaela? ¿Rafaela? Señora.
¿A qué hora llegó anoche? Pues, no lo sé, señora. ¿Cómo no lo vas a saber?
No le sentí llegar, señora. Nunca lo sentís llegar. De Horacias. Dígame, señora.
¿A qué hora está llegando mi hijo estas últimas semanas? ¿A qué hora llegó anoche? Por ejemplo. Estoy esperando.
Bueno, normalmente. Siga. Normalmente no viene por la noche, sino por la mañana.
Esta mañana llegó pronto. Sobre las siete o poco más. Me va a oír.
Cuando despierte me va a oír. ¡Qué piernas! Si parecen zancas de cigüeña. ¿A qué vienen esos pantalones de chulito de barrio?
Salga usted un momento. No, no te vayas. Sigue. Y tu mamá no vas a armar un escándalo solo porque quiera ir a la moda.
Por favor. Déjate de besoqueos y escúchame. Que esto es muy serio.
¿A dónde vas por las noches? ¿Y con quién? Por ahí, con mis amigos de siempre, mamá.
¿Los conoces? Sí, salvo Villalonga, que va últimamente de capita corta y pavero. Tus otros amigos han conseguido lo que tú no. Ya ves, Zalamero es diputado y subsecretario de Gobernación. Y Joaquinito Pez, ahí lo tienes.
Va a conseguir un gobierno civil. Escucha, mamá. Primum vivere, deinde laborare.
Juan, tú y yo vamos a perder las amistades. Y te lo advierto. Como me traigas a casa a otro de esos tagarotes de calzón ajustado, capita corta y botita de caña, te pego. Sí, hago lo que no he hecho nunca. Cojo una escoba y os saco de aquí a palos.
Creo que deberías alargarme un par de centímetros más el chaleco. Menote ese hijo. Me viene a las tantas.
Y viste de pronto... ...como un chulito. Luego se va por ahí.
Y les da candil. Agarra un poco de tés. ¿Quién sabe?
Si hay sitios peores... Santa Úrsula... Anoche cenó en la pastelería del sobrino de Botín, en la calle Cuchilleros. También estaba el señor de Villalonga y otro que no conozco. ¿Mujeres?
Dos, señora, dos. No les pude ver las estampas, pero eran de esas de mantón pardo, delantal azul, buena bota y pañuelo a la cabeza. Un par de reses muy bravas. ¿Algo más?
Frecuenta una tienda de la Concepción Jerónima. Venden filigranas y corales de los que usan las amas de cría. Allí pasa el niño muchas horas de la tarde. Y de la noche... Lo sé por Pepe Vallejo que tiene la cordelería enfrente.
¿Has nacido? Sí, señora. Tengo que poner a mi pollo una calza.
Que me escape más. Yo no. Que sí, venga.
Que no. Que sí, venga. Si no sé.
Toma la prenda. Que no, que no juegues. Que sí, venga, no te rindas.
Tú tienes algo en la cabeza y no me lo dices. Solo es pólvora mojada, hija. Pólvora mojada.
Si es lo que sospecho, el día que me lo confirmes, reventaré del gusto. No te digo más. Cuando vayamos a Plencia este verano, quiero que Jacinta venga con nosotros. Ay, Jesús, Jesús.
¿Irá? Claro que sí. ...daría mi liga para Roma, vale...
Don Plácido, la tía quiere verle. No sabe nada de usted y pensaba que podía estar enfermo. No estoy enfermo, pero ni salgo siquiera por no encontrármela.
¿Qué pasa? Nada, no pasa nada. Ella quiere saber y yo no quiero contar.
Por eso me escondo. ¿De qué quiere saber? Déjalo, hija, anda.
No te preocupes. Dile que estoy delicado, que un día de estos bajaré a la calle. Díselo. Adiós, don Placio.
Adiós, hija. Venga al puesto de Martínez, señora Verá que congrio Coliflor no hay Me he vuelto loco buscando De Juan no sé nada, absolutamente nada. Sigues ocultando lo que sabes por no disgustarme, Plácido.
Me pareció verle solo por la puerta del sol, iba en un simón. Pero eso es nada, señora. Hace días me contaron que vieron a los dos, a Villalonga y a él.
Iban riéndose, pero eso es menos todavía. Por eso le digo que no sé nada de él, que hace mucho que no sé. Música Música Música Ayúdenle a bajar. Espere, señorito. Ya le ayudo.
¿Qué les pasó? Nada, no pasó nada. Vas a hacer lo que te diga. Vas a llevar a don Jacinto a su casa. Y sobre todo, no digas nada a mi madre.
Ni una palabra, descuide. Anda. ¡Grac ¡Aquí está!
Traemos una carta para don Juan Santa Cruz. Démela. Queremos entregársela personalmente, señora.
Dio, gracias. Han venido varias veces desde que el señorito dejó de salir. Él no quiere ni verlos. Déjenme, señora.
Yo me entenderé con ellos. Más de una vez han corrido por la escalera. ¿Qué pasa?
Váyanse de aquí inmediatamente. No lo queríamos entregar una carta. Déjenmela a mí. Es un asunto personal.
Entre nosotros y el señorito Juan. Es un asunto personal. No hay asuntos personales.
O me la deis a mí o vais a la calle. ¿Quiénes son esos hombres? ¿Quiénes son? ¿Qué más da, mamá?
Gente que he conocido. Acabarás conmigo, hijo. No digas tonterías, ya se han ido. Me tienes en casa a todas horas.
¿Qué más quieres? Siéntate ahí. Tú y yo tenemos que hablar.
Dime. Primero. Mañana vienes a Plencia con nosotros. Tendrás que darme dos o tres días. Tengo que arreglar varios asuntos.
¿Qué asuntos tienes tú? Música, música. Y en caso de que los tuvieras, más vale que los dejes como están. Vamos, siéntate.
Y escucha otra vez. Juan, es preciso que te cases. Ya te tengo la mujer buscada. Eres como un niño y hay que darte las cosas hechas.
Es mi obligación ocuparme de tu porvenir. Por eso quería hablarte. A ti te cabe en la cabeza que yo pueda proponerte algo que no te convenga.
Pues a callar entonces. En estos casos las madres no nos equivocamos, somos infalibles, como el Papa. ¡Dame dinero!
¡Cabezas, la pelota! ¡Cabezas, la pelota! La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días El cuello me lo puede bajar un poquito más aquí.
Apartaos, niñas. Dejadme verla. Niñas, quitaros de en medio. Mamá también quiere verla. Soy tan feliz.
Tan feliz. Mi hija y se casa con el delfín de los Santa Cruz, con ese ser bajado del cielo. Mamá Mamá Mamá Mamá ¿Qué te pasa? Trae un vaso de agua Corre Mamá ¡Gracias! Brindo por la felicidad...
Pluto Plácido Pluto... ¡Pan, déjame! Tengo que cambiarme.
¿Está bien? Date la vuelta, por favor, date la vuelta. Juan, sal. Venga, por favor, sal inmediatamente. Ya.
Y de avisarles, hijas, no vayan a perder el tren. Te quiero. Pero ¿cuántas veces te lo voy a decir? ¿Quién está ahí? Tenéis que daros prisa, el coche está esperando.
Pero dice papá que el tren no espera. ¿Ves? Vamos, sal. ¡Vámonos!