Soy un edificio emblemático en la ciudad de Segovia. Me construyeron sobre una roca cortada a pico en la confluencia de los ríos Eresma y Clamores, enfrentado a la dura estepa castellana. Fue necesario excavar un profundo foso que salva un puente levadizo para aislarme de la ciudad. Me empezaron a edificar hacia el año 1120, aunque fue pocos años después cuando me denominaron Castillo y Alcázar.
Si me miran de frente, dicen que tengo forma de proa de barco. Estoy protegido por la primera mujer de mi vida, una gran montaña en la sierra de Guadarrama con forma de dama tendida. Y aunque la llaman Mujer Muerta, quiero pensar que está durmiendo, porque aún sigue conmigo.
Pasé de tener una función militar a ser símbolo del poder durante el medievo y desde entonces por aquí han pasado muchos reyes y varias dinastías. Entre ellas, algunas tan importantes para la historia de España como los Trastámara, los Austria y los Borbones. Fue desde el reinado de Alfonso VIII cuando empecé a estar en manos regias.
Alfonso X el Sabio, sí, aquel rey que pasaba las horas mirando las estrellas, convocó mis primeras cortes en 1256. Si Dios me hubiera consultado, el mundo habría salido mejor. Esta fue la famosa frase que se atrevió a decir ante la corte. Por ello, fue reprendido por un fraile franciscano y arrepentido, y para reparar dicha blasfemia, edificó una sala que adornó con el cordón de la orden franciscana.
Es la sala del cordón. A este monarca también se le atribuye el comienzo de la serie iconográfica de los reyes de España que adornan mi sala de reyes. Bajo el reinado de Juan I, en 1383, fue sustituido el calendario conocido como Era Hispánica, por el que hoy nos rige.
Aquel tomaba como año de arranque el 38 a.C., fecha que conmemoraba la pacificación de España. Mis primeros archivos reales de Castilla se deben a Juan II y a Enrique IV, que fueron quienes iniciaron la tarea de salvaguardar la documentación histórica. También estos monarcas comenzaron las primeras reformas decorativas en los espacios que me ocupan.
Y llegué a la cima, tanto en el aspecto político como cultural. ¡Ay, qué tiempos aquellos! ¿Qué decir de la reina más importante de España, Isabel la Católica? Al morir su hermanastro Enrique IV, en 1474, se proclamó reina de Castilla, en ausencia de su marido Fernando de Aragón. Fue en la Plaza Mayor de Segovia.
Sin duda, un gran acontecimiento en la historia de este país. Juro y prometo los privilegios, libertades, exenciones y franquezas, buenos usos y costumbres que tiene la ciudad de Segovia y sus arrabales. Juro y amén. Aquí, entre mis muros, pasó largas estancias una mujer valiente, aunque a la vez controvertida en sus decisiones. Isabel fue un icono para la posteridad, como la recuerdo.
Pero poco a poco se fue separando de mí. Y cuando murió, comenzó mi agonía. He sido testigo de muchos disturbios, enfrentamientos y conflictos de sucesiones. de secretos, de mentiras, de traiciones e infidelidades, pero también de triunfos y de grandes acontecimientos.
Uno de tantos, la boda real de Felipe II con su sobrina Ana de Austria, en 1571. Fue una ceremonia que comenzó en la Sala de Reyes. La presencia de este rey, tan amante de la arquitectura, supondría el cambio de mi fisonomía. Me embellecieron por fuera y por dentro.
Me sustituyeron las cejas por pizarra, la caliza por el granito en mis patios y me adornaron con tócalos azules de talavera. Su hijo Felipe III fue el último rey que residió en alguna ocasión en mis aposentos reales. Durante el siglo XVII me transformé en prisión de estado.
No fue lo más grato para mí, pero sí tuve la oportunidad de retener entre mis muros a nobles, políticos o piratas, personajes ellos que no dudaron en faltar las leyes. Después fue Carlos III, quien en 1764 me devolvería al esplendor de un palacio regio que se convirtió en un referente cultural de Puebla. primer orden se fundaba el real colegio de artillería el estar en el centro de españa y la suntuosidad de mis espacios fueron determinantes para mi elección entonces pasaron por aquí como profesores la flor y nata de la sociedad científica y militar de entonces Y uno de mis grandes privilegios fue conocer al famoso químico Luis Proust, a quien se debe el descubrimiento de la ley de las proporciones definidas.
Él mismo consideró la Casa de la Química como el mejor laboratorio de Europa. Mis muros han sido castillo para defender y proteger a la ciudad que tanto me ha dado. Me siento orgulloso porque he escrito la historia de España de una forma modélica y aún hoy sigo siendo un referente para la arquitectura civil en el mundo. También he sufrido algún que otro grave incidente, como el devastador incendio de 1862, de consecuencias trágicas para mis tesoros y mi estructura. Afortunadamente, fui recuperado con dignidad.
Primero Fortaleza, después Palacio Real. Prisión Estatal, Colegio Real de Artillería y Archivo Histórico Militar. ¿Qué más puedo pedir?
Todo esto en ocho siglos. En la actualidad soy Monumento Histórico Artístico. Me cuida el Cuerpo de Artillería y desde mediados del siglo XX me mantiene un patronato que lleva mi nombre, Patronato del Alcázar. ¿Y sabéis qué?
He servido de inspiración a Walt Disney en alguna de sus películas porque mi silueta es como de cuento de hadas Pero soy real y soy real Tanto que la ciudad de Segovia se siente orgullosa de mí. Tener salas tan bellas como la de Reyes. El trono de la ciudad de Segovia. Mis estancias es un placer para los sentidos Y qué decir de mis flamantes torres Por supuesto la que me preside La de Juan II Inconquistable donde las haya Y la que me da esa figura tan esbelta y mágica La del homenaje Y en alardeo de ejercer de guardián de los más importantes archivos militares de España. Soy un gran museo.
En fin, que ahora soy el monumento más visitado de Castilla y León, uno de los primeros de España y soy conocido en gran parte del mundo. Porque al igual que los otros que me acompañan, el acueducto romano y la catedral, los tres mantenemos una de las ciudades más bellas.