Ana se prepara para salir con Corsés, joyas, perfumes y abrigo. Sus sirvientes la visten mientras ella lee una carta. Su hermano le pide que viaje a Moscú para convencer a su esposa de perdonarle su infidelidad. O bueno, infidelidades. Ana le menciona la situación a su esposo, Karenin, pero él está demasiado ocupado para atender asuntos superficiales.
Además, él no cree que Dolly deba perdonar a Estiva, pues el pecado debe tener un precio. Aunque no está de acuerdo, permite que Ana viaje a Moscú. En el tren, Ana conoce a la condesa Bronskaya, una mujer elegante y encantadora, pero famosa por un escándalo. Rompió las reglas por amor. Ahora es criticada y rechazada por la sociedad, pero ella está orgullosa de haber sido lo suficientemente valiente como para arriesgarlo todo por seguir sus pasiones.
Aquí comenzamos a notar el tema central de esta historia. Relaciones prohibidas y sentimientos que van en contra de lo socialmente aceptado. Mientras tanto, Levin, un campesino, está completamente enamorado de Kitty.
Quiere declararle su amor, pero sabe que ella es de la alta sociedad y él un simple campesino. Stiva invita a Levin a cenar y le confiesa que está frustrado. Se casó con Dolly por amor, pero ahora que tienen hijos, ella se ha vuelto vieja y aburrida.
Se siente como un mártir rodeado de mujeres hermosas sin poder hacer nada. Cuando Levin le habla de su amor por Kitty, Stiva le advierte que podría tener un rival, el conde Alexei Bronski, un rico soltero conocido por seducir a mujeres hermosas. Levin se siente absolutamente amenazado. amenazado. Cuando finalmente se encuentra con Kitty, ella luce como un ángel.
Levin es un manojo de nervios y sin preámbulos ni romanticismo, anuncia su propósito. ¿Aceptaría ser su esposa? Kitty se sorprende, pero sabe que no puede aceptar.
Su corazón ha sido hipnotizado por el carismático Bronski. Con pesar, rechaza a Levin, quien se aleja destrozado. El conde Bronski finalmente llega a la fiesta.
Plevin lo observa y no puede negar que es un hombre atractivo. Bronski se acerca a Kitty, le besa la mano y la saluda con la soltura de alguien acostumbrado a deslumbrar a las mujeres. Al día siguiente, Bronski espera a su madre en la estación de trenes. Cuando Ana baja del vagón, sus miradas se cruzan y ambos sienten una conexión arrolladora.
En ese instante, saben que nada volverá a ser igual. Ana se cruza con un hombre cubierto de carbón y algo en su mirada la inquieta profundamente. Poco después, vuelve a encontrarse con Bronski. quien la saluda con cortesía.
Justo cuando besa su mano, un grito desgarrador rompe el momento. El hombre del carbón ha sido atropellado por el tren y yace muerto. La tragedia parece un oscuro presagio de lo que les espera. Ana escucha a alguien comentar que el hombre fallecido era el sostén de su familia y lamenta no poder ayudarlos.
Entonces, Bronski regresa al lugar del accidente, entrega una gran suma de dinero al guardia y le pide que se lo lleve a la familia del fallecido. Ana queda profundamente conmovida. En el camino, Stiva, el hermano de Ana, le cuenta.
cuenta que suplicó perdón a Dolly, su esposa, pero ella se negó. Ahora Ana debe convencerla. Más tarde, mientras toman el té, Ana le dice a Dolly que sabe de la moría de Estiva con la institutriz de sus hijos, pero insiste en que él ama a su familia y que lo que hizo fue un error. Dolly reconoce que él está arrepentido, pero eso no alivia su dolor.
Entonces Ana le plantea una pregunta. Si no acepta a su esposo de regreso, ¿aceptará el destino que la espera? Dolly se rehúsa a resignarse a un futuro marcado por la condena social, pues no fue ella quien falló. No está dispuesta a aceptar algo que no es suyo. no merece.
En la Rusia de 1870 el divorcio existía legalmente. pero solo pocos se atrevían a solicitarlo debido al estigma y al fuerte rechazo social que enfrentaban quienes lo hacían. La iglesia ortodoxa, que dominaba la visión de la moralidad en Rusia, sostenía que el matrimonio era sagrado y eterno.
Por lo tanto, quienes se atrevían a disolverlo enfrentaban una intensa reprobación social. Eran excluidos de sus círculos de amistades, eran objeto de rumores y chismes y tratados con desprecio. A esto se sumaban un sistema de valores profundamente desigual que favorecía a los hombres y relegaba a las mujeres a una posición subordinada. Es por ello que, en caso de divorcio, las mujeres enfrentaban un trato mucho más severo y mayores dificultades, incluso si no eran responsables de la separación. Este doble estándar deja a Dolly atrapada.
A pesar de no haber cometido ninguna falta, sería ella quien cargaría con las peores consecuencias. Mientras tanto, Steve, a quien ha sido infiel en repetidas ocasiones, podría seguir con su vida con mucha más normalidad. Finalmente Dolly decide perdonar a Steve Prefiere tolerar a un hombre infiel antes que enfrentar las consecuencias de un divorcio Es por esta obsesión con las apariencias sociales Que el director de la película decidió utilizar un teatro como fondo para la mayoría de las escenas En lugar de usar escenarios realistas Joe Wright prefirió que las escenas en las que los personajes interactúan en sociedad Ocurrieran sobre el escenario Mientras que los encuentros y emociones privadas se desarrollaran tras bambalinas Esto funciona como una metáfora de como la sociedad a menudo menudo obliga a las personas a interpretar un papel.
Cada acción, palabra y decisión se convierten en una especie de actuación para cumplir con lo que los demás esperan de nosotros. El director tomó esta decisión porque Leo Tolstoy, el autor de la novela original, consideraba que la sociedad desempeñaba un papel crucial en nuestras vidas. En su novela, la sociedad se presenta casi como un personaje más, influyendo profundamente en las decisiones y el destino de los protagonistas.
El Conde Bronski visita la casa de Estiva y se encuentra con Ana. Esta vez no están al frente del escenario, sino tras bambalinas. Sus miradas se cruzan y la atracción es intensa. Por unos instantes, la imaginación de Ana se deja llevar por el deseo.
Pero a los pocos segundos, se esconde. Tiene miedo de lo que está empezando a sentir. Esa noche, Kitty llega al baile con un vestido blanco de ensueño, mientras Ana asiste con uno negro como la noche.
Un simbolismo que refleja la pureza de una y la intensidad prohibida de la otra. En cuanto Bronski llega, se dirige directamente hacia Ana. Ella lo mira y considera. Consciente de que no debe estar tan cerca de la tentación, sale apresuradamente de ahí.
Bronski invita a Kitty a bailar y aunque ella está emocionada, la atención del conde está claramente puesta en otra persona. Desde la distancia, Ana y Bronski intercambian miradas. Ella sorprende invitándola a bailar, pero ella, consciente del peligro, lo rechaza. Bronski amenaza con marcharse si no acepta y Ana finalmente acepta.
Bailan en perfecta sincronía. La conexión es innegable. Parece que el mundo a su alrededor se detiene.
Solo existen ellos dos. Ese baile es el punto de no retorno. La pequeña chispa que sentían se convierte en un fuego intenso. Han abierto la puerta a sentimientos y decisiones que cambiarán sus vidas para siempre. Bailan toda la noche y la gente comienza a murmurar sobre ellos.
No es apropiado que una mujer casada conceda tantos bailes a un conocido mujeriego. Cuando Anna se da cuenta de lo que ha provocado, se retira, pero ya es demasiado tarde. Este momento me recuerda una frase de la novela Orgullo y Prejuicio de Jane Austen, donde el señor Darcy intenta explicar cómo fue que se enamoró de Elizabeth Bennet. No puedo precisar el momento, ni el lugar, ni la mirada, ni las personas que lo iniciaron todo.
Fue hace demasiado tiempo. Estaba en medio de ello antes de darme cuenta de que había comenzado. Aunque la relación de Darcy y Elizabeth es radicalmente diferente a la de Anna y Bronski, ambas comparten una idea fundamental.
A veces, el enamoramiento te alcanza antes de que te des cuenta. Para cuando lo notas, ya estás en medio de él, sin saber cómo comenzó. Por más que intentemos descifrar qué fue lo que nos atrajo de la otra persona, si sus palabras, sus valores, su porte o su actitud, el hecho permanece. Estamos completamente enamorados. De inmediato, Ana decide regresar a San Petersburgo con su esposo.
En realidad, Karenin es un hombre frío, rígido y 20 años mayor que ella. Su relación es más una formalidad social que un verdadero vínculo afectivo. Aún así, Ana reconoce que su deber es estar con él. Pero, para su sorpresa, en su mismo tren, se encuentra bronski ella le pregunta por qué y él responde es lo único que puedo hacer debo estar donde tú estés ella declara que lo que están haciendo está mal pero él responde Eso no hace ninguna diferencia.
Deja claro que, correcto o incorrecto, está perdidamente enamorado de ella. El corazón no obedece a la razón y ese será su mayor problema. Ana le pide que olvide todo, que dejen atrás lo que sintieron antes de que cometan un error fatal. Sin embargo, él le devuelve la pregunta.
¿Serás tú capaz de olvidarlo? La pasión o el deber, hacer lo que sentimos o lo que la sociedad nos ha enseñado que es lo correcto. Este es el conflicto que atraviesa toda la historia. Desde que somos niños, las sociedades en las que vivimos nos enseñan que está bien y que está mal.
mal? ¿Qué debemos hacer y qué debemos evitar? Con el tiempo, estas ideas dejan de ser algo externo y pasan a formar parte de nosotros. Las internalizamos y se convierten en los principios que rigen nuestra manera de pensar y actuar. Freud llamó a esta parte de nuestra mente el super-yo, y según él es una de las tres partes principales de nuestra psique.
El super-yo funciona como una guía moral. formada por las normas y valores que aprendemos desde pequeños. Por el contrario, el ello representa nuestra parte más impulsiva. Es la fuente de nuestros deseos más básicos, como comer, dormir o buscar placer y buscar satisfacer esas necesidades de inmediato sin considerar las consecuencias. Finalmente está el yo, que actúa como un mediador.
Es la parte lógica que toma decisiones tratando de equilibrar los deseos del ello con las reglas impuestas por el superyo. Para Freud, a la hora de tomar decisiones, nos enfrentamos a una lucha constante entre estas tres partes de nuestra mente. Por un lado, el ello nos empuja a satisfacer nuestros deseos. Por otro, el superyo nos recuerda las normas sociales y morales que debemos cumplir, generando culpa o vergüenza si nos desviamos de ellas.
Y en medio de este conflicto, el yo... Trata de buscar un equilibrio, intentando tomar decisiones que satisfagan tanto nuestros impulsos como nuestras obligaciones. Sin embargo, hay situaciones en la vida donde ese equilibrio no es posible, cuando nuestros deseos chocan directamente con lo que la sociedad nos ha enseñado como correcto. Pero lo más complicado de esto es que esas normas ya no son solo externas, sino que las hemos internalizado.
Así ya no se trata solo de cumplir con las expectativas de la sociedad, sino de evitar traicionar nuestros propios valores y conciencia. Al llegar a San Petersburgo, Ana pasa el tiempo. el tiempo con su hijo, escribe cartas y poco a poco retoma su rutina.
Sale a pasear en trineo con su esposo, pero desde lejos Bronski la observa. A donde quiera que vaya Ana, Bronski siempre está cerca. Ana asista a un museo y una vez más se encuentra con Bronski. Lo mismo ocurre en conciertos, eventos y bailes.
Él no puede mantenerse alejado de ella. Incluso cuando le ofrecen un ascenso, lo rechaza sin dudar, pues no quiere estar lejos de Ana. Una noche, durante una fiesta, Bronski espera ansioso la llegada de Ana, pero poco a poco... pierde la esperanza.
Se siente ridículo y desesperado por desearla tanto, mientras ella, tan fiel a su matrimonio, parece decidida a no romper sus votos. Resignado, Bronski se lamenta y acepta que Ana no vendrá, por lo que decide marcharse. Sin embargo...
Poco después, Ana llega a la fiesta. Al no encontrarlo allí, se da cuenta de cuánto deseaba verlo. Mientras observa los fuegos artificiales, algo dentro de ella también estalla.
Ya sea por obra del destino o por un impulso inexplicable, Bronski detiene su carruaje y decide regresar a la fiesta. Cuando Ana escucha su voz, el impulso de poner todo en marcha se desvanece. toda su vida en riesgo comienza a volverse cada vez más tentador. Él le enciende un cigarro y la tensión impregna el aire.
Ana insiste en que tienen que parar. La está haciendo sentir culpable. Ella quiere recuperar su paz. En este momento, Ana está actuando bajo la influencia de su super-yo. Aunque siente un deseo intenso de explorar su relación con Bronski, las normas sociales que ha internalizado le dictan que hacerlo sería incorrecto.
Así, intenta tomar una decisión que ignore los impulsos del ello y priorice las reglas que su super-yo le impone. Sin embargo, Bronski cuestiona esta decisión. decisión con su respuesta, no tengo paz para darte, ya no puede haber paz para nosotros, solo miseria o la mayor felicidad posible.
Con estas palabras, Bronski deja claro que incluso si Ana elige seguir al super-yo y reprimir su deseo, no encontrará la paz que busca. Ignorar la atracción no resolverá el conflicto. ya que en su interior ella siempre será consciente de lo que se está perdiendo.
Incluso si sigue su supervió, Ana experimentará insatisfacción, pues sabrá que rechazó una oportunidad que podría haberla hecho sentirse más viva y más feliz. Tanto si elige seguir sus pasiones como si no, la conexión que comparten ya ha desestabilizado sus vidas para siempre. Bronski le pregunta seriamente, ¿quieres que me vaya? Ana sabe que lo dice en serio. Si ella se lo pide, él se irá y nunca más volverá.
Entonces Ana pronuncia las palabras de las que no hay retorno. No quiero que te vayas. Al día siguiente ceden a sus pasiones.
La vida cambia para ambos. Jamás habían conocido una felicidad como esa, pero esta nueva dicha tendrá un precio, no solo social, sino también psicológico. El peso de sus decisiones empieza a afectar a Ana.
Ella ha elegido a Vronsky, y ahora que todo está en riesgo, siente que su única salvación depende de que él siga amándola. En un momento de desesperación le dice a Bromski que él ha asesinado su felicidad, pero al mismo tiempo le ruega que no se detenga. Estar juntos vale toda la pena. Ana jamás había conocido un amor como el que siente por Bromski. En su matrimonio con Karenin, un hombre frío, distante y mucho mayor que ella, nunca experimentó una emoción profunda ni algo cercano al amor.
Toda su relación había sido rutina, deber y obligación, sin ninguna conexión emocional. Podría decirse... que su vida estaba regida únicamente por las normas del super-yo.
Con Bronski, en cambio, ha descubierto algo que no sabía que le faltaba, sentirse viva. Con él experimenta amor y pasión, y por primera vez entiende lo increíble y liberador que puede ser satisface ser al ello. Sin embargo, a pesar de esta transformación, Ana afirma que Bronski ha asesinado su felicidad. Esto no parece cierto, sino todo lo contrario. Entonces...
¿Qué nos revela esto? Quizás que para Ana la felicidad estaba definida por las reglas del superyo. Estabilidad, cumplimiento de las normas sociales y una vida ordenada y predecible.
Pero ahora con Bronski ese concepto ha sido destruido. Él le ha mostrado que la felicidad también puede surgir del deseo, de la pasión y de la conexión emocional. Este cambio obliga a Ana a enfrentarse a una pregunta. ¿Qué es la verdadera felicidad? Seguir los impulsos del ello, aunque eso signifique traicionar sus valores y compromisos, o continuar obedeciendo lo que considera moralmente correcto, incluso si eso la condena a una vida sin emociones profundas.
Este conflicto interno parece redefinir su concepto de felicidad y el precio que está dispuesta a pagar para alcanzarla. Ana y Bronski pasan las tardes juntos, volcados el uno en el otro. Esta vez están lejos del teatro, se encuentran en una pradera.
Esto se debe a que Ana finalmente ha dejado atrás las expectativas, normas y deberes sociales. Ha decidido ignorar a la sociedad y está perfectamente feliz a solas con Bronski. No necesita a los demás.
O, al menos, eso cree. A pesar de la felicidad que siente, los temores de Ana empiezan a ganar terreno. Le pregunta a Bronski si la ama y él responde sin dudar que sí.
Ella le pregunta si está feliz y él repite que sí. Aunque Bronski está siendo sincero y está completamente enamorado de ella, Ana no queda satisfecha con su respuesta. Le vuelve a preguntar, ¿me amas solo a mí? Bronski le asegura que la ama profundamente y la besa con pasión.
Ana se deja llevar y disfruta de conocer el amor verdadero. Sin embargo, una ansiedad comienza a crecer dentro de ella. Este malestar no tiene que ver con la falta de amor de Bronski.
sino de un conflicto interno más profundo. Como mencioné antes, Ana ha internalizado las normas morales que la sociedad le inculcó. Estas normas no solo le enseñaron qué está bien y qué está mal, sino que también moldearon su idea de lo que significa ser una persona valiosa, digna y honorable.
Para Ana, esas cualidades están ligadas a cumplir con su deber como esposa, ser una buena madre y ajustarse a las expectativas sociales de su entorno. Sin embargo, al elegir actuar en contra de esos deberes y expectativas, al decidir seguir su amor y pasión por Bronwyn, Anna comienza a sentirse sucia, culpable, insuficiente e indigna. Cada beso y cada momento con Bronski le recuerdan, en silencio, que está traicionando todo aquello que le ha hecho. de ello que siempre consideró correcto. Poco a poco empieza a enfrentarse al peso de su propia conciencia.
Cuando le pregunta a Bronski una y otra vez si la ama, en realidad Ana no está buscando seguridad en su relación. Está tratando de silenciar la voz de su conciencia, de hacer que el amor de Bronski sea suficiente para llenar el vacío que siente y justificar todo lo que ha sacrificado en el camino. Así Ana comienza a enfrentarse al precio emocional de perseguir lo que alguna vez creyó. que era su felicidad. Bronski se reúne con su hermano Sasha, quien le advierte que estar con una mujer casada retrasaría su carrera militar.
Muchos se opondrían a que él ascendiera de puesto. A pesar de esto, Bronski se mantiene firme en su dedicación a Ana. Bronski la encuentra y la abraza con todo el cariño del mundo, pero nota que ella está pensativa.
Ana tiene una noticia. Está... embarazada. Bronski está extasiado. Dice que es excelente, pues al fin y al cabo el amor nunca fue un juego para ellos.
Así ya no tendrán que ocultarse por Ana Mars en público. Ana está feliz, pero al mismo tiempo sabe que se acerca el momento de tomar decisiones. Si Karenin se enterara de su amorío y de su embarazo, ella nunca podrá volver a ver a su hijo seriosa.
Ana asista a una carrera de caballos en la que Bronski participa. La competencia tiene lugar dentro del teatro, lo que significa que todas las miradas estarán puestas en ellos. Ana no aparta la vista de su gran amor.
La carrera se intensifica y con un breve error el caballo de Bronski tropieza. Ambos caen al suelo y el grito de Ana resuena en todo el teatro. Ahora ella es el verdadero espectáculo.
Todos murmuran sobre ella, pues los rumores resultan ser ciertos. Ana y Bronski son amantes. De regreso a casa, Karen infinge no haber visto ni escuchado nada sobre la escena escandalosa. Comienza a hablar de las carreras y los caballos.
Pero Ana, agotada de las apariencias y las mentiras... Le responde sin rodeos. Karenin, obsesionado con mantener su reputación, le responde que no quiere un escándalo. Ella debe dejar de ver a Vronsky de inmediato. Ana no puede creer que después de una confesión tan drástica, la única preocupación de Karenin sea lo que piensen los demás.
Entonces sale corriendo del carruaje y se lanza a los brazos de Vronsky. Le confiesa que no puede seguir viviendo si no están juntos y se besan desesperadamente. En casa, Ana se despide de Seriosha, pues finalmente le confesará a Karenin que está embarazada del hijo de Bronski.
Su esposo no reacciona. Simplemente le dice que está decepcionado y que no sabe qué hizo para merecer tal desgracia. Mientras tanto, en el campo, Levin ve pasar a Kitty en su carruaje. Sueña con sus manos, su rostro y su belleza, pero la visión pronto se esfuma.
Bronski despierta y encuentra una carta. De inmediato busca a Ana y la encuentra consumida por los nervios. Ella le reprocha que tardó demasiado en llegar.
No puede seguir viviendo así, esperándolo sin saber cuándo regresará. Además, le confiesa que ha tenido un sueño perturbador que la ha convencido de que cuando nazca el bebé... ella morirá. Bronski intenta calmarla, es paciente con ella y le recuerda cuánto la ama. Le dice que le duele verla a escondidas y que desearía que pudieran vivir juntos.
Aunque es evidente que Bronski la ama, Ana comienza a perder la confianza en él y lo acusa de tener amantes. Los pensamientos de Ana nublan su juicio y dice que se alegra de pensar que morirá antes de que él pueda llegar a odiarla. La culpa que Ana siente por las decisiones que ha tomado ha comenzado a consumirla al punto de creer que merece ser castigada.
Su sueño es una manifestación de esa culpa. Sueña que justo cuando... Cuando nazca su hijo, el producto de su amor con Bronski, ella morirá.
Pero en lugar de verlo como una simple expresión de sus miedos, Ana lo interpreta como un presagio inevitable. Está tan convencida de que merece un castigo que se aferra a la idea de que este sueño se hará realidad. Incluso parece encontrar cierta paz en esta posibilidad, pues siente que finalmente podría pagar por sus actos. Cuando le dijo a Bronski que se sienta aliviada al pensar que morirá antes de que él pueda llegar a odiarla, Dejó entrever cómo su mente ha asociado el castigo con una forma de redención.
Anne aparece a anhelar ese castigo porque cree que sólo así podría expiar las transgresiones que en su interior no puede perdonarse. De la misma manera, su sentimiento de culpa la lleva a creer que el amor de Bronski no puede ser genuino. Anne está convencida de que no merece nada bueno ni puro, lo que la hace estar segura de que Bronski le es infiel. Le resulta imposible aceptar que alguien tan horrible como ella pueda ser recompensada con algo tan valioso como el amor verdadero.
Este enorme peso. Eso de culpa distorsiona su percepción de la realidad. Hannah comienza a sumirse en un estado de paranoia, donde, aunque no existan amenazas reales, está convencida de que las hay.
Cada gesto o ausencia de Bronski se transforma en una supuesta confirmación de sus temores. Pero todo proviene de su propia mente, alimentada por la... culpa que siente por haber traicionado su conciencia.
Levin vuelve a buscar a Estiva, quien lo invita a una cena donde podrá ver a Kitty. Cuando la mira hay una chispa instantánea. Ambos juegan con unos cubos en silencio formando palabras que expresan lo que no pueden decir en voz alta.
Kevin le pregunta si cuando lo rechazó, su respuesta significaba que lo rechazaría para siempre. Kitty admite que antes era ingenua, que no sabía tanto como ahora. Entonces, él le confiesa que todavía la ama y ella está sumamente feliz. Mientras tanto, Karenin recibe una carta de Ana. En ella, escribe que el parto está cerca y que siente que...
Su muerte también lo está. Le ruega que la visite, que necesita su perdón. Pero Karenin simplemente rompe la carta.
Cuando nace el bebé, Ana comienza a sufrir de fiebre y delirios. Finalmente, Karenin la visita y Ana le pide a los dos hombres de su vida que se tomen las manos. Karenin decide ofrecer su perdón a ambos y Vronsky rompe en llanto.
Se da cuenta de que le ha robado la esposa a un hombre bueno. Por primera vez, siente un profundo arrepentimiento por el daño que ha causado. Con el paso de los días, Ana mejora su salud y al recuperar la conciencia... comienza a arrepentirse cada vez más de su egoísmo, especialmente al reconocer la amabilidad y generosidad que su esposo ha mostrado hacia ella.
Sin embargo, sus ganas de irse a vivir con Brodsky siguen siendo intensas. Karenin no se opone a sus deseos. En lugar de eso, como un hombre profundamente religioso y sincero en su fe, afirma que si alguien le roba el abrigo, él también le ofrece su capa. Con esta convicción, permite que su esposa se marche.
Mientras Ana se prepara para su nueva vida, comienza a darse cuenta de cuánto valía lo que tenía. A pesar de todo, Ana decide quedarse con Bronski. Al reencontrarse, se besan apasionadamente como si no pudieran existir el uno sin el otro. Pasan la noche juntos y finalmente toman la decisión de fugarse al sur.
Por otro lado, Levin y Kitty, recién casados, inician su vida juntos. Levin la lleva a su nuevo hogar, una cabaña modesta rodeada por un paisaje nevado. Kitty está encantada. Tiempo después, llega el cumpleaños de Seriosa. Aunque Karenin no le ha dado permiso para visitarlo, Anna irrumpe en la casa de todos modos.
A pesar de que los guardias y sirvientes intentan detenerla, logra llegar hasta su pequeño. Seriosha la abraza y le dice que sabía que vendría. Con lágrimas contenidas, Anna le expresa todo su amor. Cuando lo abraza, la culpa vuelve a invadirla.
Le dice a su hijo que debe amar a su papá, pues él es mucho mejor que ella. Pero el pequeño, con inocencia, le responde que no hay nadie mejor que su mamá. Sin embargo, Anna insiste en que eso no es cierto.
En cuanto llega Karenin, él ni siquiera necesita pronunciar una palabra. Ana simplemente sabe que debe irse. Y sin más, deja atrás a su pequeña. Ana no necesita el juicio de los demás para recordarse que lo que ha hecho está mal. Su propia conciencia se encarga de castigarla.
En este momento descubrimos que quizás dejar atrás a Seriosha sea, en parte, una forma de castigarse a sí misma. En la cabeza de Ana, alguien como ella, tan sucia e indigna, no merece algo tan puro como su hermoso hijo. De regreso en casa, Ana ha comenzado a perder el interés en todo, incluso en su bebé recién nacida. Cuando Bronski le da la noticia de que ha conseguido una gran propiedad para que vivan juntos, ella no muestra ninguna emoción.
En lugar de alegrarse, le reprocha que ha estado fuera todo el día y lo acusa de haber estado con alguien más. La princesa Adverskaya los invita a la ópera, pero Bronski no cree que sea una buena idea. Aunque no lo dice abiertamente, sabe que la sociedad de rechazamiento rechazaría a Ana y que ella pasaría un momento muy desagradable.
Sin embargo, Ana, en un intento de proyectar su propio malestar, le reprocha a Bronski que él está avergonzado de ella. Ana asista a la ópera y los murmullos comienzan de inmediato. Bronski decide acompañarla para evitar que enfrente sola el rechazo social. Hace lo posible por suavizar la situación, animando a sus amigos y conocidos a saludarla.
Intentando protegerla de la humillación de ser ignorada Sin embargo, Ana, consumida por sus celos e inseguridades Interpreta que él está prestando demasiada atención a otras mujeres Bronski se acerca con una amiga y le pide que salude a Ana Argumentando que, después de todo, no es un criminal Pero esta responde con firmeza Le hablaría si solo hubiera roto la ley Pero ella rompió las reglas Esta frase expone la profunda hipocresía de la sociedad En realidad no están rechazando a Ana porque sea inmoral Eso no les importa Lo que realmente les molesta es que haya tenido la trebada atrevimiento de romper con el papel que la sociedad espera de ella. Mientras tanto, los murmullos crecen, y el teatro entero parece ver a Ana como un insulto. Una vez en casa, ella desahoga sus ansiedades proyectándolas en Bronski. Le grita que él la está engañando y que planea casarse con una mujer más joven. Sin embargo, la realidad es otra.
Bronski siempre la ha amado con devoción y lealtad desde el primer día. Es la mente de Ana, consumida por la culpa y la ansiedad, la que distorsiona la verdad. Su estabilidad emocional se desmorona cada vez más. Duerme poco y la paranoia se apodera de ella.
Días después, Dolly la visita. Ana le pregunta si la juzga por lo que hizo. Dolly responde que no.
De haber tenido la oportunidad, ella habría hecho lo mismo. Además, confiesa que Estima, su esposo, no ha cambiado. Sigue siendo infiel. Como tantos otros hombres, se acuesta con otras mujeres. Pero nadie lo critica ni lo condena.
Mientras Ana soporta el rechazo público, los hombres son protegidos por el silencio de una sociedad cómplice. Esta escena nos revela varias ideas importantes. Primero, que la infidelidad de Ana no es tan escandalosa ni imperdonable como ella cree. En su sociedad esto es algo común. Incluso Ana misma, al inicio de la historia, le aconseja a Dory perdonar a Estiva, argumentando que fue un error, no una maldad.
Pero el problema parece no estar en el acto en sí, sino en quién lo comete. Esto nos lleva a la segunda idea, el doble estándar de la sociedad. Aunque la acción es la misma.
Las mujeres en este caso enfrentan un juicio mucho más severo que los hombres. Esto demuestra que el castigo que Ana recibe no es tanto por el acto en sí, sino porque lo cometió siendo mujer. No la están castigando por una falta de moralidad, sino porque rompió con las expectativas sociales. Un punto que se refuerza con la observación que la amiga de Bronski hizo en la ópera.
Tercero, parece que para el círculo de Ana, Incluso siendo mujer, la falta que cometió no es tan grave ni imperdonable. Dolly misma admitió que de haber tenido la oportunidad habría hecho lo mismo que Ana. Esto demuestra que aunque la sociedad la condena públicamente, en privado muchos anhelan la libertad y la pasión que ella se atrevió a perseguir.
De esta forma, el juicio social del círculo de Ana no solo revela un doble estándar, sino también una gran hipocresía. pues critican lo que en secreto muchos desearían hacer. Es importante aclarar que este análisis no busca justificar la infidelidad, sino señalar que en realidad la sociedad a menudo no condena a las personas por cuestiones de moralidad, sino porque desobedecen los roles y normas que les han sido asignados. Ana sigue bebiendo y consumiendo morfina. Está cada vez más alterada.
Busca cualquier excusa para acusar a Bronski y pelear. Le dice que él no entiende lo que es ser una rechazada social. Se quedó sin familia, sin amigos y está segura que Bronski está dejando de amarla. Él nota la forma en que bebe y se preocupa.
Ana despierta con dolor de cabeza y encuentra a su amado leyendo un telegrama. Ella lo acusa de engañarla y le exige saber del telegrama. Bronski vacila, pero confiesa. El telegrama es de Estiva.
Dice que Karenin se niega a darle el divorcio. Ana grita agobiada. Le reclama a Bronski por hablar del divorcio, aunque fue ella quien preguntó.
Nada la tiene contenta. Está más insegura e inestable que nunca. Ana se asoma a la ventana y ve que una jovencita está esperando a Bronski en un coche. En su cabeza, el hombre le ha mentido y tiene la prueba que necesitaba.
En realidad, ésta solo ha venido a traerle un recado a Bronski, pero Ana nunca aceptaría esa explicación. Cuando Bronski sale de casa, Ana toma su decisión. Se viste de gala y se dirige a la estación de tren.
Las imágenes de Bronski compartiendo su cuerpo con la jovencita la atormentan. De pie frente a las vías, con el tren acercándose a toda velocidad, susurra. Perdóname.
y se lanza, poniendo fin a su sufrimiento. Pronsky recibe la noticia y queda devastado. Aunque Ana nunca pudo verlo, él la amaba plenamente y jamás habría imaginado un futuro sin ella.
La mente de Ana no pudo conciliar la pelea entre el Super-Yon, que le exigía cumplir con las reglas de la sociedad, y el Eyo, que la empujaba a seguir sus deseos y buscar la felicidad. Hacer lo que la sociedad consideraba correcto significaba traicionarse a sí misma, pero seguir sus pasiones la condenaba a enfrentarla. culpa y el rechazo social.
Incapaz de encontrar una solución, Ana optó por un final profundamente trágico. La verdadera tragedia, sin embargo, radica en que Ana se culpó incansablemente por romper las reglas de una sociedad que, como vimos, era profundamente hipócrita. Las normas que tanto la atormentaron no buscaban la moralidad ni la justicia, sino simplemente mantener las apariencias y perpetuar un doble estándar.
A pesar de esto, Ana internalizó estas reglas, viéndose a sí misma como una villana, alguien indigno de amor o redención. la sociedad perdonaba con facilidad a los hombres que hacían exactamente lo mismo. Quiero reiterar que este análisis no busca justificar las decisiones de Ana ni minimizar el daño que pudieron causar. Sin embargo, con este, quiero invitarnos a reflexionar sobre una pregunta.
¿De dónde proviene realmente la culpa que sentimos? ¿Es el resultado de haber hecho algo verdaderamente inmoral? ¿O está programada por un sistema que juzga con hipocresía, castigando más la apariencia de nuestras acciones que su impacto real?
Cuando sintamos culpa, es importante detenernos y cuestionar siempre. si este sentimiento surge porque hemos cometido un acto inmoral o simplemente porque hemos fallado en cumplir con lo que la sociedad dicta como correcto. En el caso de Anna, ella podría haberse preguntado si su matrimonio solo existe en apariencia, ¿es justo seguir sacrificando su bienestar emocional para mantenerlo? Si era profundamente infeliz, ¿era ético buscar otro camino para su felicidad? Si los demás la rechazan, ¿es porque ha hecho algo realmente malo?
¿O simplemente porque no encajó en sus expectativas? Hacerse estas preguntas podría haberle permitido quizás darse cuenta de que aunque su decisión no era aceptada por la sociedad, tal vez no era tan grave como para justificar una culpa tan abrumadora, ni mucho menos quitarse la vida. Me parece que es preciso distinguir entre lo que es realmente inmoral y lo que simplemente rompe las normas sociales.
Quizás al hacerlo podríamos evitar que más personas atrapadas en el peso de un juicio social desproporcionado tomen decisiones trágicas. Como las de Ana. Para ti que llegaste hasta el final, muchísimas gracias por ver el video completo.
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