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Apolonio de Rodas y sus innovaciones poéticas

Gracias. Como veíamos, parte importante en la vida de Apolonio fue Calímaco, e igualmente las ideas de este contemporáneo suyo afectaron definitivamente la consideración a la obra del primero, a quien incluso se le hizo el famoso ibos que Calímaco vilipendiaba en una de sus obras. Pero, ¿en verdad la pieza de Apolonio podría haber sido sancionada tan acremente por su maestro? ¿La argonáutica responde deshonrosamente a los cánones del tiempo helenístico? Lo primero a destacar es que Calímaco se interesó él mismo en el mito de los argonautas. La métrica y temática de la épica no le eran extrañas tampoco, como prueban los himnos del poeta de Sirene. Por otro lado, los bates posteriores, admiradores de la visión calimaquia, los neotéricos romanos como Barrón de Atax y Catulo, que se enorgullecían de ser herederos de los cánones alejandrinos, admiraban y empleaban la obra de Apolonia, lo que lleva a considerar a priori que el rodio no sería un paria de las estructuras. poéticas de su tiempo ni un aferrado a la tradición arcaica a pesar de haber escrito una obra épica de gran magnitud aparentemente de esas que tanto disgustaban a calímaco como señala pérez lópez en principio no debemos reducir las sanciones calimaquias a una cuestión de número de versos Calímaco proponía un programa literario que no excluía las obras de varios miles de versos, mientras que combinaran aspectos cuantitativos, estructurales y estilísticos. De tal suerte, Apolonio cumple con la idea de su maestro, si lo fue, de no agotar el tema argumental, de engarzar una serie de episodios que resultan de alguna forma autónomos y muy al estilo de los haitia, tipo de poesía que, por otro lado, Sabemos el rodio cultivó preferentemente en la fundación de ciudades o quistis. Analicemos más a profundidad la influencia calimaquea en Apolonio y dejémonos guiar en ello por Richard Hunter, uno de sus más recientes estudiosos. En el prólogo a los Haitia, donde Calima corre niega de los telquines, ¿quién es? Lo señalan porque no ha escrito un canto contigo. continuo en aeismadieneques, en muchos miles de versos, el término clave es continuo, no rotro, dieneques, que en la literatura simplemente denota un tipo de poema que registra un evento detrás de otro sin estructura o clímax. Apolonio emplea el término de igual manera y lo rechaza por igual. Por lo que parece que también él consideraría que aquellos cantos continuos no son lo correcto y hubiera estructurado su texto con breves y autónomos episodios que podían, en conjunto y por separado, entenderse por igual. Un papiro del siglo II d.C., aunque muy maltratado, sanciona la economía del texto de Apolonio frente a otras dos versiones del famoso viaje. Curiosamente se considera que uno de esos poemas es más homérico que el del Rodio. Por desgracia el estado del papiro impide saber de qué pieza habla, pero es denominada continua y de muchos versos, Cienegesicae Polygistois, lo que lleva a suponer que el poema de Apolonio no era considerado como tal. Así el interior del poema de nuestro autor también podemos encontrar claves que permiten acercarlo a la idea calimaquia e incluso a las obras mismas de su supuesto maestro, verdadera fuente para su obra y no su contraposición. ...poética. Para Anatole Mori, en el Aition que presenta Apolonio sobre Anafe, remarca el sacrificio frugal, tal como lo hacía Calímaco en su Écale o en la victoria de Berenice. Célebres tópicos del maestro, como las profecías y sacrilegios, también son referidos en la pieza de los Argonautas, pero quizá el más atractivo resulta el de la hospitalidad, que era la parte central del poema más largo de Calímaco, Écale. y que Apolonio parece imitar en el episodio de las Lemnias. Finalmente, el amado dios patrón de Calímaco, Apolo, es también el dios tutelar del canto de Apolonio. Ahora bien, no por lo anterior podemos concluir que Apolonio sólo tomara en cuenta las ideas calimaquias, sobre todo si había otra gran tradición estilística en su formación, la del perímetro. La épica de Apolonio consta de unos 5.835 versos, y es una medida que parece coincidir con los postulados del propio Aristóteles. Es quizá aquí donde debemos suponer a breva la economía del poema, puesto que cada canto de la Argonáutica es casi la medida de una tragedia, y todos en conjunto la de la audición del Teatro Ático de Dioniso. La epopeya, efectivamente, Puede verse de principio a fin, incluso posee una estructura cíclica, en anillo, puesto que todo comienza en Yolko cuando se prepara la navegación de largo y concluye exactamente con su arribo a la ciudad luego de su fantástico viaje. Sin embargo, no por ello es un proceso continuo. Como ya vimos, Apolonio parece contrario a ello, ya que la narración se torna un proceso de selección que minimiza el aparente acercamiento a la historia. a la categoría de épica arcaica. Verbi gratia, mientras las grandes epopeyas homéricas tienen finales poco relacionados con el contexto del poema que se cantó y no trazados desde el inicio, la argonáutica posee un sólido y fijo final que no permite la concatenación de ningún otro, y ello a pesar de que todos conocían los avatares posteriores de Hazón, Medea y Pelias. El carácter de la épica, según Aristóteles y el Pseudo-Longino, debía ser dramático, y ello implicaba narrar poco y emplear más la mimesis de los personajes, es decir, la dramatización como la llamamos hoy, el diálogo. En este sentido, Apolonio no parece obedecer el mandato peripatético, puesto que aproximadamente el 71% de su obra es contada por el poeta y el diálogo se ve reducido a un mínimo. Aún así, Apolonio hace uso frecuente de la tragedia como fuente y como estilo creativo. Basta recordar las escenas de despedida entre Hazón y su madre Alcimede o el encuentro entre éste e Ipsípida. La vida de Fineo es de hecho una tragedia. En Pero, ningún otro personaje apolíneo es más trágico que la protagonista Medea, que preludia míticamente a su históricamente antecesora. La media Euripide. Para Richard Hunter, incluso el desaguisado entre la princesa y Hazón en el canto IV es una clara evocación del agón de la pieza de Euripides y el asesinato de Absirto un elemento indudablemente de la tragedia. Más aún, en el canto III de las Argonáuticas, es el drama por excelencia de la obra y la posible influencia de las tragedias sáticas es igualmente reconocible. La intriga de las hermanas en detrimento de las órdenes paternas recuerda a la antígona de Sófocles, si es que no fue la pieza sofoclea, las cólquides, una fuente para el helenístico. Las idas y venidas de la narración en el canto entre la tierra de Ea y el Olimpo recuerdan igualmente los diversos escenarios de una tragedia, por lo que pareciera que Apolonio no es ajeno a la influencia de los dramas o de las ideas del perípato. Pero... A pesar de todo esto, Apolonio escribió una épica y Homero debió ser igualmente su fuente, tanto en la creación como en la composición. ¿O no? Desde la antigüedad se ha mencionado que la obra de Apolonio es una epopeya, como lo fue la obra homérica. El sentir épico se denota desde el primer verso, puesto que el poeta se verá que cantará Palaigeneon Clea Photon. es decir, hechos gloriosos de antiguos hombres. Y parece un eco de las glorias de varones que canta Aquiles en la Iliada o de Módoco en la Odisea o que narra Fénix para que sirvan de ejemplo al testarudo Pelida. Más como bien acceder a Hunter, lo que preludia el helenístico no es un canto, sino la composición de un género, y uno que no es amparado por otro que Apolo bajo su epíclesis de Febo, el brillante. el dios luminoso de la nueva era creativa, así, semejante y a la vez diferente al dios oscuro que Homero presenta a los pocos versos del comienzo de la ideada. Entendamos así que es un acercamiento que marca su distancia al propio tiempo, como lo hace al completar su primer verso con aquel fotón en vez de Andrón de la vieja épica. diferenciando que no cantará a los héroes sino a los hombres, de hecho a los humanos, que el término no es excluyente de las mujeres que tanto lucirán en su época. Llama la atención que Apolonio no evoque al inicio a la musa, y ello apunta a que el poeta se hace responsable de su canto y de la selección de las variantes que presenta, como al preferir la versión de Pindar. Esta libertad responde a la nueva visión helenística que ya no considera al poeta como responsable de la tradición, puesto que ésta se halla ahora contenida en los libros, y son estos los repositorios de la memoria social y los valores colectivos. Es allí donde un poeta debe buscar el material de su poesía como antes hacían sus antecesores en la transmisión directa de la Musa. A este respecto puede tomarse como explicación del poeta uno de sus pasajes. Hay una isla situada por delante del estrecho jónico, anchurosa y feraz, en el medio del mar Seraunio, y es fama que debajo de ella se halla la hoz. Sed indulgentes o musas, pues refiero sin quererlo el relato de los hombres antiguos, la cual Crono cortó sin piedad a sus padres, a su padre sus partes viriles. Otros, en cambio, cuentan que aquel es el hocino, cortador de la mies de Deméter, la diosa de la tierra. Pues Deméter un día vivió en aquella tierra y enseñó a los titanes a cegar la espiga nutricia, debido al amor que sentía por Macris. Desde entonces llama a Sedrépane, la sagrada nutridora de los feacios, y asimismo también los propios feacios resultan ser descendientes de la sangre de Urano. El pasaje implica que la tradición poética está sujeta a lo que los helenos llamaban toprépon, es decir, lo apropiado, lo decoroso. De ahí la disculpa a las musas, ellas mismas pudorosas vírgenes, y esto por narrar una acción impropia de un inmortal, acto sangriento que... No obstante, es el reputado como más antiguo. En Pero, el talante de la poesía ha cambiado y Apolonio sabe escoger otra versión menos cruda y con ello darle la vuelta a la tradición sin ser ofensivo al mismo tiempo con ella. La distinción entre Homero y Apolonio no es, sin embargo, constante o absoluta. Hunter señala diversos pasajes donde encontramos el eco de lo homérico en lo apolíneo. Así es el acostumbrado recuento de hechos del pasado, los muy conocidos juegos fúnebres, la presentación genealógica al más puro gusto de lo catalógico y la evocación del Cleos Guerrero. No obstante, atemperado por los nuevos tiempos, la maquinaria divina, aunque reducida, sigue siendo el motor que impulsa las acciones todas del poema, tanto personalmente como por medio de acciones extraordinarias, que son fenómenos naturales entendidos como recursos divinos. para la salvación de los héroes. Con todo, donde esperaríamos una mayor influencia homérica sobre el Alejandrino es precisamente en el viaje mismo, en la geografía fantástica que atravesaría la Argo, pero es precisamente allí donde el poeta se desliga de su afamado predecesor y prefiere una geografía más realista y moderna. El aspecto a mi parecer más claramente diferente entre Apolonio y Homero resulta ser el héroe de su poema. Ya Aristóteles y toda la pleya de los admiradores de la épica han señalado que un solo hombre es el que da coherencia a la epopeya, Selaquiles de la Iliada, el Odiseo de la Odisea o el Eneas de Virgilio, incluso el Teseo de la Écale Calimaquia. Pero Hazón no cumple ese papel para las argonáuticas. Sus mediocres acciones, su poca proeminencia en el catálogo de los marineros, la indecisión de sus ideas, todo apunta a que estamos ante una épica que no desea presentarse necesariamente como tal, sino como algo diferente dentro del marco que de ellas espera. De aquí igualmente que no sea una serie de hazañas portentosas por traer a la hela de un talismán mágico, sino los avatares de exploradores en un mundo demasiado real. Quizá también por ello es que Apolonio se desligó de los poemas cíclicos que trataban profusamente el tema, y sólo los ecos de la tradición recogida en aquellos podemos percibir. Como los poderes de los argonautas y su casi nulo empleo, tal vez sólo pervivió con fuerza el impulso de una épica romántica que algunos de aquellos poemas arcaicos parecen poseía. El tan citado Hunter da la respuesta a este tipo de poesía, y es que la da Apolonio se reduce a lo siguiente. Pienso que debe verse a la épica de Apolonio como un poema cíclico hecho al estilo moderno. ¿Calimaqueo? Lo que no es, desde luego, decir que es por ello objeto del distanciamiento de Calímaco, de lo que éste pensó, de las argonáuticas. No tenemos idea, pero lo común entre el extenso material entre ambos poetas sugiere que compartían metas estéticas más que una hostilidad. Desde muy antiguo se conocía la historia de los arriesgados héroes griegos que habían remontado el mar inhóspito para alcanzar el vellocino dorado. Su carácter ancestral lo prueban, por una parte, la noticia que ya recuerda el Homero de la Odisea, pero también el carácter chamánico que la magia desempeña en la epopeya. Así, siendo una pieza de tan añeja prosapia, fue el primero de los obstáculos con que se encontró Apolónio, pues las versiones de los hechos míticos eran variadas. y había que optar por una u otra a pesar de que fueran tantos de los más preclaros poetas del pasado que Alejandría veneraba en sus libros apilados en la gran biblioteca. Consciente de su nueva empresa, Apolonio rechaza el carácter oral que se respira en Homero y opta en primera instancia por enfatizar que la suya es una obra escrita. Por ello no hay epítetos fijos, versos formularios o escenas típicas, amando mejor la variedad expresiva y la economía verbal. aunque para ello dañe la calidad expresiva del relato. Apolonio ocupa menos de la mitad de los versos de la Odisea para narrar un viaje incluso más largo que el emprendido por el Aner Politropos. La épica de Apolonio, como ya apuntaba Hunter, es cíclica tanto en su espíritu como en sus fuentes y su propia composición. Sin embargo, está escrita con un lenguaje rebuscado y abstruso. No es un canto lineal a pesar de su presentación. No comienza con los antecedentes ni concluye con lo que se espera, a saber, la entrega del famoso botín por el que atravesaron el mar. Señala a Luis Gil que el poema, a pesar de su aparente desorganización, está compuesto con arreglo a criterios muy rigurosos y coherentes. En primer lugar vale destacar la selección de episodios que el poeta planeó contar, pocos en realidad o del número tan vasto de héroes en su empresa. Lo que sin duda nos habla de un objetivo claro. Apolonio no se centrará en un solo episodio como en la ira de Aquiles, sino en una variedad de eventos que se hallan más cerca de las visiones de la Odisea o la Eneida, donde se relatan parcialmente las aventuras del héroe, pero por medio de regresiones o recuerdos. Aquí, no obstante, se cuenta una serie de acontecimientos pero con cierto sentido de continuidad. La no linealidad, sugiere Catherine Gutzweiler, Se debe al interés del poeta por dejar que los espacios en blanco en su obra sean llenados por el propio lector y su conocimiento, por lo que no contará directamente la razón de la cólera de Hera sobre Pelias o el famoso encuentro de la diosa y el héroe en el río, cuando más dará una nota poco clara cuando refiere a la razón de la indisposición de Zeus con los minias. En cuanto a la forma, Apolonio no quiere una poesía extensa y llena de símiles tradicionales, por lo que también innova al preferir a aquellos que surgen de la vida diaria a los homéricos tan preferentes por la naturaleza abstracta. Para Apolonio, los símiles preludian el resultado de las acciones, más que describirlas como en Homero. Basta el ejemplo del primer encuentro entre Hazón y Medea, que se miran cual árboles y lentes en un bosque sin brisa. Pero ha de soplar el viento, y el bosque es ahora el rumoroso recinto de una charla a medias entre la mentira y la verdad. Nada mejor que ese símil para identificar las emociones barridas por los vientos de la pasión que estremecen el corazón de la hechicera enamorada. Elemento fundamental del poema de Apolonio de Rodas y muy del gusto alejandrino, dando así un sello novedoso a su épica, es el haitio, la motivación de hechos que perduran en su actualidad merced a los acontecimientos del viaje de los argonautas. En los Haitia convergen los saberes literarios, mitológicos, geográficos y científicos que poco tenían que ver con la tradición de la epopeya y que, como vimos, demuestran que el poeta prefería su tiempo con sus perfiles estilísticos que aman el saber funcional y no un ornamental que poco beneficiará la estructura del poema. Un buen ejemplo de ello es el pasaje de la lucha de los doleones en el canto primero. Según consta en los escolios al poeta, había tres versiones distintas. Los argonautas se encuentran con la hostilidad por parte de los doliones desde el principio. Los argonautas son bienvenidos en la tierra dolona. Sísico se mostraría bien dispuesto para con los argonautas, pero su pueblo no. Apolonio concilia las cosas con la intervención de un viento contrario para así hacer que siendo bien acogidos por el rey y su pueblo, después, merced a la noche, esos mismos huéspedes ataquen con salvaje locura y ello lo puede lograr gracias a su conocimiento geográfico de las condiciones del lugar que se ha revelado como un saber funcional y ha dado pie a que se comprenda igualmente por qué de las variaciones tradicionales. Otro saber funcional es la medicina y Apolonio conoce cómo emplearla. Sisafo. Ya había descrito con conocimiento de primera mano el dolor del enamoramiento, y Teócrito lo había delineado así también en la pasión de su hechicera Cimeta, Apolonio parece darle una carga científica al atribuir a Medea un dolor nervioso en la parte inferior del cerebro, en clara consonancia con las investigaciones de los médicos Herófilo y Erasístrato que sostenían que los nervios se originaban en el cerebro. Es opinión de Germán Frankel. que el pasado se vincula al presente y se aureola la prosaica realidad cotidiana con un ánimo poético, gracias a que Apolonio sabe cómo no agotar el contenido de la coherencia y verosimilitud de su poema, gracias a que sabe dar valencia poética a los haitianos. Apolonio tenía un ojo de pintor para ver las cosas, o acaso podía representar las cosas de manera pictórica. Así se reconoce en la organización de las escenas con su afición al contraste de colores, efecto de luces y descripción pormenorizada de paisajes. De un lado y de otro, coronada de espuma, se deslizaba el agua negruzca, resonando terrible al empujar. puje de unos héroes sobrados de fuerzas. Bajo el sol lanzaban destellos sus armas semejantes a una llama de fuego, a la par que la nave avanzaba. Una gran estela blanqueaba sin fin parecida a un sendero que se distingue a través de una verde llanura. Aquel día todos los dioses desde el cielo contemplaban con gozo la nave y la raza de los héroes semidivinos, los más excelentes que surcaban entonces las aguas del mar. Las ninfas peleades en las más altas cumbres pasmadas quedaban al ver el trabajo de Atena y Tónide, y no menos a los héroes mismos, como empujaban los remos con el poder de sus manos. Al punto de la cima más alta del monte bajó a la orilla del mar Quirón, el hijo de Filira. En el rompiente blanco de espuma de las olas mojaba sus pies. Y haciéndoles continuas señales con su mano poderosa, les deseó un retorno feliz a los héroes en el día de la partida. A su lado, su esposa también, sosteniendo en sus brazos a Aquiles, el hijo de Peleo, se lo mostraba a su padre querido. Noten el juego de los colores, del negro al blanco, de la verde llanura al entendido cielo azul, de los reflejos signios y marciales de las armas, a las despedidas cotidianas de los anfitriones semidivinos de los argonautas. Los espectadores de la escena la ven como un mural donde las ninfas y los dioses están en lo alto, mientras Quirón y su familia está al ras de la playa. Como Homero, tampoco en Apolónio hay descripciones físicas, sin embargo, en él ya luce la descripción por medio de gestos y actitudes como la de clavar la mirada en el suelo en señal de pesadumbre o vergüenza. de observar de reojo, y es en relación a la pasión interior que bullen sus personajes. Así, sus enamorados se quedarán sin habla, o los marinos agacharán la cabeza instintivamente ante la ingente ola extendida, y las manos se lanzan en una demanda de súplica a la deidad. Pintar con palabras le parece al poeta uno de los medios para transmitir sus ideas y delinear sus personajes. Y es tiempo de que ahondemos en este, con seguridad, el mejor de los rasgos creativos de la de Jandrina. La épica suele ser entendida como una pieza poética de interés heroico. No importa si son dioses o humanos mientras posean estos rasgos característicos. Por ello, tanto el Enuma Elis como la Iliada son ambas epopeyas. Apolonio por su parte es también un cantor épico pero su obra ya corre diferente aunque a breve de los mismos manantiales que Homero, porque su interés es moderno, como he venido refiriendo, y lo es igualmente para sus personajes. Ya mortales, ya inmortales, nuestro poeta insiste en los rasgos humanos, familiares y cotidianos que anuncian el tratamiento particular de sus dos grandes personajes, Hazón y Medea. Apolonio se interesa en la individualidad de los héroes y por ello enfatiza su genealogía legendaria para con ello hacer brillar su originalidad. Y para comprobar esto, tomemos como ejemplo el catálogo de los argonautas. Por una parte existía el antecedente de Homero con su catálogo de los participantes en la guerra de Troya que tan inusitadamente aparece en el segundo canto de la Iliada, pero también refleja el catálogo de Apolonio, el de los mismos argonautas que presenta Píndaro. Homero relacionaba a los héroes con sus territorios y Píndaro se sola sabe las ascendencias divinas. Apolonio aprovecha la geografía para hacer un recorrido geográfico por la Elan. De la Tracia de Orfeo baja al sur por la Tesáliada, Asterión, Polifemo, Ificlo y Admeto. Por la tierra mirmidona de los hijos de Hermes y las riberas del Peneo del Seneida-Girtón, cuyo padre combatió al lado de los Lapitas. Llegará a la Lócrida. de Mopso, Euridamante, de Menecio de Opunte, padre del futuro Patroclo, o de Oileo, que lo será de Ajax, pasará a la Eubea de Canto y los Ecalios Clitio e Ífito. De allí viaja al Beocio límite con Tesalia, la tía de Pélope y la evocación del hermano Telamón, ahora habitante de Salamín. Esto le permite viajar a Lática y la Atenas de Butes, que no de Teseo, huésped del Hades por entonces. El viaje por Grecia sigue en el Peloponeso de regreso por la Tespias Beosia de Tifis, la Aretirea del nordeste peloponesio de Unfliante o la Argos de Tálao y Areo. La tierra pilia de Neleo envía a Melampo y no se olvida aquí de Heracles o del heroenauplio de Lerna. El sur con los dioscuros Lacedemonios y sus primos rivales los Afaretidas de Arene. Recuerda el norte central con Arcadia y sus hijos Amfidamante y Cefeo, así como el eleo Augias y los Acayos. Asterio y Anfión, para alcanzar finalmente el cabo ténaro de Eufemo. Al llegar al mar, esto le permite volver su mirada a las islas y la costa asiática y enuncia al milesio Ergino y al samio Anseo. Mas vuelve al continente, al centro de Grecia, con el Calidonio Meleagro, el Etolio Palem, Palemonio y el Fosio Ífito, para cerrar su composición nuevamente en anillo al norte, Tracio de los Bóreas. Píndaro. que insiste en la ascendencia divina de los héroes se ve demasiado preocupado en la heroicidad de sus argonautas, mientras que Apolonio prefiere la parte humana. Cito, Alcón lo había enviado, su padre, ya no tenía otros hijos que pudieran velar por sus medios de vida y vejez, pero a él, que era a la vez su hijo solo y amado, lo enviaba para ser distinguido entre héroes valientes. Cierto es que a veces se detiene el poeta a narrar los dones especiales que la ascendencia o relación divina les otorga a sus marineros, pero no deja por ello de notar que muchas veces dichas habilidades le pertenecen por su calidad humana igualmente. Así, por ejemplo, está el connotado timonel de la Argo. Cito nuevamente. Tifis, el hijo de Agnias, había dejado el pueblo de Sifeo, aquel de los tespios. Había hábil... era en prever de antemano la ola encrespada del mar anchuroso, y hábil era también en inferir por el sol y las estrellas tempestades de viento, y si era el momento de hacerse a la mar oportuna. Rasgos igualmente propios de la nueva épica helenística de Apolonio son su complacencia en la erudición mitológica y genealógica de sus personajes, aludiendo a las diversas variantes de alguno de sus héroes, incluyendo su participación en la famosa expedición, como es el caso de Heracles, cuya presencia es verdaderamente notable. Y no. Ni de la fuerza de Heracles de recio ánimo nos enteramos que hubiera descuidado a la anhelante Sónida, sino que, cuando oyó el rumor de los héroes reunidos, poco ha de Arcadia Argos Lirsea, habiendo recorrido el camino en el cual traía vivo al cerdo que en valles de Lampea se alimentaba por el gran pantano erimantio, a éste en el ágora de Misenas, en sus entradas, enredado en cadenas, de sus grandes hombros lo sacudió. en tanto que él mismo por voluntad sin contar con la resolución de Euristeo se marchó. También con él fue Ilas confiable escudero en su primera juventud, portador de flechas y guardián del arco. Primero los aspectos formales. El fragmento comienza con una anáfora en negación que parece ir en relación a lo que no quede duda de la participación del héroe en la expedición, como veremos en un momento. Gusta también del empleo de palabras de orden épico como y dialectismos jónios de resonancia homérica como y como lo es también la frase Bien, craterófronos, Heracleos. En cuanto al fondo, este se engarza perfectamente a la forma puesto que trata sobre la participación del héroe en el viaje que, dada su escasa intervención en las acciones, podría ponerse en duda. La doble negación del principio, como ya argumentaba, me parece lleva por intención que no se dude más de este hecho, puesto que emplea también la variación poética de Pintzanomai. cuya semántica alude no a la noticia que llega por casualidad, sino a la investigación hecha, a la búsqueda de información, como si Apolonio nos advirtiera sobre su trabajo de rastreo a las fuentes que, efectivamente, hasta donde alcanzan nuestras propias obras conservadas, pareciera que desde los poemas cíplicos se venía señalando la presencia de Heracles. Su conocimiento mitológico le permite igualmente colocar esta variante dentro del contexto de su personaje, puesto que señala que su arribo se da cuando regresa de su trabajo por las tierras del norte, precisamente cercanas a la aftiótide donde comienza el poema del Rodio. Es allí donde pudo escuchar el rumor de aquel grupo de valerosos hombres y desear formar parte de ello, por lo que no le importa lo que opine su amo, el rey Euristeo. Como si Apolonio justificara la presencia del héroe por una decisión personal dentro de su historia de esclavitud. Y fuera por ello que Heracles parece no estar interesado en comandar tan preclaro grupo, sino que lo tomara como una especie de vacaciones luego de sus primeros trabajos bajo las órdenes de su despiadado primo. Siguiendo los ecos de su predecesor Teócrito, Apolonio no rehúye hablar de Hilas, con quien se relaciona irremediablemente el viaje de Heracles, puesto que ha de perder al muchacho en tierras extrañas y de allí ha de volver a sus trabajos. Y las es presentado con ecos de aquella figura erótica del bucólico poeta anterior, pues se alude a su carácter juvenil y a su no clara posición con respecto a Heracles, que la palabra opaon, que he traducido por escudero, señala a un compañero lo mismo que a un servidor. Ambigua situación para el joven que, casi un esclavo, puede, y de hecho se entiende, el amado del héroe. Sobre estas y otras elucubraciones a partir de las alusiones poéticas en Apolonio, Manuel Pérez López señala acertadamente a mi juicio. Quizá pueda mostrarse el lector moderno algo reacio a estimar estos detalles, pero en efecto el poeta los ha ido cuidando extraordinariamente, como puede verse por las continuas aliteraciones, las repeticiones deliberadas de nombres y la esmeradísima composición, que trata en todo momento de introducir variedad estructural en la presencia de los héroes, apartándose así, naturalmente, del estilo formular homérico. La erudición apolínea nos permite apreciar incluso que su intención desde el principio es hacer entender que su poema no es un belicoso viaje por la heroicidad de sus personajes. Es más, que la solución no depende de la fuerza bruta, que en una y otra ocasión caracteriza a la iliada. Ni siquiera en la astucia que particulariza a la odisea, sino en el poder del amor, primacía de lo humano, de lo psicológico, diríamos hoy, por sobre lo épico-heroico. Para comprobar esto, quizá pueda servir la división tripartita que reconoce Germán Franklin en el poema de Cuatro Cantos de Apolón. La primera y tercera partes son sendos viajes de largo, uno de ida y otro de vuelta, a saber... los cantos 1 y 2 y el canto 4, en tanto que el tercero, centro del poema, versa sobre el amor de Medea por Cazón y la manera en que, gracias a ello, triunfa el héroe de su poema. En general, los personajes heroicos de Apolonio distan mucho de los superhombres del pasado mítico, y esto se reconoce porque a pesar de los poderes que podemos satisfar en ellos, el rodio prefiere presentarlos como hombres víctimas de las situaciones, del hambre, de la sed, la fatiga o la enfermedad, incluso de la angustia y el desánimo. Es una complacencia en el realismo que denota la tendencia a la historización del mito que arranca en Eurípides, aquel ya interesado. más en los sentimientos que en la arete. Por ello es que Apolonio se sustenta en sus conocimientos médicos y psicológicos. Por ello están dadas las descripciones de orden objetivo y científico. Los héroes del poeta son hombres, ante todo. Pero, ¿qué pasa con sus dioses? Si bien las influencias divinas sobre el destino es parte importante de la narrativa épica, en Apolonio, si los dioses ponen en movimiento la propia expedición de los argonautas. Las acciones de estos suelen explicarlas limitadas al punto de vista de los propios caracteres que no de su calidad de narrador que contempla las fuerzas externas que pudieran influir y a las que Homero está nacido básicamente como interacciones divinas en el diario vivir de la humanidad. Por otro lado, el Alejandrino no duda en presentar múltiples explicaciones divinas para los aconteceres. No suelen comúnmente ser señaladas como obras de una deidad particular, y ello permite suponer que es más la casualidad o el azar quien actúa. Fuerza divina, sí, pero no personalizada a la manera homérica tradicional en la épica. Hay únicamente dos episodios de corte olímpico, ambos hacia el final del poema en los cantos tercero y cuarto, pero su tono es harto distinto al de su preclaro predecesor Homero, y se acercan más a las composiciones helenísticas en sus gustos. Son cuadros burgueses, familiares diríamos sin empacho, con dosis de humor y realismo, quizá demasiado ornamentales para algunos, incluso deudores de la iconografía de la época, si es que en ello hay también una herencia oripidia con sus dioses tan humanos. Gracias a las otras fuentes sobre el mito de la Argos, sabemos que Hera fue la gran patrona de Hazón desde que el héroe se probó ante ella en su virtud. al estar dispuesta a cruzar la corriente del río a la diosa disfrazada de anciana. Que el héroe mereció así su amor y cuidado, aun cuando también veía en él a la fuerza que serviría de venganza sobre un Pelias que la había ofendido. Apolonio calla todo esto, como si no quisiera que la deidad se presentara demasiado proclive o demasiado presente, como se esperaría de ella dado su papel parecido en la epopeya troyana. Atena era la inspiradora y constructora de la fabulosa nave, la maestra de su piloto y la patrona de más de uno de los héroes participantes, pero nada de ello se puede precisar con claridad en el poema alejandrino, que Tifis sólo recibe el impulso de unirse a la expedición Mercélada diosa, como si fuera un deseo con forma divina, y lo mismo podemos sospechar de ese Argos colaborador de Atena en la construcción del navío que finalmente llevará su nombre. Si tan importantes deidades participantes del mito son dejadas de lado por el poeta, ¿qué puede esperarse de los otros dioses mencionados como simples progenitores de los seres? Con todo, tampoco podemos decir que los dioses de Apolonio sean evanescentes figuras, tan solo que se hallan más distantes de la humanidad y renuncias a sus epifanías directas, prefiriendo operar por otros medios menos espectaculares. Nuevamente una respuesta helenista, poco ortodoxa dentro del canon de la épica tradicional griega. Era con fabula con Atena, como tantas veces antes en el mito, pero ahora deciden que necesitan de Afrodita, triada de diosas que recuerda también a la leyenda de París y a las diversas intervenciones de tales deidades en la epopeya homérica. No obstante, el cuadro es totalmente diferente. Las diosas aliadas intentan obtener un favor de la siempre elusiva Cipris, porque han decidido que el medio de salvar a Hazón es hacer que Medea se enamore. Cuán diferente habrían dispuesto las cosas de ser las decididas figuras homéricas. Afrodita quiere ayudar, pero recrimina con dolor que su hijo el amor suele no hacerle caso, por lo que sus interlocutoras sonríen y nosotros con ellas al comprobar el toque de cotidianidad. La madre y su eterna queja sobre la conducta impertinente del hijo. Sin embargo, y en descargo del nuevo estilo poético, esta es también la primera dramatización de completa antropomorfización de Eros Y el simbolismo es de exquisita manufactura. El amor es una fuerza infantil, un niño mimado y de moines caprichosos, indiferente a los deseos o dolores de otros, egoísta que sólo piensa en su placer. Al propio tiempo, Apolonio parece presentarlo como una fuerza de la naturaleza, como ese Eros cósmico de Siodo y los filósofos naturalistas, que esa esfera que alguna vez perteneció a Zeus y que su madre le muestra como una estrella, Recuerda al globo del universo que ahora estaría en manos de un dios niño que solo quiere jugar. El cruel amor es quien dirige el orbe todo. Cuando pasamos al plano de los hombres y las mujeres, las cosas parecen ser aún más desvaídas y es algo que la gran mayoría de los críticos de Apolonio señalan con dedo flamígero. Sobre la opinión del jazón Apolinion han corrido basta tinta. Pero también podemos aludir que sus demás héroes no le van a la saga. Peleo, por ejemplo, en quien podría lucir el ideal homérico, no pone en acción sus virtudes. El propio Heracles, de quien Apolonio se cuida de que su heroicidad no oscurezca a su jazón, no es tampoco el afamado y descomunal guerrero del viejo mito, ni siquiera el cómico gargantúa más entusiasmado por la comida que por otra cosa a quien ya delineaba Calímaco. Sino el Heracles aceta de los filósofos que subordina su egoísmo personal y sus apetitos al sentido del deber. Por ello declina la oferta de la dirección de la expedición y reprocha a sus compañeros su lascivia en lepnos. La única cualidad que Hasson puede esgrimir frente a este héroe moral es su belleza, que como veremos es lo que finalmente lo hace vencedor de sus pruebas terribles. Por el contrario, destacan sus personajes femeninos en su caracterización psicológica. La dolida Alcímeda, la delicada y astuta Ipsípila, la cómplice Arete y la muy humana Circe. Primero tía hospitalaria y luego implacable juez de los crímenes cometidos en nombre del amor. Y ello sin olvidar a la maravillosa Medea, a mi juicio la mejor muestra de la habilidad creativa del rodio. Como se señala Catherine Cuxweiler, la pregunta que flota luego de la lectura a las argonáuticas es ¿Qué hace Hazón un héroe? cuando podríamos con toda tranquilidad clasificarlo como antihéroe. Si llega a ser jefe de los guerreros es solo porque Heracles renuncia. En la disputa entre Idas e Idmón es Orfeo el que restaura el orden. En Lebnos se olvida del objeto de su viaje entre los brazos de Ipsípila. Cuando hay un motín a bordo por el abandono de Heracles, su autoridad brilla por ausente. Polideus es quien se enfrenta a Mico, los Boreadas a las Arpías e incluso Cuando hay que dar la cara a Ehtes y sus pruebas, Titubea tanto que Peleo, Telamón e Idas se aprestan a tomar su lugar. Todo ello sin contar que no tiene el más mínimo empacho en utilizar a la enamorada Medea. No tiene escrúpulos al matar a Absirto e incluso sopesa la posibilidad de entregar a la princesa cuando es perseguido por el padre Furios. Como apuntaba ya a Mausesadas, es el mejor ejemplo del améjanos. En los primeros versos del poema parece que Apolonio nos diera buena prueba de su incompetencia al proponer al mismo Hazón que se escoja al mejor hombre como líder, al que define como aquel que sabe lidiar con los problemas y conseguir alianzas. Todos en ese momento vuelven sus ojos Heracles. Luis Gil hace una interesante acotación a todas estas inquietudes que se le pueden achacar a Hazón y que es el propio Apolonio quien no quiere más un héroe impertérrito y brutalmente macho al estilo de los homéricos. Cito, El recuerdo aún vivo de Alejandro, la rivalidad de los reinos helenísticos, los ejércitos profesionales y permanentes, habían dando origen a ciertas manifestaciones de arrogancia militar, como la criticada en el conocido tipo del Miles Gloriosus, de la Comedia Nueva, establecida por primera vez una disociación en la historia griega entre el estamento civil y el militar. No es mucho suponer que las escalas de valores y códigos de honor también se disociasen. La práctica de la disciplina, el culto al monarca divinizado, el ejercicio de las virtudes en los campos de batalla y en los campamentos, los privilegios de los soldados dominadores sobre las masas de población indígena, posiblemente habían remozado los ideales heroicos de la época arcaica, creando una nueva conciencia aristocrática de clase. Frente a esta versión nueva de la mentalidad heroica, Apolónio ofrece su antihéroe Jasón, como prototipo del buen jefe democrático de antaño, cuyas virtudes heroicas no son sino un aspecto parcial de su más amplia condición de ser humano. Es pues, un nuevo estilo de heroísmo donde lo físico tiene una importancia secundaria. El hombre brusco y autoritario no cuadra ya. Hazón es amable, elocuente, razonador, siempre dispuesto a escuchar a sus compañeros y tratarlos como iguales. Los alienta de manera indirecta al demostrar su desaliento. Hazón es en ocasiones demasiado humano. Quizá para este nuevo héroe haya tenido mucho que ver la propia historia de Apolonio. como un joven que hubo de abrirse camino en una alejandría reacia a su espíritu reformador. Quizá su rodas independiente y democrática, que no estaba bajo el orden monárquico y despótico de Egipto, aún lo provocaba. Así examinado, podemos apreciar que ante un E.T. es violento y agresivo, Hazón responda con calma y razonando. Haga una oferta al despiadado monarca. Servicios mercenarios a cambio del vellocino. O cuando responda con su apacible voz a un encolerizado telamón que lo acuse de envidia al abandonar Heracles. Es entonces preocupación que no cobardía lo que impulsa a Hazón a preocuparse por todo lo que ha hecho pasar a sus hombres en tan peligroso viaje luego de atravesar las implígadas. Dice al respecto Cutsweiler, Hazón es entonces un nuevo tipo de héroe para un nuevo tipo de mundo. Lejos están los días cuando un campeón singular podía voltear el oleaje de la batalla con solo su fuerza. Cambio cultural simbolizado por la pérdida de Heracles en el viaje. El talento de Hazón descansa en su habilidad para reunir un buen equipo, para lograr alianzas necesarias y en llevar a término la difícil empresa. Incluso su romance con Medea, episodio central, es también una alianza, pero la más peligrosa de todas porque tiene graves implicaciones morales. Ni al lector antiguo ni al moderno podían escapársele que Medea tenía una historia, y es muy posible que Apolonio contara con ello, que supiera que todos tuvieran en la mente a la media de Eurípides de la que él ofrecía una especie de precuela. Medea tiene una triple circunstancia, es la suma sacerdotisa de una diosa amoral, Écate, la hija del rey y la muchacha inexperta en amores. Apolonio se cuida entonces de evolucionar a su heroína tal como lo hubiera hecho un dramaturgo moderno, Capitán. captando el trágico conflicto de una mujer capaz de controlar las fuerzas de la naturaleza por medio de su magia, pero incapaz de ayudarse a sí misma en las líneas del amor. Es como si el rodio intentara darnos las razones de por qué la media de Eurípides es la asesina despiadada. Ella es la enamorada jovencita que deja todo por un hombre que no la quilata, pero que no deja de ser también la hechicera de espíritu determinado que hará todo por conseguir lo que desea su corazón. aunque para ello deba matar. Verdadero cuadro psicológico sobre la fuerza de lo erótico en la vida. Gusto alejandrino que reconocemos en la voz del poeta y de su propia heroína.