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Reflexiones sobre la Estupidez Humana

Bienvenidas, mentes curiosas. ¿Sabéis cuáles son las cinco leyes básicas de la estupidez humana? ¿Es posible que el ascenso al poder de algunos dirigentes políticos se deba a la estupidez de la población? En abril de 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, el pastor luterano teólogo y disidente antinazi Dietrich Bonhoeffer fue arrestado y encarcelado por la Gestapo. En el transcurso de su cautiverio, que se prolongó durante dos años, reflexionó acerca de la evolución de su país y de cómo era posible que un pueblo como el alemán, tan amante de la cultura, la ciencia y el arte, tan supuestamente civilizado y cultivado, hubiera no sólo permitido sino también propiciado y celebrado que Hitler alcanzara el poder absoluto sobre sus vidas. Dietrich Bonhoeffer llegó a la conclusión de que más allá del contexto económico y social, la causa principal era la estupidez, un enemigo del bien mucho más peligroso que la malicia. En una carta dirigida a elegida a tres amigos suyos, explicó sus reflexiones. «Uno puede protestar contra el mal», escribió. «El mal puede exponerse y, si es preciso, prevenirse mediante el uso de la fuerza. Sin embargo, contra la estupidez estamos indefensos. Contra ella no sirven de nada las protestas, ya que las razones caen en oídos sordos. El estúpido, a diferencia del malicioso, está con el mal». completamente satisfecho de sí mismo. Por ese motivo, según Dietrich Bonhoeffer, hay que tener mucho cuidado cuando a una persona estúpida se le plantean argumentos que contradicen sus creencias. Por un lado, nunca los creerá, siempre se mantendrá firme en su opinión por muy claras que sean las pruebas de que está equivocado. Y en el caso de que sea tan terriblemente obvia la veracidad de los argumentos contra... que resulte imposible negarlos, simplemente les restará importancia o los ignorará. Por otro lado, y aquí viene lo más importante, es peligroso e insensato, según defendía este pensador, intentar persuadir a un estúpido con razones, porque éste se irritará fácilmente e intentará atacar. Dietrich Bonhoeffer opinaba que para superar la estupidez es necesario comprender su naturaleza. No creía que se tratase de un defecto intelectual, puesto que conocía a personas con una inteligencia notablemente ágil pero estúpida. así como a gentes a las que describiría como intelectualmente bastante aburridos, pero que no tenían ni un pelo de estúpidos. Para él, la estupidez es un defecto humano, de la personalidad, no de sus capacidades. Tampoco es un defecto congénito, sino que cualquiera podemos volvernos estúpidos en determinadas circunstancias. ¿Cómo? Permitiendo que la estupidez se apodere de uno, algo que puede suceder con más facilidad cuando estamos integrados en un grupo amplio. Las personas que viven en soledad, siempre según Bonhoeffer, tienden a manifestar en menor medida el defecto de la estupidez en comparación con aquellos individuos o grupos grupos de personas inclinadas o condenadas a la sociabilidad. Desde esa perspectiva, la estupidez no sería tanto un problema psicológico como sociológico. Son las circunstancias externas las que vuelven estúpidos a los humanos que así lo permiten. Y todo fuerte aumento del poder en la esfera pública, ya sea político o religioso, infecta de estupidez a una gran parte de la humanidad. El poder de uno, afirmaba Bonhoeffer. Jufa necesita de la estupidez del otro. Cuando los seres humanos contemplamos un abrumador poder creciente, es decir, cuando vemos que un partido político o una religión ganan seguidores rápidamente, nuestra capacidad crítica puede atrofiarse o fallar. Nuestra independencia de pensamiento puede debilitarse hasta el punto de que renunciemos a establecer una posición autónoma frente a las circunstancias emergentes. Ya sea de manera consciente o no, algunas personas adoptarán el pensamiento de la masa y asumirán como propios los argumentos que procedan de la figura. de poder. Es decir, se volverán estúpidas y esa estupidez retroalimentará el poder de la figura en ascenso. Bonhoeffer, de cuyo contexto hablaremos con detalle más adelante, presenció con tristeza con la sociedad en la que vivía aceptaba como válidas e incluso justificadas ideas y políticas moralmente malvadas emanadas desde el gobierno que lideraba hitler tales como el racismo la esterilización for forzosa con fines eugenésicos o la persecución e incluso el exterminio de determinadas minorías. A la inmensa mayoría de la población no les interesaban esos temas, a ellos les preocupaban la crisis económica y la situación política. Y si emergía una figura carismática que les prometía trabajo, pan, estabilidad y espacio vital a base de conquistas, además de recobrar el orgullo nacional pisoteado por las humillantes condiciones del trato. tratado de Versalles, pues bien podían brindarle su apoyo y aceptar todos sus argumentos en cualquier aspecto sin reflexionar demasiado acerca de ellos. Al conversar con una persona estúpida, escribió Bonhoeffer en su carta, uno prácticamente siente que no se trata en absoluto de una persona, sino de consignas, lemas y cosas similares que se han apoderado de él. Está bajo un hechizo, cegado, maltratado y abusado. usado en su mismo ser. Habiéndose convertido así en una herramienta sin sentido, la persona estúpida también será capaz de cualquier mal y, al mismo tiempo, incapaz de ver que es malo. Esto es lo que puede destruir de una vez por todas a los seres humanos, explicaba el disidente antinazi. Para finalizar, Bonhoeffer añadió un punto optimista al precisar que todas estas reflexiones acerca de la estupidez nos prohíben por completo considerar a la mayoría de las personas como estúpidas en cualquier circunstancia. De hecho, quienes se han vuelto estúpidos al encumbrar al poder, a un líder o un partido que abusará de ese poder, son recuperables, pueden liberarse de su estupidez y llegar a recuperar el pensamiento propio. Pero según Neel, esa liberación interna sólo es posible precedida de una liberación externa. Cuando se derrumba un régimen dictatorial, por ejemplo, la población por fin es libre de volver a pensar según su sabiduría y criterio personales, ya que mientras permanezca sometida a un poder coercitivo, las circunstancias sociales, las relaciones sociales, las relaciones les impulsarán a asumir como propias las ideas y los argumentos de la autoridad, para sobrellevar el dolor que produce el conflicto interno cuando hay una falta de coherencia abismal entre nuestros pensamientos y nuestros actos. Ahora hagamos un receso para conocer mejor al autor y el contexto de todas estas ideas. Dietrich Bonhoeffer, nacido en Breslavia en 1906, provenía de una familia muy numerosa en la que valoraban mucho la formación intelectual y musical. Su padre, psiquiatra y neurólogo, dirigía la clínica psiquiátrica. de la Universidad de Breslavia. Su madre, pianista, era nieta del pintor Stanislaus von Kalkreuth e hija de la también pianista Clara von Hasse, que había sido pupila de Franz list. Gracias a las enseñanzas de su madre, Dietrich aprendió a tocar el piano a los 8 años y a los 11 ya componía canciones que eran interpretadas por orquestas profesionales. Conmovido por los horrores y el sufrimiento que la Primera Guerra Mundial provocaba en la población, así como por la muerte en combate de su hermano Walter, comenzó a asistir a reuniones evangélicas y en 1920, a los 14 años, decidió encaminar su vida hacia el estudio de la teología, a pesar de las críticas de otros dos de sus hermanos mayores, Klaus, que era jurista, y Karl, un científico. Con 21 años se doctoró suma cum laude en teología por la Universidad Humboldt de Berlín. Tres años más tarde, en 1930, pasó una temporada en Nueva York. Allí, en el barrio de Harlem, entró en contacto con la iglesia africana. y quedó fascinado por los sermones de sus predicadores acerca de las injusticias sociales que sufrían las minorías étnicas en los Estados Unidos. Cuando regresó a Alemania, Bonhoeffer logró un puesto como profesor de teología sistemática, en la Universidad de Berlín. Estaba muy interesado en el ecumenismo, es decir, la idea de que todos los cristianos, con independencia de la iglesia a la que pertenecieran, debían trabajar de manera conjunta para limar asperezas y promover la unidad cristiana. Católicos, protestantes, ortodoxos, anglicanos, metodistas, fuera cual fuese la denominación cristiana, todas, en su opinión, compartían fe y valores. Si bien los primeros acercamientos de Bonhoeffer a la teología se habían producido por un interés intelectual, poco a poco se fue transformando en un creyente profundo, hasta el punto de que en 1931, a los 25 años, fue ordenado sacerdote. El 30 de enero del 33, Hitler fue nombrado canciller de Alemania por el presidente Hindenburg. Y la vida de Bonhoeffer, que se opuso férreamente al nuevo régimen desde el principio, cambió. para siempre. Tan sólo dos días después de que Hitler asumiera el cargo, Bonhoeffer pronunció un discurso en la radio en el que lo atacó con dureza y advirtió a Alemania que no cayera en el culto idólatra. al Führer, es decir, al líder, ya que en realidad bien podría tratarse del Führer, que puede traducirse como el seductor o el corruptor. Aquella transmisión fue cortada de manera repentina. Menos de tres meses después, en abril del 33, pronunció una conferencia ante los pastores berlineses en la que hizo un llamamiento a la resistencia de la Iglesia frente a la persecución a la que estaban siendo sometidos los judíos. En aquel discurso dijo, la Iglesia no debe simplemente vendar a las víctimas que se encuentran aplastadas debajo de la rueda, sino introducir un palo entre los radios para bloquear la propia rueda. Pero Hitler no se quedó de brazos cruzados y en julio de ese mismo año convocó de manera inconstitucional unas nuevas elecciones eclesiásticas para los puestos de funcionarios de las Landeskirche, las iglesias históricas protestantes. Bonhoeffer hizo campaña a favor de los candidatos independientes, aquellos que no eran de ideología nazi. Pero el grupo Deutsche Christen, apoyado por los nazis, logró una victoria. aplastante. Aunque doctrinalmente el partido de Hitler propugnaba una suerte de neopaganismo, se propuso sostener el cristianismo como religión nacional de los alemanes. Y subordinarlo. al racismo. De modo que en septiembre, el Sínodo Nacional Evangélico de los Cristianos Alemanes aprobó aplicar el párrafo ario dentro de la Iglesia, lo que en la práctica supuso la destitución de todos los pastores y funcionarios de la Iglesia que tuvieran ascendencia judía. En noviembre, 20.000 miembros de los Deutsche Christen se manifestaron para exigir que se eliminara de la Biblia el Antiguo Testamento de origen judío. Ante aquella situación en su país, Bonhoeffer se marchó a Londres para trabajar como pastor de dos iglesias protestantes de habla alemana mientras intentaba reunir apoyos cristianos internacionales para oponerse al movimiento Deutsche Christen y su intento de fusionar el nacionalismo nazi con el cristianismo. El obispo alemán Theodor Heckel, encargado de los asuntos exteriores de la iglesia, luterana alemana, viajó a Londres para advertirle de que cesara en ese tipo de actividades, pero Bonhoeffer se negó. Junto a otros eclesiásticos que compartían sus ideas, en el 34 fundó la Iglesia Confesante, un movimiento cristiano protestante para oponerse al control nazi de las iglesias alemanas. En 1935, Bonhoeffer regresó a Alemania para formar de manera clandestina a los pastores de la Iglesia confesante, pero cuando la represión nazi aumentó, se vio obligado a marcharse a Suiza. En agosto del 36, el obispo Haeckel Aquel que había viajado a Londres para meterlo en vereda lo denunció como pacifista y enemigo del Estado, motivo por el cual le retiraron su autorización para enseñar en la Universidad de Berlín. Al año siguiente, Himmler declaró ilegal la educación y el examen de los candidatos a ejercer la universidad. Era el ministerio de la iglesia confesante y la Gestapo arrestó a 27 amigos de Bonhoeffer, quien se pasó los dos años siguientes viajando en secreto de pueblo en pueblo por el este de Alemania, tratando de formar a sus estudiantes. de manera clandestina. En el 38, a través de un cuñado suyo, el jurista Hans von Dunani, entró en contacto por primera vez con un grupo de conspiradores que planeaban el derrocamiento de de Hitler. Algunos de aquellos opositores formaban parte de la Abbea, una organización de inteligencia militar, y Bonhoeffer supo a través de ellos que una gran guerra se avecinaba. En junio del 39, tres meses antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, viajó nuevamente a Estados Unidos. Y bien pudo haberse quedado allí, pero decidió regresar. Alemania? ¿Por qué tomó una decisión tan aparentemente estúpida? ¿Por qué ignorar los consejos de sus amigos y regresar a un país que estaba a punto de lanzarse de cabeza a una guerra terrible y y donde sería perseguido por las autoridades. Él mismo se lo explicó al teólogo estadounidense Reinhold Niebuhr en una carta, con las siguientes palabras. He llegado a la conclusión de que cometí un error al venir a Estados Unidos esta vez. Debo vivir este periodo difícil de nuestra historia nacional junto con el pueblo de Alemania. No tendré derecho a participar en la reconstrucción de la vida cristiana en Alemania después de la guerra si no comparto las pruebas de la guerra. de este tiempo con mi pueblo. Los cristianos en Alemania tendrán que afrontar la terrible alternativa de desear la derrota de su nación para que una futura civilización cristiana pueda sobrevivir o desear la victoria de su nación pese a destruir así nuestra civilización y cualquier cristianismo verdadero. Sé cuál de estas alternativas debo elegir, pero no puedo tomar esa decisión. desde un lugar seguro. Total, que Bonhoeffer volvió a Alemania, donde las autoridades le prohibieron hablar en público y le exigieron que informara periódicamente de todas sus actividades a la policía. Bonhoeffer se unió a la Abbea gracias a su cuñado, Dunani, que ya formaba parte de la organización de inteligencia. Dunani participó activamente en la planificación de varios complots contra Hitler y es muy probable que Bonhoeffer se uniera a la presidencia de Alemania. Bonhoeffer también estuviera al corriente de ellos. Asimismo, ambos participaron en operaciones para ayudar a los judíos alemanes a escapar a Suiza. En 1941, ya iniciada la guerra, las autoridades prohibieron a Bonhoeffer que publicara o imprimiera ningún texto. Mientras tanto, a través de sus contactos internacionales, trató de establecer una comunicación entre la resistencia alemana y el gobierno británico. pero este, que consideraba a todos los alemanes como enemigos, ignoró sus mensajes. Finalmente, el 5 de abril de 1943, Bonhoeffer y su cuñado fueron detenidos y encarcelados. Durante un año y medio, Bon Jova permaneció encarcelado en la prisión de Tighe, a la espera de un juicio que nunca llegaba. Durante ese período, escribió una serie de cartas que algunos guardias comprensivos le ayudaron a enviar. sacándolas a escondidas de la prisión. Esas cartas se publicarían de manera póstuma bajo el título «Cartas desde la prisión», y entre ellas se incluía aquella en la que reflexionaba acerca de la estupidez humana. Uno de los guardias de la prisión, un cabo apellidado Conobloch, se ofreció a ayudarlo a escapar, pero Bonhoeffer rechazó aquella oportunidad, temeroso de que tomaran represalias contra su propia familia. Tras ser transferido por unos meses al campo de concentración de Buchenwald, Bonhoeffer fue a parar al campo de Flossenburg. Allí se encontraba el 4 de abril de 1945, cuando los los diarios personales del almirante Wilhelm Canaris, quien había sido jefe de la Abwehr, llegaron a manos de Hitler. En ellos se apreciaba que el almirante había estado al corriente del complot del 20 de julio del 44, cuando el coronel Stauffenberg intentó asesinar a Hitler en la guarida del Lobo con un explosivo oculto en un mar. furioso, Hitler ordenó acabar con Canaris y otros miembros de la Abbea que se encontraban prisioneros. Cuatro días después, el 8 de abril, pese a que no existían pruebas en su contra, un tribunal militar condenó a la horca a Bonhoeffer, sin que éste contara con nadie. que actuara en su defensa. Al amanecer del día siguiente, fue conducido desnudo hasta el patio y ahorcado junto al almirante, Canaris y otros cinco acusados. Su cuñado, Dunani, fue ahorcado al día siguiente y dos semanas más tarde, el hermano jurista de Bonhoeffer, Klaus, también fue ejecutado por su supuesta implicación en el complot del 20 de julio. Nunca se supo qué fue del cadáver. de Dietrich Bonhoeffer. Tenía 39 años. Ahora retomemos el tema de la estupidez del ser humano. En 1976, el historiador y economista italiano Carlo Cipolla publicó un interesante ensayo en el que proponía cinco leyes básicas de la estupidez humana. La primera ley es que siempre e inevitablemente todo el mundo subestima el número de estúpidos en circulación. La segunda es que la probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona. Es decir, que la estupidez no depende del nivel cultural, la riqueza o el estatus social, y se distribuye prácticamente igual por todos los segmentos de la población. En palabras del propio Cipolla, ya sea que frecuentes círculos elegantes, te refugies entre caníbales o te encierres en un monasterio, siempre tendrás que lidiar con el mismo porcentaje de gente estúpida. La tercera ley básica de la estupidez es la que el propio Chipolla consideraba más importante de todas. Y rezaba así. Una persona estúpida es aquella que causa pérdidas a otra persona o a un grupo de personas, mientras que ella misma no gana nada o incluso sufre pérdidas. A partir de esta ley, Chipolla estableció cuatro categorías de la estupidez. en las que se podría clasificar a todos los seres humanos en función de su comportamiento, valorando los beneficios o pérdidas que sus acciones causan a los demás y los que se causan a sí mismos. De este modo, mientras que las personas estúpidas serían, como enuncia la Tercera Ley, aquellas cuyos actos perjudican a los demás sin que les aporten ganancias a ellos, las personas malvadas, a las que Chipola llama bandidos, serían aquellos que perjudican a los demás para obtener un beneficio personal. Por contra, las personas inteligentes serían aquellas cuyos actos les benefician a sí mismos, pero también a los demás. Y, por último, quienes ayudan a los demás a un una costa de perjudicarse a sí mismos, son denominados gente incauta. Contribuyen al bienestar de la sociedad, pero al mismo tiempo son explotados por ella. Son personas altruistas que pueden aceptar su rol por razones morales y se convierten en la presa ideal para los bandidos, cuyas acciones siguen un patrón de racionalidad. A diferencia de los estúpidos, que suelen actuar de manera irracional, los bandidos, los malvados, saben perfectamente lo que están haciendo, son conscientes de su comportamiento y por eso los individuos inteligentes son capaces de entenderlos, prever lo que están haciendo. que intentarán hacer y, por tanto, tomar medidas para defenderse ante ellos. En cambio, los planes de las personas inteligentes pueden verse frustrados por los estúpidos, ya que estos son totalmente impredecibles y muy destructivos. Y como todas las sociedades están plagadas de estúpidos, los inteligentes no pueden contribuir al bienestar común. tanto como se espera de ellos. Además, Chipolla destaca que no resulta sencillo determinar si una persona de verdad es inteligente, ya que normalmente nos guiamos por la opinión de los demás acerca de esa persona, pero con frecuencia, al analizar con detalle sus actos, podemos descubrir que en realidad actúa como un estúpido. La cuarta ley básica de la estupidez afirma que las personas no estúpidas siempre son las que más se preocupan. subestiman el poder dañino. De los individuos estúpidos. En particular, los no estúpidos olvidan constantemente que en cualquier momento, lugar y circunstancia, tratar y o relacionarse con estúpidos siempre resulta ser un error costoso. Según Chipola, las personas inteligentes tienden a pensar que los estúpidos sólo pueden hacerse daño a sí mismos y que ellos, dada su inteligencia, son inmunes a los actos del estúpido, pero como mencionamos antes... A las personas inteligentes les resulta difícil imaginar y comprender el comportamiento de los estúpidos, por lo que los ataques de estos los pillan por sorpresa, lo que da pie a la quinta y última ley básica. Las personas estúpidas son el tipo de personas más peligrosas, mucho más que los bandidos, que las personas malvadas. ¿Y dentro de la categoría de los estúpidos? ¿Quiénes creéis que se llevan el mérito de ser considerados como los más peligrosos? Exacto, los estúpidos que ocupan puestos de poder. Para Chipola no hay nada más amenazador que un estúpido con poder. Y por desgracia, las masas de estúpidos, a través de sus votos en las elecciones, logran que el porcentaje de estúpidos que ocupan puestos de gran responsabilidad en los gobiernos de un país se mantenga aterradoramente alto. Pero entonces, ¿qué podemos hacer? frente a la estupidez de los demás. ¿Estamos condenados a sufrirla sin remedio? Según un estudio de 2015 llevado a cabo por investigadores de la Universidad Petpos Loran de Budapest, en Hungría, para evitar ser víctimas de la estupidez ajena, lo más importante es aprender a detectarla. Pero, ¿cómo reconocerla? Pues sabiendo qué la produce. Y al parecer, según ese estudio, las causas de la estupidez son muy diferentes. Las causas son solo tres, cada una de las cuales genera un nivel de estupidez diferente. La primera causa, la que provoca el grado más bajo de estupidez, es la distracción. Quienes se distraen con facilidad no dedican la cantidad adecuada de energía y concentración a realizar las tareas relevantes que los pueden llevar a conseguir sus objetivos. Se comportan de manera estúpida porque luchan por alcanzar metas que en realidad no están dispuestos a lograr. El grado medio de estupidez humana lo produce la falta de control sobre uno mismo, una característica de las personas impulsivas. Aquel que carezca de autocontrol será víctima de los acontecimientos que sucedan a su alrededor y actuará de manera irracional, perjudicándose a sí mismo y a quienes lo rodean. Por último, la causa del grado más alto y peligroso de estupidez humana la constituyen la ignorancia y el exceso de confianza, que con frecuencia van de la mano. Esa temible combinación conduce a las personas a correr grandes riesgos a pesar de carecer de los conocimientos o las habilidades requeridas para llegar a buen puerto y de no saber cómo afrontar las probables consecuencias desastrosas de su fracaso. Así que, en resumen, ya sabéis, si queremos protegernos ante la estupidez ajena, hay que evitar a los distraídos, los impulsivos y los ignorantes con exceso de confianza en sí mismos. Y para protegernos ante nuestra propia estupidez… bueno, me temo que para eso nadie ha encontrado aún una estrategia de defensa eficaz. ¿Y vosotros? ¿Qué opináis de las ideas de Bonhoeffer y Cipolla sobre la estupidez? 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