Transcript for:
Salud mental y bienestar emocional

Muchísimas gracias a todos los que estáis hoy aquí. Para mí es una gran ilusión volver a compartir un rato con Aprendemos Juntos del BBVA y estar hoy aquí respondiendo vuestras preguntas, hablando de la mente, del cuerpo, del espíritu, del alma, de la educación, de lo que nos está sucediendo. Pensaba cómo comenzar hoy.

Estas nuevas palabras aquí. Y este fin de semana me sucedió una anécdota muy divertida con mis hijos. Yo soy madre de cuatro niños y estamos imbuidos en el mundo del fútbol.

Les encanta el fútbol, nuestra vida gira en torno a quién marca, cómo jugamos, hacemos quinielas de todos los partidos de primera, segunda y segunda B. Y este sábado, mientras jugaba España, todos con nuestras camisetas del equipo, cada 15 minutos mis hijos iban al pasillo y necesitaban replicar alguna de las jugadas y jugando ellos con la pelota. Y dentro del pasillo, mamá, mira yo cómo he repetido esta jugada que ha hecho este futbolista.

Y luego volvían, veían un rato más, y se volvían a marchar al pasillo. Y me di cuenta de algo importante que yo ya llevaba observando mucho tiempo, y es que todos tendemos a repetir aquello que vemos. Es decir, observamos las cosas de nuestro entorno y tendemos a replicarlas de cierta manera.

La causa de todo esto son las neuronas espejo, esas neuronas que están en nuestro cerebro y que nos llevan a imitar y a replicar lo que tenemos delante. Pero claro, a veces eso que vemos tiene una influencia brutal en nuestro inconsciente, en nuestra conducta, y nos aleja de cosas de la vida real absolutamente necesarias. Creo que vais intuyendo por donde voy. Es decir, muchas veces estamos sometidos a estímulos constantes en las redes, en la pantalla, en los videojuegos.

en las noticias, en todo lo que nos llega. Y eso influye en nuestras emociones, en nuestra salud física y psicológica, en cómo nos comportamos con los demás, en cómo nos tratamos, en cómo nos enfermamos. Pero también tiene una influencia muy importante y es que en un mundo como el que estamos ahora, donde pasamos muchas horas enganchados a la pantalla, hemos dejado de conectar con temas muy importantes, con la naturaleza, con la contemplación, con la lectura, con las personas.

Y si no cuidamos esto, perdemos capacidad para comunicarnos con los demás. Al final, gran parte de la vida, o probablemente lo más importante en esta vida, es que nos sintamos queridos y seamos capaces de querer a los demás. Pero eso tiene que ser también en la vida real. Tenemos que volver a la vida real, a conectar con las personas.

Y conociendo cómo somos, lo que le conviene a nuestro cerebro, a nuestra mente, a nuestro espíritu, podemos envejecer mejor y sacar la mejor versión de nuestra vida. Y, queridos amigos y a todos los que me escucháis, aquí estoy para responder a vuestras preguntas e intentar acercaros a este mundo apasionante de la neurociencia. Hola, Marian, soy Isabel y quería preguntarte cómo podemos encontrar a esas personas que tú llamas personas vitaminas en cualquier ámbito de nuestra vida. Y algo muy importante para mí, ¿cómo podemos ser nosotros mismos? Gracias, Isabel, por tu pregunta.

A mí me encanta el concepto de persona vitamina, surgió hace muchos años en una conferencia en México. Llevaba yo un rato hablando del tema de las personas tóxicas y de cómo nos influyen las personas que nos hacen daño o que nos humillan en nuestra salud física y psicológica. Y en un momento dado me di cuenta que llevábamos demasiado tiempo hablando de la palabra tóxico y dije, hay que cambiar la forma en la que hablamos de las personas. y de la que hablamos de nosotros mismos. Y se me ocurrió el concepto persona-vitamina.

Al final influye poderosamente cómo decimos las cosas, los términos que empleamos para hablar de los demás y de nosotros mismos. Empezaría contestando tu pregunta con una idea muy importante. Para estar bien con alguien, lo primero es estar bien con uno mismo.

Estar bien con uno mismo significa que me conozco... que me comprendo, porque comprender me alivia, que soy capaz de aceptar, aceptar mis limitaciones, aceptar que hay cosas que no puedo cambiar, aceptar que he cometido errores, aceptar que soy imperfecto en parcelas de mi vida y, por otro lado, decidir superar aquello que me duele, que me hiere, que llevo enquistado en mi vida, aprender a superar pequeños traumas, sufrimientos... Porque si yo no me conozco, me comprendo, me acepto, es mucho más difícil que sea...

sea vitamina para los demás. Necesito identificar primero quién soy yo. ¿Cómo es mi forma de ser? Yo suelo explicarlo en lo que denomino el esquema de personalidad.

Todos nosotros tenemos rasgos de personalidad. Somos impacientes, somos personas tímidas, a veces hipersensibles, opas, de alta sensibilidad, obsesivos, hipocondriacos, perfeccionistas, impulsivos... Es decir, tenemos rasgos de personalidad.

Cuando vivimos de forma crónicamente estresados, cuando estamos en modo alerta... Cuando no nos da tiempo de conectar con lo bueno de la vida porque vivimos siempre a base de estímulos, sale esa peor versión de nosotros. El hipersensible se convierte en una persona vulnerable, el tímido se bloquea, el obsesivo vive siempre con pensamientos rumiativos, la persona perfeccionista vive en una sensación de insatisfacción vital y si esto se mantiene en el tiempo, tendemos a somatizar. Y somatizar significa que llevamos todos esos síntomas al cuerpo y que nuestra mente activa síntomas psicológicos. Por lo tanto, primero es conocer quién soy yo, en quién me convierto cuando vivo en modo alerta de forma constante, cómo somatizo en mi cuerpo y qué síntomas psicológicos aparecen.

Y por otro lado, hay una pregunta muy importante, y es cuáles son mis factores de estrés, qué me descarga a mí. mí, ¿qué me pone en modo alerta? ¿Qué me sube el cortisol?

A veces no tenemos identificado lo que nos pone en modo alerta. Pueden ser personas, recuerdos, circunstancias. A veces puede ser subir a un avión, puede ser ver mi cuenta corriente, puede ser pensar en mi pasado, puede ser una herida sin resolver que ha dejado mi organismo y mi mente en modo alerta. Yo tengo que conocerme. también tengo que identificar cuáles son mis miedos.

Para mí, una de las cosas más importantes que necesitamos es saber que todos tenemos miedo. El miedo es fisiológicamente real. El miedo está en una zona del cerebro.

Hay gente que me dice que a mí me gustaría no tener nunca miedo. Eso no es posible, porque el miedo existe para que seamos prudentes. Lo malo es cuando el miedo hace un golpe de estado en mi mente y es el que influye en todas las decisiones que tomo.

A veces los miedos son fácilmente identificables. El miedo a la enfermedad, el miedo a la muerte, pero hay otras veces que los miedos son más sutiles. El miedo a causar decepción, el miedo a no ser perfecto, el miedo a que no me quieran, el miedo a perder el control, el miedo a sufrir, el miedo al dolor. Y algunos de estos miedos, en pequeñas dosis, son necesarios para la vida. Cuando yo me voy conociendo, a veces necesito sanar ciertos traumas, heridas, patrones repetidos.

que llevan años sucediendo incluso en mi familia. Muchos, cuando analizamos nuestras familias, nos damos cuenta que hay patrones que se han repetido de padres a hijos. Lo que yo denomino muchas veces en el libro en Encuentra a tu persona vitamina, mis cimientos emocionales. Es decir, lo vivido en casa.

Cuando yo soy pequeño, lo considero normal. A veces hay patrones en casa. Lo que se come, cómo se habla uno, cómo se demuestra afecto, cómo se elige pareja. Y a veces, para poder ser vitamina, yo necesito tener identificados esos patrones y darme cuenta si realmente son buenos, son saludables, son sanos, emocionalmente sanos, o son tóxicos, o me producen algún tipo de perturbación, o me hacen elegir mal.

Cuando yo elijo las personas de mi entorno, a veces elijo desde la herida, desde la carencia, desde la ausencia, o a veces elijo sabiendo cómo necesito personas en mi entorno que me ayuden. Para ser persona vitamina identifico, conozco, supero, y luego tengo que saber una idea importantísima. Se han hecho estudios a nivel mundial de qué es aquello que nos hace envejecer de la forma más saludable posible. Y se ha visto, después de múltiples estudios en la Universidad de Harvard, Que lo más importante son las relaciones.

Sentirse solo o enferma. No sentirme querido o enferma. Sentirme humillado o enferma. La soledad es profundamente tóxica.

Por lo tanto, si tuviera que decir, para mí la gran vacuna para los próximos años es encontrar personas a nuestro entorno que nos hagan bien, que nos ayuden, que sean nuestros amigos, nuestras amigas, que confiemos, porque ahí se activa una sustancia maravillosa, un neurotransmisor, una hormona. En mi opinión poderosísima que es la oxitocina, que está con nosotros desde el inicio de la vida, en el momento del parto y de la lactancia, el vínculo de ese bebé con su madre, esa piel con piel, que sabemos que disminuye los niveles de cortisol. Cuando estamos con nuestras personas vitamina, la oxitocina se libera, nos sentimos mejor, se fortalece el sistema inmune y nos sentimos mucho mejor con nosotros mismos y somos capaces de ser vitamina para los demás. Hola, Mariam, soy Cecilia, vengo de Perú y bueno...

Parece que si eres una persona seria, los demás te ven como una persona responsable, confiada. Y si te ven una persona de buen humor, parecieses que fueras una persona despreocupada, simple. ¿Marían, y tú crees en el optimismo?

Mi padre tiene una frase que dice que el sentido del humor es patrimonio de los inteligentes. El optimismo es una manera de conectar con la realidad. Es decir, todo lo que nos sucede en esta vida puede verse en clave de problema o en clave de oportunidad. La felicidad no es lo que nos pasa, sino como interpretamos lo que nos pasa. Un día llegamos al trabajo, nuestro jefe está de mal humor, nos echa la bronca, nos dice que no llegamos a las cosas como a él le gustaría.

Llegas a casa de mal humor y pasa algo en casa positivo y te cuesta percibirlo. Estás en esa especie de mentalidad negativa y da igual algo bueno que suceda porque, en el fondo, en tu trabajo las cosas no van bien. Un día llegas al trabajo, tu jefe te dice que está encantado contigo y que te sube el sueldo.

Llegas a casa, tu hijo ha suspendido matemáticas, ha habido un problema, se han peleado y bueno, tampoco es para tanto, todos los niños se pelean. Es decir, tendemos a cambiar la interpretación de la vida según muchos aspectos. Esa interpretación tiene mucho que ver con el optimismo y el pesimismo.

Se ha investigado si es un tema genético, si es un tema de aprendizaje, porque a veces tenemos esa voz interior negativa. El pesimismo, esa voz interior negativa, durante muchos siglos fue fundamental para la supervivencia, porque vivíamos a veces en entornos hostiles donde había que estar pendiente para sobrevivir. Lo malo es cuando vivimos constantemente en modo alerta. Cuando pensamos que todo el mundo es hostil constantemente, he explicado muchas veces que no estamos diseñados para vivir en modo alerta, porque nos enfermamos. Estamos diseñados a veces para vivir en modo alerta y sobrevivir, y otras, desconectar del modo alerta y disfrutar de la vida, entrar en ese modo parasimpático del sistema nervioso, donde nos relajamos, donde meditamos, contemplamos, descansamos, disfrutamos de lo bueno que nos sucede.

Y, por otro lado, ese pesimismo, muchas veces está influido por nuestra imaginación. Recordaros de esto tan importante, que nuestra mente y nuestro cuerpo no distinguen una amenaza real de una imaginaria. Y somos pesimistas por la imaginación, porque nuestra cabeza nos trae constantemente cosas negativas que nos pueden suceder, que en el 90 de los casos nunca van a pasar, pero influyen en nuestra salud física y psicológica.

Si yo tuviera que definir el optimismo o la actitud positiva, Diría que tiene mucho que ver con cómo yo me hablo. Ese rumrum interior al que yo le he dedicado muchas horas, porque es parte fundamental de la psicoterapia que hacemos en consulta. Cuando una persona acude a consulta, uno de los temas más importantes es cómo te hablas.

Es que estoy triste, es que no lo voy a conseguir, no lo voy a intentar, me han hecho una oferta de trabajo, pero seguro que al final cogen a otro. Esa voz interior tiene una influencia muy importante en nuestra vida y está científicamente demostrado. Que la actitud previa a muchas circunstancias de la vida influye poderosamente en el resultado. Si tú vas, por ejemplo, un día a una entrevista de trabajo y dices, seguro que no me cogen, seguro que hay gente que habla mejor inglés que yo, hay gente que tiene unas herramientas o sabe más de estos temas de economía o de finanzas o de lo que sea, y sabe más que yo, y no creo que me cojan.

La manera en la que tú te vas hablando influye en el área cerebral que tiene que en ese momento encontrar la solución. Para convencer al de enfrente, para solucionar lo que te está preguntando, para ser creativo, cuando yo me hablo mal, mi corteza prefrontal es como que se llena de grises, está menos lúcida, está menos brillante y respondo peor a las cosas que me suceden. Otro ejemplo típico es el de los exámenes.

Cuando una persona va a un examen, a una oposición, a la EBAU, a los exámenes finales de la universidad, cuando tú llevas la información más o menos sabida y te pones delante del examen, Lo normal y lógico es que aparezca poco a poco la solución y que seas capaz de plasmar lo que sabes. Pero si tú llegas al examen nervioso pensando seguro que me sale mal, seguro que no me acuerdo, tu cerebro tiene menos capacidad de encontrar la solución. Por lo tanto, aquí tenemos un tema fundamental con el optimismo.

Y es mi voz interior, tira de mí para arriba o para abajo. Todos la tenemos. Las mujeres la tenemos mucho más intensa porque tiene un componente emocional.

Todo reduccionismo siempre es una pobreza, pero en general las mujeres tenemos a conectar todo lo que nos sucede con una voz interior y con una emoción. Los hombres en general saben compartimentar mejor aquello que les va sucediendo con su voz interior. Y en algunos momentos incluso la voz interior les deja en paz, cosa que a nosotras no nos pasa y nos hace sufrir muchísimo.

Porque traemos todo. Yo hoy estoy aquí, tengo a un hijo mío que ha estado enfermo este fin de semana y yo estoy con el tema de mi hijo en la cabeza. De vez en cuando me vuelve y pienso, a ver cómo pasa el día. La voz interior influye poderosamente, como decíamos, en el resultado de muchas de las cosas que nos suceden.

La voz interior influye en el sistema inmune. El optimismo, por lo tanto, influye en el sistema inmune. Influye en la forma que yo tengo de afrontar la enfermedad. Porque la felicidad, en mi opinión, es una palabra muy manida, la felicidad, pero yo suelo decir que la felicidad es disfrutar de lo bueno cuando llega y gestionar lo malo cuando llega.

Todos los que estamos aquí... Incluida yo, por supuesto, y los cámaras y todo el equipo que tenemos aquí de Aprendemos Juntos, todos estamos librando batallas en temas de nuestra vida. A todos nos preocupan muchas cosas. No conozco una vida sin batallas.

Por muy guapo, muy rico, muy poderoso, muy... Todos tenemos cosas que nos preocupan. En la microvida que llevamos, todos tenemos algún tema. De pareja, de salud, de algo de nuestras heridas sin resolver, del futuro, del pasado, del presente... Pero la clave es cómo yo me hablo de esas cosas que me están sucediendo.

Si yo me hablo en negativo de todo lo que me sucede, porque a veces las cosas que nos suceden son muy dolorosas, eso influye en cómo yo voy a ser capaz de gestionarlo. ¿Se puede educar el optimismo? Se puede educar el optimismo. Tenemos esa neuroplasticidad maravillosa con esa frase de Ramón y Cajal, nuestro querido premio Nobel de Medicina, que decía que todo ser humano, si se lo propone, ahí está la clave, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro.

¿Por qué si se lo propones tan importante? Porque esa es la parte de actitud, de yo arranco y lo intento. Si yo soy de los que piensa que el optimismo no sirve para nada, nunca me lo propondré. Y para eso lo primero es identificar cómo me trato, identificar cómo hablo. En general, ¿cómo es mi discurso?

¿Cuál es el tipo de palabras que yo suelo emplear? ¿Soy de los que siempre estoy hablando en negativo, criticándolo todo, juzgando, o intento que haya un discurso un poco más neutro o positivo? ¿Cómo hablo de los demás? ¿Cómo hablo de mí?

de mis decisiones, de mi pasado, de mi presente, de mi futuro. Empezar a visualizar cosas buenas de la vida. A veces tenemos que tener ese filtro, esas gafas que nos hacen verlo todo de forma grisácea, donde no vemos más que problemas y no vemos oportunidades.

Cuando hablo de visualizar, significa a veces visualizar ilusiones. Suelo decir que no importa hacer castillos en el aire, siempre y cuando... Seamos capaces de crear cimientos bajo esos castillos. Soñar en grande, actuar en lo pequeño. Quiero ser médico.

De acuerdo, pues ponte a estudiar. Quiero tener una mejor salud física. Empiezo a hacer ejercicio todos los días.

Quiero encontrar pareja. Quiero conseguir un trabajo en Estados Unidos. Quiero para querer. El querer es maravilloso.

El tema es que yo sea poco a poco capaz de ir fraguando esas herramientas para conseguirlo. El optimismo es una forma de conectar con la realidad y de ver la realidad. Pero lo importante es que bajo ese optimismo yo vaya desarrollando herramientas para conseguir fomentar esa voz interior positiva. Pero hay momentos en la vida en los que somos incapaces de activar ese optimismo. Porque hemos sufrido mucho, porque estamos atravesando una depresión, un problema de salud grave, tenemos circunstancias muy adversas.

Y cuando no tenemos ni una herramienta para activar el optimismo, porque la vida ha sido muy dura, ¿O estás siendo muy dura con nosotros, que no tengamos miedo a pedir ayuda para que alguien nos reconduzca hacia una nueva manera de mirar la realidad? Volver a ver la realidad con nuevos ojos, que sabemos que eso a la larga mejorará nuestra salud física y psicológica. Hola, Marian, soy David. Lo primero, gracias por toda la ilusión, la fuerza, la pasión que nos estás trasladando. Mira, soy padre de una hija de 20 años y de un hijo de 14 años.

Entonces... Más que preguntas, una pauta o pautas. ¿Qué podemos hacer para que sepan que estamos ahí, que estamos disponibles, pero al mismo tiempo no estar 24 por 7 en estado de alerta? Gracias. Bueno, David, muchísimas gracias por tu pregunta, porque me hablas de la conciliación, me hablas de la educación, me hablas, me preguntas sobre cómo ser buen padre en este mundo acelerado que nos ha tocado vivir y, por otro lado, tener la sensación de que lo hacemos lo mejor posible, que les transmitimos las mejores herramientas, pero sin vivir agotados.

Pues yo te respondería con algo que yo también he vivido en mis propias carnes, a un tema en el que trato mucho en consulta, que es conciliar. La conciliación... Es un reto, no es fácil, y nos lleva a saber elegir sin culpa, a saber renunciar sin culpa.

En los últimos años, nos llegan a través de las redes, de información, un exceso de información sobre cómo ser buen padre, conectar con tus hijos, la adolescencia, aprender a sacar lo mejor de ellos, la psicología positiva en la educación. Por otro lado, uno quiere crecer profesionalmente, uno quiere cuidarse, hacer deporte, comer saludable, y uno se da cuenta que no llega. Es decir, conozco a muy poca gente que te diga pues yo llego a todo perfectamente, a mí no me cuesta nada.

Yo tengo mis hijos, mi trabajo, en mi trabajo estoy feliz, con mis hijos feliz, me cuido, hago deporte y encima no me cuesta nada. Duermo perfectamente ocho horas del tirón, tengo una alimentación saludable, mis hijos nunca se quejan de nada en casa y en el trabajo mi jefe está encantado conmigo. Yo eso no lo conozco. Si hay alguien así me encantaría conocerle para saber cuál es su método o cuál es la ecuación de su vida. Cuando llegó la pandemia, Yo estaba embarazada de mi cuarto hijo y nació durante el confinamiento.

El mayor tenía cinco, el segundo tres, el tercero uno y el pequeño que acababa de nacer. Y yo colapsé, yo no llegaba. Yo intentaba ayudar como psiquiatra durante el confinamiento, ayudar a mi manera, intentar divulgar, intentar a mis pacientes no abandonarles en ese momento. Intentaba cuidarme, acababa de tener un bebé, intentaba que mis hijos comieran más o menos bien y me di cuenta que era absolutamente imposible.

Lo pasé mal, sufrí, y un día me senté con una cartulina delante de la mesa de mi casa y empecé a apuntar todas las cosas que yo quería hacer, que me apetecía hacer más o menos bien. Cuidar de mi marido, cuidar de mis hijos, cuidar de mi salud, seguir divulgando, estudiar, contestar los correos que me llegaban. Y salieron como 30 cosas. Entonces me di cuenta que era absolutamente imposible, sobre todo con un niño que había que alimentar, el pequeño que acababa de nacer. Y me di cuenta que la clave de la vida era aprender a renunciar sin culpa, sabiendo elegir lo mejor en cada momento.

Me parecía imposible, porque yo misma aprendí a decir que no. Yo no sabía decir que no. Yo pensaba que la clave de la vida era intentar ayudar a todo el mundo siempre que pudieras y hacerlo todo lo mejor posible.

Y me di cuenta que había épocas de la vida en las que había que renunciar a ciertas facetas, ciertas cosas que nos gustan, en pro de otras que son más necesarias. A veces son momentos de la vida, otras veces son semanas de la vida, otras veces son días y otras veces son años. Lo primero de todo es saber que para estar bien con alguien, con mis hijos, yo tengo que estar bien conmigo misma.

Esta frase la repito yo en muchos momentos y con muchas circunstancias. Para estar bien con mis hijos, tengo que saber que ellos tienen momentos de su vida. su vida donde la presencia del padre o de la madre o de los cuidadores es más importante y hay otros momentos en los que lo que es necesario es tener conversaciones interesantes, que ellos sepan que estamos ahí.

No es la misma presencia cuando es un bebé, cuando son niños de dos años, que cuando empiezan con las extraescolares, que cuando es la adolescencia. Es decir, cambiamos, nuestra función de padres también se va moldando a cómo ellos se van haciendo mayores. Y aquí entraría con varias ideas importantes. La primera es un concepto que a mí me ha ayudado mucho en mi vida personal y que yo lo empleo en consulta.

Y de hecho sale en mi último libro, en el Recupera tu mente, Reconquista tu vida, le dedico un capítulo a esto, lo que denomino la batería mental. Es un concepto. Nosotros tenemos la corteza prefrontal, que es la zona de nuestro cerebro que nos ayuda a conectar, a resolver, a prestar atención, a ser capaz de gestionar mis impulsos, mi paciencia, mi irritabilidad.

Una zona muy importante. Nosotros durante muchos años hemos pensado que la corteza prefrontal, la tensión, es una pila eterna, que uno puede estar trabajando 24 horas delante del ordenador y que uno debería funcionar 24 horas delante del ordenador porque hace deporte y come bien. La realidad es que esa pila, yo la llamo la batalla, la batería mental, a lo largo del día se va desgastando. Uno duerme ocho horas, se levanta fenomenal. Imaginemos que tiene la pila al 100%, al 95%, porque 100% pasa menos veces al año.

Se levanta con el 90-95% de la pila, coge el coche, el auto... el autobús, el metro, va a trabajar, la pila empieza a bajar. El tráfico, los gritos, llego tarde, se ha estropeado el metro, el autobús no llega...

Es decir, las múltiples variables que van sucediendo. Llego al trabajo, tengo una discusión, viene mi jefe, un compañero, no me da tiempo de comer bien, como mal, no me sienta bien... Y de repente llego a casa a las seis, siete, ocho, nueve de la tarde. La batería está en menos del 20%.

Una de las cosas que yo digo, simplificando, es que cuando mi batería está en menos de un 20%, sale mi peor versión. Abro la nevera y ya no me apetece brócoli, lógicamente, y ya me apetece ese hidrato de carbono con sal y azúcar poco saludable o pedir comida a domicilio. Estoy más irritable, estoy más impaciente, más sensible, con menos capacidad de hablar.

Es decir, los nuestros viven nuestra peor versión. Llegamos a casa y se encuentran con gente agotada, con padres agotados. Porque durante el día hemos ido resolviendo todo lo que había que resolver y cuando llegamos a casa intentamos que nuestros hijos vean, o nuestra pareja, marido, mujer, esposo, esposa, pero claro, cuesta porque hay que hacer el doble, el triple.

de esfuerzo para conectar con ellos de la mejor manera. Pero son sus gotas de padres, son sus momentos de padres. Y por eso muchas veces tenemos que cuidarnos y decir, tengo que llegar a casa no tan desfallecido. Porque cuando llega mi hijo, a mí me pasan, llegan mis hijos y me quiere contar cada uno el cole, los goles, lo que ha pasado con cada uno de sus compañeros.

Les gusta que les cuente cuentos por la noche y yo... Me di cuenta de lo que era la batería en mí. Yo tengo muchísima imaginación.

Y me tomo en la cama y les cuento aventuras fantásticas y mezclo historias y personajes de cuentos, desde Obélix, Aladín, cuento todo tipo de historias. Y había veces que me tomaba en la cama. Y tenía que tirar de los tres cerditos.

Es decir, no había imaginación. Yo que tengo una imaginación, yo decía... Y entonces me decía, mamá, los tres cerditos, ¿no? Pero no había más.

O sea, no había capacidad de inventar nada. Es decir, esa pila estaba en el 0,5%. La conciliación consiste en entender cómo soy yo. ¿Cómo soy yo con ellos?

¿Cómo soy yo capaz de demostrarles afecto? ¿Cómo son cada uno de ellos? No son iguales los hijos que tenemos. Tengamos uno, dos, tres, cuatro, los que tengamos. Cada uno requiere un momento de conexión.

Tiene una sensibilidad diferente. Tiene momentos donde de repente abren ese canal de comunicación y hay que pillarlo al vuelo. Con uno de mis hijos, que es el que le cuesta más expresar sus emociones, he descubierto que cuando me tumbo con él por la noche puedo estar media hora contándome temas.

Todo lo que no ha contado durante el día lo cuenta en ese momento. Intentar saber cómo son ellos. A veces será ir a realizar actividades, ir a ver un concierto, ir a tomar algo a un bar, a una terracita, llevarlos a una librería, a una biblioteca... Es decir, vivir experiencias con ellos, en el caso de la adolescencia funciona muy bien, porque te hablan durante... Si tú te sientas a su lado y les dices cuéntame cómo estás, probablemente les cueste mucho más expresar que si es realizando una actividad.

Pero como padres... Tenemos que saber que no siempre estamos al 100%. No nos podemos culpabilizar constantemente.

Uno de los temas que he intentado divulgar más este año es la culpa, sobre todo con la madre, con la maternidad. Porque las mujeres hoy en día, al trabajar, pues muchas veces nos cuesta conectar como nos gustaría con nuestros hijos. Y somos plenamente conscientes de que ven una facción, una faceta de nosotras mismas cansada, agotada, irritable.

y nos sentimos culpables. Deberíamos estar en la función, deberíamos haberles hecho el disfraz, deberíamos... Pero nos cuesta llegar a todo, porque nos cuesta llegar a todo. Y a veces lo que hay que pensar es dónde puedo renunciar un poquito, dónde puedo fortalecer. Hay épocas de la vida que estaremos más pendientes, menos...

Y saber que es un equilibrio, son unos malabares. Y que yo utilizo mucho la corteza prefrontal para decidir que hay épocas a las que esto no llego, y no llego, y no se llega, porque no se puede llegar a todo. Pero que no suspendamos en nada, que no suspendamos en cómo nos cuidamos, en cómo cuidamos a nuestra pareja, en que no suspendamos en nuestro trabajo, en que no suspendamos cómo cuidamos de nuestros padres, si es que viven.

Es decir, no podemos estar en diez en todo, en diez como padres, en diez como hijos, en diez como trabajadores, en diez como mi salud, mi sueño. No podemos. Pero que seamos conscientes de qué variables van teniendo nuestras vidas y para ello tenemos que parar.

tenemos que reflexionar, de vez en cuando decir la vida me está comiendo, la vida me está comiendo y de repente he pasado este año y no me he dado cuenta que mis hijos se están haciendo mayores, los veo distantes, están enganchados a los móviles, estoy distanciado de mi pareja porque me he enfocado tanto en los niños o acaba de nacer un bebé y de repente no tengo comunicación con mi pareja. Es decir, de vez en cuando no tener miedo a frenar, a analizar en qué punto estoy de mi vida, a darme cuenta de que quizá en ese momento tengo que renunciar a una faceta. Hay gente que le encanta el deporte, gente que tiene demasiada vida social, gente que viaja mucho, gente que dedica mucho tiempo quizá a cosas que le impide enfocarse en lo importante. Es un reto, no hay una respuesta perfecta, pero mi opinión es saber cuáles son las facetas más importantes de mi vida, saber elegir sin culpa, saber renunciar sin culpa y dedicarles todo lo que podamos de tiempo.

Es una vacuna para su salud física y psicológica. Hola, Marían. Un placer conocerte hoy en persona. Estoy feliz de compartir estos momentos contigo. En la actualidad, todo el mundo habla del bienestar, del estar aquí y el ahora, y es como un mantra de bienestar.

Pero creo que es bien difícil el estar aquí y ahora, porque es como si te vienen recuerdos de... anteriores, nostalgias. ¿Cómo haces tú, María?

Me gusta esta pregunta porque es algo que, en el fondo, si nos paramos a pensar, a todos nos inquieta en algún momento. Te dicen, aprovecha el presente, vive el presente, conecta. Y tú estás intentando disfrutar, vas a un sitio, estás en una escena maravillosa, en familia, con gente a la que quieres y, de repente, te entra una nostalgia, te acuerdas de algo del pasado, echas de menos a alguien, te entra un miedo. Otro día me contaba una paciente que estaba en una situación idílica, se fue con su familia al campo, entonces, llevaron unos...

pícnics, había un riachuelo, no hacía ni frío ni calor, una persona había llevado la guitarra, empezaron a tocar la guitarra, algunos empezaron a bailar, un ambiente y de repente ya empezó. ¿Y si alguno enferma? ¿Y si esto no lo podemos replicar?

Mi madre le encantaría estar aquí, falleció hace dos años. Mamá, ¿me estás viendo? Se le empañaron los ojos, se empezó a acordar de la madre, que no le dijo a la madre todo lo que le quería al final de la vida, que no la cuidó. Y entonces, en un ambiente maravilloso, ella lloraba, su marido no entendía qué pasaba, porque decía que lloraba de felicidad porque no quería enturbiar el ambiente. que la conocía decía, mira, a ti te está pasando algo.

Y dice, es que no le dije a mi madre lo que la quería antes de morir. Y el marido le dice, ahora, te has acordado en este momento. ¿Qué ha pasado para que te hayas acordado ahora? Entonces ella vino a verme a la consulta y me dijo, Marían, ¿por qué me pasa eso?

¿Por qué en los momentos en los que de repente todo está relativamente bien, mi cabeza me trae pensamientos, recuerdos, nostalgias del pasado o miedos del futuro? Lo primero de todo... Cuando hablamos de esta felicidad o esta capacidad de vivir en una vida equilibrada y sana, yo siempre digo que eso depende mucho de haber superado las heridas del pasado y vivir con ilusión el futuro. Si vivimos enganchados en el pasado, somos nostálgicos, depresivos. Si vivimos angustiados por el futuro, tenemos ansiedad.

Al final tenemos la ansiedad y la depresión, que son las dos grandes enfermedades del siglo XXI. ¿Es verdad que la clave de la vida? consiste en conectar con nuestro presente de la mejor manera posible.

Es decir, las pequeñas alegrías, los pequeños detalles. Pero suceden varios factores. Lo primero es que nuestra mente no siempre la podemos controlar.

Y hay cosas que de forma subconsciente nos recuerdan. ¿A quién no le ha pasado? Hay cosas que se entienden muy bien. Uno de repente está en un sitio maravilloso.

Decía el otro día una paciente mía que se fue a Italia, entró en una tienda, estaba feliz, y en la tienda había un olor, una tienda de perfumes. que le recordó a su abuela. Y entonces, de repente, se fue a su pasado.

Es decir, hay veces que hay estímulos que activan recuerdos y otras veces asociaciones que no son conscientes, pero que activan cosas de nuestro pasado. Es decir, nuestro inconsciente detecta cosas de la realidad mucho antes que nuestra consciencia. Por eso, a veces, estamos en sitios y nos acordamos de cosas del pasado, del futuro. Vemos y decimos, ¿pero por qué me he acordado ahora de esto? ¿Por qué me viene esto a la cabeza?

La neurociencia ha avanzado mucho en estos aspectos y se está viendo que lo inconsciente va más rápido, lógicamente, que nuestra corteza prefrontal, que es la que nos ayuda a decir esto es por esto. Pero en unos años entenderemos mucho mejor cómo funciona. Pero, mientras tanto, ¿qué herramientas funcionan? Mientras tanto, ¿qué herramientas son las necesarias para conectar lo mejor posible con el presente?

Se ha tocado vivir un presente acelerado, hiperestimulado. Yo suelo decir que le hemos metido fast a la vida. Los audios 1.5, 0.2, yo hablo rapidito.

en los audios para que nadie le ponga el punto uno o punto cinco. Quiero que la gente escuche el audio con todo lujo de detalles. Y cuando le metemos el fast a la vida, nos enteramos del grueso, pero perdemos los detalles.

Y al final la felicidad está en los pequeños detalles. el fast-loss, el fast-food, la fast-life, la aceleración a todo. Porque parece que lo importante es consumir mucho sin reflexionar sobre lo que estamos consumiendo.

Esto para mí es un gran diagnóstico del siglo XXI. Le hemos metido esa aceleración a todo. Entonces, con ese FOMO, el fear of missing out, el miedo a perderme las cosas, hay que vivir constantemente conectados, acelerados, a base de drogodependencia emocional.

Es decir, necesito sentir y necesito saber constantemente lo que está pasando. en mis amigos, en Instagram, en TikTok, en las páginas de noticias que cada uno lea. Es decir, es imposible estar al día de todo y a la aceleración que lo estamos consumiendo.

Consumir rápidamente sin reflexionar sobre lo consumido. ¿Qué tema tan importante hoy en día? Por lo tanto, acelerados, no podemos disfrutar de los pequeños placeres del día.

Si uno va a un restaurante un día... Y se pide una carne riquísima con una salsa con setas deliciosa, le ponen un maridaje con el vino, tiene un pan que han hecho en el propio restaurante con aceitunas, se que te ponen el aceite para mojarlo, todo eso, delicioso. Pero si tú te lo tienes que comer en tres minutos cronometrado, tú sales sabiendo que había un pan, que había un trozo de carne que no has identificado cuál, el vino no has sabido identificar también si era bueno o malo o intermedio, has sabido que has comido... Has podido identificar el producto, pero no lo has saboreado. Por lo tanto, una vida acelerada es una vida que no se saborea.

Y la felicidad está en ese presente. Que haya momentos en los que yo le ponga freno a la vida. En los que yo diga, un momentillo, lo voy a disfrutar. Sin estímulos externos.

Es decir, ¿cómo y cómo? ¿Y cómo? Sin estar contestando mails, sin estar como con mil temas y estoy comiendo.

Veo algo y contemplo. Lo que importante es la contemplación. La contemplación es mirar. lo que hay fuera con ojos nuevos.

Es decir, de hecho, hoy en día se está recomendando la contemplación como un método de fortalecimiento de la corteza prefrontal. Incluso los holandeses han ido más lejos y hablan del Nixon, que es no hacer nada, sin culpa. De repente me siento y estoy diez minutos, no hago nada. El otro día he decidido introducirlo en mi vida como puedo, el no hacer nada sin culpa.

Entonces, a veces, lo he hecho tres veces, me siento en un banco y observo. Entonces, no hago nada, simplemente observo, freno, bajo. A ver qué sucede. Lo único que hago es intentar respirar profundamente.

Y otro día, estaba esperando en la parada del autobús del colegio de los niños, llegué con diez minutos, entonces me senté en un banco cerca de la parada y dije, bueno, a no hacer nada. Diez minutos, nada. Ni siquiera continuar, simplemente observar. Entonces vi a unos ancianillos muy mayores con bastón cruzar la calle, cómo él la ayudaba a ella a cruzar. Me parecía una ternura la escena.

Entonces agradecí tener la oportunidad de veros. sensación de agradecimiento, que yo lo uso mucho para conectar con el presente. Y de repente un tipo se me sienta a mi lado en el banco y me dice «Uy, doctor, aprovechando que estás sin hacer nada, quería consultarte que tengo ansiedad».

Tengo como taquicardias todo el día y digo «Mira, es que estoy en mis diez minutos de no hacer nada sin culpa». Y me dijo con mucha gracia «Pues entonces volveré en un momento que estés haciendo algo». Pero en condiciones normales habría atendido a este tipo del banco, pero en ese momento había decidido hacerme violencia para frenar.

Hoy en día, acelerados, tenemos que hacernos violencia para poder frenar. Y conectar con ese presente, no las 24 horas del día, sino que haya instantes a lo largo del día, de la semana, en el que yo de repente digo, pues estoy aquí con mi hijo, con mi pareja, con mi madre, le he ido a ver, me decía otro día una paciente, ahora voy a ver a mi madre a la residencia de ancianos, y aunque sé que no se entera y no se acuerda de muchas cosas, le acaricio las manos. le cuento algo de mis hijos y que ese rato que ella note que yo estoy freando para mirarle a los ojos.

Parte de disfrutar del presente es cómo miro la realidad. Basta mirar algo con interés para que se vuelva interesante, pero tenemos que volver a aprender a mirar la realidad. Acelerados vemos la realidad de otra manera.

¿Cómo conectamos con el presente? Lo primero de todo es decidir que quiero conectar con el presente. Es una decisión.

Lo segundo es darme cuenta de dónde vivo más acelerado. Si en el trabajo, si en mi vida personal. Tercero, ¿cuáles son mis vías de escape? Es decir, ¿vivo constantemente en mi vía de escape? ¿En mi dispensador automático de dopamina, que son las redes sociales?

Y entonces, cada vez que estoy un poco abrumado, agobiado o estresado, me voy a la pantalla. Porque al final en la vida, cuando quiero conectar con el presente, a veces surge. Surge el aburrimiento, a veces surge el malestar, a veces surge el agobio, a veces surgen pendientes en mi cabeza de cosas que no he hecho, temas que me agobian, que no sé resolver.

Y entonces mi cerebro me dice, no, no sufras, corriendo vía de escape, vete a tu dispensador de dopamina que te va a anestesiar tu mente y así no conectas con el presente. Y ahí la clave es decir, no, no, un momento, yo quiero aprender a enfrentarme al presente, aunque a veces ese presente me cueste, aunque no sea fácil. Abrazar, naturaleza, música, cosas relacionadas con la mano. Por lo tanto, conectar con el presente es que me llega lo bueno y lo disfruto, que uso mis manos, que toco, que abrazo, que no tengo miedo a expresar afecto, a que identifico cuáles son mis vías de escape, que me tiene acelerado e hiperestimulado.

Y vuelvo, pues quizá a veces es si tengo una mascota, si tengo un perro, que genera oxitocina. Por lo tanto, me ayuda a conectar, que sea capaz de disfrutar. Y que a veces cuando me vengan esos pensamientos del pasado o del futuro, los veo, los recibo y los dejo pasar.

Y sigo con mi presente. Si es algo importante, ya volverán y ya los tendré que resolver. Que ese momento se convierta en un instante de disfrute, de conexión y que yo luego diga estoy aprendiendo a conectar con mi presente y esto me gusta.

Hola, Marían, ¿qué tal? Soy María. Y bueno, nos has hablado de la importancia de las relaciones y te quería preguntar más en concreto por el tema de la pareja, porque es una de las elecciones más importantes que hacemos y pues a veces es difícil acertar, ¿no? Entonces, me gustaría saber, desde el punto de vista de la ciencia y la psicología, ¿cómo es que elegimos a nuestra pareja?

Bueno, muchísimas gracias, María, por la pregunta. Creo que es un tema que a todos nos interesa. Tengamos o no tengamos pareja, estemos o no estemos comprometidos, El amor nos gusta a todos.

En el fondo todos queremos que nos quieran, todos queremos amar, y a todos nos gustaría que la pareja que elegimos sea la adecuada y la que nos dure para siempre. Pero a veces no funciona así. A veces las cosas no salen como nos gustaría. A veces uno elige una pareja pensando que es la adecuada y de repente al cabo de un tiempo descubre que se equivocó.

Cuando yo estaba en la consulta, al principio de todo, recuerdo que hacía prácticas con mi padre y me sentaba a su lado. Mi padre es muy bueno haciendo terapia de pareja y yo le admiro muchísimo en cómo me enseñaba a ayudar a que las parejas se perdonen, se reconcilien, ayudar a muchas parejas que llevan años o que llevan poco, pero que quieren volver a intentarlo. Y me acuerdo que yo sentada a su lado me decía muchas veces que si aquí lo que pasa es que no eligieron bien, si esto es personas, se ve claramente que esto no iba a salir bien. Y me puse a observar decenas, centenares de historias que llegaban a mi vida, tanto a nivel personal como profesional, e intentar entender por qué la gente elegía como elegía.

Entonces hoy os voy a contar aquí varios conceptos que a mí me ayudaron, después de observar, estudiar, investigar, para el tema de la pareja. En esta pregunta, María, yo voy a hablar de los que buscamos o de los que buscan pareja a largo plazo, no de los que buscan de repente un encuentro sexual. una pareja para un verano, etcétera, sino cuando uno tiene ese deseo de encontrar a la persona adecuada para su vida. Lo primero de todo es que hay un concepto muy importante que yo le llamé los cimientos emocionales, porque a mí me funcionaba, que yo en la consulta dibujo una casita. Entonces, yo suelo poner lo que uno tiene en su casita.

Su casita son esos cimientos, esas bases emocionales que todos traemos según hemos vivido, hemos visto las relaciones entre nuestros padres, abuelos, cuidadores. ¿Cómo hemos visto el amor en nuestro entorno? Yo pregunto muchas veces a la gente cuando llega mi consulta ¿tienes algún matrimonio, alguna pareja a la que admires? ¿Que te parezca que han sido un buen ejemplo para ti a nivel de amor?

Porque claro, es muy importante los referentes en la vida. Hace poco una paciente de mi consulta nació en un entorno muy desfavorable. Su madre tuvo múltiples parejas, ella no sabe, nunca supo quién era su padre, vivió siempre la violencia en casa, su madre acabó una temporada yéndose, se quedó sin madre, luego volvió a su casa. le crió una tía, la tía era soltera, luego la tía tuvo una pareja. Es decir, ella nunca tuvo referentes de afecto a la hora de elegir pareja.

Ella no sabía qué tenía que buscar. No sabía si tenía que saciar un vacío, buscar piel, compañía, alguien bueno, alguien trabajador... Y al final se equivocó.

Ella es consciente que sus cimientos emocionales eran muy débiles y que no le ayudaban a elegir bien. Os doy un ejemplo. Una mujer que ha vivido en su casa un padre alcohólico con problemas de alcoholismo.

En el cerebro de esta niña pueden pasar varias cosas. La primera es que el alcoholismo lo deteste, porque su padre venía alcohólico y gritaba, había violencia en casa, había una situación crítica y, por lo tanto, ella odia todo lo relacionado con el alcohol. En su edad adulta, cuando ella replica, buscará quizá gente que no beba nada. Pero no beba ni una copa de vino, ni una cerveza, ni brinde, porque eso le genera, le reabre la herida. Pero también hay mucha gente, y todos conocemos, y cuando yo roté la unidad de adicciones me sorprendió enormemente, de repente una mujer que venía a hacer terapia familiar, terapia de pareja, porque su pareja, su marido, era alcohólico y me decía, mira qué mala suerte, y padre que también fue alcohólico, y mi abuelo que también fue alcohólico, y yo decía, ¿cómo es posible?

¿Cómo es posible que en una familia donde tu padre y tu abuelo fueron alcohólicos tú hayas replicado esto? Entonces me di cuenta que a veces, cuando nosotros hemos aprendido algo, hemos visto ciertos patrones, nos cuesta mucho más discernir cuando esos vienen, si son buenos o malos. Si ha habido siempre gritos en casa...

A veces esos gritos, nosotros pensamos que los gritos son lo normal, porque la gente se abre en forma de gritos, la gente se falta al respeto muchas veces, y yo me hago mayor y de repente tengo relaciones donde hay un poquito de violencia. Y cuando uno le preguntas, le dices... pero eso no lo puedes aceptar. Dices, bueno, yo es que lo he visto, es normal siempre. Esto sucede también en positivo.

Imaginemos una familia donde hay mucha expresión de afecto. En mi casa, por ejemplo, mi familia, somos de un expresivo, nos decimos una cantidad de veces te quiero al día, es demasiado. Somos muy, muy, muy expresivos, pero porque venimos de familias donde expresamos mucho. Y hay gente que viene a mi casa y le parece como un poco pegajoso, como somos los rojas, pero bueno, somos así. Somos extremadamente afectivos.

Cuando nosotros hemos elegido pareja, hemos elegido parejas muy afectivas, porque hemos replicado lo que hemos visto en casa. Cada uno de nosotros tiende a buscar temas relacionados con esos cimientos, a veces porque huye, a veces porque replica. Lo bueno es tenerlo identificado y decir, vale, yo sé que estos son mis cimientos, pero ¿esto está bien o no está bien? Porque a veces los cimientos son la búsqueda de sanar alguna herida.

Nuestros cimientos emocionales influyen poderosamente en qué elegimos. ¿Qué más influye? La pareja anterior que hayamos tenido.

Esto es muy importante. Si venimos de una pareja que nos ha hecho daño de alguna manera, nos vamos al extremo contrario. Consulta siempre, le pregunto a mis pacientes, les digo, ¿por qué te casaste o por qué elegiste a esta pareja? Y hay veces que la gente te dice porque era buenísimo, porque tenía estas cualidades, y hay veces que te dice en contraposición de lo que venía.

Es que venía de lo opuesto, y entonces me fui a esto, porque venía de algo que me había hecho sufrir tanto que cualquier cosa que me recordaba esto me hacía huir en sentido contrario. Cuando conocemos nuestros cimientos emocionales, hay que tener en cuenta que la fase de elegir pareja son diferentes procesos. bioquímicos, mentales, hormonales. Las hormonas juegan un papel apasionante. Mi padre tiene una frase que me encanta que dice el amor cuando llega puede ser muy ciego, pero cuando se va es muy lúcido.

Esto dicho en nuestras cortezas prefrontales, el amor cuando llega, sistema límbico a borbotones, bloquea la corteza prefrontal, por tanto no veo. Da igual que tiene 20 años más, 20 años menos, está casado, casada, tiene hijos, vive en otro país, cosas, da igual, porque la corteza prefrontal eso no lo ve. Pero siente la emoción tan fuerte que busca el vínculo.

Ahora, cuando pasan unos meses, la persona que más ha estudiado estos temas, una de las personas es la doctora Helen Fisher en Estados Unidos, dice que dura en torno a 17 meses. Ella hace una media de 17 meses y de repente se baja la espuma esa y de repente ves una cantidad de cosas y hay muchos que te dicen eso no lo tenía al principio. No lo viste.

Tu corteza prefrontal estaba nublada. No lo vio. A mí me encanta porque hay gente que viene a verme a la consulta y me dice, Mariam, estoy con la corteza prefrontal bloqueada, pero no me la desbloquees por ahora. ¿Qué está la sensación de bienestar?

De pensar que lo tiene todo perfecto o es absolutamente perfecta. Entonces, bueno, me encanta que la gente ya se vaya conociendo. De hecho, Helen Fisher dice que son tres fases. Ella dice primero que está el deseo sexual, que es esa parte más animal, más instintiva, donde sientes una atracción.

Luego está el amor romántico, que es de todos o de todas. Te empiezas a enfocar, a concentrar solo en uno o en una. Y luego es el apego, que es quiero estar con esta persona el resto de mi vida. Yo tiendo a ampliarlo un poco con respecto a Helen Fisher. Lo primero es la chispa.

Efectivamente, llegamos a un sitio y alguien nos llama la atención. Puede ser un tema físico, puede ser por cómo habla, por cómo viste, por algo que vemos de la otra persona que mi cuerpo, mi mente, reacciona y le apetece acercarse a esa otra persona, conocer más. A veces sucede en un primer momento, a veces es gente que lleva mucho tiempo en nuestras vidas y un día lo sientes de otra manera.

El segundo paso, que es el que nos saltamos siempre, porque la corteza prefrontal está ahí, que está medio aturdida, es poner un poquito de cabeza, poner un poco de corteza prefrontal y en ese instante donde la chispa se ha empezado a activar, decir, ¿me conviene? me hace ser mejor persona. Está en mis criterios, en lo que yo sé que es bueno para mí y para eso yo tengo que haberme conocido. Y esos cimientos emocionales, tenerlos identificados y decir a mí me conviene una persona deportista.

A mí me conviene una persona con mucho sentido del humor, a mí me conviene una persona muy trabajadora, porque todos tenemos nuestra historia y hay cosas que nos convienen más porque hay que pensar a largo plazo. Una cosa es el corto plazo, pero es que cuando tú piensas a largo plazo, pues ahí la corteza prefrontal es clave. Pero durante muchos momentos de enamoramiento... Bloqueamos esa corteza prefrontal y directamente nos enamoramos. Y cuando nos enamoramos ya es mucho más difícil, porque hay que esperar a ver si eso se consolida o no, y se sufre.

Y el post, y el recordar, y el culpabilizarme, entonces la chispa, meter un poquito de cabeza en ese momento, que a veces es cuestión de minutos. En mi caso, tardé dos años con la corteza prefrontal, o sea, que luego las hay con tiempo, como fui yo. Enamorarse y luego la parte fundamental, que es la voluntad.

La voluntad es que yo decido que aunque haya días que me apetezca más, hay días que me apetezca menos, los sentimientos fluctúen, voy a intentar trabajar la relación. Lo que pasa es que muchas veces lo ponemos todo en manos de los sentimientos. Y aquí todos los que estamos, a veces queremos mucho a nuestros padres, hermanos, hijos, amigos, pero hay días que nos caen peor, que los soportamos menos, pero no por eso los desechamos de nuestra vida. Sabemos que los sentimientos fluctúan. pero que la razón tiene que aprender a conducir a veces esos sentimientos y que siempre que se pueda hay que intentar trabajar la relación.

Porque es muy satisfactorio darte cuenta que estás trabajando eso que elegiste en un momento dado. Porque cambiamos, porque pensamos que vamos a sentir siempre lo mismo, que no vamos a cambiar ni ellos ni ellas, que vamos a ser siempre iguales. Pero es que el amor per se siempre se va modificando, los sentimientos.

Nosotros maduramos como seres humanos. Entonces hay que irse adaptando a esos cambios y para eso necesitamos la voluntad, ejercitarla. Y para eso intentar trabajarlo lo mejor posible. Decía Quijote, quien acierta en el casar no le queda en qué acertar. Es decir, que si acertamos en esto, tenemos muchas más probabilidades de que nuestra vida sea mucho más feliz, mucho más plena.

Y aquellos que estén escuchándome, que todavía estén buscando, que se conozcan, que se identifiquen, que vean aquello que necesitan para sacar lo mejor que llevan dentro y que cuando llegue... pues intenten trabajarlo para sacar la mejor versión de esa pareja, porque el amor es lo que nos hace más felices, más fuertes y más plenos en esta vida. Hola, Marían, mi nombre es Juan Carlos y te quería pedir una receta o que nos indicaras las cualidades necesarias para que una relación sea o equilibrada o lo más equilibrada posible.

Muchísimas gracias, Juan Carlos. Me encanta que me hagas esta pregunta porque, al final, todos queremos que la relación que tenemos funcione. Todos queremos que la persona a la que hemos elegido, con la que convivimos, con la que estamos comprometidos o casados, pues sea lo más sana posible.

Hay personas, hay investigadores, psicólogos, sociólogos, mi padre, que llevan muchísimos años investigando, escuchando a personas que han tenido crisis en su pareja, personas que han intentado que sus relaciones funcionen de la mejor manera posible. Y por lo tanto sí que hay herramientas que se recomiendan. en consulta, en mi vida personal y, por supuesto, en mi vida de pareja, pues yo algunas de ellas las intento ir inculcando, ir implementando poco a poco para hacer que funcione y ayudar a las personas que se cruzan por mi camino para que eso también les funcione. Lo primero de todo es que cuando estamos en una relación tenemos que saber si esa relación que tenemos es una relación fácil o es una relación complicada.

¿A qué me refiero con esto? A veces estamos en una relación y nos da la sensación de que las cosas siempre relativamente... fluyen. Es algo que va bien.

Hay personas que tienen una relación de pareja en la que hay pocas discusiones, la relación familiar es buena, con los hijos, y uno nota que eso va bien. Lo normal es que haya altibajos. Lo normal es que haya momentos más complicados, de más distanciamiento, momentos donde hay más discusiones, hay más tensión, nos salen un poco más nuestras heridas, porque, claro, una vida de pareja son años, y por lo tanto, uno va recordando. Y la memoria, nuestro querido hipocampo, nos va recordando cositas.

Entonces, de repente, sucede una cosa y esa familia política vuelve, los temas de dinero, las heridas... Y claro, uno al final se compromete con uno, pero hay una familia detrás. Surgen circunstancias internas que hacen que esa relación se tense.

Y es normal, porque las relaciones vivas tienen momentos de tensión. El tema es ser consciente de que a veces estamos atravesando momentos de más distanciamiento, estamos más enfadados, a veces hay crisis de verdad. Hay humillaciones, hay infidelidades, hay mentiras, hay temas muy graves.

Y ahí es cuando las dos personas se tienen que sentar uno enfrente del otro y decir ¿queremos solucionar esto? Porque para solucionarlo es cosa de dos. Hay veces que tira uno más que el otro.

Todo lo vemos siempre en terapia de pareja, que hay uno que notas que está tirando porque tiene mucho más interés que el otro por alguna razón. A veces uno quiere ser perdonado, no quiere que le perdonen, uno no sabe perdonar. Gente que viene y dice Marien, para que mi relación funcione necesito perdonar y no sé perdonar.

Por lo tanto, si tuviera que dar el primer tip, sería aprender a perdonar. Todos necesitamos que nos perdonen, porque a veces nos equivocamos, a veces hacemos cosas que no están bien. Y sucede, porque la vida es así, somos imperfectos. El tema es que a veces hacemos cosas que son muy duras, que llenan mucho a la otra persona o debilitan.

mucho la relación, que a veces son pequeñas cosas del día a día. Y por otro lado, igual que queremos que nos perdonen, necesitamos perdonar. Yo siempre digo que perdonar es un acto de amor. Perdonar es ir al pasado y volver sano.

habéis salvo. O sea, perdonar no significa ir al pasado de hoy, no, ya está, o esa persona que me ha hecho muchísimo daño la traigo a mi casa todos los días, esto lo digo en condiciones distintas a la pareja, ¿no? Una persona que me hizo mucho daño, un jefe, un exnovio, una expareja y que de repente me lo traigo a casa. No, perdonar es que cuando vas a esa escena del pasado...

Escuece un poco, pero me vuelve a permitir conectar con el presente. No me neurotiza, no me intoxica de cortisol, no me llena de rabia, no saca lo peor de mí. Para perdonar, hay que aprender a gestionar cómo me hablo con respecto a lo que sucedió.

Si voy trayendo escenas parecidas a lo largo de la vida de forma constante, por lo tanto, cuando intento perdonar es que me viene en la reta hila de escenas similares y no puedo. Perdonar es fundamental. Lo segundo... Es fomentar las habilidades de comunicación. Es decir, ¿cómo me comunico?

¿Cómo cuento cómo estoy? ¿Cómo le explico a la persona que tengo delante que estoy triste, que estoy cansada, que últimamente no me siento tan querido o querida por la persona que tengo en casa? Es decir, ¿cómo voy explicando cómo estoy?

y cómo recibe la otra persona. A veces vivimos, convivimos con personas que tienen alexitimia, que son alexitímicos. Significa a partícula negativa, lexos y timia.

Es decir, la capacidad que yo tengo... para expresar mis emociones. Los alexitímicos son gente mucho más interna, que le cuesta mucho más expresar lo que siente.

No significa que no tengan emociones ni sentimientos. Ojo, esto es importantísimo. Significa que el canal de comunicación no lo tienen tan abierto y se lo guardan.

Entonces, hay personas... Yo estoy pensando en un paciente que el otro día vino a mi consulta porque su mujer me lo ha pedido. Su mujer me dijo, habla con mi marido y dile que me diga de vez en cuando que me quiere. Entonces, viene el marido y le digo... Llevan diez años casados y le digo, ¿le puedes decir que la quieres?

Y me dice, ya se lo dije el día que nos fuimos. nos casamos y no he cambiado de opinión. Y le digo, pero es que no sabes, a veces te prometo que ayuda a decirlo a lo largo de la semana. No soy capaz, Marían.

Mis padres nunca se dijeron te quiero. A mí mis padres nunca me dijeron que me querían. Yo sabía que me querían. De hecho, sé que me quieren.

Pero no nos lo decimos. Claro, su mujer dice, me vendría genial que de vez en cuando me lo dijera. Entonces hemos negociado un corazón una vez al día por WhatsApp. Bueno, poco a poco se empieza, ¿no? Es decir, ¿cómo son mis lenguajes del amor?

¿Cómo comunico? A veces es con detalles, con mensajes, verbalmente, mis caras, el lenguaje verbal y no verbal, personas que expresan muchísimo con la cara. Todos que conocemos a nuestros parejas, maridos, mujeres, sabemos que la cara lo dice todo, según cómo entra por la puerta él o ella, algo está pasando, ¿no? Es decir, ¿cómo cuido yo mi comunicación? ¿Soy capaz de expresarme?

A veces en nosotros, en terapia de pareja, uno de los temas que yo le dedico más horas es a cómo me comunico. ¿Cómo expreso mi desagrado, mi enfado, mi frustración? No me ayudas.

Y entonces, unos gritos, un silencio. Te castigo con el silencio. Te castigo con mis gritos.

Te castigo haciendo cosas que boicotean la relación. Cuidado con eso. Lo tercero, identificar cómo es mi sensibilidad y la de la persona con la que yo estoy.

Hay personas que tienen esa alta sensibilidad, son personas altamente sensibles, que todo lo captan. Un mal tono. un silencio, un gesto, y todo lo captan y entonces están a flor de piel y viven constantemente en modo alerta en la relación, porque cualquier detalle les hace sufrir.

Por otro lado, hay personas que tienen mucha menos sensibilidad, cuidan menos los detalles, cuidan menos todo ese tipo de temas tan importantes, lo que me lleva al siguiente punto. ¿Cómo cuido los detalles? Tiene que haber detalles, tiene que haber capacidad de acordarme de cosas importantes para la otra persona.

Si la otra persona para él o ella es importante su cumpleaños, su santo, que le pregunte por el trabajo, por su familia, que esté pendiente. Pues conocer a la otra persona. Al final, cuanto mejor conozco a la persona que tengo delante, más fácil es hacerla feliz. Para conocerla a veces tengo que salir de mí mismo, de mí misma, y decir qué necesita.

¿Cuáles son las cosas que yo sé que hacen feliz a la persona que tengo delante? Yo, por ejemplo, a mi matrimonio a mi marido le encantan las películas de ciencia ficción. A mí me horrorizan, no soy capaz de verlas.

Pero de vez en cuando le digo, ¿no te parece que hoy es el típico día para ver una peli de ciencia ficción? Y eso se hace por amor, no porque me guste ciencia ficción, pero porque sé que a él le apetece y no me las pone porque sabe que no me gustan. Pero hay veces que no nos apetece, que estamos cansados, que estamos frustrados y que lo que queremos es que nos cuiden.

Y hacer de vez en cuando escapadas. Esto mi hermana Isabel, que es psicóloga, lo recomienda muchísimo. Una escapada que puede ser dos horas a un bar y dejar a los niños con alguien que se te los quede cuidando y tomarte algo y reírte, irte a un concierto, si te puedes pasar una noche fuera de casa, para volver a reconectar, para que esos sentimientos vuelvan, porque a veces vivimos en esa rueda, familia, niños, familia política, trabajo, los problemas que hay que gestionar, que la vida de pareja se convierte en una vida...

de resolución de problemas, de gestión de días, de gestión de niños, y no hay ese amor por el que elegimos a esa persona. Hay que volver a esa piel con piel, volver a los abrazos, intentar tener una vida sexual lo más saludable posible, hay épocas de mucha más vida sexual y épocas de menos, pero intentar que eso sea un tema del que se pueda hablar, porque hay veces que no estamos en los mismos momentos de sexualidad, de afectividad, de intimidad, de piel, y eso requiere, vuelvo, conversación. poder hablar los temas y que nunca falte momentos donde nos ríamos, el sentido del humor.

Fomentar momentos donde nos podamos volver a reír a carcajadas, desdramatizar. Porque si una pareja lleva mucho tiempo, lo lógico es que haya pasado momentos buenos, pero también momentos muy malos. Porque se muere gente, porque hay problemas económicos, porque hay problemas de salud, porque hay heridas dentro del matrimonio, porque hay momentos en los que nos hacemos daño sin querer, porque hay temas que cada cual trae de su historia, de sus heridas, que son temas de enorme sensibilidad que a veces no sabemos gestionar.

Y que de vez en cuando podamos darle dosis de humor. Una pareja que se ríe es una pareja que tiene muchas probabilidades de funcionar mucho mejor. Cuidarnos, saber salir de nosotros mismos, generosidad, respeto, y si nos equivocamos, porque siempre nos equivocamos, porque no somos perfectos, no tener miedo a pedir perdón y a perdonar nosotros cuando tenemos que hacerlo.

Hola, Marian, soy Virginia. Antes nos has hablado de las personas vitamina, pero yo ahora te quería preguntar... sobre las personas tóxicas o relaciones tóxicas.

¿Cómo saber si estás ante una de ellas y qué límites deberíamos de ponerlas? Gracias, Virginia, por tu pregunta. Quiero partir de un matiz importante, y es que a mí el concepto persona tóxica no me gusta, porque creo que nadie es tóxico, per se.

Es tóxico el efecto que producen en nosotros. Todos tenemos a alguien que, solo con pensar en esa persona, de nuestro pasado o de nuestro presente, nos sube el cortisol. Es decir, son esas personas que nos intoxican, que nos ponen en modo alerta.

Pero ellos no son tóxicos per se. Lo que ha sucedido es que en algún momento de la vida nos han fallado, nos han humillado, no han estado a la altura de lo que nosotros queríamos, no han cumplido nuestras expectativas. Son personas que nos han traicionado, que no nos quieren como querríamos que nos quisieran o no nos tratan como querríamos que nos trataran. Lo más importante es identificarlos.

Un primer concepto que yo empleo Es decir, ¿esa persona es tóxica individual? Es decir, ¿solo es tóxico para mí o es tóxica para muchas personas? Esto es interesante saberlo, porque hay personas que tienen una toxicidad que muchos detectan, pero lo que suele suceder es que traen una mochila de heridas, de inseguridades, de fantasmas sin resolver, y cuando se topan con nosotros, nos lo lanzan de golpe.

No saben hacerlo de otra manera. Hay personas que han sufrido tanto que cuando están con las personas del entorno, siempre tienen que hablar de su problema, ser víctimas, ese pensamiento tan negativo, ese discurso tan tóxico. Y entonces muchos notamos que tienen algo, pero en general lo que ha sucedido con esas personas es que han sufrido o que no identifican sus emociones o que viven envueltos en heridas o traumas sin sanar. Pero cuando es un tóxico individual, significa que por alguna razón esa persona me afecta a mí.

Ahora, mientras me estáis escuchando, los que estéis aquí presentes y los que me estaréis escuchando dentro de un tiempo, quiero que identifiquéis, o probablemente ya os haya venido esa persona, las suegras míticas, el cuñado... el jefe, una expareja, una nuera, un yerno... Es decir, esas personas que en algún momento de la vida o en nuestro presente nos hacen sufrir. Lo que tenemos que saber es que eso tiene un impacto en nuestra salud física. Primero hay que identificar quiénes son esas personas que me hacen daño.

Me hacen daño por algo real que está sucediendo, por algo que yo me imagino o por algo que sucedió que yo no he sido todavía capaz de cerrar o de perdonar. Cada vez que esa persona viene a mi mente, me enfermo. ¿Soy capaz de lidiar con eso? ¿Soy capaz de sanarlo, de gestionarlo? ¿O quizá me tengo que distanciar?

Hay veces en la vida que tenemos que distanciarnos de gente que no nos hace bien. El otro día hablaba con una amiga mía. cuya madre se pasa el día comentando cómo ella educa a sus hijos, la vida que lleva, la pareja que tiene, cómo está la casa, el orden.

Ella es madre de familia numerosa y entonces tiene la casa como la tiene. Entonces, cada vez que llega le critican la limpieza, la ropa, los niños, lo mal que comen sus hijos, que es mala madre. Entonces, ella vive en alerta constantemente porque los audios de su madre son terribles, porque su madre viene a su casa y todo lo juzga.

Entonces, me decía otro día a María, pero es mi madre. Y le digo ya. Pero es que cada vez que viene tu madre a casa, que es todos los días, estás en modo alerta, estás esperando la frase negativa, haces las cosas por lo que tu madre te vaya a decir. ¿Significa que tu madre es tóxica? No.

Significa que la presencia de tu madre, los audios de tu madre, activan tu modo alerta. Tenemos que identificarlos, a veces tenemos que distanciarnos, a veces tenemos que poner límites y a veces tenemos que perdonar. No siempre es fácil, quiero decir, porque el perdón, que ya hemos hablado aquí de ello, Es un acto de amor. Es decir, hay personas a lo largo de la vida que nos fallan. Uno es lo que sucedió, lo segundo es cómo yo me narro lo que sucedió y lo tercero es cuánto me influye a día de hoy.

Cuando esas personas tienen la capacidad de ponernos en modo alerta muchas veces, ese modo alerta nos intoxica de cortisol. Esa intoxicación de cortisol de la que se ha hablado mucho y yo he divulgado sobre ella. Tiene la capacidad de enfermarme a nivel físico, psicológico y de conducta. Cuando yo vivo en modo alerta constante por personas en mi entorno que activan esa toxicidad, mi sistema inmune se deteriora, tiendo más a enfermarme, esa intoxicación de cortisol me inflama.

Eso tiene la capacidad de influir en tiroides, paratiroides, en el eje intestino-cerebro. Uno dirá, ¿puede mi suegra afectar mi intestino-cerebro? Puede, puede. ¿Por qué?

Porque vivir constante... en modo alerta, activa, por ejemplo, la microbiota. Y puede deteriorar o enfermar mi microbiota, ese conjunto de microorganismos que pueblan el aparato intestinal, virus, bacterias, protozoos, hongos, y que el equilibrio de la microbiota, hoy en día conocemos más que nunca lo importante que es para mi sistema inmune o para mis neurotransmisores o para mi inflamación.

Por lo tanto, cuando yo vivo constantemente con gente en mi entorno que activa mi modo alerta, Mi cuerpo responde, mi cuerpo escucha. El problema es que a veces damos por hecho que es normal vivir con esa toxicidad en el entorno. Lo identifico, soy prudente con esas personas, soy lo más discreto que pueda. Porque a esa persona un día, en un momento tuyo de debilidad, le cuentas tu secreto, que has sido infiel, que has robado dinero o alguna cosa menos importante, y en un día malo, esa persona aprovecha esa información y te hace mucho daño con ella. Tendamos a ser discretos cuando una de esas personas está cerca de nosotros, ¿cómo le compartimos nuestra intimidad?

Lo siguiente es intentar alejarme o poner límites si puedo. Hay veces que no puedo porque es gente que vive en mi núcleo o porque trabajo con ellos o porque es gente de mi entorno más personal y entonces no puedo sacarlos de mi vida o no puedo salirme de sus vidas. Ahí yo tengo que aprender poco a poco a gestionar, que no me afecte tanto. Una de las cosas que yo suelo recomendar es saber cómo llego a esas personas emocionalmente. Doy un ejemplo.

Imaginaros en esta persona de la que yo os hablaba, esta madre de familia, que ella está cansada a lo largo del día y entonces llega a las ocho de la tarde, hora de caos, de baños de los niños, el madrío no trabaja en casa, y la madre siempre se deja caer en torno a las ocho, ocho y media, donde la casa es un zafarracho en combate, donde la casa es un caos, los baños están sin recoger, los niños algunos cenan, el otro no quiere cenar, y la madre viene a esa hora y comenta cómo está la casa. Pues una de las cosas que yo le explico es, uno, ¿Cómo llegas tú a las ocho de la tarde? Claro, no es lo mismo cómo gestionamos a esas personas tóxicas a las diez de la mañana, cuando estamos fuertes, o en momentos de la semana y del mes, donde estamos mejor, a momentos donde estamos completamente desgastados. Si yo tengo que ir a visitar a una persona que sé que me afecta, pensando en un paciente mío que tiene a su madre en una residencia de ancianos y la madre está muy enferma, tiene un Alzheimer, y cuando le ve, tiende a recordarle cosas malas que hacía el padre cuando... Tiene un Alzheimer, pero tiene momentos de recuerdo que siempre que viene el hijo en la residencia, le intoxica de cortisol en ese momento.

Entonces, yo siempre le digo a este paciente mío, siempre le digo, tienes que saber en qué momento vas a ver a tu madre. Día agotado después de haber estado en la oficina, ¿qué no puedes con tu alma? No vayas en ese momento, no vayas en ese momento.

Tienes que ir quizá un sábado por la mañana, que ha sido hacer primero deporte, y entonces luego has quedado a comer con amigos. Es decir, proteger esos momentos donde nos topó. topamos con esas personas que nos activan los estados de alerta, protegerlos.

No siempre es fácil, hay veces en la vida que nos tocan como son, pero un poco identificar, conocer, proteger, poner límites, perdonar cuando se puede perdonar, y si eso sigue haciéndonos daño, pues que seamos capaces de alejarnos, sintiéndonos los menos culpables posible. A veces, saber elegir en esos momentos, saber identificar, saber alejarnos, protege nuestra salud física, nuestra salud psicológica. y el resto de relaciones que tenemos en nuestro entorno.

Hola, Marían. Te hemos oído decir que somos adictos a la inmediatez, que nos cuesta muchísimo profundizar en las cosas. ¿Por qué crees que pasa esto y qué podemos hacer para ser menos superficiales?

Como médico, tiendo a observar los síntomas de la sociedad. Y lo que me preocupa actualmente es que se han juntado una serie de síntomas, en los cuales están estos que tú me cuentas, y he buscado cuál es la base, qué diagnóstico nos está sucediendo. Todos hemos notado en los últimos tiempos que somos más adictos a lo superficial, drogodependientes emocionales, más irritables, más impacientes.

Nos cuesta más tolerar el dolor, el sufrimiento, el malestar. Nos gusta lo rápido, nos gustan los estímulos. Nos cuesta parar y reflexionar y tomar decisiones con pausa. Nos cuesta concentrarnos en las cosas, en una novela, en un libro. Es decir, es como que...

Alguno incluso me dice, Marían, ¿será que yo ya no tengo la inteligencia que tenía antes? ¿Por qué tengo menos memoria? ¿Por qué me entero peor de las cosas? Esto lo he resumido en tres diagnósticos que creo que nos puede ayudar a entender qué le está sucediendo a la sociedad de hoy en día. El primero es esa intoxicación de cortisol.

Llevamos años viviendo en modo alerta. Conocemos esa intoxicación de cortisol, que es la hormona del estrés. Lo primero que tenemos que saber es que el cortisol no solo se activa cuando mi supervivencia física está en juego, es decir, voy por la calle y aparece un ladrón, o voy por la selva y aparece el león, sino también cuando mi supervivencia económica, profesional, social o afectiva está en juego. Es decir, viene mi pareja, mi marido, mi esposa y me dice que tenemos que hablar, he conocido a otra persona...

Pico de cortisol. supervivencia afectiva. Mi pareja está en juego. Viene mi jefe y me dice, no estoy contenta contigo, no estoy contenta contigo, no estás llegando a los objetivos del año. Si esto no cambia, el año que viene no estás aquí.

Supervivencia profesional, pico de cortisol. De repente tengo un problema económico, la hipoteca, tengo un problema con el trabajo, me bajan el sueldo, invierto un dinero en un sitio y lo pierdo. Supervivencia económica. De repente mis amigos quedan a un plan y se olvidan de avisarme. Supervivencia social.

Es decir, esa intoxicación de cortisol no solo es debida a cuando hay un león, cuando de repente viene el ladrón, hay una guerra, hay una bomba, sino otro tipo de supervivencia. Lo siguiente es que la supervivencia de las personas que más queremos. Si yo sé que a mi hijo le están haciendo bullying en el colegio, que a mi marido o mi mujer le están buscando un cáncer, mi padre tiene un inicio de demencia... Es decir, la gente que yo más quiero está en modo alerta, yo también sufro ese modo alerta. Y lo siguiente es que mi mente y mi cuerpo no distinguen una amenaza real de una imaginaria.

Es decir, ante algo físico real que me sucede o ante algo imaginario, se activa el mismo mecanismo, esa intoxicación o esa subida o esa activación de este neurotransmisor. Una sociedad intoxicada de cortisol por miedo, por soledad, por modo alerta mantenido... bloquea la corteza prefrontal.

Y, por lo tanto, yo voy en modo supervivencia, mucho más egoísta. Prestó peor atención. Si lo tuviera que comparar a un niño pequeño, un niño que está viviendo un drama, una situación crítica en su familia, padres que se separan, violencia, situación económica complicada, que ha sufrido un abuso sexual o algún tipo de violencia, ese niño está en modo alerta, intoxicación de cortisol. Por lo tanto, su corteza prefrontal va a funcionar peor, le costará mucho más.

Prestar atención en el colegio, concentrarse, entender lo que dice el profesor. A ese niño puede ser que uno diga que tiene problemas de atención, incluso tiene un TDAH, pero antes de entrar en algo relacionado con la medicación, yo siempre recomiendo buscar si hay una base emocional, si ese niño está sufriendo miedo, si hay una situación que ha hecho que esa corteza prefrontal no esté conectando de la mejor manera posible con la realidad. Todos nosotros, intoxicados de cortisol por ese modo miedo, esa macro, los macro problemas de la vida, uno enciende las noticias y las micro batallas, esa incertidumbre no nos enseñan a vivir con incertidumbre.

La gestión emocional es clave, la gestión del no, de la frustración, del miedo, de lo que no podemos controlar. Pero esa corteza prefrontal ya me va a empezar a funcionar peor. Una corteza prefrontal que funciona peor, me lleva a mi segundo diagnóstico, nos encontramos en plena crisis de atención. En plena crisis de cortezas prefrontales mundiales. No pensamos bien, nos cuesta razonar, nos cuesta enterarnos de las cosas.

Para mí, esto me recuerda mucho a la película de Matrix, ese momento de la pastilla roja y la pastilla azul, donde en una puedes ver la verdad de las cosas y en otra vives adormecido. Cuando uno está en una crisis, segundo diagnóstico, sea una crisis de sanidad, económica o sea la que sea, uno necesita que unos tipos muy listos, que saben mucho de un tema, se reúnan, se pongan de acuerdo y empiecen a hablar sobre ello. Busquen en otros momentos de la historia o en otros lugares del mundo donde ha sucedido una crisis similar, les llamen, tomen ideas sobre cómo ha sucedido y empiecen a poner remedio a la crisis y ejecuten.

Las herramientas o las medidas para salir de la crisis. Una crisis de corteza prefrontal elimina muchos de los pasos necesarios para salir de una crisis. Porque hay que pensar, porque hay que profundizar, porque hay que leer.

Porque alguien tiene que abrir los ojos en una sociedad donde vivimos en esta especie de maquinaria, donde cada vez nos cuesta más profundizar. ¿Qué está generando la crisis de atención? Por supuesto, como he dicho, el miedo, la incertidumbre, pero la hiperestimulación, el fast. Las distracciones. Hay estudios importantísimos hoy en día cómo vivir constantemente distraídos deteriora nuestra capacidad cognitiva.

Pensamos peor, nos hacemos adictos a lo irrelevante, a lo superficial. Estás un día en el trabajo agobiado y te va hablando cualquier noticia nueva, te metes en internet, te empiezas a buscar y te sale y buscas lo irrelevante y te metes en esa noticia viral surrealista. Pierde 20 kilos en tres días, nunca te imaginarás cómo y lo que pasó después te dejará impactado.

¡Clic! Y de repente, en un momento donde estás buscando la noticia importante, geopolítica, nacional, internacional, económica, estás viendo una noticia. ¿Cuántas veces nos vemos metidos en unas noticias de un plano?

Porque eso es dopamina. Donde voy a mi tercer diagnóstico. Vivimos intoxicados de dopamina. La dopamina es una hormona maravillosa y, al igual que el cortisol, son dos hormonas fundamentales para la supervivencia.

El cortisol, porque me ayuda a salir corriendo si aparece el león o la amenaza. Y la dopamina es necesaria porque es la que está presente en la supervivencia, las relaciones sexuales, y en la alimentación, es decir, sexo y comida. Todo esto funciona a base del sistema de recompensa.

Uno tiende a repetir lo que le gusta. Y aquí tiene mucho que ver con mi neurona. Mi sistema de recompensa y la dopamina. Yo voy a cenar un día con mi pareja, con mi marido, mi mujer, voy a tomar un vino rico, una cena rica, lo disfruto, luego mantengo relaciones sexuales y entonces mi neurona recibe algo positivo, el axón tiene un potencial de acción, una carga eléctrica llega a las patitas de la neurona, se abren unas vesículas y sale la dopamina al espacio entre las dos neuronas. La siguiente neurona...

Tiene en su cabeza unos receptores especializados en dopamina, ve que ha llegado la dopamina y dice «Uy, esto es bueno, esto me gusta». La dopamina excita a la siguiente neurona, la siguiente y la siguiente y la siguiente. Yo tiendo a repetir lo que me calma, lo que me gusta y lo que me genera placer.

Esto es la clave. El cerebro tiene memoria. El cerebro recuerda lo que le da placer, lo que le calma, lo que le excita, y ahí surgen los hábitos. Uno tiende a repetir lo que le gusta. A veces...

Esos hábitos son buenos y a veces no son tan buenos. Este sistema de recompensa funciona muy bien, pero llegaron las drogas y hackearon el sistema. Por eso las drogas son adictivas y están mediadas por diferentes factores neurobioquímicos, pero uno muy importante es la dopamina. Y aquí entra un concepto fundamental que tenemos que entender. Mi cuerpo está constantemente buscando el equilibrio.

Es decir, mi cuerpo busca la homeostasis, que yo no esté disparado en ningún parámetro en ningún momento. Si yo de repente me tomo 20 magdalenas, tengo un pico de azúcar enorme y entonces mi cuerpo dice un momento que esta hiperglucemia no es buena, avisa el páncreas, el páncreas libera insulina y se va regulando. Pero si soy diabético, puedo tener un problema de salud.

Pues esto pasa con el sodio, con el potasio, con el pH, con la temperatura. Es decir, mi cuerpo constantemente intenta, a su manera, ir regulando los cambios para alcanzar ese equilibrio. Pero estamos en constante cambio. Por eso esos mecanismos reguladores son tan importantes.

¿Qué hace mi cerebro para protegerme del exceso de dopamina? Lo primero que hace, en la cabeza de la neurona, hay receptores dopaminérgicos. Y va a eliminar algunos para que haya menos transmisión de esa excitación dopaminérgica.

Por lo tanto, aunque yo haya consumido mucha cocaína, doy el ejemplo de la cocaína, va a transmitir menos información. Pero a mi cerebro le ha gustado la cocaína y, por lo tanto, quiere más. Por eso todas las drogas funcionan con la tolerancia. Necesito más dosis para sentir lo mismo. ¿Quién es el que regula el exceso de dopamina en el cuerpo?

Si en un lado de la cuerda, así lo dibujo en el libro, tengo al placer, a la dopamina, tirando, tirando, tirando, ¿quién está al otro lado intentando equilibrar esa cuerda? El dolor. Empiezan a generarse sustancias de dolor para equilibrar el exceso de placer. El placer y el dolor son dos caras de la misma moneda. Entonces llega un momento que yo ya no consumo porque busco placer, sino para esquivar el dolor.

Todo me duele, todo me perturba, todo me molesta, todo me aburre. Y nos convertimos en una sociedad que no podemos gestionar la frustración, no podemos gestionar el dolor, no toleramos el aburrimiento. Las clases son aburridas, los libros son aburridos, todo es aburrido.

No soy capaz de gestionarlo. ¿A mí por qué me preocupa? Porque la sociedad, el mundo, tenemos que ser capaces de entender que el dolor forma parte de la vida. No existe una vida sin dolor.

No podemos pasarnos la vida huyendo del dolor. Si esto lo comparamos a la gente joven, hoy en día, no dejamos de dar productos dopaminérgicos y, por lo tanto, convertimos esta sociedad, que a mí me preocupa profundamente, en una juventud y en una sociedad adulta que cada vez tolera peor el dolor, el aburrimiento, el malestar. Es decir, nos convertimos en seres intolerantes a cualquier cosa. Todos notamos que hay una impaciencia en el ambiente, que nos cuesta mucho aguantar las cosas.

Nos cuesta la gente que habla lento, el abuelo que deja de escuchar y hay que repetirle todo tres veces. Cada vez nos cuesta más soportarlo. Y en un momento que estoy aburrido o estresado, mi cerebro me dice no te aburras y no te estreses.

Pero cuando yo elimino el aburrimiento de mi vida, bloqueo lo que se llama la red neuronal por defecto o la divagación mental. La red neuronal por defecto es eso que se activa en mi cerebro cuando no estoy haciendo nada. Durante muchos años se pensó que cuando estábamos sin hacer nada y sin pensar en nada de forma consciente, el cerebro estaba en modo apagado.

Hoy en día se sabe que hay una energía en el cerebro cuando estamos divagando. Es un momento muy importante porque le damos forma a nuestros pensamientos, a nuestro pasado, a nuestro futuro. Tenemos sensación de identidad, quién soy yo. Y hay una sensación falsa, y esto está muy bien diseñado, de que estamos constantemente resolviendo problemas.

Estoy haciendo la compra, estoy haciendo un bizum, estoy viendo las rebajas de este tema, estoy viendo las noticias, estoy viendo cómo está mi familia porque estoy viendo sus fotos. Es decir, nos engañamos pensando. que estamos siendo muy productivos mientras perdemos largas horas en el teléfono.

Es muy difícil porque es mucho más fácil secuestrar nuestros instintos a que nosotros los dominemos. Y esas cortezas prefrontales se adormecen con facilidad. ¿Qué busco con este trabajo y humildemente con esta divulgación?

Intentar que la gente diga, pues yo quiero desarrollar mi corteza prefrontal, yo quiero tener mi sistema de recompensa lo mejor posible, yo quiero ser capaz de tolerar pequeñas dosis de dolor y de sufrimiento, enseñar a mis hijos, enseñarle a la sociedad que a veces hay que tolerar un poco de dolor, que no me tomo un analgésico en cuanto me empieza a doler. o el ansiolítico, sino que soy capaz de gestionarlo de la mejor manera posible. Efectivamente, cada vez toleramos peor el dolor y el sufrimiento. Somos cada vez más...

Vivimos más enganchados... a lo irrelevante, a lo superfluo, a lo que es tendencia, porque profundizar requiere parar, requiere volver a fortalecer mi corteza prefrontal, y eso a veces no es fácil. Requiere ir contracorriente, requiere dedicar un espacio.

Si tuviera que daros un tip para ello, empezaría con quitar las alertas del móvil. Cuando quito las alertas del móvil, las notificaciones, tengo un par de semanas de abstinencia. Me meto el doble de veces. Pero luego me siento libre, porque si es importante me llamarán. Segundo, tener momentos de modo avión.

A veces cuando freno... Me hago preguntas que no tienen fácil respuesta, pero no se trata de acallar todas esas preguntas que surjan en mi mente. A veces hay que hacerse preguntas relacionadas con la trascendencia, con la vida, con el sentido de las cosas, pero a veces no tienen una respuesta fácil ni que me satisfaga en ese momento. Pero al menos tengo que ser capaz de hacerme preguntas.

Decía Einstein que lo importante en esta vida es no dejar de hacerse preguntas, porque cuando uno hace preguntas, nace el asombro, las ganas de aprender y el corazón. es muy agradecido a tener ilusiones, esperanzas y ganas de aprender cosas nuevas en esta vida. Yo recomendaría abrir los ojos, no tener miedo a saber la verdad de ciertos temas, a enteraros de lo que está sucediendo.

Si tenéis hijos o adolescentes, a poner esto sobre la mesa y hablar las cosas, porque necesitamos envejecer con el mejor sistema de recompensa posible en nuestro cerebro, con el mejor equilibrio del placer-dolor, porque el dolor llega, porque cuando mejor seamos capaces de gestionarlo... Mejor tendremos nuestras vías de escape. No olvidar que mi cerebro recuerda lo que le calma, lo que le excita y lo que le da placer. Y ahí vienen mis hábitos buenos y malos.

Tener rutinas positivas relacionadas con mis sistemas de recompensa, porque hay que disfrutar y la dopamina es buena, pero que no sea la dopamina y las vías de escape las que inunden mi vida. Hola, María. Soy Ricardo. Debo decirte que te sigo muy activamente en las redes sociales y tus charlas divulgativas, pero que es un verdadero placer.

conocerte en persona. Y por eso me voy a permitir el lujo de preguntarte dos cosas. La primera de ellas es, si es cierto que últimamente ha empeorado la salud mental, y una muy relacionada a ella es, ¿cuáles son aquellos pilares fundamentales para la psicoterapia?

Bueno, muchísimas gracias Ricardo por tu pregunta. Y me lanzas dos preguntas yo creo que muy importantes. La primera es, ¿qué está pasando con la salud mental? Durante muchos años...

Se hablaba poco de salud mental. Yo vengo de familia de psiquiatras, abuelo psiquiatra, padre psiquiatra y luego mi generación, que ya también somos varios psiquiatras. No tenía nada que ver la psiquiatría que hacía mi abuelo con la que yo hago. Alguna vez pienso que si mi abuelo volviera, si sentara un día en consulta conmigo, escuchara lo que hacemos en terapia, pensaría que es otra especialidad, que no tiene nada que ver con la psiquiatría que él vivió.

La psiquiatría de entonces era una psiquiatría mucho más dura, enfermedades muy graves, tratamientos a veces agresivos. Donde había poca esperanza en esos tratamientos, aliviabas algún síntoma, pero era muy duro. No se hablaba de la patología de hoy en día, de la patología de la salud mental, de la depresión, de la ansiedad, de todos estos temas. Para empezar, yo creo que hay que distinguir dos términos.

Lo primero es la patología mental grave, que ha existido siempre, donde podemos meter la psiquiatría de tipo esquizofrenia, trastorno bipolar, autismo, trastorno obsesivo compulsivo, etc. Luego... en mi opinión, hay otro pilar, que es el trauma, las heridas.

Y el tercero es la patología de la vida corriente. Es decir, hoy en día hemos metido la salud mental en el discurso, cosa que me alegro, porque cuando yo era una niña de 18 años, recuerdo volver un día de clase en primero de carrera, senté con mi padre, que es psiquiatra, y le dije, papá, nos hablan en la universidad de la prevención del cáncer de mama, del cáncer de colon, de los problemas cardiovasculares. Nadie habla de salud mental. Cuando digo que voy a hacer psiquiatría, todo el mundo me dice, pero ya lo sabes desde primero.

Digo, bueno, yo es que he elegido medicina para ser psiquiatra. Incluso hay gente que me dice que la psiquiatría no debería ser una rama de la medicina. Y le digo, papá, yo lo que quiero es hacer prevención en salud mental. A mí lo que me gustaría es intentar que la gente entendiera que puedes cuidar tu mente y tu mundo emocional para envejecer mejor, para no caer en ciertas enfermedades mentales.

Y si encima eso tiene una unión con la mente y el cuerpo, pues que la gente lo sepa. De acuerdo que mi padre me dijo, pues me parece una gran idea. Entonces, mientras yo estaba estudiando medicina, me daba cuenta que se hablaba muy poco de salud mental.

Tú veías en la diapositiva del profesor migrañas, causas, muchas razones, y abajo se veía en pequeño, causas emocionales, como un porcentaje bajísimo. Según la Universidad de Harvard, el 80% de las enfermedades de atención primaria están relacionadas con las emociones. No hace falta que lo diga la Universidad de Harvard.

Hoy en día conocemos la influencia tan importante que tienen las emociones en nuestra salud física. ¿Qué es la patología de la vida corriente? Pues que de repente las cosas que nos suceden parece que tienen un componente psicológico, el síndrome del burnout, todo aquello relacionado con el síndrome de astenia primaveral.

Hay muchos síntomas psicológicos. Lo que sucede es que hoy en día le ponemos nombre a las cosas. El tema es que eso sea una etiqueta.

que nos influya en cómo nos observamos. No se trata de encontrar constantemente síntomas o síndromes y que uno diga, es que a mí me pasa esto, es que yo tengo todos estos síntomas o estos síndromes. Significa que la propia vida causa emociones, activa sensaciones, activa procesos mentales y entender que eso sucede. A veces tiene que ver con las hormonas, con la época de la vida, con el desgaste, con el trabajo. Por fin le ponemos nombre a las cosas, pero no patologicemos todo lo que nos sucede.

Tenemos que aprender también a gestionar eso que pasa en nuestro día a día. No todo tiene que ser paliado con una medicación, no todo tiene que ser tratado por un profesional. Hay veces que hay procesos que hay que vivir cada cual a medida que nos van sucediendo. Hace unos días me encontré con un compañero mío de la carrera, que es traumatólogo, entonces hacía muchísimos años que no nos veíamos, y me dijo, oye, Marían, tú eres psiquiatra, ¿no?

Le digo, sí. Y dice, yo soy traumatólogo. Me dice, ¿en qué te has especializado?

Le digo, pues... Entonces de repente no supe en qué contestarle, así de golpe. Y le digo, ¿tú en qué te has especializado? Y me dice, yo en dedo gordo de pie.

Y le digo, dice, es que es fundamental el dedo gordo del pie. Cómo te levantas, cómo caminas, tu espalda, la zona lumbar, la zona cervical, las migrañas. El dedo gordo del pie, María, es fundamental para ser feliz en esta vida.

Me dice, ¿y tú qué haces? Y le digo, tu labor y la mía son complementarias. Claro, su felicidad del dedo gordo del pie. ¿Es verdad que estamos tan... hiperespecializados a veces en la medicina, que nos cuesta ver al ser humano como un todo.

Nos cuesta ver el 360 grados de la persona. Men sana, incorpore sano. Cada vez entendemos mejor que las emociones influyen en nuestra salud.

También sabemos que la inflamación corporal llega a la inflamación cerebral. Hay psiquiatras que llevamos años trabajando la depresión como una enfermedad inflamatoria del cerebro. Si yo tengo una enfermedad autoinmune o una enfermedad inflamatoria, tengo más riesgo.

de tener algún síntoma psicológico. Hay un concepto que me gusta divulgar en mis conferencias y en mis sesiones, en el que digo, hay que entender el organismo desde la neurona a la emoción. Comprender alivia. Cuando nosotros nos enfrentamos con nuestros síntomas, con nuestros miedos, nuestras inseguridades, nuestras ansiedades, observamos cosas.

Y de repente vemos que tenemos un tema autoinmune, tenemos ataques de ansiedad, o tengo agorafobia, tengo pensamientos intrusivos negativos en mi cabeza, tengo insomnio. Tengo un problema neurológico, es decir, vamos viendo que tenemos pequeños síntomas, o físicos o psicológicos. Para abordarlo, hay que entender que funcionamos como un todo. En la parte neuronal, en la parte más bioquímica, tengo la neurona, los neurotransmisores, el cortisol, la dopamina, los receptores, la microbiota, la inflamación, los telómeros, el nervio vago, es decir, lo más puramente físico del organismo, más biológico. Pero no podemos disociar lo físico de lo emocional.

Es decir, esos cimientos emocionales, esas heridas, esos traumas, cómo me hablo yo mi voz interior, cómo quiero, cómo busco el afecto. Entender que la mente y el cuerpo están profundamente unidos es fundamental a la hora de abordar una terapia. Yo acudo al profesional porque hay un momento en el que veo que yo solo o yo sola no puedo. Tengo una tristeza que no me deja en paz, tengo unos pensamientos de hacerme daño que me hacen sufrir enormemente, soy incapaz de relacionarme de forma adecuada con el entorno, tengo ataques de ansiedad, tengo miedos incontrolables. Yo no acude al médico.

Importante ver si mi cuerpo ya se está dando cuenta de esto. Mi cuerpo se da cuenta en forma de síntomas, en forma de dolor, en forma de inflamación, en forma de problemas gástricos, se me adormecen las manos, tica en el ojo, visión borrosa, problemas de las articulaciones. Es decir, no olvidemos que estamos unidos.

Mi cuerpo escucha cómo yo me siento, mi cuerpo escucha cómo yo me hablo. Cada vez hay más profesionales que buscamos entender al ser humano como un todo. Entender que hay una parte espiritual, que trascender, que parar, contemplar y meditar son procesos sanadores de mi cuerpo. Pero también entender que si yo estoy en pleno ataque de ansiedad, ponerme a meditar puede potenciar mi ansiedad. Uno puede pasar del ritmo frenético a frenar de golpe y empezar a respirar profundamente.

Hay procesos internos que debemos ir metiéndonos poco a poco para ir sanando lo que nos sucede. En mi opinión, hoy en día la terapia tiene que ir enfocada a entender el cuerpo. y entender la mente, en ver cuál es la parte más bioquímica y la parte más emocional.

Y lo interesante, lo bonito, lo espectacular es ir viendo que a medida que van mejorando las dos facetas, el organismo es muy agradecido. Lo único malo es que son procesos muy lentos y hemos hablado hoy aquí en este rato juntos de la aceleración que buscamos hoy en día. del fast y nos cuesta, porque la terapia es lenta. Y sanarnos de verdad requiere tiempo, porque hay que identificar, porque la parte consciente e inconsciente, el reconocer mis heridas, el que mi cuerpo vaya respondiendo y se vaya sanando.

Todos buscamos pastillas rápidas. Otro día me decía un paciente, Marien, dame la pastilla más rápida para encontrarme bien en dos o tres días. Y le digo, es que eso no existe. El cuerpo tiene sus procesos. En esta vida acelerada que llevamos, A veces nos cuesta aceptar los procesos lentos del organismo, de la mente, del alma y del espíritu, para poder recuperarnos.

Yo recomiendo que si alguno está atravesando un momento malo, que sabe que algo le sucede, que tiene una herida sin sanar, que tiene miedo, demasiado miedo, que sabe que podría llegar a una mejor versión de sí mismo, pero no lo está consiguiendo, que nota que hace aguas en algún aspecto de su vida, que sus vías de escape dopaminérgicas le están destruyendo. Que no tenga miedo de pedir ayuda, que no tenga miedo de acudir a un profesional, que le abra el corazón y que con toda la delicadeza del mundo pueda sanar esa vida, ayudarle a recomponerse para alcanzar la mejor versión de sí mismo en esta vida, para ser feliz y para hacer felices a los que le rodean. Y diría algo muy importante, que no he dicho esta frase y a mí me encanta, y es que la felicidad al final depende del sentido que cada uno de nosotros le da a su vida. Me levanto por la mañana y digo, mi vida tiene un sentido, tengo un propósito. ¿Qué hago por mejorar mi vida?

¿Qué hago por mejorar la vida de los demás? El propósito de vida está muy vinculado con nosotros mismos y con las personas que nos rodean. Tenemos que tener un sentido de vida. Cuando vivimos sin sentido, nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro espíritu, nuestro alma, no son capaces de vivir en el vacío, les angustia el vacío, no les gusta la nada y tienden a sustituir sentido por sensaciones.

Buscan sensaciones constantes, que ya conocemos que son dopaminérgicas. Comida, sexo, masajes, alcohol, drogas, TikTok... No todo es malo, pero me destruye, me genera vacío cuando sustituyen el verdadero sentido de la vida.

El sentido de la vida requiere corteza prefrontal. Paro y reflexiono, paro y trastieno, me hago preguntas e intento responder a ellas. Os daría unos tips para terminar que a mí me ayudan y me funcionan.

Que son quizá, conociendo la nueva neurociencia de las emociones, cosas que vamos descubriendo que son buenas para nuestro organismo, nuestra mente y nuestro mundo emocional. Una de ellas es que aprendamos a abrazar el dolor. En esa cuerda de la que hablábamos antes, donde de un lado está tirando el placer y del otro el dolor, ¿qué sucede si yo empiezo a tirar poquito a poco del dolor y acepto microdosis de dolor? Que mi cuerda busca el equilibrio y empieza a generar dopamina endógena.

Tengo sed y espero un poco. Me apetece meterme en el teléfono y espero. Me duele y quiero un analgésico y espero.

Me apetece comerme esto ahora y espero media hora. Es decir, me freno los impulsos primarios. Freno los impulsos primarios.

Lo que hace es fortalecer mi cuerda y generar placer. ¿Quién no ha hecho el camino de Santiago, por ejemplo, con ampollas, lloviendo, frío, calor, la zapatilla que te aprieta, has llegado sudando, pero de repente es ese dolor aceptado? Llegas a Santiago de Compostela, sensación de bienestar.

Has aceptado microdosis de dolor a lo largo de unas horas y luego el cerebro te recompensa. Que no tengamos miedo a abrazar un poco el dolor. Otro concepto interesante, entendiendo la dopamina, es hacer el ayuno, el ayuno dopaminérgico.

Un psicólogo americano, Cameron Shepa, hace unos meses lanzó un mensaje en su LinkedIn y dijo... Aquí que ayunemos de dopamina, en Silicon Valley y en Palo Alto. Entonces, ¿qué significa ese ayuno?

Uno no puede dejar la dopamina de golpe, porque nos levantamos, nos motivamos, somos felices gracias a la dopamina, la que ayuda a enamorarnos, a sentir las cosas positivas, los placeres de la vida. Pero si tenemos alguna carretera dopaminérgica donde de repente estamos demasiado enganchados, sea la comida, sea el alcohol, sea el tabaco, sea TikTok, sean los videojuegos, y que notamos que nos tienen... Nos quitan demasiado tiempo hacer un poquito de ayuno.

Evitar esa carretera dopaminérgica unas semanas nos ayuda a recuperar y a reconquistar nuestra vida. Y el tercero es activar el estado de flujo, el flow. Lo descubrió el doctor Mihaly, un húngaro estadounidense, cuando en un campo de refugiados jugaba al ajedrez y notaba que en ese momento ya no tenía miedo, no lo pasaba tan mal. Es interesantísimo entender qué sucede en el cerebro cuando estamos en ese estado. ¿Quién no se ha puesto a pintar y de repente ha perdido la noción del tiempo?

A ordenar su casa, el huerto, a componer una canción, a alguien que le guste la cocina y se pone a cocinar platos diferentes y de repente han pasado seis horas, han pasado tres horas. ¿Qué sucede en el cerebro? El lóbulo parietal se apaga, por lo tanto no hay noción de tiempo, pierdo el concepto de amenaza. Estoy disfrutando del proceso y no se trata tanto de encontrar una solución o de acabar eso que estoy haciendo, sino de disfrutar lo que estoy haciendo. Necesita tener un poquito de reto, un poquito de dificultad manual, un poquito, no demasiada, pero de repente me he evado.

A mí me sucedió mientras estaba escribiendo mi último libro que me sentaba con el ordenador, mis apuntes, mis esquemas y entonces yo me pasaba de repente horas... Y era consciente de que el tiempo había pasado porque el sol que me entraba por la ventana, hay un edificio, dejaba de tener sol y tengo que encender la luz. Y entonces decía, ya han pasado tres horas. Dios mío, se me ha ido el tiempo.

Cuando uno disfruta de esos momentos, la corteza prefrontal está en un momento álgido y el estado de flujo consiste en que yo sea capaz de meterme en una actividad que disfruto, que tiene un poquito de riesgo, que no tiene nada que ver con la pantalla, que tiene que ver con mi creatividad y me ayuda a hacer lo que quiero. me ayuda a no tener miedo, a disfrutar y a que a veces, en este momento de la historia, donde a veces perdemos el tiempo, pues que ese tiempo está dedicado a hacerle algo muy bueno a mi cerebro. Estoy disfrutando muchísimo.

A veces vivimos intoxicados de cortisol, a veces intoxicados de dopamina, a veces con las cortezas prefrontales adormecidas, que volvamos a conectar con la vida real, que seamos vitamina para los que nos rodean, que liberemos oxitocina en las personas de nuestro entorno, que no tengamos miedo a la enfermedad, a volver a tocar, a abrazar, a conectar con las personas que queremos, porque eso es la mejor herramienta para preservar nuestra salud física y psicológica.