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Estudio de los Himnos de Calímaco

A pesar de que son muchos los aspectos que podríamos estudiar para cada uno de los himnos calimaqueos, ejemplificaremos tres de ellos respectivamente en cada uno de los textos estudiados, a saber, el manejo filológico de la mitología en el himno a Zeus, la construcción hícnica en el dedicado a Delos y la concepción divina en el de Palas, si bien esto no impedirá que se anoten otros aspectos. que espontáneamente aparezcan en la lectura de cada uno. Para una mayor comodidad emplearemos la traducción sugerida de Pedro Tapia y solo añadiré acotaciones en la lengua griega cuando sea necesario. Tópico de discusión ha sido si el himno a Zeus fue cantado en una ceremonia en particular, quizá pública. Esta duda también alcanza al resto de los himnos, pero los autores parecen escépticos al respecto y consideran mejor que el himno fuera enmarcado en una fiesta cualquiera, una reunión de amigos sensibles a sus eruditos refinamientos. El momento es una alivación en acción de gracias a Zeus Soter. Como más adelante examinaremos y corroboraremos. Y comienza a la manera tradicional y a la vez innova. Primero porque asegura, cual hacían los signos homéricos, que cantará a Eide. Segundo porque añade otra dimensión al canto cuando se cuestiona una y otra vez sobre el Dios y sobre su canto. ¿Deseus en libaciones mejor? ¿A qué otra cosa cantar sería que al Dios mismo, siempre grande, siempre señor, vencedor de los pelágonos, de los uránidas juez? ¿Y cómo le cantaremos, el de dicte o el de liceo? Muy en duda está mi ánima, pues su origen es discutido. El principio y el final del exámetro dan cuenta de todo el texto. deseos, cantar. El segundo lo aclara aún más, el más deseable, señor. Esta vez acompañado de la explicación de ese dios, él mismo siempre grande, siempre señor. ¿Y quién es este gran dios y soberano? Y nótese aquí el empleo de la palabra anax. Es el guerrero vencedor y el juez excelso, uno de los gigantes, los hijos del barro, literalmente, pelágonos, y otro de los uránidas. Del cielo a la tierra se extiende el poder de Zeus. Unos y otros, así como sus relaciones para con el dios, el poeta las presenta en forma de quiasmo. Por tanto, son tres versos magistrales. Hasta aquí, Calímaco es tradicional sin dejar de verse filólogo, pero su alma de erudito lo impele tanto como la de poeta que desea cantar verdades. La doble tradición, cretense y arcadia, sobre el nacimiento de Zeus, se revela a su alma y la respuesta se la deja al mismo Dios, invocándolo dos veces y preguntándole directamente al final. esperando la respuesta que le dictará la deidad. Zeus, que tú, dicen, de Lida en los montes naciste. Zeus, que tú en los de Arcadia. ¿Cuál es, padre, mintieron? El doble vocativo del comienzo de los versos 6 y 7 son más que sonoros y la aliteración final del verso acentúa, con los sonidos labiales sonoros, la pregunta desconcertada. Pótero inocente. Pater Epseus Antoni A pesar de que el poeta unificará las versiones para no ser descortés con la tradición y no herir las susceptibilidades de los cultos cretense y arcadio, la anáfora de cretenses viene a ocupar el lugar de antes del Zeus o del nombre Zeus, pero cumpliendo una función negativa. Cretenses, siempre mentirosos. Cretenses urdieron siempre. El adverbio que sirvió antes para ratificar el poder del dios ahora es empleado para su existencia y su inmortalidad, puesto que estos mentirosos han fabricado con maña como alude el verbo tectainomai una tumba para el dios. De tal suerte los nueve versos primeros son empleados por el poeta para demostrar la valía de su canto a un dios todopoderoso y eterno, primeros pasos de Zeus para ese cuasi monoteísmo al que alguna vez aludí. Estos verbos y estos versos abren una propuesta etiológica para el himno completo que nos dará la versión verídica de su nacimiento. Nótese como el poeta da una serie de explicaciones provenientes de su saber erudito. Zeus nació en el Monte Liceo en Arcadia, y por ello la gruta a él consagrada no puede ser hollada por ser alguno, tradición salvaguardada por los Apidanos, región ahora bañada por múltiples ríos precisamente porque la diosa a su madre los hizo brotar, cual alumbramiento acuoso. Todo ello para que se pudiera bañar al Niño Divino. Neda es la madre de todas aquellas aguas, río y oceánide, cuya desembocadura la llevó al marejeo en metonimia como Nereo, agua corriente que une la tierra arcadia con la cretense, ninfa que llevó al Niño Dios a Creta para así amalgamar ambas tradiciones. Tiempo da a Calímaco de ofrecer entonces la razón etiológica de la llanura ombligo, y de aludir a los mitos mejor conocidos del Zeus cretense, los corivantes, ya confundidos aquí con los curetes de Creta, la cabra amáltea y las otras ninfas niñeras del dicte, las abejas, innovando nuevamente al presentarnos a Panacris, razón de las abejas panacras de Lida, así como los entrechocantes escudos de sus hallos que impedirán que los válidos del niño recién nacido alcanzaran al tortuoso crono. Hasta aquí. Todo es tradición, erudición plena y clara. Mas quizá, como sugiere Hopkins, en estos versos podemos encontrar además los haitia de los nombres del propio Dios y su madre. La etiología promovía un vínculo entre el pasado y el presente y era altamente valorado por los griegos, mas dentro de un poema religioso como lo era un himno. ya que venía en importancia capital al manifestar la presencia de la deidad en lugares y sitios más existentes. La etiologización, como la llama Hopkinson, produjo ese gusto afectado de los alejandrinos por el detalle oscuro, pero no por ello hay que demeritar dicho estilo en sus méritos. A este respecto, parece el autor importante escudriñar uno de sus rasgos menos estudiados, la etimología. Específicamente, este himno se concentra en la verdad y la mentira, por lo que no es aleatorio que Calímaco haya empleado ciertas palabras en su texto. Para el autor moderno citado, el nombre Rea está definido por la idea de fluir, ese rongidatos del verso 16. El verbo erren del verso 18 y el nombre Reé del verso 21. Punto de paradoja señala Hopkinson, que una diosa nombrada a partir del agua corriente fuera incapaz de encontrar un manantial. Por ello, cree el filólogo, se ofrece una larga disertación sobre los ríos. El agua produce vida, y ahí quizás se haya la razón del nombre de su hijo, y por ello hay que notar cómo Calímaco, en este himno, prefiere el empleo de la raíz Tzé, a la de Di, más popular para el dios y que el poeta engloba con la madre en este verso 16 según Hopkinson. Dit seto roon hidatos, buscó un flujo de agua. Ya había disertado al respecto Aristóteles con un... una solución muy al estilo de los haití aconciliadores, como si fuera a través de quien vivimos. Esa sería la etimología de Zeus, proveniente de la raíz Tse, como en la palabra aristotélica Somen. El primer verso, como señalé, nos dice que cantará Zeus empleando el genitivo Xenos, para luego invocar en anáfora nuevamente al dios con la misma raíz, Zeu, Zeu. cuando quiere que éste le declare la verdad de su origen e igualmente en el verso 43 llamándolo además padre, Seúb Pater, justo en el momento en que da la razón de por qué se le consideró cretense, pues allí fue criado. Todavía es el uránida Zeus en el verso 55, recordando el inicio de su himno cuando fue celebrado como el juez divino, resonancias de su nombre que podríamos descubrirlas en versos del poeta como estos. ¿Qué refiere? Hid-seo, nuevamente la raíz de Tse, y que traduciríamos, te sentaste tú mismo de las nubes en lo alto, vigilando a quien con preceptos tortuosos al pueblo dirige y a quien lo hace al contrario. Es decir, esa vida buena que se logra con el gobierno adecuado, evocando a mi parecer al dios justiciero, de su verso 3. Dios excelente, como el hombre que ha escogido para su protección y que designa con otra palabra sonora en el verso 70. Y leo de Aitzeon, y elegiste de hombre lo más eminente. La otra raíz es igualmente empleada de manera inteligente pero en contextos diferentes, enfocándose siempre según mi criterio a otra idea teológica. importante en el himno. El verso 79 designa a Zeus con el genitivo habitual Dios, ectios basileies, epeidios udeanacton, eioteron, en traducción de Tapia, mas de Zeus a los reyes, pues nada hay que los jefes de Zeus más alto. Es claro que Kalima cuevoca aquí la relación del Dios y los gobernantes y como señala en el verso 82, está en íntima relación igualmente con la justicia, dique. Es claro que el himno pretende celebrar a Zeus como Soter, deidad invocada al principio en las libaciones y ratificar a lo largo del mismo las características verdaderas del Dios, eliminando las posibles dudas de su naturaleza. Por lo que su nacimiento da pie también al poeta para señalar su campo de acción, que comienza con las fuerzas vitales de la creación como el agua, para finalmente señalar su potencial como dios justiciero y por tanto gobernante eximio. Por todo ello, parece claro igualmente a mi juicio lo ya expresado por Carrier, sobre la relación que este himno tendría con Ptolomeo I Sotel. No hay manera de ubicar temporalmente los posibles acontecimientos que llevarían a tal loa, pero sí considero que hay una sutil alusión al gran rey egipcio, favorecido por el también sóter divino, por lo que la identificación no es aleatoria. La alusión, según Hopkinson, incluso podría tener un eco en las propias palabras del poeta, y no sólo como he apuntado en la idea general. Para el filólogo, los versos 50, 56 y 57 contienen una serie de adverbios que aluden a la rapidez en los deseos del dios. Exa-pinayan, oxi-tajinoi, que se ven entonces completados por el verso 87. Gesperios que inosque telein taquen eire noese. Esto es... En la tarde él cumple lo que en la mañana medita. De tal suerte, Calímaco quizá dejaría sentir su laudatoria admiración sin expresarse de manera servil. A este respecto creo podría agregarse que la ya mencionada disposición de los himnos también podría revelarse en las personalidades divinas presentadas en ellos. El primer himno sería en honor del Zeus de la Casa Real, Ptolomeo I Soter. El himno Apolo alude claramente a Ptolomeo Filadelfo y es reafirmado en el verso cuarto Adelos, donde a mi juicio se podría aludir igualmente a Arsinoe II en la persona de Hera. Todo ello demuestra, a mi parecer, la habilidad filológica de Calímaco que supo engarzar magistralmente todo, su inspiración, su erudición y su pleitesía. La construcción de los himnos es otro de los aspectos a destacar en la creación calímaque, así como una construcción filológica de los personajes. En la obra propiamente se encuentran las dios, como es señalado en la posible disposición del todo del corpus hídrico. Desde tiempos de Vilamovitz se ha especulado sobre la estructura de los himnos de calímaco y particularmente la que se reconoce en el dedicado a la isla de Delos. Centro del culto apolíneo en la Hélade. El citado himno parece girar en torno a la profecía de Apolo entre los versos 162 y 195, y a partir de ella se ha sugerido una estructura simétrica que comienza con el tema del canto Adelos y su descripción y concluye con los mismos temas en orden quiástico, una especie de estructura en anillo a la manera de la épica. A pesar de ser un poema dedicado a Delos, no deja por otro lado de serlo también a Apolo, dada la indisolubre relación entre ambos. De tal suerte, Schmiel ha propuesto la siguiente estructura para el himno a Delos. Tendríamos primero el canto a Delos, de los versos 1 al 50, la cólera de Hera que causa la huida del 51 al 99. El río Peneo ofrece su hospitalidad en los versos 100 a 152 y allí podemos subdividirlo después en la profecía de Apolo de los versos 153 a 202, que contendrían como Leto rechaza la oferta y después la profecía a su vez subdividida en Apolo al rechazar a Cos, Tolomeo que nacerá allí, la invasión de los Getas, Ptolomeo lo hará Apolo y Apolo escoge Delos para concluir con Leto que es recibida en la isla. Leto finalmente descansa en Delos y viene la cólera de Hera. Está el nacimiento de Apolo y la respuesta de Delos entre los versos 249 a 274 y se cierra con el origen de los ritos Delios del 275 al 326. El himno a la isla es un pretexto para alojar a Apolo nuevamente como hizo en el himno segundo de su colección, esta vez con respecto a su nacimiento, incluyendo el origen de sus rituales y el de la propia Delos como lugar sacro. Nuevamente se presenta el gusto por el haitión en el poeta. De tal suerte, hay una triple asociación que debe notarse. Apolo, Leto y Delos unidos mediante la idea del peregrinaje. Leto deambula buscando un sitio donde parir Apolo a quien engendró con Zeus. Delos deambuló para huir de esa unión con el dios para finalmente ser convertida en isla, pero no por ello detener su errar. Los peregrinos a la isla del dios recorren grandes distancias para llevar sus ofrendas, ejemplificados en el himno con los hiperbóreos. Así como los otros pueblos envían a sus coros para celebrar al dios en su tierra natal, y ello se debe a que Delos recibió al Eto y se convirtió en la nodriza de Apolo, alcanzando las dos diosas vagabundas, una por rechazar a Zeus y la otra por aceptarlo el fin de sus hierros, tal como cesan los pasos de los oferentes cuando arriban a las playas de Delos. Después, un todo perfecto armonizado en el himno calimaquio, que también podemos vincular con el himno anterior a Apolo, pues en él Calímaco enfatiza los viajes del dios con gran detalle, sin que mencione a Delos como uno de sus destinos, puesto que lo cantará más adelante. Esta lógica simétrica se percibe en las partes tanto como en la estructura general mencionada y emplea la repetición verbal a fin de enmarcarla correctamente. Veamos un ejemplo concreto con la introducción del himno y con su conclusión. Los puntos A1 y A2 de la estructura presentada pueden subdividirse en tres partes cada uno. A saber, la A1 cantaría Delos, la descripción de Delos Asteria y el origen de la flotante Delos. Y a dos, las ciudades envían sus ofrendas y coros a Delos, Asteria a Delos es honrada con cantos y danzas, y descripción de Delos y despedida. Hay pues simetría. Las simetrías orcebardes se reafirman con la citada repetición de términos que se aprecian con una exactitud pasmosa. Veamos ejemplos. Robert Smiel concluye acertadamente en su artículo, la manipulación de Calímaco al tema, la simetría y la repetición de palabras no es mero virtuosismo técnico, la capacidad artística de Calímaco es integral y crea una pieza de arte excitante, coherente y atractiva. El gusto por el ritual y sus causas expuesto en los dos himnos analizados luce también en el quinto de la colección donde se canta la diosa Atena durante un festival argivo frente a su templo, mientras se aguarda la procesión de su imagen de culto que será llevada a su baño anual en el río Ínaco. Es posible que el ritual expuesto en Calímaco sea la versión argiva del culto a Atena Plinteria en Atenas. y que el templo que guarda este Shohanon sea el consagrado a la diosa bajo su advocación de Oxiderces, y no el de Atena Polias. El himno a los baños de palas conserva los elementos característicos de los himnos tradicionales, la invocación a la deidad, sus atributos, varias formas de alabanza directas, formas apropiadas para dirigirse a ella, plegarias y un listado de sus hazañas o Hipopnesis. Sin embargo, Calímaco sabe innovar al presentar en el himno no solo un halo a la diosa, sino al oferente mismo, en este caso el propio poeta, demostrando la unión entre el devoto y su diosa. Es pues, un himno que nos permite atisbar en la concepción de la deidad en su clara epifanía para los griegos helenísticos. Todo en el himno parece evocar el mundo peloponésico de Argos. Comenzando con el dialecto dorio escogido y continuando con la mención de las pelasgas y sus dioses principales, Hera, Heracles y Castile. Mas no por ello dejamos de percibir el ámbito panelénico que el poeta regala y atisbamos igualmente la conformación de la personalidad de la diosa en particular y de la deidad en general, maestría religiosa de un calímaco mal considerado ateo. A diferencia de lo que ocurría con el himno a Zeus, este parece así evocar un momento de culto determinado, una ceremonia particular y un encuentro anual con la diosa, por lo que la estatua de culto y la divinidad son una misma, y sobre dicha base se puede comprender el himno como un encuentro directo con Atena, que dilucida la concepción que de los olímpicos aún preservan los tiempos del cambio religioso de este primer helenismo. Sal, Atenea, hay para ti un agradable cortejo, de aristóridas magnos, muchachas virginales. Atenea, el escudo de Diomedes también es llevado, como a los argivos este uso, un tanto antiguo enseñó Humedes, para ti sacerdote agraciado, quien sabiendo una vez que contra él pesara la muerte, el pueblo tramaba, formando tu imagen sagrada, en fuga marchó. Fue y habitó en el monte Crio, monte Crio, y a ti diosa te colocó en escarpadas piedras, las que hoy el nombre de Palantidas tiene. Nótese cómo la diosa y la estatua son una sola en el texto calimaque, estatua que no es otra que el paladión, reconocido fácilmente por el nombre de las rocas que sirvieron de altar a la imagen cuando fue robada por Eumedes. Esa que fue robada de Troya por Diomedes Y mencionada igualmente, y que ha llegado, como ya mencioné, a suponer que el templo del que es extraída no es otro que ese de raigambre homérica elevado a la diosa de penetrante mirada, la Oxiderses, que se menciona en el canto quinto de la Iliada. En los primeros versos ya se exponen las dos características de la personalidad de la diosa, tal y como la quiere evocar Calímaco. O tal como la reconoce el inspirado poeta, la diosa guerrera yuxtapuesta con la diosa compasiva. Cuantas seáis bañadoras de palas, todas salid, salid, ahora los sacros caballos que relinchan oigo, y la diosa para avanzar está bien dispuesta. Corred, por tanto, oh rubias, corred, pelasgas. Jamás atenea los magnos brazos la voce sin antes sacar el polvo de los equinos lomos, ni al tornar desde hijos de la tierra injustos trayendo manchada toda su armadura con polvo ensangrentado, sino mucho antes, bajo el carro, los cuellos de los caballos soltando, los libró en los veneros del océano, del sudor y las gotas. y le limpió toda la fija espuma de sus hocicos enfrenados. La diosa delicosa, llena de sangre, salvaguarda de los enemigos divinos evocados en aquellos injustos hijos de la tierra. La salvaje diosa que se baña en el cielo, en sangre no es tal, sino que primero busca ella misma librar a sus corceles de su propia fatiga antes que procurarse un alivio a la suya. El puntilloso cuidado que evoca Calímaco con sus palabras no está de más, sino que lleva como meta el demostrar el carácter de la diosa a quien canta, bondadosa palas, que no más la terrible oxiderces. La evocación troyana continúa con la alusión al juicio de París. Y nuevamente es para caracterizar a Atena muy diferente a su rival por antonomasia y que también lo fue para Diomedes, Afrodita. Los perfumes que son propios de las mujeres moelles de los jonios y asiáticos no gustan a la doria deidad del peloponeso. Atena, como la troyana argiva era, no se mira al espejo con vanidad. Ni unge su cuerpo con óleos aromáticos, sino que prefiere un peinado sencillo y un aceite viril. Uno que hubiera gustado a los héroes Castor y Heracles. Prepara así el camino para el himno a los baños que cantará, y nada tendrá de erótico a pesar de imaginar a la máxima virgen desnuda. Atena es marcial, pero no brutal. Hermosa, pero no vanidosa. Viril, pero no marimacha. Dicha contraposición es clara en los versos 43 a 56, donde se clama a la batalladora deidad para que se despoje de sus armas y permita ser candorosamente bañada, que las aguas del río no pueden ser las que arrastran cieno, sino las cristalinas de sus propias fuentes que servirán para hacer reposar a una virgen, empleando todo ello como una transición para el narrador que trate sobre el centro de su hibre, la desnudez de la diosa. en su posible epifanía y la relación tabú que ello guarda con el devoto. Todo el canto está dirigido a mujeres, ellas serán las encargadas de acicalar a palas y la mirada masculina tan importante desde el inicio pues el propio templo fue erigido por Diomedes a quien la diosa favoreció para ver más allá de lo evidente, está prohibida y será demostrado con la hipófnesis del mito de Tiresias y paralelamente con el de Acteón. Lo primero a destacar es que el aspecto ritual y el haitión que especifica el porqué de su elitismo femenino se unen en la frase que parece dar pie a la parte mítica de un himno claramente acompañado de un ritual. Soberana Atena, tú sal, y yo algo entre tanto diré para éstas, un mito no mío, más de otros. Lo que el poeta y el cortejo femenino espera Es la epifanía de la diosa, pero hay un hombre presente, el poeta Calímaco. El mito de la ceguera de Tiresias fue explicado de diversas maneras en el mito griego, y de nuevo, como ocurrió con el himnaseus, Calímaco elige una variante para explicarlos. Sostengo su primera visión de una historia tradicional. El mito no suyo que cantará parece ser la versión de Férezides citada por Apolodoro y que también confirma un escolio a la odisea. Sin embargo, no es una cita sino una reinterpretación que cuadra con la alusión antececha de la doble naturaleza de la diosa, viril pero femenina, y que a la vez lleva por intención ligar este mito con el de Acteón. Por principio, el poeta enuncia sentencioso. Quien vea desnuda a palas, protectora de urbes, por última vez verá hacia este argos. ¿Cómo ocurriría tal pérdida? Según el texto de Férezides, la diosa misma le arrebatará los ojos. Tu softalmus, catalabomena, salvaje. Pero esta no es la Atena de Calímaco. El poeta prepara el escenario siguiendo igualmente la versión antigua. Cariclo, la madre de Tiresias, es además la amada compañera de Palas, Catatimio y Getaira. Y Calímaco inusitadamente nos presenta la marcial Atena dispuesta para los coros de ninfas y sus danzas. Quizá para acercar el mito al escenario de Artemis y sus ninfas acompañantes que jugueteaban antes de ser descubiertas por Acteón. La expectación sube cuando el poeta denota que los broches caen y los peplos desaparecen. Esa paz meridiana es sólo anuncio del mal que se aproxima para Cariclo, a quien ya advirtió el poeta, como próxima a padecer, llorosa, el destino de su hijo Tiresias. Tiresias es descrito muy similar a la figura de Acteón. Él también es un jovenzuelo que caza con sus perros, pero... se guarda de afirmar que anduviera con ánimo curioso como se coliga en el mito de Acteón, o incluso en el de Penteo, que también se atrevió a husmear en los rituales femeninos. A Tiresias lo acosa la sed. ¿Qué pecado habría en aquel encuentro fortuito? En el resumen de Apolodoro hay una laguna precisamente en el momento en que Tiresias está a punto de descubrir a Atena, así que no es posible dilucidar cómo lo resolvió Ferecidas. Mas lo que sí está claro es que Calímaco desoyó nuevamente la tradición y no quiso presentar a la diosa como una figura terrible que no perdona. Descubierta en su desnudez, la diosa dijo, A ti, que ojos ya no portarás contigo, que Dios te llevó, oh Eberida, por el infano, enfadoso camino. Ella habló y la noche del niño tomó los ojos. Y en pie se queda sin son, pues encolaron las penas sus rodillas, y a la voz la invalidez contuvo. No es Atena quien ha perdido al infausto jovenzuelo, es la noche y algún dios. Cierto que la diosa estaba encolerizada, joles amena. Pero basta con leer su discurso para notar que la rabia se le convierte en compasión y deplora el destino de Tiresias, por lo que son injustos los reclamos de Cariclo, y así lo expresa la diosa, aludiendo entonces a que ella no es como Artemis, que rabiosa, destruirá la vida del atrevido Acteón. Atena no obra de tal suerte. Es más, ella no ha arrebatado los ojos del muchacho que no resulta dulce Atena los ojos de los niños, dice el verso 99. Lo que ocurre es voluntad del destino, sino en el más puro sentido. Un mortal no puede contemplar a un dios cuando éste no quiere, convirtiéndose entonces en reo de gran castigo. La hazaña de Artemis le es tan ajena a Palas como la vanidad de Afrodita. La diosa que canta Calímaco es una dulce medianía, un equilibrio perfecto entre lo oftonerós y lo tarajodes. Esa visión tradicional del dios celoso y abrumante que la épica concebía. Esa misma épica que contaba de Diomedes vio a Afrodita cuando ella no lo deseaba y por ello fue perseguido por el odio recalcitrante de la diosa hasta que hubo de perder a su casa entera volviendo disoluta a su mujer. Mitos sobre mitos construidos en la visión de un poeta erudito que parece desfavorable a dichas visiones. La diosa sabia Hace entender a Cariclo que Tiresias es responsable de su propio castigo, que éste es justo y sin embargo, la diosa es misericordiosa a más de justa, y le otorga en descargo la sapiencia de los augurios, el ser gran profeta entre los reyes, longevo en años, y aún después de muerto, profeta igualmente en el más allá, convirtiendo nuevamente a la tradición homérica que decía aquella prerrogativa la obtuvo del adivino de Persephone. Cree John Hitt que Calímaco haya creado la versión de un acteón desmembrado por la cólera de Artemis simplemente para destacar a su Atena misericordiosa. Ello porque el mito original hubiera sostenido que el cazador murió por creerse superior a la diosa en el arte cinegético y no por haberla descubierto desnuda en su baño. De tal suerte el primer regalo de la bondadosa Atena sería lo que en principio puede entenderse como un castigo, la ceguera, puesto que no es la muerte, por desbremiamiento de otros atrevidos. De ser así, Calímaco pareciera demostrar un principio de la concepción de lo divino en muchas mitologías. No puede conocerse el pensamiento de los dioses ni entender sus razones, pero hasta lo que parece un mal, no lo es necesariamente. Solo nuestra mente humana ilimitada nos impide entender su gran sabiduría, y ello sería válido de Job a Calímaco. Junto a esta tradición revitalizada de la concepción de lo divino, debemos igualmente reconocer el aspecto ritual que encierra el himno, y como lo había señalado, el hecho de que Calímaco esté presente en la ceremonia y dirige el coro de doncellas argivas es inquietante. Las alusiones al poeta parecen claras en el himno. El helicón y la fuente hipocrénea que enuncia al tratar el mito central de Tiresias son sitios de inspiración desde el pasado, Hesiodo ya lo había manifestado. Lugares sagrados, como los llama Calímaco, donde se espera la epifanía, aquella como la de Siodo o incluso como la del propio Sireneo, según cuenten sus haitianos. Quien también recibió el don de joven cuando el bello apenas se ensombrecía su rostro, cual le pasó a Tiresias. La única diferencia es que no fue el momento oportuno, el Kairos, o sí. Recuérdese que la ceguera no es un castigo, es solo el producto de su encuentro divino. Y los demás dones recibidos parecen confirmarlo, como ese bastón que la diosa le otorgará, y recuerda irremediablemente a la rama de laurel que las musas le entregaron a Siodo. Señala Hitch, en la edad adecuada, en el lugar adecuado, en el tiempo adecuado, Tiresias es introducido, clarividente, y así en la poesía, como el célebre profeta de la saga Tebana. A hoy dimos en verdad. Si tal interpretación es cierta, y no veo que no pueda serlo, Calímaco es un iniciado en la poesía divina que inspira lo divino y nunca podría ser clasificado como un poeta ateo.