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Detalles de la Batalla de las Termópilas

A finales del siglo VI a.C., un periodo en el que el Imperio Persa comprendía todas las regiones situadas entre el mar Egeo y el río Indo, y entre el Alto Egipto y el mar de Aral, Comenzó a gestarse la rebelión Jonia. Este episodio se desató en 499, cuando las ciudades griegas de Asia Menor, siguiendo las pautas que dictaba Aristágoras, el tirano de Mileto, se alzaron contra la autoridad del rey Darío, invadieron Sardes, la capital de su satrapía, e incendiaron sus edificios sagrados. Cuando el rey Jerjes avanzaba en dirección a Atenas en la primavera de 480, con el mayor ejército terrestre reunido hasta entonces, y con una impresionante flota, su objetivo no era otro que vengar la afrenta sufrida en Sardes y la posterior derrota en la batalla de Atenas. de Maratón. Ambas durante el reinado de su padre Darío, así como integrar a los ciudadanos helenos en su nueva satrapía persa. En cuanto estas noticias llegaron a Esparta, Leónidas, uno de sus dos reyes, decidió entregar su vida y la de los miembros de su guardia personal, con el objetivo de retener al ejército invasor en el paso de las Termópilas, la puerta natural de entrada a Grecia Central. Además de sus sistemas educativo y militar, el tercer rasgo que distinguía a la sociedad la sedemonia era su religiosidad, un factor que a menudo mermaba la operatividad de sus tropas. Encontramos un claro ejemplo en verano de 490. cuando el ejército lacedemonio atendió demasiado tarde la llamada de Atenas para participar en la batalla de Maratón, porque resultaba impío interrumpir las fiestas dedicadas a Apolo Carneo. Las ciudades griegas que en aquel verano de 1420, 480 se mostraron dispuestas a hacer frente a la invasión persa, se reunieron en el templo de Poseidón de Corinto y formularon un juramento religioso vinculante, creando lo que más tarde se conocería como la Liga Helénica. Aunque las poleis integrantes de este pacto fueron una exigua minoría, parecía lógico adelantarse y esperar a los persas en alguno de los pasos de montaña que éstos debían superar, pues allí residía la única oportunidad de hacerles frente con alguna posibilidad. posibilidad de éxito. Leónidas defendió sus argumentos ante las instituciones espartanas, pero las fiestas cárneas se interpusieron de nuevo y sólo pudo conseguir una dispensa especial para llevar consigo a su guardia personal, compuesta por 300 soplitas. Leónidas no sólo planteó aquella misión como un servicio a su ciudad, sino como un acto de entrega de su vida a cambio de una fama imperecedera. Dentro del proceso de la toma de esta decisión también intervinieron, como no. Factores religiosos. Se dice que el oráculo de Delfos reveló a una delegación espartana que uno de sus dos reyes debía morir si quería evitar que los persas ocupasen el territorio lacedemonio. Tras escuchar la profecía, Leónidas se aseguró de ser él, el representante de la dinastía agíada y no el otro rey, Leotíquidas, el elegido por la asamblea para ejercer de víctima propiciatoria. Aquella sería la primera vez que un diarca espartano falleciera. fallecía en combate. El límite occidental del imperio persa alcanzaba Tracia y Macedonia, sometidas por el general Mardonio en 492, por lo que la primera región que atravesaría Jerjes después de abandonar sus dominios sería Tesalia, cuyas aristocracias locales habían tomado la decisión de darle todas las facilidades. Así pues, parecía evidente que el lugar más idóneo para resistir a los persas era el paso de las Termópilas. en el extremo meridional de la región de Tesalia. Cuando alguien se traslada en dirección sur por la orilla del Golfo Malíaco, frente a la punta noroeste de la isla de Eubea, se encuentra con que el extremo meridional de la cordillera del Pindo, verdadera columna vertebral de Grecia, acaricia ese tramo de costa y deja un pequeño espacio entre el mar y las montañas. Durante la antigüedad, antes de que los ríos y los torrentes colmataran de sedimentos la zona, Ese paso era un desfiladero de unos 1.300 metros de longitud en su parte central y una anchura de entre 15 y 30 metros. Leónidas confió en que esa estrechez anularía la abrumadora ventaja numérica de los persas al impedir el despliegue de sus tropas. Por otra parte, al contar con un acantilado junto al flanco derecho de las falanges quedaría eliminado uno de sus puntos débiles. Hay que recordar que los soplitas sostenían su escudo con el brazo izquierdo. Pero la razón de mayor peso residía en que esa zona favorecía la estrategia conjunta y anfibia de los griegos, ya que el estrecho que separa la costa norte de Eubea y el continente ofrecía un campo de batalla ideal para que una flota liderada por los atenienses atrajera hasta allí a las naves persas, se enfrentara a ellas en un lugar propicio para los tirremes griegos y a la vez impidiera que la retaguardia del ejército heleno fuera alcanzada. La selección de los 300 se realizó de forma muy cuidadosa. Quienes conformaban la guardia personal de los reyes de Esparta recibían el nombre de jipeís, caballeros, si bien servían como plitas en el centro de la falange junto a su soberano. Este destacamento contaba con 300 miembros elegidos mediante una intensa competición. Los candidatos, espartiatas, de entre 20 y 29 años, tenían que demostrar su valentía, su destreza con las armas, y una excelente preparación física. Pero los seleccionados para luchar en las termópilas reunían un elemento que les destacaba aún más. Eran conscientes de la imposibilidad de vencer al ejército de Jerjes y por tanto sabían que acudían a una especie de suicidio colectivo. Hay que tener en cuenta que el código de honor inculcado a través de la AGOG les hacía considerar que no existía nada más vergonzoso que ser señalado como un cobarde, algo que sucedía si se regresaba con vida tras una batalla perdida. En este caso... Al sobreviviente se le cosían parches de colores en su capa, se le rechazaba en la sisitia, comedores comunitarios, se le retiraban sus derechos cívicos y perdía toda esperanza de casarse con la hija de un homoios. De hecho, dos de los elegidos por Leónidas, Pantitas y Aristodemo, regresaron con vida por motivos diferentes sin que ninguno de ellos pudiera soportar semejante escarnio. El primero se colgó nada más llegar a Esparta y el segundo se separó de su falange durante la batalla de Platea. en 479, para acabar muriendo a manos de los persas. A causa de esta certeza de que todos ellos morirían, Leónidas tuvo en cuenta un criterio adicional para la selección de sus 300. Cada uno debía contar, como mínimo, con un hijo varón que perpetuara su estirpe. Es posible que también quisiera comprobar personalmente la entereza de las mujeres que iban a quedar viudas. Por supuesto, él cumplía ambos requisitos. Su joven esposa Gorgo, le había dado un hijo llamado Plistarco, quien se convertiría en rey tras las regencias de Cleombroto y de Pausanias. En cuanto al ánimo de Gorgo ante la cercana muerte de su marido, ésta volvió a mostrar la misma determinación de siempre. En pleno verano del año 480, Leónidas y sus 300, acompañados por unos mil periecos y otros mil hilotas no combatientes, se pusieron en marcha rumbo a las Termópilas. Atravesaron primero la parte oriental de la península del Peloponeso. donde se incorporaron unos 4.000 guerreros más y cruzaron el Istmo de Corinto. Recorrieron a continuación Beocia, región que tan solo aportó un contingente de 400 tebanos y otros 700 procedentes de Tespias. Por último, se unieron al ejército griego unos 1.000 combatientes focídeos y locrios opuntios, los dos pueblos más amenazados cuando los persas superaran el paso. En total, Leónidas tuvo a su servicio a unos 7.000 hombres. que debían intentar resistir a un ejército de casi 200.000. Cuando los guerreros griegos llegaron a las Termópilas, acamparon junto a un antiguo muro levantado por los habitantes de Fóside en paralelo a la costa y lo reconstruyeron. Después de varios días de espera provocada por una tormenta que hizo naufragar a una parte de la flota persa frente a la costa de Magnesia, el rey Jerjes envió un último mensaje a Leónidas. ¡Entrega las armas! Y recibió de éste una contestación lacónica y contundente, «Ven a por ellas». Se desató entonces una de las batallas más épicas de la historia que comprendería tres jornadas de intensa lucha. En su ataque inicial, Jerjes lanzó contra los griegos a los contingentes Medos y Cisios. Desde el primer choque quedó patente la impresionante superioridad táctica y armamentística de las compactas falanges helenas. Según palabras de Heródoto, nuevos efectivos asiáticos sustituían a los caídos y no desistían pese a sufrir enormes pérdidas, por lo que evidenciaron ante todo el mundo, y en particular ante el propio monarca, que había muchos combatientes pero pocos soldados. Posteriormente, fueron los inmortales, la guardia personal del rey Jerjes, quienes tomaron la iniciativa. Pero la mayor longitud de las lanzas griegas y las maniobras de los lacedemonios hicieron que el contingente persa sufriera la misma suerte. Irritado ante el desastre, Gerges ordenó a su flota que se enfrentara a atenienses y eginetas en el cabo Artemisio para intentar desembarcar en la retaguardia del campamento griego. Sin embargo, las naves persas no se habían reorganizado después del naufragio provocado por el temporal y la batalla naval. quedó en una escaramuza con resultado de tablas. Acabada la segunda jornada de combates, cuando más desesperado se encontraba Jerjes ante aquella inesperada resistencia, un lugareño llamado Eefialtes comunicó al gran rey cómo rodear al ejército griego. Aquella deshonrosa traición desencadenó la muerte de Jerjes. a su vez uno de los gestos que más dignifica al rey Leónidas, su decisión de no querer obligar a sus aliados a participar en aquel suicidio colectivo. Según la versión más admitida por la historiografía, cuando los persas descubrieron la senda anopea, que ascendía por la montaña y desembocaba más allá de la retaguardia griega, Leónidas dio permiso a la mayor parte de los combatientes griegos para regresar a sus ciudades, considerando acaso que más adelante tendrían ocasión de defender a los suyos. El rey permaneció en el campo de batalla con sus espartiatas, los que aún quedaban con vida, que eran la mayoría, también con sus periecos, con los sirvientes silotas y con los guerreros beocios. Mientras que los espartanos no concebían la idea de regresar con vida de una batalla perdida, otro tipo de razones condujeron a Tespios y Tebanos a luchar hasta caer aniquilados por las flechas del ejército persa. En la madrugada de la tercera jornada de batalla en las Termópilas, cuando Leónidas y los suyos supieron de la maniobra envolvente de los persas por la senda anopea y comprendieron que muy pronto iban a morir, desplegaron contra los bárbaros, según nos cuenta Heródoto, todas las energías que les quedaban con un furor temerario. Llegó finalmente un momento en que la mayoría de ellos tenían ya sus lanzarrozas, pero siguieron matando persas con sus espadas. En el transcurso de esa gesta cayó Leónidas, tras un heroico comportamiento. Después de la muerte del rey, rey se desató una encarnizada pugna por su cadáver. Los griegos lograron hacerse con él y obligaron a retroceder a sus enemigos hasta en cuatro ocasiones, pero finalizada la batalla, cuando todos los defensores del paso habían muerto, Jerjes descendió de su trono y paseó entre los cadáveres. Tanta era la irritación que Leónidas le había causado que ordenó que le cortaran la cabeza y la clavasen en un palo. Bastantes días después... Cuando las hordas persas se hubieron marchado y un grupo de espartanos pudieron acceder al cuerpo de Leónidas, decidieron enterrar allí mismo sus restos ya descompuestos. Cuarenta años más tarde, Esparta decidió enviar otro destacamento para recuperar los huesos, trasladarlos a su ciudad y honrar al héroe con un funeral de estado. Sobre su tumba se erigió una estela en la que figuraba su nombre y el de los 300 espartiatas caídos junto a él. El Leónidaion Un edificio religioso erigido cerca de la Acrópolis serviría como centro ritual de unas nuevas fiestas religiosas anuales en las que se adoraría a Leónidas como a un héroe semidivino. Como resultado de la batalla de las Termópilas, más de 20.000 soldados asiáticos, la mayoría de ellos tropas de élite, cayeron durante sus tres días de duración. Los griegos constataron la vulnerabilidad del ejército y de la flota de Jerjes y comenzaron a confiar en sus posibilidades. 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