La Catedral de la Catedral de la Catedral La primera etapa del helenismo comprende ante todo la poesía en sus diversos géneros y la encabezan tres grandes autores, Teócrito, Calímaco, y Apolonio, los cuales están íntimamente ligados por una serie de conexiones intertextuales y similitudes bien establecidas hoy en día. Si bien, como veremos, la relación entre Calímaco y Apolonio está más que establecida desde la tradición literaria y la propia investigación filológica moderna, la que vincula a Teócrito con aquellos no lo está del todo correctamente. Existe una línea cronológica que hace preceder a Calímaco sobre sus otros dos colegas y que parte al parecer de la idea del viejo filólogo alemán Wilamovitz, seguido por los también germanos Goh y Herter, la cual sentencia que Teócrito fue un calimaque, basándose para ello en lo que se supone es la decidida influencia de Calímaco sobre él.
como creador literario. El narrador del idilio séptimo de Teócrito, Simíquidas, que como veremos oportunamente se comprendería que es el propio autor bajo un seudónimo, es rechazado como tal porque en tal texto alaba al también poeta Asclepiades que ha sido reputado como enemigo de Calímaco, siendo que los versos del 42 al 48 se reconoce entonces Quieren estos autores un rechazo a la poesía monumental a la manera en que lo hace Calímaco en sus propias obras. El problema es que esta línea crítica calimaquia es presentada por el mismo Simíquidas que habían rechazado como teócrito, por lo que reprueban su propia apreciación.
Lo cierto es que Calímaco no es mencionado en el Idilio VII ni en ninguna otra parte de la obra teocritea, y no hay tampoco referencia clara a una influencia como examinaremos a continuación. El propio pasaje enunciado deja en claro que los modelos para teócritos y míquidas son asclepiades, llamado en el texto por el seudónimo Cicelid. Célidas y Filitas, ambos pertenecientes a la generación primera y más antigua de poetas helenísticos de comienzos del siglo III a.C.
La referencia al poeta que crea un gran texto abrumante como el monte Oromedón puede de hecho no estar dirigido a nadie en particular, sino a una ambición tonta y sin esperanza. La relación de dependencia entre Teócrito y Calímaco así como las aserciones igualmente injustificadas que la maestría creativa de Teócrito revela un poeta, incluso más tardío que Apolonio, puesto que ya habría aprendido de sus predecesores, parecen ser meros clichés establecidos por una pedante filología que debe mucho a su propia dependencia para con el trabajo de otros. Establezcamos desde este momento una cronología para estos tres poetas que desglosaremos brevemente a continuación y en los capítulos asignados a cada uno.
Primero está la información externa que poseemos, compatible con lo expresado en la propia obra de Teócrito que alude a su relación de mecenazgo con la casa real del primero de los Ptolomeos. y que coloca al poeta precediendo en el tiempo a Calímaco y Apolonio que se vieron favorecidos por el hijo y nieto de aquel. Tanto Calímaco como Apolonio ya se encuentran vinculados no solo como maestro y discípulo en la tradición, sino como asociados a la gran biblioteca de Alejandría.
Sin embargo, no hay referencia a una relación personal ni marcas en su poesía que denoten a un teócrito con alguna conexión con dicha institución. De tal suerte, mientras Apolonio se ve influenciado decididamente por Calímaco, y ello se reconoce prácticamente en los cuatro libros de su Argonáutica, a veces con citas a Verbatim, los vínculos entre Teócrito y Calímaco nos direccionan a una influencia del primero sobre el segundo. Así, por ejemplo, el epigrama 46 de Calímaco, que trata sobre el remedio contra el mal de amores que el cíclope polifemo halla en la poesía, se encuentra explicitado en el idilio 11 de Teócrito, que canta el poema del monstruo por el desdeñoso amor de Galatea. Igualmente podemos reconocer que es necesario estar familiarizado con la poesía pastoril de Teócrito y su héroe Daphnis para comprender el epigrama 22 de Calímaco, que pretende sobreponer al famoso pastorcillo y su connotada calidad poética a un tal Astáquides de Creta.
Finalmente, el propio editor de Calímaco, Pfeiffer, ha anotado la anáfora bucólica que presenta el citado epigramio, lazo intertextual con la pieza teocritea. Teocrito, pues, es modelo con mucho para Calímaco. También vemos que los temas empleados por Apolonio ya fueron por Teócrito, pero la diferencia de tratamiento es tan clara que nos permite entender que aunque no encuentra su modelo en un poeta más alejado en el tiempo, sino por su inmediato predecesor y posible maestro. De tal suerte, aunque Teócrito cantó la leyenda de los argonautas, lo hizo como un grupo de guerreros. mientras que Apolonio se concentró en la persona de Hazón, dejando a la tripulación casi en un anonimato.
Particularmente puede señalarse que incluso un episodio de la saga, La desaparición de Ilas, tratado por ambos poetas, ocurre en momentos diferentes de la historia. Es claro que el modelo de Teócrito es Píndaro, y ello se explica aún más en el tratamiento de las figuras como Amico, casi cómica en Teócrito, y su fuente. brutal y peligroso en Apolón.
Es obvio que Apolonio innova y parece que ello se debe a Calímaco, pues está en consonancia con la manera en que el poeta narra la leyenda de los Aitia y los Llampos. Ahora bien, los tres poetas arriba mencionados sí que se vinculan por medio de un único lasco, Alejandría y su política cultural. La ciudad había adquirido prestigio dentro de un imperio mal sostenido durante los primeros años posteriores a la muerte de Alejandra, pero a diferencia de sus rivales en Macedonia y Asia, la ciudad egipcia se había posicionado como una especie de centro, de microcosmos de aquel soñado imperio. Por lo que un oráculo ya la reconocía como Pantotrofos, es decir, nodriza de todos. Y ello por de su expreso de la casa reinante, los Ptolomeos, que veían a su ciudad como aquella destinada a ser la heredera adecuada de su fundador.
Por lo que el museo se convirtió en el archivo de todo el helenismo, el modelo de pensamiento que era el Ptolemaico, obviamente. Dice al respecto Akira Yatsuhashi, El museo emergió... desde un escrutinio más cercano, como un nuevo tipo de institución que modeló directamente la memoria sin un claro plan maestro. Fue una improvisación imperial que iba a cambiar en lo que fuera necesario para continuar su propia existencia.
Los Ptolomeos crearon un orden cultural global por medio de su museo, mismo que se fundamentaba en una élite erudita que a su vez justificaba el dominio de lo griego sobre lo extranjero. tal como los gobernantes soñaban en lo político, pero fue la conquista cultural mucho más fuerte que la de las armas y la diplomacia. Hay que destacar también que la información que poseemos sobre el museo es vaga y escasa. Sabemos que se fundó entre los años 310 y 275 a.C.
y fue obra ya del primero, ya del segundo de los Ptolomeos, sea por la influencia de Demetrio de Falero o de Filitas de Cos. Algunas fuentes señalan un acervo de 10.000 rollos de papiro, pero otros hablan de varios cientos de miles, sin que quede claro cuántas copias había de una misma obra, y si solo había textos griegos o también en otras lenguas. Si bien existe la tradición de que el propio Demetrio convenció a Ptolomeo I de que trajera a sabios de Israel que tradujeran sus libros sagrados al griego, la conocida Septuaginta.
Ni siquiera tenemos detalles de qué tipo de edificio era, puesto que los textos son escasísimos. Dos siglos después de su fundación, Estrabón aún es parco. El museo está en la parte de la ciudad de los reyes. Tiene un pórtico y una excedra y una casa en la cual está el comedor común de los doctos que comparten el museo.
Hay también en esta asociación bienes comunes y un sacerdote para el servicio del museo que era designado por los reyes y ahora por el César. Este sacerdote era al propio tiempo el encargado del museo, su director, diríamos hoy. La lista de bibliotecarios en jefe no es tan poco segura.
Se considera tradicionalmente que el primero de ellos fue Cenódoto. De Calímaco a Polonio, Geratóstenes se considera que desempeñaron algún tipo de puesto o servicio especial, aunque cada uno de ellos fue también señalado como bibliotecario. El primero solo por el bizantino Cetces y los otros dos por la lista oficial que conservaron.
Muchas leyendas revolotean en torno a la fundación y la vida del museo. Se menciona, por ejemplo, que su inicio se hallaba en aquellos científicos que acompañaron a Alejandro en sus conquistas y que estaban enfocados a cartografiar las regiones y tomar apuntes de la flora y fauna de los lugares, colectando su información en una serie de textos que fueron parte de los archivos de varias ciudades de importancia en el Imperio del Macedonio. Galeno contaba la historia de que era ley en Alejandría que todo viajero entregara a su llegada los libros que trajera. Se hacían copias apresuradas en el museo y se le devolvían éstas, conservándose en la biblioteca los originales que le pertenecían al viajero.
Falsa resulta la historia tan traída y llevada de que se incendió la biblioteca en tiempos de Cleopatra VII cuando las escaramuzas de César como también de la expurgación de la rival pergamense de la biblioteca de esta por parte de un apasionado Antonio para salvar tal descripción, ambas producto en realidad de la mala fama de la reina egipcia por obra de Octavio. Finalmente es interesante inferir el epigrama de timón de Fliaso al respecto de los doctos miembros del museo. Muchos se alimentan en la multirracial Egipto. Eruditos, copistas, disputando inmensamente en la jaula de las musas. Breve pero jugoso, el poemita de Timón es una crítica de esa que gustaría un erudito como aquellos que habitaban Alejandría.
El verbo bosco tiene como primera acepción apacentar y su significado pasivo lleva el mismo sentido, dar de comer al ganado, por lo que esos muchos adquieren inmediatamente el sentido de masa, de rebaño, de hato de criaturas que apacienta ese Egipto, casi metonimia del rey que los encabezaba, de ese pastor de pueblos como entendían desde tiempos faraónicos a los monarcas de Egipto. Destaca también el empleo del adjetivo polifilos, de muchas tribus. de muchas razas.
Desde tiempos de su fundación, contaba la leyenda, cuando Alejandro ordenó determinar el territorio de su futura capital, dada la carencia de arena blanca necesaria, estos se marcaron con harina que fue devorada por grandes cantidades de aves, que al principio parecieron un mal agüero al general Macedonio, pero luego intervinieron los intérpretes de los dioses y le aseguraron que era positivo el prodigio. pues su ciudad estaba destinada a alimentar a gran cantidad y variedad de pueblos. Pero el tono de crítica burlona no puede señalar un elemento tradicionalmente laudatorio, la casi homonimia con el término polifilos, pues cómo saber la manera en que esa doble lambda se pronunciaba, me parece que se encamina a la mofa pastoril antes referida, pues sería un egip... de muchas hojas, sitio de gran fertilidad, digno de sostener a tan magno rebaño de vividores. ¿Quiénes son esos muchos?
Ciertamente no el pueblo, al que se menciona en el citado adjetivo directamente, sino una selecta pero numerosa cáterva de profesionales, los bibliakoi harakitai. El primero de los términos es ampliamente parlante. El sufijo nos revela esa relación intensa con los libros, ese gusto por ellos que hace de una persona un erudito, pero que precisamente por dicho conocimiento tiene también un aire de pedantería. El siguiente término es todavía más interesante.
Según reconocemos en los diccionarios, proviene de harax, que refiere a un objeto puntiagudo, por lo que Lidl y Scott interpretan como aquel que vive detrás de una cerca. especie de claustro que hacen coincidir con el término posterior del poema, esa jaula de las musas. Sin embargo, Florencio Sebastián supone que el objeto puntiagudo sería el cálamo, y entonces refiriera al copista o a Manuense. A mi juicio, si bien las dos opciones parecen viables, considero que Timón pretendía no sólo señalar el enclaustramiento de este grupo de pedantes, sino aludir a sus funciones, primero de devoradores de libros y después de sus simples copistas. puesto que unos y otros no son creadores sino meros consumidores del saber y el talento ajenos.
Finalmente está el empleo del verano, y la palabra con la cual define al museo. El verbo deriao mai, tardíamente deriao, etimológicamente refiere a lo que se separa o divide, si bien implica primero una contienda por algo que se desea para luego tomar tintes de competencia, de deseo por ganar un premio, por lo que es muy interesante el empleo de timón. ¿Por qué competían o contendían los eruditos de Alejandría?
¿El favor real? Obviamente, era quien los mantenía. ¿Por el prestigio? Claro, el ego profesional iba apareciendo con la posibilidad de inmortalidad artística y el ya citado favor soberano. ¿Por el deseo de tener la razón?
También. Todo aquel que se piensa docto cree que puede tener la razón siempre. Si reunimos a un grupo de personas de gran saber, o al menos que creen poseer tal sabiduría, las disputas serían inmensas, eternas. ¿Cómo entendemos con el adverbio?
Recientemente, Moniore y Cameron propusieron que el término TALAROS no debía ser leído como jaula, sino como nido. El término señala aquello que sirve para transportar algo. Normalmente es una cesta, como señala Lidl y Scott.
Pero nada impide entender, como apuntan los dos autores citados, que se considerara el museo como un nido con polluelos piantes. y que lo único que hacen en él es esperar a que se les alimente, incluso que se matan entre sí por los gusanillos que su padre les deja caer en el pico. Pero, ¿no será especular demasiado? Quizá hay que seguir la tradición y suponer que es una jaula donde el preso canta y considera vivir en libertad cuando en realidad lo está por su propia ingenuidad y petulancia.
Pero estos eruditos, ya hay que puntualizarlo, eran muchos de ellos poetas también, y no sólo gramáticos pedantes, sino creadores que tenían su propia idea sobre cómo debía escribirse. Otros eran igualmente interesados en campos del saber filosófico, que hoy denominaríamos científico propiamente, por lo que tenemos, de manera consecuente, un abigarrado grupo de pensadores, investigadores y finalmente filólogos, como hoy los entendemos. puesto que su interés literario los llevó a desarrollar esa nueva disciplina del pensamiento que necesitó primero obtener la mejor lectura de un texto para después poder discutirla.
Es usual que Teocrito, Calímaco, Apolonio, Arato, Nicandro, Licofrón y muchos otros se les denomine hoy en día como poetas alejandrinos, y ello Es por la asociación que tuvieron con el famoso museo y su biblioteca, hayan o no trabajado oficialmente allí. La razón no es otra que sus vínculos literarios. Todos ellos disfrutan de las variaciones estilísticas, de la conflagración de elementos deliberados y nóveles que diferenciaban los géneros literarios con dialectos o metros, que muchas veces no se adecuaban a la tradición. Del detalle oscuro, fuera mítico, cultural o legendario.
De ese gusto por contraponer lo viejo con lo contemporáneo, incluso con lo cotidiano o pedestre. De tal suerte, pareciera que estos poetas eruditos no escribían para todos, más bien que lo hacían para sí mismos y su círculo de parleros y petulantes colegas, y así se creyó por muchos años en la filología moderna. En la década de los 90, Cameron en su libro Calimachus and Histritics comenzó a devastar la torre de marfil en que se había convertido la biblioteca y sus sabios. Como analizaremos más adelante en el capítulo sobre Calímaco, uno de sus fragmentos alude a una controversia literaria entre este autor y su concepción del arte poético.
Verdadero pleito que decían había logrado incluso el exilio de su otrora discípulo Apolón. Lo primero a aclarar es que la mezcla de géneros o los gustos particulares por un material oscuro no es privativo de esta época, pero es cierto que la tarea de escribir no es más algo para cualquiera que se sintiera tocado por las musas. La poesía es competencia del que posee amplios y serios conocimientos, comenzando por el manejo de los grandes maestros del pasado para hacerse de esta herencia y no imitarla simplemente, sino utilizarla como inspiración de orientación, si bien dentro de nuevos modelos. Hay que ser un poeta. y un erudito.
es decir, un filólogo. Poietes, jámaca y críticos. Los poetas arriba mencionados son, al propio tiempo, eruditos filólogos que estudian y comentan sobre los antiguos saedos, crean léxicos y fundamentaron la disciplina que después tendrá, como casi única función, un Aristófanes de Bizancio o un Aristarco.
La tradición filológica era, nuevamente, algo heredado de los sofistas y del ya erudito Aristóteles, pero no era propiamente la misma, puesto que mientras el de esta gira veía a los grandes poetas del pasado como creadores de obras perfectas, obras que habían alcanzado su fisis, su correcta conclusión, la labor de estos críticos alejandrinos consistió en demostrar que el progreso era posible y ello sin provocar una ruptura con la tradición. La disputa nacería sobre qué modelos estaban definitivamente superados. y resultara inútil cultivarlos.
El ejemplo primordial era la épica y su inmenso homero. Calímaco proponía un poema examétrico menor, y por ello se pensó, incluso desde el pasado, que ello lo llevó a enfrentarse con Apolonio y su epopeya de ecosoméricos. ¿Cuál era la propuesta literaria de Calímaco? ¿Hubo en verdad una disputa con Apolonio?