Música Buenas tardes. Desengáñense ustedes. El Quijote no es un libro escrito por Cervantes. Mejor dicho, Cervantes no escribió El Quijote. O si acaso, El Quijote no es un libro que Cervantes escribiera.
En la forma menos confusionaria, ya que he utilizado antes las más confusionarias, Cervantes lo compuso como si estuviera contándolo, con palabras. Es un libro hablado. Dicho esto, casi podía dar por terminada mi intervención.
Por otra parte, vuelve hoy al escenario, al ámbito de la oralidad, un libro que nació para la oralidad. El teatro fue además uno de los primeros amores de Cervantes. y uno de los campos en que quiso, primero con fortuna, luego con fortuna, porque a ninguna de sus obras teatrales se les hizo ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza, pero cambiaron los gustos.
Y Cervantes se retiró de la práctica escénica, porque como él decía, en los nidos de antaño no hay pájaros o daño. Vuelve ahora al teatro, vuelve al ámbito de la realidad, y yo también, porque hacía muchos años que no venía al teatro de Favón, y en el último mes he tenido que venir dos veces, una a ver una obra mía, en colaboración con Lope de Vega. El caballero del medo, pero el texto está muy...
Muy revisado, ¿eh? Y ahora para actuar yo mismo. Por cierto, que en las invitaciones de la Academia, que es tan conservadora, hablan del teatro Pavón.
En Madrid hemos siempre dicho el teatro de Pavón, como el teatro de Lara, e incluso antes el teatro de Slava, frente al María Guerrero, Infanta Isabel u otra cosa. Yo recuerdo siempre una copla que cantaba una cocinera, vamos, aquí se estrenaron las Leandras, claro, dice, vamos, a ver las Leandras, al teatro. de pavón a ver a la celia gámez vestida de pichi bailando el yoyo y no decía el teatro pavón sino el teatro de pavón y si no la cosa no consta cervantes con el teatro buscaba el éxito popular después de la aventura de la garatea una novela pastoril y más bien sosa que practicaba un género de moda, intentó el teatro, se retiró después, visto que no complacía ya su quehacer teatral en los escenarios, y en un momento determinado, utilizando papeles, trabajos que tenía hechos, previamente compuso el Quijote.
Ya digo que no lo escribió, sino lo compuso. Y ese es un fenómeno. El éxito que inmediatamente tuvo la obra, que para mí sigue sin explicación. ¿Por qué? Porque el Quijote es el libro de la literatura europea que durante 400 años ha sido un best-seller, sin excepciones, en todos los lugares.
No ha ocurrido nada... ...parecido ni con Dante ni con Shakespeare, que han tenido sus periodos de oscuridad, y de gran oscuridad incluso, pero antes no. Regularmente, durante 400 años, ya digo, ha sido... Todavía hace muy poco, en el año 2002, el New York Times, con un jurado compuesto por una docena de los grandes escritores del mundo, proclamaba a El Quijote como the world's best work of fiction. ¿Por qué?
Por delante de Tolstoy, por delante de Proust. Es difícil explicarlo. Ahora bien, debemos partir de que ese es un hecho. Se explique como se explique, es un hecho.
¿Por qué es la mejor obra de ficción de todos los tiempos? Yo no sabría decirlo, superficialmente es una tontería, un juego, una trivialidad. Ahora bien, les voy a dar por lo menos tres rasgos, antes de que en una segunda parte tomemos en cuenta algunos aspectos lingüísticos. que parten de ese hecho, de la preferencia que el Quijote ha gozado durante toda la historia europea posterior.
Dice Cervantes, en algún momento, que es un libro tan sencillo Una historia tan trillada y tan leída y tan sabida de todo género de gentes que no hay nada que dificultar, no hay ninguna dificultad que no permita entenderlo a todos. Entonces la primera... Otra reflexión que yo me hago siempre es que El Quijote es un libro muy sencillo, muy elemental, para que guste a todos, a grandes y a pequeños.
Todos los grandes nombres de la literatura universal, con pocas excepciones, recientemente diría yo solo Nabokov, han proclamado ese dato. ¿Y cómo es posible, y me da un poco de apuro decirlo, que haya sido el libro preferido, o uno de los libros preferidos en el mismo momento, de Einstein y de Hitler? ¿Qué tiene este libro?
Sin duda una sencillez elemental, digo, que encubre por lo demás y que da ocasión a... Una especial hondura que no está ni en la superficie del argumento ni en los personajes, sino en la relación que se establece con el mundo de los lectores. Decía, y no es poco, decía, tengo aquí alguna cita al propósito, Hegel, que en el Quijote están los dilemas eternos de la metafísica. Para Dostoyevsky era el libro que el hombre debiera llevar consigo el día del juicio final. Hegel y Ortega no se chupaban el dedo.
Si decían ello, si decían esto... Será porque efectivamente lo veían así, pero al mismo tiempo el éxito universal y permanente de la obra postula que las razones de su encanto, por debajo de estas seductores propuestas de un Dostoyevsky, de un Hegel y de un Ortega, han de estar en un común denominador que es accesible por igual a torpes y a discretos. ¿Dónde está ese trasfondo más significativo?
La interpretación trivial difundida, de la que no podemos librarnos, es la que dieron los románticos alemanes. El Quijote cuenta, y esto se puede decir de una forma u otra, pero Schelling lo dijo en términos categóricos, el tema último de la obra es la lucha de lo real con lo ideal. Puede ser. caso el Quijote ha resistido la inevitable lectura que desde el romanticismo alemán se ha hecho con ese prisma, viéndolo con esa perspectiva, que evidentemente no era en absoluto la intención de Cervantes, pero que como todo gran libro, y este en especial, no está negada. Ahora bien, si hubiera que proponer, y ahora me voy a leer yo, el núcleo último de una significación más o menos trascendente y a la vez capaz de llegar a todos los lectores, una significación a todas luces, no buscada por el mundo, por Cervantes y sin embargo admisible sin la menor violencia, personalmente me atrevería a desarrollar un aspecto que don Quijote ilustra en grado superlativo un rasgo fundamental de la condición humana.
Y como me da corte hacer afirmaciones profundas por mi propia cuenta, citaré a Sartre, que en la náusea, por boca del personaje de Roch-en-Thème, dice que el hombre... L'homme se touche toujours en contes d'histoire. El hombre siempre...
un narrador de historias. Ve todo lo que le sucede a través de ellas y busca vivir su vida como si la contara. Y aquí además enlazamos con el ámbito estilístico fundamental en la novela y sobre el que luego volveré. vivir en efecto es contar decía Campoamor y lo citaba Zorín vivir, lo ha dicho un gran poeta, es ver pasar ver pasar allá en lo alto las nubes pero también vivir es contar ir contándonos historias la más modesta acción o reacción cotidiana mi presencia aquí, mi salida luego y no digamos los episodios cruciales de una existencia supone que siempre imaginar una narración en que nos corresponde el papel de protagonistas, poner la prueba frente a las limitaciones y condicionamientos de las circunstancias y volvernoslas luego a contar dentro de una trama más compleja, de un relato mejor estructurado a la luz de los hechos que tenemos presentes.
Todo hombre, y aquí vuelvo a excusarme de no hablar directamente porque me da apuro, todo hombre, decía Ortega, es novelista de sí mismo, original o plagiario, más a menudo plagiario, porque difícil... esto sí que es mío, deja de contársela de acuerdo con uno de los modelos narrativos que la experiencia ofrece y dentro de un repertorio cerrado de funciones y personajes. Acabo ya esta primera intervención.
don quijote y por lo siguiente les pido atención porque aquí está la sustancia la sustantífica médula que diría darle don quijote y luz en grado supremo esa dimensión constitutivamente narrativa de la vida y la ilustra provocándonos a un tiempo la risa y la adhesión llevándonos a contemplarlo con la cercanía de nuestros propios relaciones pero con la tranquilizadora distancia de la ficción. Todo ello pediría más exégesis, pero yo estoy convencido que un público tan notable no la necesita. Desocupado lector, sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse.
No he podido yo contravenir al orden de naturaleza, que en ella cada cosa engendra su semejante. Y así, ¿qué podía engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío? sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación.
El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu, son grande parte para que las musas más estériles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen de maravilla y de contento. Acontece tener un padre, un hijo feo y sin gracia alguna. Y el amor que le tiene le pone una venda a los ojos, para que no vea sus faltas.
Antes las juzga por discreciones y lindezas, y las cuenta a sus amigos por abuso. y Don Aires. Pero yo... que, aunque parezco padre, soy padrastro de don Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte, casi con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vies, que ni eres su pariente ni su amigo.
Y tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío como el más pintado. Y estás en tu casa, donde eres señor de ella, como el rey de sus alcabalas. Y sabes lo que comúnmente se dice, que es debajo de mi manto al rey mato. Todo lo cual te exenta y hace libre de todo respeto y obligación. Y así puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere.
Sin temor que te calumnie por el mal, ni te premien por el bien que dijeres de ella. Solo quisiera dártela monda y desnuda, sin el ornato de prólogo ni de la innumerabilidad y catálogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios. que al principio de los libros suelen ponerse.
Porque te sé decir que, aunque me costó algún trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefacción que vas leyendo. Muchas veces tomé la pluma para escribir, ¿eh? Y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría.
Y estando una, suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría, entró a deshora un amigo mío, gracioso y bien entendido. El cual, viéndome tan imaginativo, me preguntó la causa. Y no encubriéndosela yo, le dije que pensaba en el prólogo que había de hacer a la historia de Don Quijote. Y que me tenía de suerte que ni quería hacerle ni menos sacar a la luz las hazañas de tan noble caballero. Porque ¿cómo queréis vos que no me tenga confuso el que dirá el antiguo legislador que llaman vulgo cuando vea que al cabo de tantos años como ha que duermo en el silencio del olvido salgo ahora con todos mis años a cuesta?
con una leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de conceptos y falta de toda erudición y doctrina, sin acotaciones en las márgenes. Y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que están otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de los filósofos que admiran a los leyentes y tienen a sus autores por hombres leídos, eruditos y elocuentes. Pues que cuando citan la Divina Escritura, no dirán, sino que son unos santos tomases y otros doctores de la iglesia, guardando en esto un decoro tan ingenioso que en un renglón han pintado un enamorado distraído. y en otro hacen un sermón psicocristiano que es un contento y un regalo oille o leille de todo esto ha de carecer mi libro porque ni tengo que acotar en el margen ni que anotar en el fin fin. Ni menos sé qué autores sigo en él, para ponerlos al principio, como lo hacen todos, por las letras del ABC, comenzando en Aristóteles y acabando en Xenofonte y en Zoilo, o Zeusis, aunque fue maldiciente el uno y pintor el otro.
También ha de carecer mi libro de sonetos al principio, o al menos de sonetos cuyos autores sean duques, marqueses, condes, obispos, damas o poetas celebérrimos. los pidiese a dos o tres oficiales amigos, yo sé que me los darían, y tales que no les igualasen los de aquellos que tienen más nombre en nuestra España. En fin, señor y amigo mío, procedí. Yo determino que el señor Don Quijote se quede sepultado en sus archivos en la mancha, hasta que el cielo depare quien le adorne de tantas cosas como le faltan, porque yo me hallo incapaz de remediarlas por mi insuficiencia y pocas letras y porque, naturalmente, soy poltrón y perezoso.
de andarme buscando autores que digan lo que yo me sé decir sin ellos. De aquí nace la suspensión y elevamiento amigo en que me hallastes. Bastante causa para ponerme en ella la que de mí habéis oído.
Oyendo lo cual, mi amigo, dándose una calmada en la frente y disparando en una carga de risa, me dijo, por Dios, hermano, que ahora me acabo de desengañar de un engaño en que he estado todo el mucho tiempo que ha que os conozco, en el cual siempre os he tenido por discreto y prudente en todas vuestras acciones. Pero ahora veo que estáis tan lejos de serlo como lo está el cielo de la tierra. ¿Cómo que es posible que cosas de tan poco momento...
y tan fáciles de remediar puedan tener fuerzas de suspender y absortar un ingenio tan maduro como el vuestro, y tan hecho a romper y atropellar por otras dificultades mayores. A la fe, esto no nace de falta de habilidad, sino de sobra de pereza y penuria de discurso. ¿Queréis ver si es verdad lo que digo? Pues estadme atento y veréis como en un abrir y cerrar de ojos confundo todas vuestras dificultades y remedio todas las faltas que decís que os suspenden y acobardan para dejar de sacar a la luz del mundo la historia de vuestro famoso Don Quijote. Luz y espejo de la caballería andante.
Decid, le repliqué yo oyendo lo que me decía, de qué modo pensáis llenar el vacío de mi temor y reducir a claridad el caos de mi confusión. A lo cual, él dijo. Lo primero en que reparáis de los sonetos, epigramas o elogios que os faltan para el principio y que sean de personajes graves y de título, se puede remediar en que vos mismo toméis algún trabajo en hacerlos.
Y después los podáis bautizar y poner el nombre que quisieres, ahijándolos al preste Juan de las Indias o al emperador de Trapisonda, de quien yo sé que hay noticias que fueron famosos poetas. han sido y hubiera algunos pedantes y bachilleros que por detrás os muerdan y murmuren de esta verdad, no se os dé dos maravedís, porque ya que os averigo en la mentira, no os han de cortar la mano con que lo escribiste. En lo de citar en las márgenes los libros y autores de donde sacáredes las sentencias y dichos que pusiéredes en vuestra historia, no hay más sino acá que hacer de manera que venga a pelo alguna sentencia o latines que vos sepáis de memoria, o a lo menos que os cueste en poco trabajo el buscarle, como será poner, tratando... De libertad y cautiverio, non bene prototo libertas bendituraudo. Y luego en el margen, citar a Horacio, o a quien lo dije.
Si trataré de... del poder de la muerte, acudir luego con... Pálida morsa ecopulsat, pede pau perum tabernas regum coeturres. Si de la amistad y amor que Dios manda que se tenga al enemigo, entraros luego al punto con la Escritura Divina, que lo podéis hacer con tantico de curiosidad y decir las palabras, por lo menos, del mismo Dios. Ego autem dico bovis, diligite inimicos vestros.
Si tratare de malos pensamientos, acudid con el Evangelio, de corde exeunt cogitationes malae. Si de la instabilidad de los amigos, ahí está Catón, que os dará su distico. Done que eres feliz, multos numerabis amigos.
Temporas y forint nubila, solus eris. Y con estos latínicos y otros tales, os tendrán siquiera por gramático, que el serlo no es de poca honra y provecho el día de hoy. En lo que toca, al poner anotaciones al fin del libro, seguramente lo podéis hacer de esta manera.
Si nombráis algún gigante en vuestro libro, hacedle que sea el gigante Golías. Y con sólo esto, que os costará casi nada, tenéis una grande anotación. Pues podéis poner, el gigante Golías o Goliat fue un filisteo a quien el pastor David mató de una gran pedrada en el valle de Terebinto, según se cuenta en el libro de los Reyes, en el capítulo que vos hallaredes que se escribe.
Tras esto... Para mostraros hombre erudito en letras humanas y cosmógrafo, haced de modo como en vuestra historia se nombre el río Tajo. Y veréisos luego con otra famosa anotación, poniendo...
El río Tajo fue así dicho por un rey de las Españas. Tiene su nacimiento en tal lugar y muere en el mar Océano, besando los muros de la famosa ciudad de Lisboa. Y es opinión que tiene las arenas de oro, etc.
Si tratare de ladrones, yo os diré la historia de Caco, que la sé de coro. Si de mujeres rameras, ahí está el obispo de Mondoñedo, que os prestará a Lamia, Laida y Flora, cuya anotación... os dará gran crédito. Si de crueles, Ovidio os entregará a Medea.
Si de encantadores y hechiceras, Homero tiene a Calipso y Virgilio a Circe. Si de capitanes valerosos, el mismo Julio César os prestará a sí mismo en sus comentarios, y Plutarco os dará mil alejandros, si trataredes de amores. Con dos onzas que sepáis de la lengua toscana, toparéis con León Hebreo, que os hincha las medidas. Y si no queréis andaros por tierras extrañas, en vuestra casa tenéis a Fonseca, del amor de Dios, donde se cifra...
todo lo que vos y el más ingenioso acertare a desear en tal materia. En resolución, no hay más, sino que vos procuréis nombrar estos nombres o tocar estas historias en la vuestra que aquí he dicho. Y dejadme a mí el cargo de poner las anotaciones y acotaciones, que yo os voto a tal de llenaros las márgenes y de gastar cuatro pliegos en el fin del libro.
Vengamos ahora a la citación de los autores que los otros libros tienen que en el vuestro os faltan. El remedio que esto tiene es muy fácil, porque no habéis de hacer otra cosa que buscar un libro que los acote todos. Desde la A hasta la Z, como vos decís. Pues ese mismo abecedario pondréis vos en vuestro libro.
Que pues te queda la clara, se vea la mentira, por la poca necesidad que vos tenías desde aprovecharos de ellos, no importa nada. Y quizá alguno habrá tan simple que crea que de todos os habéis aprovechado en la simple y sencilla historia vuestra. Y cuando no sirva de otra cosa, por lo menos servirá aquel largo catálogo de autores a dar de... improviso autoridad al libro.
Y más, que no habrá quien se ponga a averiguar si lo seguiste o no lo seguiste, no oyéndole nada en ello. Cuanto más que si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene necesidad de ninguna cosa de aquellas que vos decís que le faltan. Porque todo él es una invectiva contra los libros de caballerías.
de quien nunca se acordó Aristóteles, ni dijo nada San Basilio, ni alcanzó Cicerón. Ni caen debajo de la cuenta de sus fabulosos disparates las puntualidades de la verdad, ni las observaciones de la astrología, ni le son de importancia las mentiras de la humanidad. medidas geométricas ni la confutación de los argumentos de quien se sirve la retórica ni tiene para qué predicar a ninguno mezclando lo humano con lo divino es un género de mezcla de que no se ha de vestir ningún cristiano entendimiento Solo tiene que aprovecharse de la imitación en lo que fuera escribiendo, que cuanto ella fuere más perfecta, tanto mejor será lo que se escribiera. Y pues esta vuestra escritura, no miradme. Además, que a deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballerías, no hay para qué andéis mendigando sentencias de filósofos, consejos de la divina escritura, fábulas de poesía.
poetas, oraciones de retóricos, milagros de santos, sino procurar que a la llana, simple y sencillamente, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y periodo sonoro y festivo, pintando en todo lo que alcanzare de si fuere posible vuestra intención, dando a entender vuestros conceptos sin intritarlos y escurecerlos. Procurad también que leyendo vuestra historia el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admite. Mire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla. En efecto, llevan la mira puesta a derribar la máquina mal fundada de estos caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de muchos más, que si esto alcanzase des, no habría desalcanzado poco.
Con silencio grande estuve escuchando lo que mi amigo me decía y de tal manera se imprimieron en mí sus razones que sin ponerlas en disputa las aprobé por buenas y de ellas mismas quise hacer este prólogo en el cual verás, lector suave, la discreción de mi amigo, la buena aventura mía en hallar en tiempo tan necesitado tal consejero, y el alivio tuyo en hallar tan sincera y tan sin revueltas la historia del famoso Don Quijote de la Mancha. de quien hay opinión por todos los habitadores del distrito del campo de Montiel que fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos Yo no quiero encarecerte el servicio que te hago en darte a conocer tan noble y tan honrado caballero, pero quiero que me agradezcas el conocimiento que tendrás del famoso Sancho Panza, su escudero, en quien, a mi parecer, te doy cifradas todas las gracias escuderiles que en la caterva de los libros vanos de caballerías están esparcidas. Y con esto, Dios te dé salud y a mí no me olvide. Vale.
de lo que le sucedió a don Quijote con unos cabreros. Después que don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano y mirándolas atentamente, soltó la voz a semejantes razones. Dichosa edad y siglos dichosos, aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados.
Y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella aventurosa sin fatiga alguna. sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes.
A nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquier amano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las inclemencias del...
...el cielo. Todo era paz entonces. Todo amistad. Todo concordia.
Aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre, que ella, sin ser forzada, ofrecía a la madre de la por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que por entonces la poseían. Entonces, sí que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero, en trenza y en cabello. sin más vestidos de aquellos que era menester para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra. Y no eran sus adornos de los que ahora se usan. a quien la púrpura de tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen, sino de algunas hojas verdes de lampazos y yedra entretejidas, con lo que quizá iban tan pomposas y compuestas como van ahora nuestras cortesanas, con las raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado.
Entonces se declaraban los conceptos amorosos del alma simple y sencillamente, del mismo modo y manera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos. No había la fraude, el engaño ni la malicia mezclándose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus propios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interés, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen.
La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había que juzgar, ni quién fuese juzgado. Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por donde quiera, sola y señera, sin temor que la ajena desenvoltura y lastimo intento le menoscabasen. Y su perdición nacía de su gusto y propia voluntad. Y ahora, en estos nuestros detestables siglos, no está segura ninguna. Aunque la oculte y cierre otro nuevo laberinto, como el de Creta.
Porque allí, por los resquicios o por el aire, con el celo de la maldita solicitud, se les entra la amorosa pestilencia y les hace dar con todo su recogimiento al traste. Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la orden de los caballeros andantes. Para... Defender las docellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos. De esta orden soy yo, hermanos cabreros, a quien agradezco el gasaje y buen acogimiento que hacéis a mí y a mi escudero, que, aunque por ley natural está...
todos los que viven obligados a favorecer a los caballeros andantes, todavía, por saber que sin saber vosotros esta obligación me acogistes y regalastes, es razón que con la voluntad a mí posible os agradezca la vuestra. Toda esta larga arenga, que se pudiera muy bien excusar, dijo nuestro caballero, porque las bellotas que le dieron, le trujeron a la... ...memoria la edad dorada y antojose de hacer aquel inútil razonamiento a los cabreros que sin responder de palabra, embobados y suspensos, le estuvieron escuchando. Yo he dejado antes, reduciéndolas a cifra, tres de las características del Quijote que contribuyen a explicar el éxito inmenso que a lo largo de cuatro siglos ha tenido.
He mencionado Al Paso, que es un libro divertido, muy divertido, que es un libro muy sencillo y al mismo tiempo... que da pie a sumergirse en honduras que desde luego estaban muy lejos de la mente de Cervantes, pero que inevitablemente reflejan un aspecto permanente de la condición humana. Y he señalado otro aspecto estilístico y literario que ahora desarrollaré con demasiada detención, la oralidad. Quijote es una mina.
de sugestiones lingüísticas para comentar, y sobre todo para comentar a quienes no son expertos. Por ejemplo, ¿cómo se pronunciaba la palabra que hoy articulamos con un abelar, Quijote? A lo largo del siglo XVI, las consonantes que se representaban con X y G o J, según las vocales que las acompañaran en el segundo caso, se pronunciaban para tal. por el estilo de la TH francesa, una sorda y una sonora.
Pero, como digo, en el decurso del siglo XVI y en tiempos de la publicación de la Catedral, de la primera parte, en 1605, ya estaba generalizada la pronunciación velada, con la parte posterior de la lengua, como decían los tratadistas, es decir, nuestra pronunciación. Sin embargo, estaba viva todavía la pronunciación palatal, como se prueba por el hecho de que en italiano se tradujo el nombre del protagonista por Quixote, o en francés por Quixote. Y yo creo, es una intuición, pero pienso que suficientemente razonada que Cervantes mismo publicaba pronunciaba a la antigua Quixote porque Cervantes era un hombre de otro tiempo y en muchos aspectos además habiendo vivido tiempo fuera de la península y en particular en Italia su pronunciación como otros muchos aspectos y su literatura sobre ello vuelvo enseguida y mucho nos ha dicho el prólogo de la península la primera parte que acabamos de escuchar estaba fuera de onda.
Pero es que todo en el Quijote es interesante si se quiere ver desde el punto de vista de la lengua. El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha reza. La primera edición de la primera parte, que por entonces no era primera parte, porque el Quijote estaba dividido en cuatro partes, de forma que la segunda parte hubiera sido el segundo libro, como dice Avellaneda.
El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, posiblemente Cervantes, y esto puede sorprendernos, no mencionaba originariamente a Don Quijote en el título de la obra. La obra se titulaba Así consta en todos los documentos. que tramita en la publicación de Quijote, y así reza la última frase de la novela, el ingenioso Hidalgo de la Mancha, que es un perfecto en decasílaba.
Pero Cervantes en la primera parte, en la narración, no llama nunca ingenioso al protagonista. Solo le aplica ese calificativo en los epígrafes, en los títulos de los capítulos. ¿Qué quiere decir ello? hay otras pruebas en ese mismo sentido, que muchas pruebas en ese sentido. Cervantes introdujo la división de capítulos cuando el libro...
estaba escrito. Porque estaba escrito prácticamente sin divisiones, como el flujo ininterrumpido de la conversación. Y si queremos irnos a la mancha, todavía podemos sacarle punta al título desde una perspectiva lingüística.
En un foro de cervantistas, santo Dios, se discutió cómo había que escribir la mancha. La, si con mayúscula, con minúscula. Y el fallo de grandes expertos del Instituto Cervantes fue que con mayúscula.
Con lo cual, se convertía a Don Quijote en habitante de una región nacida con la Constitución de 1978. Cuando en castellano las regiones, se han escrito siempre las bárcenas, las encartaciones, el ampurdán, se ha escrito siempre el artículo en minúscula. Ahora bien, el aspecto que yo señalaba antes, y esto se lo he contado un poco a título de curiosidad, porque son cosas que sé que a la gente le gustan. El punto que ya había subrayado y al que tengo que referirme es a que la narración del Quijote se desarrolla como una narración dicha de palabra, contada, hablada. Y eso, como queda bien claro en el prólogo de la primera parte que acabamos de leer, o de hoy leer, Es un manifiesto contra la literatura de su tiempo, para entendernos. Es una protesta, no contra las personas de un góngora o un pebedo, pero sí con el tipo de literatura que practicaba un góngora o un pebedo.
Yo suelo tomar como ejemplo la frase con que empieza el capítulo VI. Sexto, pidió las llaves a la sobrina del aposento. El ama, que se ha mencionado en el capítulo anterior, pidió las llaves a la sobrina del aposento. Es decir, no las llaves del aposento a la sobrina, sino las llaves a la sobrina del aposento. Es una frase que desde don Diero Clemencín, de gloriosa memoria ciertamente, ha causado siempre escándalos a los comentaristas.
Porque en español, hoy, no podemos decir pidió las llaves a la sobrina del aposento. No podemos, mejor dicho, escribirlo. Porque es una frase ambigua, más aún gravemente confusionaria.
Y el uso de la escritura nos impide utilizar expresiones que, oralmente, la inflexión, el tono, las circunstancias, hacen tolerables. Bien, el Quijote está lleno y es un solo ejemplo, claro está. del tono general de la obra este tipo de incorrecciones en las que digo el Quijote está lleno hay cosas algunas muy divertidas el rostro de este mayordomo del duque que aquí está ¿quién está? ¿el rostro, el mayordomo o el duque?
y algunas realmente inimitables un libro en las manos que traía su compañero O sea, que traía el compañero, traía las manos, bueno, no sé exactamente, pero nadie dudará nunca de lo que quiere decir un libro en las manos que traía su compañero. Todo esto y todo lo que ustedes puedan imaginarse, cambios de sujeto, saltos de un complemento a otro, pronombres que no se refieren al término que aparece, sino a otro lejano o inexistente. Todo lo que ustedes quieran. está presente en la prosa de Cervantes.
Hay un chiste que hizo un discreto periodista y miserable persona, César González Ruano, que decía de una conferencia famosa en el Ateneo, Diciendo, con el pelo teñido además de amarillo, algo por el estilo, diciendo que se nota que Cervantes era manco porque el Quijote es un libro escrito con los pies y algo de verdad hay en ella, insisto, aunque duela citar a semejante personaje. Al día siguiente, por cierto, algún periódico publicó la reseña de la conferencia diciendo al señor González no le gusta Cervantes. Tendemos a pensar que la lengua escrita es un reflejo materialmente fiel de la hablada y no hay tal cosa.
Y tenemos, o debemos tener, muy poca tolerancia a un... Un estudiante, un escolar que se presenta a una redacción donde dijera cosas como un libro en las manos que traía su compañero, pues el maestro se lo cacharía y diría esto es un disparate y no es aceptable en buen castellano. No crean que era muy distinta la situación a comienzos del siglo XVII. Anacolutos de ese tipo no eran de práctica común y eran a menudo, en cambio, objeto de reproche por parte de las gentes que se tildaban, como dice el prólogo de la primera parte, de gramáticos o humanistas.
Y sin embargo, las normas... que no eran tan rígidas sintácticamente, no toleraban casos como esos, y en cualquier caso eran enormemente más estrictas las reglas literarias y estilísticas que prescribían el lenguaje con que tocaba. determinados temas.
A cada clase social correspondía un lenguaje, a cada tipo de situación un repertorio fijo de motivos. La literatura estaba básicamente codificada y no era la literatura lo que se salía de esos márgenes, no era de recibo. Un libro escrito con la fluidez de la palabra hablada, que es caso de El Quijote.
Ahora bien, si hay algo que está claro es que Cervantes, en la España de Felipe, III era como él mismo dice, un poetón ya viejo, yo soy Carlón, yo poetón ya viejo, que miraba con distancia la literatura que entonces gozaba de más creencia. Es verdad que el Quijote, lo dice el prólogo, es una invectiva contra los libros de caballería, pero también es verdad, lo habrán oído ustedes, que no se habla prácticamente para nada de libros de caballería. Se habla de los alardes de nudición que se acostumbran en los libros entonces de moda, como seguramente lo que Cervantes tiene en la cabeza en ese momento, la Arcadia de Lope.
La literatura era entre muchas otras cosas... y llegó a serlo mucho más, piensen en las cultas latiniparlas o en las preciosas ridículas, una ostentación de saber, una exhibición de lo que era en realidad el pozo que venía de siglos atrás del viejo humanismo renacentista. Cervantes, por el contrario, me leo, creía en una literatura de la verdad, de la experiencia y de la vida, una literatura abundante. en casos estupendos, no ajena siquiera al prodigio, pero atenida fundamentalmente al criterio de la verosimilitud como tertium quid entre la realidad de la historia y la fantasía de la fábula.
Una literatura no sometida a las puntualidades de la verdad, pero que aún así tiene que aprovecharse de la imitación. Estoy citando frases literales de Cervantes. Una literatura amena y ejemplar, escrita a la llana, con palabras significantes, para que...
como hemos oído, el melancólico se mueve a risa, el risueño la creciente, el simple no se enfade, el discreto se admide de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deja de alabarla. Es decir, la multiplicidad de objetivos, todos satisfechos, que he señalado ha sido uno de los comunes denominadores de la lectura de Quijote y de su consiguiente éxito. Pues bien, el Quijote no está tanto escrito.
como señalaba al principio, cuanto ha dicho. Está redactado sin someterse a esas construcciones literarias, estilísticas, sintácticas e incluso a veces morfológicas que practicaba la escritura de la época que estaba en el candelero, la que los estilos en boga... Preclicaban y exaltaban. A Cervantes el discurso le brotaba libérrimamente, como en la charla diaria, con una orientación, con un horizonte de temas que tocar, pero sin prever unos moldes que le den siquiera.
una primera forma, cambiando de rumbo y de acento cada vez que una ocurrencia cruza por la cabeza, introduciendo las palabras a medida que se presentan al espíritu y según la jerarquía con que se presentan, no según las categorías. gramaticales y retóricas características de la escritura, ni menos aún de la imprenta. Ahora bien, este modo de hacer a lo que saliere, salga lo que saliere, dice alguna vez Cervantes, atiento, es también la forma en que está construida la novela, donde un personaje puede llamarse de tres o cuatro maneras, los personajes, otros personajes pueden tener tres veces en una misma noche. porque la continuidad no es la de la fábula construida y escrita, sino la del discurso oral. Cervantes se sorprende una vez de que se les puedan poner tantas tachas a los libros.
impresos, dice, pues claro que se le pueden poner tachas porque se vuelve sobre ellos una y otra vez. No se le ocurre que eso es exactamente la escritura y la imprenta. Ahora bien, y tengo que acabar rápidamente, esa oralidad no es simplemente un hecho de estilo, es algo más y mucho más importante, sobre todo en la historia de la novela, porque es cuando sucede la única revolución literaria que ha ocurrido en los 2.500 años de la literatura occidental.
Es decir, el nacimiento y la consagración de la novela realista. El Quijote no es una novela realista, propiamente. La fábula, la historia, es absolutamente inaceptable.
a las dos horas de salir al campo, habría sido detenido por la Santa Hermandad y mandado al hospital de Núcio en Toledo. No hay posibilidad de admitir que ocurriera nada parecido. Pero está todo contado en el estilo familiar, doméstico, con la prosa de la vida.
Y todo se reduce, por consiguiente, a unos escenarios, a unos personajes, que aun siendo imposibles, son profundamente verdaderos, porque están dichos con la verdad de la lengua ordinaria. Las incorrecciones lingüísticas, a cabo, son únicamente una concreción de la perspectiva familiar, corriente y moliente, desde la que se contempla en el Quijote a personas y cosas, atrayéndolas todas a un plano de experiencia común, a norma de la ficción en prosa, constituye un trance capital en la aventura literaria de Europa. No es una novela realista, pero el realismo profundo del Quijote está en el lenguaje con que se cuenta y que lo pasa todo por ese camino. ese filtro de la realidad cotidiana.
Cervantes revoluciona la ficción concibiéndola no en el estilo artificial de la literatura, según la falsilla de mayor prestigio en su madurez, sino en la prosa doméstica de la vida. Pidió las llaves como pudo pedir las zapatillas. Muchas gracias.
de la discreta y graciosa plática que pasó entre Sancho Panza y su mujer Teresa Panza y otros sucesos dignos de feliz recordación. Llegando a escribir el traductor de esta historia, este quinto capítulo, dice que le tiene por apócrifo, porque en él habla Sancho Panza con otro estilo del que se podía prometer de su corto ingenio. Y dice cosas tan sutiles que no tiene por posible que él las supiese, pero que no quiso dejar de traducirlo por cumplir con lo que a su oficio debía.
Y así prosiguió diciendo. Llegó Sancho a su casa tan regocijado y alegre que su mujer conoció su alegría a tiro de ballesta, tanto que la obligó a preguntarle ¿Qué traes, Sancho amigo? ¡Qué tan alegre venís!
A lo que él respondió Mujer mía, si Dios quisiera, bien me holgara yo de no estar tan contento como muestro. No os entiendo, marido, replicó ella. Y no sé qué queréis decir en eso de que os holgara de si Dios quisiera de no estar contento. Que, maguertonta, no sé yo quién recibe gusto de no tenerle. Mirad, Teresa, respondió Sancho.
Yo estoy alegre porque tengo determinado de volver a servir a mi amo Don Tijote, el cual quiere la vez tercera salir a buscarme. buscar las aventuras. Y yo vuelvo a salir con él porque lo quiere así mi necesidad, junto con la esperanza que me alegra de pensar si podré hallar otros cien escudos como los ya gastados. Puesto que me entristece el haberme de apartar de ti y de mis hijos, y si Dios quisiera darme de comer a pie enjuto y en mi casa, sin traerme por vericuetos y encrucijadas, pues lo podía hacer a poca costa y no más de quererlo, Claro está que mi alegría fuera más firme y valedera, pues que la que tengo va mezclada con la tristeza del dejarte. Así que dije bien que holgara, si Dios quisiera, de no estar contento.
Mirad, Sancho, replicó Teresa, después que os hiciste miembro de caballero andante, habláis de tan rodeada manera que no hay quien os entienda. Basta que me entienda Dios, mujer, respondió Sancho, que él es el entendedor de todas las cosas, y quédese esto aquí. Y advertid, hermana, que os conviene tener cuenta estos tres días con el rucio, de manera que esté para armas tomar.
Dobladle los piensos, requerid la albarda y las demás jarcias, porque no vamos a bodas. sino a rodear el mundo y a tener dares y tomares con gigantes, con endriagos y con vestiglos, y a oír silbos, rugidos, bramidos y baladros. Y aun todo esto fuera flores de Cantueso, si no tuviéramos que entender con llangüeses y con moros encantados. Bien creo yo, marido, replicó Teresa, que los escuderos andantes no comen el pan de balde, y así quedaré rogando a nuestro señor o saque presto de tanta mala aventura.
Yo os digo, mujer, respondió Sancho, que si no pensase, antes de mucho tiempo, verme gobernador de una ínsula, aquí me caería muerto. Eso no, marido mío, dijo Teresa. ¡Viva la gallina, aunque sea con su pepita! ¡Vivid vos y llévese el diablo cuantos gobiernos hay en el mundo!
Sin gobierno salisteis del vientre de vuestra madre. Sin gobierno habéis vivido. hasta ahora y sin gobierno os iréis, os llevarán a la sepultura cuando Dios fuere servido.
Como esos hay en el mundo que viven sin gobierno y no por eso dejan de vivir y de ser contados en el número de las gentes. La mejor salsa del mundo es la hambre y como esta no falta a los pobres, siempre comen con gusto. Pero mirad, Sancho, si por ventura os vieredes con algún gobierno, no os olvidéis de mí y de vuestros hijos.
Advertid que Sanchico ya tiene 15 años cabales y es razón que vaya a la escuela, si es que su tío el abad le ha de dejar hecho de la iglesia. Mirad también que Marisancha, vuestra hija, no se morirá si la casamos. Que me va dando barruntos, que desea tanto tener marido como vos deseas.
seáis veros con gobierno y en fin en fin mejor parece la hija mal casada que bien abagarranada a buena fe respondió sancho que si dios me llega a tener algo que de gobierno que tengo de casar mujer mía a mar y sanchá tan altamente que no le alcancen sino con llamarla señoría Eso no, Sancho, respondió Teresa. Casarla con su igual, que es lo más acertado. Que si de los zuecos la sacáis a chapines, y de salla parda de catorcelo a verdugado y saboyanas de seca, y de una maría... y un tú a una doña tal y señoría, no se ha de hallar la muchacha, y a cada paso ha de caer en mil faltas, descubriendo la hilaza de su tela vasta y grosera.
Calla boba, dijo Sancho, que todo será usarlo dos o tres años, que después le vendrá el señorío y la gravedad como de molde. Y cuando no, ¿qué importa? ¡Séase ella, señoría, y venga lo que viniere!
Medíos, Sancho, con vuestro estado, respondió Teresa. No os queráis alzar a mayores, y advertid al refrán que dice ¡Al hijo de tu vecino! Límpiale las narices. Y métele en tu casa. Por cierto, que sería gentil cosa casar a Nuestra María con un condazo o con caballerote que cuando se le antojase la pusiese como nueva, llamándola de villana, hija del distrito de Aterrones y de la Pela Ruecas.
No, en mis días, marido. Para eso, por cierto, he criado yo a mi hija. Traed vos dinero, Sancho, y el casarla dejadlo a mi cargo. Que ahí está Lope Tocho, el hijo de Juan Tocho.
Mozo, rollizo y sano, y que le conocemos, y sé que no mira de mal de ojo a la muchacha, y con éste, que es nuestro igual, estará bien casada, y le tendremos siempre a nuestros ojos, y seremos todos unos, padres y hijos, ni... y yernos, y andará la paz y la bendición de Dios entre todos nosotros. Y no casármela vos ahora en esas cortes y en esos palacios grandes, adonde ni a ella la entiendan, ni ella se entienda. Ven acá, bestia y mujer de barrabás.
Réplico, Sancho. ¿Por qué quieres tú ahora, sin qué ni para qué, estormarme que no case a mi hija con quien me dé nietos que se llamen señoría? Mira, Teresa, siempre he oído decir a mis mayores que el que no sabe gozar de la aventura cuando le viene, que no se debe quejar si se le pasa.
Y no sería bien que ahora que está llamando a nuestra puerta, se la cerremos. Dejémonos llevar de este viento favorable que nos sopla. Por este modo de hablar, y por lo que más abajo dice Sancho, dijo el traductor de esta historia que tenía por apócrifo este capítulo. No te parece, ¡animalia!
prosiguió Sancho. ¿Qué será dar bien con mi cuerpo en algún gobierno provechoso? ¿Que nos saque el pie del lodo? Y case ese Amarisancho con quien yo quisiera.
Y verás cómo te llama... a ti, Doña Teresa Panza, y te sientas en la iglesia sobre alcatifa, almohadas y arambeles a pesar y despecho de las hidalgas del pueblo. No, sino estáos siempre en un ser, sin crecer ni menguar, como figura de paramento.
Y en esto no hablemos más, que Sanchica ha de ser condesa, aunque tú más me digas. ¿Veis cuánto decís, marido? Respondió Teresa. Pues con todo esto, temo que este condado de mi hija ha de ser su perdición. Vos haced lo que quisieredes, ahora la hagáis duquesa o princesa, pero se os decir...
que no será ello con voluntad ni con sentimiento mío. Siempre, hermano, fui amiga de la igualdad y no puedo ver en tonos sin fundamentos. Teresa me pusieron en el bautismo.
Nombre, mongo y escueto. sin añadiduras ni cortapisas ni arrequives de dones y donas. ¡Cascajo! se llamó mi padre.
Y a mí, por ser vuestra mujer, me llaman Teresa Panza. Que a buena razón me habían de llamar Teresa Cascajo. Pero allá van reyes, no quieren leyes. Y con este nombre me contento, sin que le pongan un don encima que pese tanto que no le pueda llevar. Y no quiero dar que decir a los que me vienen a andar por la calle, vestida a lo condesil o a lo de gobernadora, que luego dirán, mirad qué entonada, va la paz tuerca.
Ayer no se hartaba de estirar de un copo de estopa y iba a misa cubierta la cabeza con la falda de la salla en lugar de manto y ya hoy va con verdugado, con broches y con entono, como si no la conociésemos. Si Dios me guarda mis siete o mis cinco sentidos o los que tengo, no pienso dar ocasión de verme en tal aprieto. Vos, hermano, idos a ser gobierno o ínsulo y entonaos a vuestro gusto, que mi hija ni yo, por el siglo de mi madre... que no nos hemos de mudar un paso de nuestra aldea.
La mujer honrada, la pierna quebrada y en casa. Y la doncella honesta, el hacer algo es su fiesta. Idos con vuestro don Quijote a vuestras aventuras.
y dejadnos a nosotras con nuestras malas venturas, que Dios nos las mejorará como seamos buenas. Y yo no sé, por cierto, quién le puso a él don, que no tuvieron sus padres ni sus abuelos. Ahora digo, replicó Sancho, que tienes algún familiar en ese cuerpo. ¡Bálate Dios, la mujer!
¿Y qué de cosas has enseñado? ...saltado unas en otras sin tener pies ni cabeza. ¿Qué tiene que ver el cascajo, los broches, los refranes y el entono con lo que yo digo?
Ven acá, mentecata ignorante, que así te puedo llamar. Pues no entiendes mis razones y vas huyendo de la dicha. Si yo dijera que mi hija se arrojara de una torre abajo o que se fuera por esos mundos como se quiso...
oír la infanta doña Urraca, tenías razón de no venir con mi gusto. Pero si en dos paletas y en un menos de abrir y cerrar de ojos te la chanto un don y una señoría a cuestas. y te la saco de los rastrojos y te la pongo en toldo y en peana y en un estrado de más almohadas de velludo que tuvieron moros en su linaje, los almohadas de marruecos, ¿por qué no has de consentir y querer lo que yo quiero? ¿Sabéis por qué, marido? Respondió Teresa.
Por el refrán que dice, quien te cubre, te descubre. Por el pobre todos pasan los ojos como de corrida y en el rico los detienen. Y si el tal rico fue un tiempo pobre, allí es el murmurar y el maldecir y el peor perseverar de los maldicientes, que los hay por esas calles a montones, como enjambres de abejas.
Mira, Teresa, respondió Sancho, y escucha lo que ahora quiero decirte. Quizá no lo habrás oído en todos los días de tu vida. Y yo ahora no hablo de mío, que todo lo que pienso decir son sentencias del padre predicador que la cuaresma pasada predicó en este pueblo.
El cual, si mal no me acuerdo, dijo... Que todas las cosas presentes, que los ojos están mirando, se presentan, están y asisten en nuestra memoria, mucho mejor y con más vehemencia que las cosas pasadas. Todas estas razones que aquí va diciendo Sancho, son las segundas por quien dice el traductor de esta historia que tiene por apócrifo este capítulo.
que exceden a la capacidad de Sancho, el cual prosiguió diciendo de donde nace que cuando vemos a alguna persona bien aderezada y con ricos vestidos compuesta y con pompa de criados, parece que por fuerza nos mueve y convida a que la tengamos respeto. Puesto que la memoria en aquel instante nos represente alguna bajeza en que vimos a la tal persona, la cual ignominia, ahora sea de pobreza o de linaje, como ya pasó, no es. y sólo es lo que vemos presente.
Y si éste a que la fortuna sacó del borrador de su bajeza, que por estas mismas razones lo dijo el padre, a la alteza de su prosperidad fuere bien criado, liberal, cortés con todos, y no se pusiesen cuentos con aquellos que por antigüedad son nobles, ten por cierto, Teresa, que no habrá quien se acuerde de lo que fue, sino que reverencien lo que es. fueran los invidiosos, de quien ninguna próspera fortuna está segura. Yo no os entiendo, marido, replicó Teresa.
Haced lo que quisieres y no me quebréis más la cabeza con vuestras arengas y retóricas. Y si estáis revueltos en hacer lo que decís... ¡Resuelto! ¡Has de decir, mujer!
Dijo Sancho. Y no revuelto. No os pongáis a disputar conmigo, marido, respondió Teresa.
Yo hablo como Dios he servido y no me meto más dibujos. Y digo que si estáis porfiando en tener gobierno, que llevéis con vos a vuestro hijo Sancho, para que desde ahora le enseñéis a tener gobierno. Que bien es que los hijos hereden y aprendan los oficios de sus padres.
En teniendo gobierno, dijo Sancho, enviaré por él por la posta y te enviaré dineros, que no me faltarán, pues nunca falta quien se los preste a los gobernadores cuando no los tienen. Y vístele de modo que disimule lo que es y parezca lo que ha de ser. Enviad vos dinero, dijo Teresa, que yo lo vestiré como un palmito. En efecto, quedamos de acuerdo, dijo Sancho.
Que ha de ser. ...ser condesa nuestra hija. El día que yo la viere condesa, respondió Teresa, ese haré cuenta que la entierro. Pero otra vez os digo que hagáis lo que os diere gusto, que con esta carga nacemos las mujeres, de estar obedientes a sus maridos, aunque sean unos porros.
Y con esto comenzó a llorar tan de veras como si ya viera muerta y enterrada a San Chica. Sancho la consoló diciéndole que ya que la hubiese de hacer condesa, la haría todo lo más tarde que se pudiese. Con esto se acabó su plática y Sancho volvió a ver a don Quijote para dar orden en su partida.