Como ya he mencionado, la influencia de Teócrito puede percibirse en la poesía posterior, pero el género bucólico no se haya representado más que por otros dos poetas helenos, Mosco y Bion. El gusto por los personajes rústicos y los motivos campiranos aún aparece en la poesía de estos dos representantes, pero se desvía hacia tópicos, eróticos y míticos. Según consta en la Suda, Mosco nació en la conocida Siracusa, y fue un gramático, tal vez discípulo de Aristarco, el famoso director de la biblioteca de Alejandría. Si el dato es correcto, podemos ubicar a Mosco alrededor del año 150 a.C., fecha de la muerte de Aristarco, por lo que la actividad poética del anterior se hallaría en el siglo II a.C., unos 100 años después de Teócrito.
y los otros grandes poetas Calímaco y Apolónio. Su ópera la componen tres composiciones cortas y un epigrama, en pero el conocido como Canto Fúnebre por Bión y la Megara parecen espurios, y aunque nada sabemos de sus fechas de composición, la fuerza estilística hace sospechar que fueran piezas anteriores al propio Mosco, quizá de las primeras generaciones de poetas alejandrinos. Los poemas de Mosco son de un estilo elegante y una buena técnica versificadora que nos deja arrastrar por erudiciones vanas ni complejidades del lenguaje. Cipris a su hijo Eros llamaba grandes voces.
Cualquiera que haya visto en las encrucijadas a Eros vagando, Es mi fugitivo. El denunciado te obtendrá una distinción, tu recompensa, un beso, uno de cipris. Y si lo conduces, no un desnudo beso, sino tú, oh forastero, también más obtendrás.
El niño es muy distinguido, entre veinte niños lo conocerías. Su piel no blanca, sino semejante al fuego. Sus ojuelos, agusados y chisteantes, malos pensamientos, dulce conversación, pues no cabila igual que habla, cual miel su voz, pero cual hiel es su intención. Indómito, falsario, nunca dice la verdad, rapazuelo engañador que juega de forma cruel. El rostro, con hermosos risos, más tiene la frente altiva, diminuta sus manecitas.
Pero lejos las deja caer, las deja caer hacia el Acheronte y el reino de Hades. Todo desnudo el cuerpo, mas su intención muy bien revestida. Y al lado como ave, revolotea sobre uno y otro, varones y mujeres, sobre sus entrañas se posa. Tiene arco muy discreto, en el arco una flecha, pequeña flecha pero casi alcanza el éter.
Y Aurea aljaba en la espalda, ahí dentro... agudos dados, con los que muchas veces también me hiere, todas estas cosas crueles, mucho más su antorcha, siendo una pequeña llama abraza al mismo sol, y si tú en verdad lo atrapas, condúcelo habiéndolo encadenado, no te apiades, y si lo ves llorando, vigila, no te seduzca, y si ríe, tú arrastralo, y si quiere besarte, huye, malo su beso. Veneno son sus labios.
Y si dice, toma estas cosas, te regalo cuantas son mis armas, no toques los seductores dones, pues todos están templados al fuego. ¡Ay! ¡Ay!
También el hierro que se apoderará del abrazado. La gracia del poemita se reconoce en su temática inusitada. Afrodita clama por el amor fugitivo y lo quiere de vuelta a pesar de que siempre la hiere. ¿Es la diosa símbolo de aquel o aquella que lo reconoce como una bestia infame, pero aún así lo idolatra?
¿Es idea metonímica del deseo que siempre quiere unirse al amor, de la sexualidad, que no es lo mismo sin él? ¿Es la madre que adora a su hijo, pero... ¿No deja de conocer que es una mala semilla?
¿Es todo ello en uno solo? Eros es ya el pequeñuelo, ese bebé, Drefos, juguetón, malicioso, como todo niño mimado. Sin embargo, es también reconocido como esa fuerza irresistible y perversa que tanto temían los líricos arcaicos.
Ese poder primigenio que cantó Hesiodo, ese amor fugitivo, fue ampliamente imitado desde tiempos helenísticos. hasta muy entrado el siglo XIX. Su composición más larga, Europa, es una deliciosa muestra de su habilidad poética que sigue el relato mitológico sin grandes modificaciones, pero introduce adecuadas innovaciones personales. Dado el número de sus versos, podríamos clasificarlo de epíleo.
Veamos solo una muestra de su dulce arte. Arribó a la pradera, y habiendo aparecido, no asustó a las doncellas, y amor a todas instó a encaminarse cerca, y acariciaron al deseable bóvido, cuyo ambrosíaco aroma desde lejos, también superó la deliciosa fragancia de la pradera. Puesto en pie delante de la irreprochable Europa, también lamía su cuello y arrobaba a la muchacha, y ella lo acicalaba y tranquilamente con las manos, La mucha espuma del hocico secaba y besó al toro. Al punto, éste mugió dulcemente.
Se diría, de una resonante flauta migdonia, el dulce eco escuchar. El poeta Bion, por su parte, parece nació en Flosa, lugar cercano a Esmirna, por lo que se le conoce como de tal lugar. Tomando como criterio el poema espurio atribuido a Mosco, se consideraba que Bion había nacido en algún momento entre Trióclito y Mosco, pero ahora sabemos que dicho supuesto es falso y que en realidad fue el tercero de nuestros bucólicos, siendo su época la segunda mitad del siglo II a.C. o el principio del siglo I. por lo que se conjetura que el poeta debió nacer alrededor del año 100. El canto fúnebre a Bion asegura que murió envenenado y esto, como tantas veces se ha señalado, puede que sea ficción, pero al menos parece concordar con la idea general de las fuentes de que murió joven.
En Bion ya no se reconoce el aire de sutil realismo que se respira en Teócrito. La vida y las costumbres de los verdaderos pastores han sido sustituidas por una recreación imaginada y utópica, donde se habitan no sólo los personajes característicos del género bucólico, y el mérito de la poesía sólo estribe la habilidad formal y el buen gusto del ingenio artístico. El interés de Bion se centra en lo erótico, difuminándose el paisaje que antes era tan importante en las recreaciones poéticas de lo idílico. El amor no es una fuerza violenta. sino una dulce emoción que incita al canto, amor romántico impregnado de languidez y nostalgia que confirma un verdadero sentimiento.
El estilo de bión, según se coliga de su famoso canto fúnebre por Adonis, anónimo hasta que no se tomaron en serio las obvias alusiones del texto sobre él, refleja un sentido de lo barroco y apasionado, patetismo retórico muy propio de su época. Afrodita Conoce el funesto destino de su amado Adonis y corre a su encuentro tan solo para hallarlo moribundo y el poeta la hace cantar una endecha dolorida. Cuando vio, cuando reconoció la irremediable herida de Adonis, cuando vio en torno al lánguido muslo la purpúrea sangre, espesa, habiendo extendido los brazos, brazos, se quejó. Aguarda, Adonis, desdichado Adonis, aguarda que te alcance por última vez, que te abrace y labios con labios se mezclen. Despierta un instante, Adonis, por vez postrera bésame de nuevo, bésame de tal forma que tu beso viva, casi que suspires en mi boca, y hacia mi corazón tu aliento fluya y tu dulce encanto lide.
Y beba tu amor, guardaré este beso cual al mismo Adonis, tú después me huyes desventurado, huyes lejos Adonis y marchas al Acheronte junto al rey cruel y aborrecido. Infortunada vivo y soy diosa y no puedo seguirte. Las musas al crueleros no temen, de corazón lo quieren y tras sus pies andan, y si acaso alguno que tiene el alma desamorado canta, a tal rehúyen y no quieren enseñarle. Mas si alguno, agitado su ánimo por eros dulcemente canturrea, hacia éste todas presurosas confluyen.
Testigo yo mismo de que tal dicho es verdad por completo, pues si a otro mortal o inmortal canto alguna vez, mi lengua balbucea y nada canta en largo tiempo, mas si a Eros y Licida algo canturreo, entonces me fluye por la alegre boca el canto.