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La humillación de China y su historia

China genera fascinación en Occidente. Para muchos, es un lugar misterioso, indescifrable, de dimensiones astronómicas. Pero también causa temor, por su creciente poder y su régimen opaco. En los últimos años, Pekín y los países occidentales, con EE.UU. a la cabeza, se han embarcado en una dura pugna por la hegemonía mundial que ha provocado choques políticos, dialécticos y económicos entre las dos partes. Pero, ¿cómo se ve todo esto desde China? ¿Qué hay detrás de esa rivalidad que el país asiático mantiene también con Occidente? Pues una serie de turbulentos acontecimientos históricos que quizá no conoces. En este video te contamos qué ocurrió en los llamados Cien años de Humillación. Una época que cambió la historia de China, definió su identidad nacional y es clave para entender cómo se relaciona el país hoy con el resto del mundo. El término “Cien años de humillación” es muy conocido en China. Se refiere a un periodo histórico en el que el país fue derrotado y sometido por potencias extranjeras y que abarca desde 1839 hasta 1949. Pero comencemos por el principio. Todo empezó con esta planta, la adormidera, de la que se extrae el opio, una droga que, fumada, produce un potente efecto narcótico. Quizá no sepas que el poderío económico de China no es nuevo. A principios del siglo XIX, ya era el país más poblado del mundo y llevaba cientos de años siendo una poderosa potencia, aunque, por entonces, estaba prácticamente cerrada al comercio internacional. Reino Unido, que ya era un imperio marítimo, compraba grandes cantidades de productos a China, como porcelanas, té o seda, y quería exportar también sus mercancías al país para equilibrar su balanza comercial, algo a lo que el emperador chino se resistía. Los británicos se apuntaron entonces al floreciente negocio del opio, que cultivaban en India y empezaron a introducir de forma masiva en China a través de los pocos puertos abiertos a los extranjeros. Y aquí comenzaron las tensiones. China prohibió el consumo del opio, pero la adicción entre su población se disparó igualmente y el tráfico de esta droga se convirtió en un lucrativo negocio para los británicos. Te sonarán las imágenes de los fumaderos de opio chinos, que fueron muy comunes durante mucho tiempo. Y en 1839 comenzó lo que se conoce como la Primera Guerra del Opio. Las autoridades chinas confiscaron y destruyeron buena parte del opio británico. Esto desató la ira de Reino Unido, que envió sus modernos navíos de guerra y, en cuestión de meses, derrotó al ejército chino, que todavía empleaba técnicas medievales de defensa. Tras la guerra, en 1842, Londres impuso a China el pago de grandes sumas de dinero y la obligó a abrirse al comercio y a ceder a Reino Unido el territorio de Hong Kong. Un asunto que todavía sigue de actualidad. Las tensiones fueron aumentando de nuevo hasta que, en 1856, se desató la Segunda Guerra del Opio entre China y Reino Unido, al que se unió Francia. Este conflicto supuso un nuevo fracaso para China y tuvo, además, un doloroso final: las tropas anglofrancesas saquearon y quemaron el Antiguo Palacio de Verano de Pekín, considerado el más hermoso del país. Además, China tuvo que ceder más poder en su territorio, aparte de a Reino Unido y a Francia, a EE.UU., Alemania o Rusia. Pero quizá la derrota más humillante para China llegó en 1895. El país se enfrentó a Japón por el control de Corea. Los japoneses ganaron y obligaron a China, entre otras cosas, a cederles la isla de Taiwán. A partir de entonces, varias potencias occidentales aprovecharon la debilidad china para establecer lo que se denomina “zonas de influencia” (más allá de los enclaves que ya poseían). Aunque China conservaba, en teoría, la autoridad sobre estas partes de su territorio, las potencias occidentales instauraron de facto una organización semicolonial que les otorgaba capacidad de control y grandes privilegios comerciales. Una muestra es esta viñeta francesa de la época, en la que varios dirigentes europeos se reparten la tarta china. Esta dominación foránea fue creando un sentimiento antiextranjero entre la población china y, en 1900, estalló la llamada Rebelión de los Bóxers, que fue un movimiento popular que atacaba a occidentales y chinos cristianos. Y la respuesta a las revueltas no tardó en llegar. Austro-Hungría, Francia, Alemania, Italia, Japón, Rusia, Reino Unido y EE.UU. formaron una alianza militar y tomaron Pekín ese mismo año. Las primeras décadas del siglo XX en China se caracterizaron por una gran inestabilidad política y social. En 1912, la dinastía Qing fue obligada a abandonar el poder y se estableció la República. Pero estos cambios en el gobierno no acabaron con la presencia extranjera. De hecho, ciudades como Shanghái, conocido entonces como “el París de Oriente”, recibieron una fuerte influencia europea en las costumbres sociales, la moda o la arquitectura. Pero a finales de la década de 1930 comenzó el periodo más desgarrador para China. Japón llevaba años aumentando su poder en el país, especialmente tras invadir la región de Manchuria, sobre la que ya tenía influencia, y convertirla en un estado títere aparte en 1931. Y, en 1937, Tokio comenzó una invasión a gran escala. Los japoneses ocuparon militarmente las ciudades más importantes de China, incluida Nanjing, que era entonces la capital, sin que el ejército chino lograra frenarlos. La toma de esta ciudad fue una de las mayores masacres de la historia de Asia. Según cifras chinas, en apenas seis semanas, 300.000 personas fueron torturadas y asesinadas y más de 20.000 mujeres fueron violadas por las tropas japonesas. Los combates, y especialmente las matanzas indiscriminadas de civiles chinos por parte de los nipones, dejaron millones de muertos. Hasta que en 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, Japón fue derrotado. Algunos historiadores establecen el final de los Cien años de humillación en este punto. Otros, en especial el Partido Comunista chino, lo sitúan en 1949, cuando Mao Zedong llegó al poder y proclamó la República Popular prometiendo, entre otras cosas, liberar China del dominio extranjero. Pero más de 70 años después, toda esta humillación sufrida sigue muy presente entre la población china. Esa narrativa nacionalista de la renovada grandeza de China ha sido potenciada por el actual dirigente, Xi Jinping. Esto ha hecho que los sentimientos patrióticos se hayan disparado en gran parte de la población en los últimos años, especialmente entre los jóvenes. Las críticas desde Occidente por los abusos a los derechos humanos en China o por las ambiciones territoriales del país suelen recibir contundentes respuestas, tanto del gobierno como de muchos ciudadanos. Por ejemplo, algunas marcas y organizaciones occidentales han recibido boicots comerciales por anuncios o comentarios considerados insultantes hacia la cultura o la patria chinas. Pero este renacido orgullo nacional también se refleja en la política exterior china, que en los últimos años se ha vuelto más activa y agresiva. El dirigente chino Deng Xiaoping dijo en 1990 su célebre frase de que su país debía “esconder su fuerza y esperar su momento”. Y muchos en China creen que el momento de recuperar su posición destacada en el orden mundial, arrebatada de forma humillante, ha llegado.