El ateo, el visco, el psiconauta, el verdadero rockstar de la filosofía francesa. Así es amigos, hoy vamos a hablar de Jean-Paul Sartre. Jean-Paul Sartre nació en París, Francia en el año de 1905, hijo del oficial naval Jean-Baptiste Sartre y de Anne-Marie Schweitzer, una mujer muy culta que provenía de una familia de intelectuales alemanes.
Cuando el pequeño Jean-Paul apenas tenía 15 meses de edad, su padre falleció a... a causa de una fuerte fiebre, y ante la muerte de su esposo, Anne Marie decidió volver a la casa de sus padres con su pequeño hijo. Ahí, criado por su madre y por sus abuelos, Jean Paul tuvo una infancia feliz.
Era extremadamente mimado por los tres adultos, que le repetían sin cesar lo inteligente que era, y que lo animaban a leer, a escribir y a pintar. El abuelo de Jean Paul, Charles, era un profesor alemán, autor de varios manuales educativos. y estimulaba la mente de su nieto con lecturas variadas que podían ir desde los clásicos de la filosofía hasta historias de vaqueros.
Le daba al niño obras de Voltaire, de Rousseau, de Kant y de Nietzsche, combinadas con historias de Búfalo Bill y de Toro Sentado. Luego, abuelo y nieto discutían por horas sobre lo que el niño había leído. Era el paraíso. Cada mañana me despertaba maravillado, sorprendido por la inmensa suerte de haber nacido en la familia... más unida del mundo.
Sin embargo, ese cuadro de felicidad idílica se ensombrecería un poco cuando su madre se volvió a casar nuevamente con un militar. Jean-Paul, de 12 años, debía dejar la casa de sus abuelos para ir a vivir al sur de Francia con su madre y con su padrastro, con quien por cierto no se llevaba muy bien. Sumado a eso, fue inscrito en la escuela secundaria, donde por primera vez conviviría con niños de su edad. Pues hasta ese momento había sido educado en casa por su abuelo, y esos niños no solo no compartían su interés por los clásicos de la filosofía, sino que además le molestaban por su apariencia física no muy agraciada. Jean-Paul Sartre era un joven feo y desaliñado, pero también era brillante, alegre y bromista, y esas cualidades le permitieron con el pasar del tiempo hacerse de muy buenos amigos, y de obtener calificaciones excelentes.
que le animaron a ingresar en la prestigiosa universidad la Escuela Normal Superior de París. Hizo estudios en filosofía y psicología y al egresar dedicó sus primeros años profesionales a la docencia en institutos de secundaria y preparatoria. Pero inquieto como era, empezó a escribir ensayos y novelas y a los 33 años publicó la gran obra La Náusea, una novela que aborda la angustia existencial que siente el ser humano al darse cuenta de que su vida no tiene ningún propósito, y que por lo tanto, pesa sobre él la responsabilidad y la libertad de crear su propio significado en un mundo que no lo tiene.
Gracias a esa novela, Sacht empezó a ganar celebridad como intelectual, pero justo unos meses después de su publicación, estalló la Segunda Guerra Mundial, en la cual fue enlistado para desempeñarse como meteorólogo. Llevaba pocos meses de haber sido movilizado, Cuando las tropas alemanas invasoras lo detuvieron y lo recluyeron en un campo de prisioneros. El joven pensador que había escrito una novela sobre lo nauseabundamente libres que somos para hacer de nuestra vida lo que queramos, estaba ahora preso en una celda.
Y es ahí donde Sartre entiende, no a nivel teórico, sino a nivel práctico, que aún en su condición de preso, es libre de elegir cómo vivir su encierro. Animó a sus compañeros presos a formar un grupo de teatro y en la Navidad de 1940, juntos presentaron frente a sus carceleros una obra escrita por el mismo Jean Paul. La obra se ubica en tiempos cercanos al nacimiento de Cristo y cuenta la historia de una aldea judía que es invadida por el ejército romano.
Los habitantes de la aldea, ante la ocupación romana, pierden las ganas de vivir, pierden toda fe. y toda esperanza en el futuro. Sin embargo, la llegada de noticias del nacimiento de un niño en Belén que será el Mesías, renueva los ánimos de resistencia y rebelión ante la opresión de los invasores.
Los carceleros alemanes al parecer no entendieron la crítica y quedaron encantados con la representación de los presos. Nueve fueron los meses que Jean-Paul Sartre estuvo prisionero, hasta que pudo escapar. de su confinamiento y las versiones sobre cómo esto sucedió difieren.
Hay quienes dicen que falsificó un informe médico con una enfermedad grave que ameritaba su liberación. Otros dicen que en una visita a un consultorio médico fuera del campo de prisioneros, sus carceleros se distrajeron y él aprovechó para escapar. Haya sido como haya sido, el caso es que el joven pensador pudo regresar a París. donde colaboró con la resistencia francesa, escribiendo artículos para periódicos clandestinos, artículos que criticaban la ocupación alemana y a las autoridades francesas que la hacían posible.
Para cuando la guerra terminó con la derrota de los alemanes, Sartre ya había publicado su famosa obra filosófica El ser y la nada, y ya había presentado su obra de teatro Las moscas, antes de cumplir los 40 años. ya era reconocido dentro de Francia como un intelectual consolidado y como una de las principales voces del existencialismo, una corriente filosófica que se caracteriza por explorar los temas de la experiencia individual, la libertad y la angustia que la acompaña. En este video haré un resumen de la filosofía de Jean-Paul Sartre centrándome en tres ideas principales.
¿Cómo es que venimos al mundo sin un propósito? ¿Cómo es que nuestra libertad es al mismo tiempo una condena? ¿Y cómo muchas veces queremos escapar de esa condena?
Mintiéndonos a nosotros mismos. Comenzamos. La existencia precede a la esencia. Una de las ideas más famosas de Jean-Paul Sartre es aquella de que al menos en el caso de los seres humanos, la existencia precede a la esencia. ¿Pero qué quiere decir esto?
Para entender esta frase nos sirve entender... a la esencia de algo como el propósito de ese algo, su finalidad, aquello para lo cual fue creado. Cuando Sartre dice que primero hay existencia y después hay esencia, lo que está diciendo es que los seres humanos venimos al mundo sin propósito alguno, o sea, que primero nacemos sin propósito y después, si somos valientes, elegiremos uno.
o varios propósitos en la vida. Para el filósofo esta capacidad de autodefinirnos, proyectados hacia el futuro, es lo que nos hace diferentes al resto de los seres en el mundo. Piensa por ejemplo en una silla.
Antes de que exista, el carpintero ya tiene en su mente el propósito que debe de cumplir esa silla. Por lo tanto, la esencia de la silla se da mucho antes que su existencia. Probablemente Es muy interesante escuchar que para los seres humanos la existencia precede a la esencia.
Podría sonarte como una obviedad. Casi como si Isaac nos dijera que el agua moja. Pero es que para algunas personas, los seres humanos somos un poco como sillas. Creadas por un carpintero divino. Muchas personas creen en la existencia de un Dios creador.
Que crea personas y las envía al mundo con un propósito previo. Con una misión que cumplir, obtener la salvación, cumplir con una vocación, participar en el plan divino, etc, etc. Pero a diferencia de esas personas, Jean-Paul Sartre es ateo, y por lo tanto, no considera que los seres humanos hayamos venido al mundo con un plan predefinido por un creador. A diferencia de las sillas, nuestra existencia no tiene un propósito, no hemos sido creados por nadie, simplemente... hemos aparecido en el mundo por contingencia, por accidente y ahora nos toca decidir a nosotros qué cosa vamos a hacer en él.
Condenados a ser libres. Estando el hombre condenado a ser libre lleva sobre sus hombros todo el peso del mundo. Si yo tomo conciencia de que soy libre, y que ni las religiones, ni los gobiernos, ni las corporaciones van a venir a decirme cómo vivir mi vida, entonces tengo mucho trabajo por delante, porque ahora me toca a mí reflexionar cómo quiero vivir mi vida.
Por eso es que para Sark la libertad es una condena. Por un lado, tomar conciencia de que somos libres. nos permite construir nuestro propio camino, nos abre todo el panorama de posibilidades que tenemos en la vida. Pero por otro lado, tener conciencia de nuestra libertad tiene un costo alto. Y ese costo es la angustia.
Cuando nos damos cuenta de las cosas que hay por hacer, de los lugares por visitar, de la gente por conocer, entonces observamos que las posibilidades son enormes y variadas. Pero al mismo tiempo sabemos que tenemos una vida finita y recursos finitos para vivirla. No puedo vivir en dos lugares al mismo tiempo.
No puedo estar soltero y casado al mismo tiempo. No puedo aprender a tocar la trompeta, hacer un taller. taller de escritura y tomar clases de chino mandarín al mismo tiempo. Entonces tengo que decidir y decidir causa angustia. Si tuviste la fortuna de poder elegir una carrera universitaria trata de recordar lo angustiante que fue para ti tomar tu decisión.
Si tuviste la oportunidad de elegir entre dos empleos. Entre dos personas con interés romántico, entre salir de tu país o quedarte, estas decisiones van formando nuestras vidas. Y conforme nuestras vidas van tomando forma, es natural que nos sintamos más tranquilos. Nos sentimos aliviados, porque ya hemos tomado la decisión y ahora solo tenemos que vivir dentro del marco de nuestras decisiones pasadas.
Pero ahí, detrás de esa aparente calma, Se esconde un peligro existencial que es peor que la angustia. El peligro de petrificarnos como estatuas en el tranquilo jardín de la rutina. La rutina y la costumbre nos dan calma, nos dan seguridad, nos permiten ir por la vida con piloto automático. Pero si nos quedamos apoltronados en esa comodidad, corremos el riesgo de dejar de explorar todas las posibilidades que todavía nos presenta la vida.
Dejamos de aprender cosas nuevas, dejamos de reinventarnos, dejamos de proyectarnos hacia el futuro. En la visión de Sartre, tú no eres tus decisiones del pasado. Tú eres lo que podrías ser. Eres posibilidad, eres proyecto.
Un proyecto que para bien o para mal, solo termina cuando llega la muerte. Porque la muerte es el fin de toda posibilidad, de toda decisión, de todo aprendizaje. Pero mientras llega ese día, es saludable que tengamos cierto nivel de angustia. No una angustia incapacitante que nos paralice, pero sí una angustia que nos mantenga alertas ante las posibilidades de la vida. Estar angustiados no se siente muy bien, no es cómodo, pero sí es un signo de que tenemos conciencia plena de nuestra libertad.
Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros. Lo importante no es lo que se hace de nosotros, sino lo que hacemos nosotros mismos de lo que han hecho de nosotros. Estamos condenados a ser libres, sí, pero hasta Sartre reconoce que nuestra libertad tiene límites. Hay muchas cosas que no puedo decidir en mi vida. No decidí la época en la que me tocó nacer, ni el ser.
con el que me tocó nacer, tampoco decidí mi nacionalidad ni mi etnia, no tuve poder de decisión sobre mi crianza, ni sobre la educación que recibí de mis padres, de mis maestros, ni de la cultura en general, y si hay cosas que me han afectado, de mi propia vida que escapan a mi poder de decisión, con mayor razón puedo decir que hay muchas cosas en el mundo que yo no puedo controlar. Yo nací en una cultura que impone no solamente sus leyes sino también sus normas morales y expectativas sociales sobre mí. A todos estos hechos sobre mí y sobre el mundo que están fuera de mi control. Sartre los va a llamar facticidad.
Nuestra condición humana es una continua interacción entre estos dos factores. Es una continua interacción entre nuestra libertad y la facticidad. porque si bien yo no decidí nacer con sexo masculino, que es mi facticidad, si puedo, haciendo uso de mi libertad, decidir qué cosa significa para mí haber nacido con sexo masculino.
sexo masculino, las religiones, los gobiernos, las corporaciones, mi cultura. Van a intentar decirme cómo debe actuar una persona de mi sexo, de mi edad, de mi etnia. Van a intentar decirme cómo debo hablar, cómo debo vestir, cómo debo caminar, los intereses que puedo tener. Van a intentar decirme cómo debo vivir. Me van a decir qué debo ser, qué debo hacer y qué debo tener.
Pero si yo soy consciente de que tengo la libertad y la responsabilidad de crear mi propio sistema de valores, entonces puedo crear mi propio camino si hay algo que no me gusta de mi personalidad. Yo no puedo echarle la culpa por ello a la educación que recibí de mis padres y maestros. Yo no puedo echarle la culpa a la cultura de mi país. Yo no puedo echarle la culpa a nada ni a nadie.
Porque llega un momento en la vida en el que... que tengo que aceptar, que tengo la libertad de cambiarme a mí mismo. Y si es un aspecto que no puedo cambiar, como mi edad, mi etnia, mi composición física, entonces puedo cambiar la forma en la que me relaciono con ello. Al momento que grabo este vídeo tengo 34 años y mi cultura me va a decir que soy muy viejo para algunas cosas y muy joven para otras.
Yo no puedo cambiar el hecho de que tengo 30 años. Pero lo que sí puedo hacer es cambiar la forma en la cual me relaciono con mi edad. Y sin dañar a nadie, hacer lo que me venga en gana. Aunque los demás lo vean mal en una persona de mi edad. Y eso es solo hablando de la facticidad en mi persona.
Pero también puedo interactuar con la facticidad del mundo. Yo no decidí cómo es el mundo en el cual he nacido. Pero sí puedo decidir cómo reaccionar ante él.
Y sí. También puedo intentar cambiarlo. Si bien he nacido en una cultura que intenta cambiarme, yo también puedo intentar cambiar esa cultura y podré tener éxito o fracasar.
Pero eso no es lo importante, al menos no en la filosofía de Sartre. Lo importante es el esfuerzo que imprimo en poner a prueba los límites de la facticidad. Esa facticidad que me condiciona, pero que nunca, nunca me determina. La mala fe.
Hemos dicho ya que para Sartre la vida humana se compone de la interacción entre libertad y facticidad. Esa interacción nos causa angustia, porque por un lado hay que tomar decisiones, y eso ya es angustiante, pero además hay que añadirle que la facticidad condiciona esas decisiones, lo cual también es angustiante. Idealmente deberíamos considerar esa angustia como... parte de la vida, algo natural. Dentro de la filosofía existencialista es sano sentirse angustiado, un poco angustiado.
Pero Sartre se da cuenta de que en muchas ocasiones los seres humanos buscamos escapar de esa angustia mintiéndonos a nosotros mismos. Practicamos una especie de autoengaño que consiste en negar ya sea nuestra libertad o nuestra facticidad. Y a esas mentiras que nos contamos a nosotros mismos, para escapar de la angustia, Sartre las va a llamar mala fe. Una forma de mala fe es negar nuestra libertad y decirnos a nosotros mismos que somos pura facticidad.
Creer que mi vida está determinada por un Dios creador es mala fe. Creer que mi vida está determinada por lo que me pasó en la infancia... Es mala fe creer que mi vida está determinada por lo que hacen los políticos, las corporaciones, por el movimiento de los planetas o por la interacción entre mi genética y el ambiente. Es mala fe. En esta forma de mala fe miro mi facticidad como un conjunto de límites insuperables que determinan mi vida.
Yo no voy a cambiar. Así nací, así me criaron. Mala fe. Es que no puedo hacer lo que me gustaría por mi edad, por mi sexo, por mi nacionalidad, porque no nací rico. Mala fe en nuestra facticidad.
No todas las adversidades son insuperables. Muchas de ellas... Se pueden trascender, se pueden romper. Y es cierto, algunos obstáculos no se romperán, pero otros sí. Y no sabemos cu...
¿Cuáles podemos romper hasta que no hagamos chocar nuestra libertad en contra de ellos? Y la segunda forma de mala fe consiste en el extremo contrario, en ignorar totalmente la facticidad. Y creer ingenuamente que nuestra libertad no está condicionada por nada. Por ejemplo, yo puedo tener el deseo de ser futbolista profesional.
Pero mi facticidad es que tengo 34 años. Y hace como 10 años que no pateo una pelota. Sumado a eso, la facticidad del mundo es que a los 34 años un futbolista profesional está en el ocaso de su carrera. Y yo puedo ponerme a entrenar mañana con todo el ímpetu. y con toda la disciplina, pero tarde o temprano tendré que aceptar que ese tren ya se me fue, y eso no implica que mi vida esté truncada.
Puedo reconfigurar mis metas, a lo mejor puedo estudiar para ser entrenador o para ser periodista deportivo, y uno que otro fin de semana jugaré en la cancha del barrio. De esa forma sigo ejerciendo mi libertad, pero sin ignorar mi facticidad. Y este ejemplo a mí me hace pensar en...
en lo valioso que es no posponer las decisiones importantes de la vida, creyendo que siempre vamos a tener las mismas condiciones para actuar en el futuro. El mundo es cambiante. Y no nos estamos haciendo más jóvenes.
Por eso tal vez lo mejor sea actuar hoy, reconociendo tanto nuestra libertad como nuestra facticidad. Espero que te haya gustado el video y si fue así te voy a pedir que hagas una sola cosa por mí y para ti. Escríbeme un comentario diciendo qué decisión importante crees que has estado postergando en tu vida y que crees que ya es tiempo de llevar a cabo. Te doy las gracias de antemano por compartir conmigo esas palabras. Agradezco a los mecenas, miembros del canal y personas que mandan supergracias.
Ustedes me hacen sentir acompañado en esta labor que a veces se siente un poco solitaria. Por ello... muchísimas muchísimas gracias agradezco mucho tu atención y nos vemos hasta la próxima chao