¿Tienes uno de estos? Yo me obsesioné con el mío. De hecho, me obsesioné un poco con todas mis cosas. ¿Alguna vez te has preguntado de dónde vienen las cosas que compramos y a dónde van a parar? Yo no podía dejar de hacerlo, así que investigué.
Y lo que dicen los libros es que las cosas se mueven a través de un sistema. Desde la extracción... A la producción, a la distribución, al consumo y a la disposición.
A este esquema se le llama la economía de los materiales. Pasé 10 años viajando por el mundo para rastrear de dónde vienen nuestras cosas y a dónde van. ¿Y saben qué descubrí?
Que esta no es toda la historia. Que hay muchos huecos en esta explicación. En primer lugar, este sistema parece funcionar bien, sin problemas.
Pero la verdad es que es un sistema en crisis. Y la razón es que se trata de un sistema lineal y nosotros vivimos en un planeta finito. Y no es posible operar un sistema lineal indefinidamente en un planeta finito.
A cada paso este sistema interactúa con el mundo real. En la vida real no ocurre en una página en blanco. Interactúa con sociedades, culturas, economías, el ambiente y a cada paso se está topando con límites.
Con límites que aquí no vemos porque el diagrama está incompleto. Así que veamos qué está faltando. Una de las cosas más importantes que faltan son las personas.
Si... Las personas. En todas las fases del sistema viven y trabajan personas. Y en este sistema, algunas personas son más importantes que otras.
Algunas son más escuchadas que otras. ¿Quiénes son? Empecemos por el gobierno. Mis amigos dicen que debería usar un tanque como símbolo del gobierno. Y eso vale para muchos países y cada vez más para el nuestro.
Después de todo... Más de la mitad de nuestros impuestos federales van a parar a las Fuerzas Armadas. Pero yo prefiero usar a una persona porque defiendo la visión de que el gobierno debe ser del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. El trabajo del gobierno es cuidarnos. Ese es su trabajo.
Luego llegaron las empresas. Y la razón por la que aparecen más grandes que el gobierno es que lo son. De las 100 mayores economías del mundo, 51 son empresas.
A medida que ellas han crecido en tamaño y poder... Hemos visto cambios en el gobierno que parecen estar más preocupados por ellas que por nosotros. Veamos qué más falta en la imagen. Empecemos por la extracción, que es una forma elegante de decir explotar los recursos naturales, que es otra forma elegante de decir destruir el planeta. Se ve así.
Cortamos árboles, volamos montañas para extraer los metales, acabamos el agua y eliminamos a los animales. Aquí nos topamos con el primer límite. Estamos agotando los recursos.
Usamos demasiadas cosas. No es fácil escuchar esto, pero es la verdad y tenemos que enfrentarla. Tan solo en las últimas tres décadas se ha consumido un tercio de los recursos naturales del planeta. Desapareció.
Estamos talando, minando, agujereando y destruyendo el planeta tan rápido que estamos agotando su capacidad para que podamos vivir aquí. En Estados Unidos nos quedan menos del 4% de los bosques nativos. El 40% de los recursos de agua ya no son potables. Estamos usando demasiadas cosas, más de lo que nos toca.
En Estados Unidos tenemos el 5% de la población mundial, pero usamos el 30% de los recursos y generamos el 30% de los desechos. Si todos consumiéramos a este ritmo, necesitaríamos de 3 a 5 planetas. ¿Y saben qué?
Solo tenemos uno. Y la respuesta de mi país a eso es tomar los recursos de otros. Este es el tercer mundo, que algunos dirán es una manera de referirse a nuestras cosas que quedaron en tierras de otros. ¿Y qué pasa ahí?
Lo mismo, se destruye el lugar. El 75% de los recursos pesqueros del mundo hoy está explotado al límite de su capacidad o sobreexplotado. El 80% de los bosques nativos del mundo ha desaparecido.
Tan solo en el Amazonas perdemos 2.000 árboles por minuto. Esto equivale a 5 canchas de fútbol por minuto. ¿Y qué pasa con la gente que vive ahí?
Según estos tipos, no son dueños de los recursos aunque hayan vivido ahí por generaciones. No poseen los medios de producción y no compran mucho. Y en este sistema, si no tienes o compras mucho, no vales.
A continuación, los materiales entran a la producción. Y ahí usamos energía para mezclar los recursos naturales con químicos tóxicos para fabricar productos contaminados. Hoy se usan en el comercio más de 100.000 químicos sintéticos.
Pocos fueron analizados para verificar si impactan en la salud humana. Y ninguno fue examinado para identificar los impactos sinérgicos. Es decir, los efectos que generan al interactuar con los otros químicos a los que estamos expuestos. Pero sí sabemos una cosa, los tóxicos que entran, salen. Mientras sigamos utilizando tóxicos en nuestro sistema de producción, seguiremos llevando cosas tóxicas a nuestros hogares, trabajos, escuelas y a nuestros cuerpos, como los BFR o retardantes de llama abromados.
Son unos químicos que hacen a las cosas resistentes al fuego, pero son súper tóxicos, son neurotóxicos. Es decir, tóxicos para el cerebro. ¿Por qué estamos usando químicos como estos?
Los ponemos en nuestras computadoras, electrodomésticos, sillones, colchones y hasta en algunas almohadas. De hecho, sumergimos las almohadas en neurot óxicos, las llevamos a casa y apoyamos nuestras cabezas sobre ellas cada noche. Yo no sé, me parece que en un país con tanto potencial podríamos pensar en una forma mejor de evitar que nuestras cabezas se incendien por la noche. Estos tóxicos se acumulan en la cadena alimentaria y se concentran en nuestro cuerpo. ¿Saben qué alimento está en la cima de la cadena alimentaria con los niveles más altos de distintos tóxicos?
La leche materna humana. O sea que llegamos a un punto tal que nuestros bebés reciben la dosis más alta de químicos tóxicos de por vida al ser amamantados. No es una violación increíble.
La lactancia debe ser el acto humano más fundamental de crianza. Debería ser sagrado y seguro. Amamantar sigue siendo lo mejor y las madres sin duda deben seguir amamantando a sus hijos. Pero hay que proteger esta actividad. Ellos deberían protegerla.
Pensé que nos estaban cuidando. Las personas que reciben el mayor impacto de tóxicos son los trabajadores de las fábricas, muchos de las cuales son mujeres en edad reproductiva. Ellas trabajan con tóxicos que afectan la reproducción, sustancias cancerígenas y más. Yo pregunto, ¿qué mujer en edad reproductiva?
querría trabajar en un sitio así, sino alguien que no tuvo otra opción. Y esa es una de las bellezas de este sistema. La erosión de las economías y los ecosistemas locales aseguran el suministro continuo de personas sin opciones.
En el mundo, 200.000 personas se trasladan diariamente desde los sitios que les daban sustento hacia las ciudades, muchos para vivir en barrios miserables y buscar trabajo, sin importar qué tan tóxico sea. Así que a lo largo del sistema... No solo se depredan recursos, sino también personas.
Se desechan comunidades enteras. Sí, los tóxicos que entran salen. Muchos de los tóxicos salen de las fábricas en los productos, pero más salen como subproductos o contaminación. En Estados Unidos, la industria reconoce que emite unos 2.000 millones de kilos de tóxicos al año.
Y es probable que sean más, pues eso es solo lo que ellos admiten. Y ese es otro límite, porque... ¿Quién quiere ver u oler 2.000 millones de kilos de tóxicos? ¿Y entonces qué hacen?
Trasladan las fábricas contaminantes a otros países. Pero sorpresa, mucha contaminación está regresando a través del viento. ¿Y qué pasa cuando los recursos ya son productos?
Bueno, pasan para acá, para su distribución. Distribución significa vender esta basura contaminada lo más pronto posible. El objetivo es mantener los precios bajos, que la gente siga comprando y que los inventarios se sigan moviendo. ¿Cómo mantienen bajo los precios?
No pagan mucho sus empleados y les recortan prestaciones sociales cada vez que pueden. Se trata de externalizar los costos. Esto significa que el costo real que lleva a producir las cosas no se refleja en los precios.
No estamos pagando realmente lo que compramos. El otro día iba caminando a mi trabajo y quería escuchar las noticias. Así que fui a una tienda a comprar un radio. Encontré uno verde, pequeño y bonito a solo 4 dólares con 99 centavos.
Mientras esperaba para pagar, pensé, ¿cómo es posible que este precio refleje el costo que tiene producir este radio y ponerlo en mis manos? Probablemente el metal fue extraído en Sudáfrica, el petróleo en Irak, los plásticos fabricados en China, y quizás fue ensamblado por una niña de 15 años en una maquiladora en México. 4.99, ni deben alcanzar para pagar el espacio que ocupó en el estante de la tienda, ni una parte del salario del empleado que me atendió. ni el costo de los múltiples transportes de cada una de las partes de este radio.
Así me di cuenta que yo no pagué por el radio. Entonces, ¿quién pagó? Bien, estas personas pagaron con la pérdida de sus recursos naturales, estas con la pérdida de su aire limpio con mayor incidencia de asma y cáncer.
Los niños en el Congo pagaron con su futuro. 30% de los niños allá dejaron la escuela para trabajar en las minas de Coltán, un metal que necesitamos para fabricar nuestros electrodomésticos desechables. Estas personas pagaron al tener que cubrir su propio seguro médico. Todos contribuyeron para que yo pudiera comprar un radio en 4.99 y ninguno de estos pagos aparecen en los libros contables. A eso me refiero cuando digo que los empresarios externalizan los costos reales de producción.
Y esto nos lleva a la flecha dorada del consumo. Este es el corazón del sistema, el motor que lo mueve. Y es tan importante que se ha convertido en la prioridad para ellos.
Por eso, después del 11 de septiembre, cuando nuestro país estaba en estado de shock, el presidente Bush pudo sugerir medidas apropiadas como hacer luto, orar o tener esperanza. Pero nos mandó a comprar. A comprar. Nos hemos convertido en una nación de consumidores. Nuestra identidad se ha convertido en ser consumidores, no madres, maestros o agricultores, sino consumidores.
La principal forma en que se mide y demuestra nuestro valor es en cuánto contribuimos a esta flecha, cuánto consumimos y vaya que consumimos. Compramos y compramos, mantenemos el flujo de los materiales y cómo fluyen. ¿Adivinen qué porcentaje del total de materiales que fluyen en el sistema siguen en productos o en uso seis meses después de ser vendidos en América del Norte? ¿50%?
¿20%? No, 1%. 1%.
Es decir que el 99% de las cosas que cosechamos, minamos, procesamos y transportamos de lo que fluye en el sistema es basura en menos de seis meses. ¿Cómo podemos mantener un planeta con ese flujo de materiales? No fue siempre así.
Un habitante promedio de Estados Unidos consume hoy el doble que hace 50 años. Pregúntale a tus abuelos, en su época se valoraba la buena administración, la inventiva y el ahorro. ¿Cómo ocurrió esto? No es que sólo ocurrió, fue diseñado. Poco después de la Segunda Guerra Mundial, estos tipos ideaban maneras de hacer crecer la economía y el analista de mercado, Victor Lebeau, formuló la solución que se convirtió en la regla para todo el sistema.
Dijo, nuestra economía tan produ... requiere que hagamos del consumo nuestra forma de vida, que convirtamos en rituales la compra y el uso de bienes, que busquemos la satisfacción espiritual y de nuestro ego en el consumo. Necesitamos que las cosas se consuman, quemen, reemplacen y desechen a un ritmo cada vez mayor. Y el jefe del Consejo de Asesores Económicos del presidente Eisenhower dijo que el fin último de nuestra economía es producir más bienes de consumo. ¿Bienes de consumo?
¿Nuestro último fin? No brindar salud o salud. ¿O educación? ¿O transporte seguro?
¿O sustentabilidad? ¿O justicia? ¿Bienes de consumo?
¿Cómo lograron que nos sumáramos tan entusiasmados a esto? Dos de sus estrategias son la obsolencia programada y la obsolencia percibida. Obsolencia programada significa diseñado para ser desechado.
Se diseñan cosas para ser inútiles lo más pronto posible, para que las tiremos y compremos cosas nuevas. Es obvio si pensamos en bolsas de plástico o vasos para café. Pero también ocurre con cosas más grandes, trapeadores, DVDs, cámaras, parrillas, todo. Hasta las computadoras.
¿Notaron que hoy la tecnología avanza tan rápido que en menos de dos años tu nueva computadora se vuelve un límite para la comunicación? Yo sentía curiosidad por esto, así que abrí una computadora. Y me encontré con que lo que cambian cada año es solo una piecita en una esquina.
Pero no puedes simplemente cambiar esa pieza porque cada nueva versión tiene una forma distinta. Así que tienes que tirar... todo el aparato y comprar uno nuevo.
Estuve leyendo revistas de diseño industrial de los años 50 cuando la idea de la obsolencia programada cobró fuerza. Los diseñadores hablaban abiertamente del tema, discutían qué tan rápido podían lograr que las cosas se rompieran sin que los consumidores perdieran la fe en los productos como para seguir comprándolos. Era todo intencional.
Pero las cosas no se rompen tan rápido como para mantener esta flecha tan activa. Para eso existe la obsolencia percibida. que sirve para convencernos de tirar cosas que aún son perfectamente útiles. ¿Cómo lo hacen?
Simplemente cambiando la apariencia de las cosas. Así, si compraste algo hace un par de años, cualquiera se da cuenta que últimamente no has aportado a la flecha. Y como nuestro valor depende de eso, puede ser vergonzoso.
Yo he tenido el mismo monitor blanco, gordo y enorme por más de 5 años. Y mi compañera acaba de comprar una computadora nueva con monitor de pantalla plana que hace juego con su computadora, su celular y hasta con sus lapiceros. Parece que tuviera una nave espacial y que yo tuviera una lavadora sobre el escritorio.
La moda es otro buen ejemplo. ¿Se han preguntado por qué los tacones pasan de ser delgados a gruesos cada año? No es porque se debata qué tipo de tacón es más sano para los pies de las mujeres, es porque si usas tacón grueso en un año en que están de moda los tacones delgados, eso muestra que no has contribuido a la flecha ese año y que por tanto vales menos que las personas que traen tacones delgados o que las personas que aparecen en los comerciales. En resumen, es para que sigas comprando.
La publicidad y los medios de comunicación tienen un papel importante en esto. Cada habitante de Estados Unidos es borbandeado con más de 3.000 anuncios por día. Vemos más comerciales en un año de los que alguien hace 50 años veía en toda su vida. Y si pensamos, ¿para qué sirven los comerciales si no es para hacernos sentir infelices con lo que tenemos? 3.000 veces al día oímos que nuestro cabello, nuestra ropa, nuestra piel, nuestros muebles, nuestro auto, que nosotros estamos mal, pero que podemos estar bien si salimos a comprar.
Los medios también ayudan ocultando todo esto. Y esto... así que la única parte que vemos de la economía de los materiales son las compras. La extracción, la producción y la disposición ocurren fuera de nuestro campo visual. En Estados Unidos tenemos más cosas que nunca, pero las encuestas demuestran que nuestra felicidad está disminuyendo.
En los años 50 la felicidad nacional llegó a su límite, en el mismo momento en que estalló esta manía consumista. Interesante coincidencia. Creo saber por qué. Tenemos más cosas pero cada vez menos tiempo para lo que realmente nos hace felices. Amigos, familia, esparcimiento.
Estamos trabajando más que nunca. Algunos analistas dicen que hoy tenemos menos tiempo libre que nunca desde el feudalismo. ¿Y saben cuáles son las dos actividades que más realizamos en nuestro escaso tiempo libre?
Ver televisión y comprar. En Estados Unidos dedicamos 3 a 4 veces más horas a comprar que los europeos. Nos encontramos en esta situación absurda en la que vamos a trabajar a veces a dos empleos y llegamos a casa agotados, así que nos echamos en nuestro sillón a ver tele y los comerciales nos dicen apestas.
Así que salimos a comprar para sentirnos mejor y después tenemos que trabajar más para poder pagarlo y regresamos a casa más cansados, así que nos echamos a ver más tele que nos dice que compremos más y estamos en esta rueda de trabajar, mirar, gastar y simplemente podríamos parar. ¿Y qué ocurre finalmente con lo que compramos? A este ritmo de consumo las cosas ya no caben en casa, a pesar que el tamaño promedio de las casas en Estados Unidos se duplicó desde los 70. Todo va a parar a la basura.
Esto nos lleva a la disposición, la fase de la economía de los materiales que todos conocemos porque tenemos que sacar la basura. En Estados Unidos cada persona genera más de 2 kilos de basura por día, el doble que hace 30 años. Toda esa basura o se arroja en un relleno, que es un gran agujero en el suelo, o si realmente tienes mala suerte, primero se quema en un incinerador y luego va a un relleno.
Ambos contaminan el aire, el suelo, el agua y contribuyen al cambio climático. La incineración de residuos es muy dañina. ¿Recuerdan todos esos tóxicos en la etapa de producción? Incinerar la basura los libera al aire. Peor aún, genera nuevos supertóxicos, como las dioxinas, que son las sustancias más...
tóxicas conocidas por la ciencia. Los incineradores son la fuente número uno de emisión de dioxinas, es decir que podríamos detener la principal fuente de la sustancia más tóxica hecha por el hombre dejando de quemar la basura. Podríamos detenerla hoy mismo.
Algunas empresas no quieren lidiar con instalar rellenos o incineradores aquí, así que exportan sus desechos. ¿Y qué hay del reciclaje? Ayuda.
Claro que sí, porque reduce la generación de basura aquí y la presión de minar o cosechar más cosas acá. Sí, sí, por supuesto, todos deberíamos reciclar. Pero reciclar no es suficiente.
Nunca será suficiente por un par de razones. Primero, la basura de nuestras casas es solo la punta del iceberg. Por cada cubo de basura que sacamos, río arriba se generaron 70 cubos para producir lo que está en nuestro cubo.
Aunque pudiéramos reciclar el 100% de nuestra basura, no resolveríamos el problema de fondo. Además, gran parte de la basura no se puede reciclar, porque contiene demasiados tóxicos o porque fue diseñada para no ser reciclada. Como esos envases de jugo con capas de metal, cartón y plástico, no se las puede separar para ser verdaderamente recicladas. Como pueden ver, es un sistema en crisis.
En todo el camino hay un montón de límites. desde el cambio climático hasta la pérdida de la felicidad. Esto no está funcionando.
Lo bueno de tener un problema tan amplio Es que hay muchos puntos de intervención. Hay gente trabajando aquí para defender los bosques, o aquí por una producción limpia. Gente luchando por los derechos laborales, el comercio justo, el consumo consciente, o que bloquean los rellenos e incineradores. Y lo que es muy importante, que luchan para recuperar el gobierno y que sea realmente del pueblo y para el pueblo. Todo esto es muy importante, pero las cosas solo empezarán a cambiar cuando podamos ver las conexiones, cuando veamos el cuadro completo.
Cuando las personas a lo largo del sistema nos unamos, podremos recuperar y transformar este sistema lineal en un sistema nuevo, que no desecha ni recursos ni personas. Lo que realmente tenemos que desechar es esa mentalidad de la vieja escuela del derroche. Hay una nueva forma de pensar las cosas y está basada en la sustentabilidad y equidad. Química verde, basura cero, producción de ciclo cerrado, energía renovable, economías locales vibrantes. Ya está sucediendo.
Algunos dicen que esto no es realista, que no puede ocurrir. Yo digo que quienes no son realistas son quienes quieren seguir por el viejo camino. Ellos son los que están soñando.
Recuerden, no es que el viejo camino solo sucedió. No es como la ley de la gravedad con la que hay que convivir. Las personas lo produjeron. Y nosotros también somos personas.
Hagamos algo nuevo. Doblado al español, Fundación Puntos de Encuentro Nicaragua.