José López Portillo sería el primer secretario de Hacienda en convertirse en presidente de México. Parecía el arribo al poder de un estadista sensato, de un hombre de evidente buena voluntad, que sacaría al país de sus agobiantes problemas. Sin embargo, el petróleo surgió con tal fuerza, que acabó por determinar el curso que seguiría su gobierno.
Y de la fe en la abundancia, los mexicanos pasaríamos una vez más a los abismos de la crisis. Desde las oficinas de la burocracia federal, López Portillo se lanzó a recorrer el país en busca del voto popular, bajo el lema La Solución Somos Todos. El único puesto de elección popular al que yo aspiré fue la presidencia. El candidato, yo era el coordinador de la campaña, él me solía decir, nosotros de esto no sabemos, ¿verdad?
Con excepción del PAN, que no presentó candidato para esas elecciones, todos los partidos de oposición registrados postularon al mismo hombre. ¿Por el hecho de haber votado, vive en un país libre? No.
Pues no, no es un país libre. No señor, democracia y libertad nunca la ha habido. Pero mientras exista el sistema de elección que hay en México y el sistema que tiene el partido único de México, no puede haber democracia. Valentín Campa, candidato del Partido Comunista Mexicano, obtuvo casi un millón de votos, pero como no tenía registro, estos votos no contaron. Y tuve.
Pues la satisfacción y desazón al mismo tiempo de ser candidato único, de tal manera que con que hubiera votado mi mamá por su hijito Pepito, hubiera yo salido. López Portillo empuñaría el timón del país en momentos sumamente difíciles. Se vivía una atmósfera de desconfianza y descontento generalizados hacia el gobierno. El país se enfrentaba a un grave déficit fiscal, así como desempleo, inflación y una deuda externa que había pasado de 4 mil millones de dólares en 1971 a alrededor de 20 mil millones de dólares para final del sexenio.
La conducción del país demandaba mesura y disciplina. En su discurso de toma de posesión, el presidente pidió una tregua para superar la crisis y propuso un desarrollo económico en tres etapas. Dos años de recuperación, dos de consolidación y dos de crecimiento acelerado.
Un discurso excelente, una literatura de primera y un fondo muy importante y con grandes ideas contrarias a las que ya había puesto en práctica Chávez Ríos. Nos impresionó a todos y de una manera unánime todos dijeron, caramba, qué discurso, este es un gran cambio. Con sus palabras, López Portillo conquistó, del pueblo de México, un apoyo mucho más importante que su triunfo en la votación del 6 de julio. Me comprometo a buscar el concierto entre el cambio dialéctico y la constancia revolucionaria. No estamos unidos para que...
unos pisen y se encaramen sobre otros, ni para que pocos se salven y muchos se hundan. Es el discurso que más he cuidado en mi vida. Y me pareció que la mejor manera era hacer peticiones para corresponsabilizar al público, para corresponsabilizar al pueblo. Y entonces me ocurrió la fórmula, a los jóvenes les pido, a los tales les pido, a los tales les pido.
Y ahí vino aquella pregunta que... Me emociono entonces como me emociona ahora, a los marginados. Si algo pudiera pedirles, sería perdón por no haber acertado todavía a sacarlos de su postración. En septiembre de 1976, el régimen de Echeverría firmó con el Fondo Monetario Internacional un convenio que comprometía al gobierno mexicano a ejercer un gasto público reducido y a mantener bajos los salarios.
En fin, la receta tradicional del Fondo Monetario que limita enormemente la demanda, limitando salarios y gasto público y política monetaria restrictiva, como fórmula de superar la crisis. Desde su comienzo, el gobierno López Portillista debió enfrentar el grave problema del financiamiento. Se necesitaban divisas para impulsar los programas de desarrollo, para la compra de equipo e insumos, pero al interior se carecía de capital.
y en el exterior el crédito estaba prácticamente cancelado. Aún así, López Portillo confiaba en que podía sacar al país del bache. Tres años es todo lo que necesito, le aseguró al periodista Julio Scherer. De entrada, el presidente debía definir la estrategia económica que seguiría su gobierno. Desde los primeros momentos surgen diferencias muy claras entre los dos secretarios.
El secretario de Hacienda, por un lado, tratando de mantener un clima de austeridad, de manejo ordenado de las finanzas públicas, y por el otro, el otro lado, el secretario de programación y presupuesto, señalando que lo que es necesario es gastar más. El presidente López Portillo tomó la decisión de irse por la propuesta de la Secretaría de Hacienda, el de jugar más en tono a lo que proponía el Fondo Monetario Internacional. Durante casi dos años se siguió una política de austeridad absoluta que para el pueblo se tradujo en un tope salarial del 10% y el encarecimiento de los productos de consumo básico. Hay la dolorosa convicción del gobierno de la república de que desgraciadamente en estos momentos no es por el camino abierto del alza de salario como se resuelve el problema general del desarrollo económico y social del país. López Portillo comprendió la urgencia de una reforma política que desahogara la enorme presión social agudizada por la crisis.
Concentrado en las arduas cuestiones económicas y carente de verdadera experiencia política, tuvo la prudencia de compartir los asuntos del gobierno con el estudioso de liberalismo en México. El sagaz político veracruzano Jesús Reyes Heroles, a quien se conocía como Don Jesús, el del gran poder. Naturalmente que era un político que por su cultura, por otras cosas, se distinguía de los políticos mexicanos.
Entonces, habría una posibilidad para ese diálogo y lo emprendimos con él. Naturalmente, que él no dejó de ser cierta en la parte oficial, pero sin embargo, era un operador político del sistema muy especial. Claro que ojalá hubiera más como este.
En abril de 1977, Reyes Heroles emprende lo que sería el máximo logro del régimen López Portillista, la reforma política. Después de numerosos foros de consulta efectuados en todo el país, en los que participaron dirigentes políticos e intelectuales, en diciembre de 1977, el Congreso de la Unión aprobó la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales. La Lope. Era un paquete de medidas, un paquete de medidas que implicaba una reforma de Estado.
Por eso todavía algunos analistas políticos hablan de esa como la gran reforma, porque de alguna manera fue la primera. vez en donde se giró la llave para abrir el Estado. La ley otorgaba registro oficial al Partido Comunista y a otras organizaciones de izquierda.
Un año después, López Portillo promulgaría una ley de amnistía que dio libertad a quienes habían militado en grupos guerrilleros. El gobierno brindaba así reconocimiento definitivo a la izquierda como fuerza política. En contraparte, la izquierda debía renunciar a su vía tradicional. Yo te diría que López Portillo lo que hizo fue acelerar el proceso de rectificación, o sea, no lo originó, pero sus planteamientos, su visión acerca de por qué se había dado la guerrilla y qué salida podía tener, ¿no?
Pues fue una bocanada de aire fresco para todos los que en ese momento nos planteábamos de alguna manera regresar a la lucha política, ¿no? ¿No? Asimismo, la Lope introdujo el principio de representación proporcional, que dio a los partidos pequeños la oportunidad de obtener diputaciones en función de la cantidad total de votos que sumaran.
Como resultado de estos cambios, en las elecciones legislativas de 1979, llegaron los primeros diputados comunistas al Congreso. La reforma política quedó a todas luces incompleta. El gobierno y el PRI conservaron el control total sobre los órganos electorales. Aún así, la conducción del país parecía estar en buenas manos.
Un presidente sensato al frente de la economía y, junto a él, un sabio letrado a cargo de la política. Después de la guerra del Yom Kippur, En octubre de 1973 se produjo una crisis energética mundial que los países árabes, miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, la OPEP, aprovecharon para aumentar los precios del barril de crudo. A cantidades exorbitantes de 2 dólares el baril pasa 10, 12, 14, 16 dólares el baril se multiplica por muchos enteros el precio del baril de cruda.
Durante el sexenio de Echeverría se habló de que se habían agotado los recursos petroleros y que México tendría que importar crudo. Como presidente electo, José López Portillo había recibido informes de su viejo amigo Jorge Díaz Serrano de que en México existían reservas probadas por 11.200 millones de barriles. Esto era una carta que en cualquier banco me daban un crédito si yo iba. Entonces fui con don José, ya cuando tomó posición le dije, tenemos que irnos al mar.
Mira, aquí tengo esto, aquí sacamos los recursos, vamos a Washington, vamos al fondo. monetario internacional, donde tú quieras vamos conseguimos dinero pero te pido que se utilice como punta de lanza en la exploración en el mar el primer pozo tuvo 30 mil 30.000 barriles diarios y de ahí en adelante creció esto en forma extraordinaria en 1977 las reservas aumentaron a 16.800 millones de barriles a 29.000 millones de barriles en 1978 y a 40.200 en 1979 el presidente anunciaría personalmente que las reservas petroleras potenciales ascendían a 200.000 millones de barriles, cifra que colocaba a México al nivel de los grandes productores del Golfo Pérsico como Arabia Saudita, que ganaban dinero a raudales. parecía hallarse frente a su gran oportunidad. México se descubre dueño de una inmensa riqueza petrolera, de hecho, una de las más importantes riquezas del mundo en la materia.
¿Qué hacer en tal circunstancia? Hay quienes aconsejan no vender. Opinan que debemos guardar nuestro petróleo para mañana, posponer su negociación, conservar esta riqueza para un futuro.
Hay quienes opinan, por otra parte, que el negocio es un negocio de la vida. debe realizarse ahora. ¿Qué debe ser ahora?
Ahora mismo, no mañana, cuando debemos transformar nuestro petróleo en la moneda que nos permita vivir sin deudas por primera vez en nuestra historia moderna. México, país de contrastes, ha estado acostumbrado a administrar carencias y crisis. Ahora en petróleo, el otro extremo, tenemos que acostumbrarnos a administrar la abundancia. Portillo advirtió que había que hacerlo con responsabilidad. Sin embargo, meses después, el plan de crecimiento moderado en tres etapas se tiró por la borda y lo sustituyó un programa tan desmesurado que, en comparación, la gestión de Echeverría pareció casi austera.
Ríos interminables de petróleo comenzaron a brotar del subsuelo mexicano. La producción de crudo en 1977 fue de barriles diarios. Para 1980 se incrementó a más de 2 millones de barriles. Pemex duplicó la extracción y la capacidad de refinación y triplicó la producción de petroquímicos. La exportación también aumentó exponencialmente.
En tan sólo cuatro años pasó de cero a 1.3 millones de barriles diarios y todo este crecimiento fue financiado con crédito externo pensando que el petróleo proporcionaría las divisas suficientes para pagarlos en préstitos. Pero no solo lo pensó México, sino lo pensaron los bancos que nos prestaron. Nadie regala su dinero, por lo menos que yo sepa.
Yo recuerdo que en aquella época, los funcionarios de la Secretaría de Hacienda que asistíamos a reuniones internacionales, éramos literalmente perseguidos por los banqueros canadienses, americanos, japoneses, ingleses, alemanes, suizos, cada uno ofreciéndonos una operación de crédito a México en mejores condiciones que la anterior. El endeudamiento del país fue creciendo paralelamente a la producción de crudo. La mayor parte de los empréstitos se destinaban a Pemex. Como resultado, la par estatal debía en 1979 el 25% de la deuda externa nacional y la economía se petrolizaba a pasos agigantados. Soy la última oportunidad de la revolución, llegó a decir José López Portillo con respecto a su gobierno.
Los sueños de justicia social que dieron origen a la lucha armada podrían finalmente hacerse realidad gracias a los vastos yacimientos de petróleo. En la época actual, los países pueden dividirse entre los que tienen y no tienen petróleo. Nosotros lo tenemos.
Pensemos en grande para ser grandes. Seremos grandes. En sus memorias, José López Portillo escribió sobre sí mismo Fui muy macho Acepté el prestigio del machismo y lo viví intensamente Respondiendo a todos los retos Y con la terquedad del niño, la arrogancia del joven Y la necedad del viejo Jamás me rajaré Palabra de macho Otra parte, José López Portillo sentía por su madre una adoración que lo llevó, sin empachos, a pasar por alto los preceptos constitucionales que marcaban la separación entre la Iglesia y el Estado. Ella era profundamente religiosa, profundamente religiosa, el sentimiento que yo respeté toda la vida y por eso no vacilé en llevar el Papa a los pinos para que mi madre gozara. de su personalidad.
Mientras que la voluntad de la presidencia era tratar de poner tapete rojo y que hubiera una convivencia, como si hubiera relaciones entre entre el Estado Vaticano y el Estado Mexicano, Rey Ceroles se vio... Lleva a una situación muy incómoda como secretario de Gobernación, en el sentido de que se mofaron de la ley y el propio presidente de la República dijo, si la reglamentaria, el 130, establece que hay multa por algunas de las cosas que hagamos, yo pago las multas. Joven, José López Portillo no se interesó mayormente en la política. Ya como presidente su actitud cambió, no sólo en él, sino también en los suyos.
A su primo Guillermo lo puso al frente del Instituto Nacional del Deporte. A su hijo José Ramón lo designó subsecretario de Programación y Presupuesto y lo proclamó orgullo de mi nepotismo. Con su esposa no fue menos generoso.
Doña Carmen Romano Creó la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México y acompañada de su piano y su orquesta recorrió muchos países. A su hermana Margarita le encomendó la dirección general de radio, televisión y cinematografía. Era un área que Margarita desconocía y sus colaboradores chocaron pronto con funcionarios que venían del gobierno anterior. La razón principal de las disputas fue el control de los fondos destinados por el Estado al CIE.
cine, una industria que en el sexenio echeverrista había recibido un fuerte apoyo económico. Cuando las pugnas entre los grupos se agudizaron, se usó la fuerza contra aquellos funcionarios que no gozaban de sus simpatías. De repente entra la policía en forma brutal a Estudios Churubusco y a muchas otras industrias y se encarcelan alrededor de 40 cineastas.
A casi todos ellos se le inventan cargos. En mi caso podría decir que era tan ridícula las acusaciones que se me acusa de un fraude de 5 mil millones de pesos, cantidad que nunca ha tenido la industria cinematográfica juntos. Se nos encarcela, se nos secuestra durante seis días, porque seis días materialmente fuimos secuestrados y torturados con agua mineral, toques, golpes, hombres, mujeres, parejo, todo el mundo.
Y se nos hace firmar actas dictadas por ellas. La directora convirtió los caprichos en actos de gobierno Ni siquiera su jefe, el secretario de gobernación, pudo contenerla De hecho, a raíz de los enfrentamientos entre ambos José López Portillo destituyó a don Jesús Reyes Heroles Y nombró en su lugar al profesor Enrique Olivares Santana ¿Quién se atrevería ahora a ponerle límites al presidente? Nadie. Como cada seis años, el ciclo se repetía.
López Portillo era ya el presidente imperial de los mexicanos. El licenciado López Portillo, y voy primero a la parte personal. Fue cada vez más cayendo en un círculo palacio, donde los astrólogos, los agoreros, las cortesanas, suplantan a los procesos políticos.
El amiguismo, el influyentismo, fueron también prácticas comunes en el régimen de López Portillo. Arturo Durazo Moreno, su amigo, amigo de la infancia, el presidente lo hizo general y lo nombró director de la policía del Distrito Federal. El negro durazo pronto dio muestras de su gusto por la buena vida y su extraña debilidad por la cultura griega.
Con el sueldo mensual de un honrado policía, 9.600 pesos al mes aproximadamente, se construyó una fastuosa mansión en las faldas del Ajusco. y un palacete en las playas de Cihuatanejo, conocido como el Partenón. En ese momento el presidente consideró necesario desafiar al enemigo histórico de México. Brindó apoyo a las guerrillas de Nicaragua y El Salvador, y al presidente de Estados Unidos, James Carter, le dedicó un trato seco y duro cuando en febrero de 1979 visitó el Distrito Federal.
Carter pronunció entonces un discurso sensible y conciliador ante el Congreso de la Unión. López Portillo, no sin razón, expresó que México estaba cansado de ser tratado como país de segunda. Para fines de 1979 empezaron a llegar los excedentes del TMP.
Tax, tax, tax, tax, ahí caía, se oía el ruido del 20 que caía, estaba ingresando recursos a la nación. Pero México recibió en esos años, de 1978 a 81, una cifra que podemos decir en términos gruesos, de más o menos 100 mil millones de dólares. que no teníamos contemplado en los planes originales. Son los tiempos famosos en que teníamos que aprender a administrar la abundancia. Porque claro, el país se convirtió en unos cuantos años en un nuevo rico.
Con los recursos del oro negro, López Portillo dio rienda suelta a su pasión por los grandes planes e inició la construcción de obras monumentales como la segunda etapa de la siderúrgica Lázaro Cárdenas, el gaseoducto Cactus Reynosa, la presa Chico Asén, los complejos petroquímicos de La Cangrejera y Pajaritos. Puso en marcha el sistema alimentario mexicano SAM. que era el plan maestro para lograr la autosuficiencia en granos básicos e incrementar los ingresos de los campesinos.
La meta se alcanzó, pero sólo por un año. El gigantesco proyecto lo incluía todo. Ferrocarriles, carreteras, puertos, cultura, educación, recreación, salud, vivienda, desarrollo científico, tecnológico. Era la modernización total en un sexenio. Para finales de 1980, el Estado era dueño de 450 empresas y participaba en otras 54 como accionista minoritario.
Contaba además con decenas de organismos descentralizados y de comisos. Y así, bueno, pues teníamos las fábricas de textiles, de bicicletas, hoteles, restaurantes. Yo siempre cuento, y me gusta hacerlo, que llegamos a tener hasta un cabaret, que probablemente haya sido el único cabaret que se haya hecho en la historia. en el mundo que perdía dinero.
Según estimaciones del escritor Gabriel Saif, en 1981 el presidente tomaba decisiones que representaban una inversión de casi 70 millones de dólares por hora. Ningún monarca en el mundo tenía, en términos relativos, un poder semejante. Una suerte de faraonismo petrolero cundió también en el sector privado.
En Monterrey, el poderoso Grupo Alfa empezó a comprar empresas al por mayor, pagando generosamente por ellas. Lo mismo adquiría fábricas de cuchillos, o plásticos que empacadoras. Fue tal la capacidad de convocatoria de López Portillo que indujo a las empresas a lanzarse a proyectos incluso mayores que... que los que hubiera aconsejado la sensatez en la conducción empresarial.
El gran crecimiento de las empresas mexicanas en esa época se dio en buena parte con financiamientos en dólares. Como en el caso del sector público, el dinero provenía de bancos extranjeros. En conjunto, los sectores público y privado contrataron deuda externa por un total de 51.788.5 millones de dólares entre 1977 y 1982. En aquel concierto de megalomanía se escucharon las voces disonantes de dos ingenieros, Eberto Castillo y Gabriel Saiz, que alertaban a la opinión pública contra la precipitación y el despilfarro y proponían, cada uno a su manera, un cambio radical. radical en la política económica. Advirtieron también sobre la fragilidad de un edificio construido a partir de un ladrillo solitario, tan inadvertido que nadie hablaba de él.
El precio del barril de petróleo. Como presidente, López Portillo apostó el desarrollo de México al boom petrolero y eligió financiarse con deuda externa. De pronto, a finales de 1980, llegaron malas noticias. Las tasas de interés internacionales subieron del 6 al 20% y automáticamente la deuda externa mexicana se elevó en más de 34 mil millones de dólares.
De inmediato se alzaron las voces exigiendo ajustes en la política económica. El presidente se negó terminantemente creyéndose aún cobijado por el petróleo. Pero la cuenta regresiva para López Portillo había comenzado en todos los frentes.
En el año de 1981 el mercado petrolero mundial sufre un cambio de fondo. Empieza a generarse una sobre oferta. Los grandes países consumidores, Estados Unidos, Japón, Europa Occidental, adoptan una serie de medidas para ahorrar energía. Entonces, por un lado tenemos una oferta de petróleo, está creciendo y una demanda que va bajando. Eso conduce a que el mes de junio de 1981 empieza, se inicia, el descenso en el precio internacional del petróleo.
Un movimiento brusco, violento, de los árabes. Estábamos nosotros vendiendo por medio de 36 dólares por barril. Y ofrecieron un descuento de 4 dólares el barril, era un poco más del 10%.
Era el primer indicio de que ya no era un mercado de vendedores. que ya estaba transformándose en un mercado de compradores. Había que reconocerlo. Cuando el primero de junio, Tía Serrano anunció su decisión de bajar cuatro dólares por barril los crudos mexicanos, López Portillo decidió enviarlo como embajador a la Unión Soviética y nombró a Rodolfo Moctezuma nuevo director de Pemex.
Enseguida ordenó subir dos dólares el precio del barril y encolerizado les advirtió a los clientes que si no compraban ahora su petróleo, en el futuro México no les vendería. Por supuesto, los clientes no hicieron caso de las amenazas. No lo aceptaron. Se fueron y dejamos de recibir 16 mil millones de dólares al año.
Y ah í cometimos yo creo que uno de los errores de interpretación económica más graves de la historia de México. Las autoridades mexicanas consideran que este descenso en el precio del petróleo es temporal, es transitorio y no hacemos nada. Lo sensato en ese momento era ajustar la paridad del peso frente al dólar y cancelar el descenso.
los grandes proyectos sin embargo el gobierno siguió gastando como si no pasara nada lópez portillo como apuntaría en un ensayo meses después gabriel said seguiría apostando esta vez a favor de su peso aunque para ello tuviera que empeñar al país entero todos teníamos déficit de balance de pagos de cuenta corriente déficit fiscal un problema muy severo de sobreendeudamiento externo de costo del financiamiento externo y todo eso lo estábamos tapando durante la segunda mitad de 1981, trayendo más crédito externo. Ya para entonces la desconfianza en la economía mexicana había cundido y dio inicio una masiva fuga de capitales. Estábamos pagando deudas, lo cual implica salidas, pero también estábamos viendo que los inversionistas mexicanos y extranjeros estaban tomando sus pesos, cambiándolos por dólares y llevándoselos para afuera, precisamente por las condiciones de incertidumbre.
y de inestabilidad y porque no veían que el gobierno estuviera tomando medidas de fondo. Los banqueros le pedimos al presidente que devaluara. Era insostenible el tipo de cambio que se estaba manejando.
Porque lo más barato en el mercado era comprar dólares. Y la gente no es tonta, lo sabía y compraba dólares. López Portillo vinculaba explícitamente la devaluación del peso con su propia devaluación como presidente y aún como persona.
Presidente que devalúa, se devalúa, declaró. Defendamos nuestro peso. Afirmemos y reafirmemos el derecho a tomar nuestras decisiones en materia monetaria, con los aranceles, con las licencias y con los estímulos y fomento a la exportación. Esa es la estructura que conviene al país. Esa es la estructura a la que me he comprometido a defender como perro.
La frase no hizo más que alimentar la desconfianza de los llamados saca dólares que no hicieron caso de la prédica del presidente y siguieron comprando divisas. Y en esos meses sufrimos una salida de capitales enorme. No recuerdo muy bien las cifras, pero si digo más de 20 mil millones de dólares creo que no estoy exagerando demasiado. Nos costaba Una enorme cantidad de recursos y en muchas ocasiones nos acabamos todas las reservas con tal de estar sosteniendo el tipo de cambio de manera artificial.
En febrero de 1982 López Portillo perdió la apuesta finalmente y tuvo que devaluar. El peso cayó de 28.50 a 46 por dólar y comenzó un derrumbe que llevó a la moneda a valer menos de 100 pesos por cada dólar. El desplome solo se detuvo cuando en una medida desesperada, el gobierno cerró el mercado cambiario y fijó la paridad en 70 pesos por cada billete verde. En medio de la tormenta, López Portillo comenzó a reflexionar sobre la sucesión presidencial.
En septiembre de 1981 escribió que si los problemas del país eran políticos, el dedo se inclinaría por Javier García Paniagua, el secretario de la Reforma Agraria. Pero si los problemas eran económicos, económico financieros el elegido sería el secretario de programación y presupuesto miguel de la madrid desde 1978 sonaban las arcas pero el dinero del petróleo no erradicó la pobreza de los mexicanos Ya para ese año, el subempleo, el comercio ambulante, las marías y los tragafuegos eran una realidad lacerante en la capital del país y en otras ciudades. Con los tragafuegos se popularizó el chiste de que si no se hallaban clientes en el extranjero para el petróleo, ellos serían el mercado natural.
Hay que recordar que 1982 cierra con cero crecimiento un déficit del gobierno de 17% del PIB que para aquellos que no estén enterados de estas cosas es difícil encontrar otro caso en otro país, en otro tiempo con un déficit de ese tamaño incluyendo países que han estado en estado de guerra si fue un despilfarro brutal A mediados de 1982, las evidencias de la banca rota obligaron a recurrir al apoyo del Fondo Monetario Internacional. El secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Donald Reagan, convocó a la comunidad financiera Mundial a una reunión urgente. Y el 20 de agosto de 1982 en Nueva York, el secretario de Hacienda de México, que era yo, le declara a la comunidad financiera internacional que ya no tenemos dinero. En el momento en que llegamos nosotros a Nueva York, la verdad es que cundió un gran nerviosismo en los mercados.
El licenciado Silva Gerso y yo íbamos caminando por Park Avenue, en donde están los edificios, las sedes centrales de los principales bancos de los Estados Unidos. Y conforme avanzábamos cuadra a cuadra, se iban cayendo los precios de las acciones en el mercado. Y teníamos la impresión de que conforme caminábamos se estremecían aquellos edificios, se estremecía Wall Street en virtud del problema sistémico que México iba a causar por su problema de deuda externa. Entonces en una reunión que ustedes se podrán imaginar lo dura, lo tensa, lo difícil que fue, decirle a la comunidad financiera internacional, se me acabaron las fichas, no tengo dinero, debo...
No niego, pago, no tengo, como el famoso dicho mexicano. Pero no solo eso, sino que necesito que me presten más dinero para poderles pagar a ustedes los intereses de sus créditos. En un momento determinado creí yo que el país podía ya afirmar que marchaba autos sustentándose en sus propias fuentes de financiamiento apoyados en el petróleo como en la... algún momento pudo haber sido y después ante la aterrazón de los países del norte pues no pudo ser que es una de las angustias tremendas de un presidente que dejó de ser y que vio cómo se desmoronaba todo lo que construía en su último informe de gobierno josé lópez portillo habría de encarar a la nación No vengo aquí a vender paraísos perdidos, ni a buscar indulgencias históricas. Decir la verdad, la mía, es mi obligación, pero también mi derecho.
Su informe fue la bitácora de un timonel que no admite su parte en el naufragio. Soy responsable del timón, pero no de la tormenta. Y culpó del desastre, a la caída de los precios del petróleo, al incremento de las tasas de interés, al motín de los llamados saca dólares y a los banqueros.
E hizo un último gesto, una última apuesta. He expedido en consecuencia dos decretos. Uno, que nacionaliza los bancos privados del país. Creyó que un solo golpe de timón lo arreglaría todo, que un sexenio de tres meses empezaría a partir del primero de septiembre y que en ese periodo el país se reconstituiría y él podría alcanzar la gloria histórica que todos los presidentes anhelan. A los desposeídos y marginados, a los que hace seis años les pedí un perdón, que he venido arrastrando como responsabilidad por su color.
La comedia había terminado y casi al unísono la sociedad alzó la voz para reprocharle el despilfarro, la frivolidad y la irresponsabilidad, para cobrarse con burlas e insultos, a veces excesivos, la dolorosa quiebra del país. López Portillo arrió banderas, guardó silencio y pasó los dos últimos meses del sexenio virtualmente encerrado en Los Pinos. Fue así como terminó, trágicamente, el sexenio de la gran oportunidad.
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